Apuntes biográficos/históricosGramático, lexicógrafo, librero, editor, bibliófilo y político.
Hijo de un maestro terciopelero que le inculcó, según declaración propia, gran afición a los libros, Salvá se formó en el Colegio de las Escuelas Pías y en la Universidad de su ciudad natal. En 1805, viajó a Madrid para opositar a una Cátedra de Lengua Griega de los Reales Estudios de San Isidro, que no obtuvo por ser demasiado joven. En 1807 fue nombrado sustituto de la Cátedra de Griego de la Universidad de Alcalá; la invasión francesa frustró las oposiciones a esa misma Cátedra, y Salvá regresó a Valencia, donde prosiguió los estudios de Derecho.
En 1809 casó con Josefa Mallén, hija de un librero francés procedente del Delfinado. Creó entonces, con su hermano político, Pedro Juan Mallén, la razón social “Mallén, Salvá y Compañía”, que dio un gran impulso al negocio familiar. Del matrimonio de Vicente y Josefa nacieron cinco hijos.
En los años siguientes, Salvá, además de atender la librería e imprenta valenciana, colaboró en un periódico liberal, la Aurora Patriótica Mallorquina (1812- 1813). Durante la época de la reacción absolutista, la librería sufrió un minucioso registro de la Inquisición, tras el cual Salvá hizo su primera salida al extranjero: un viaje a Francia e Italia (1817-1818).
Con el Trienio Liberal, comenzó su carrera política. Fue sucesivamente elegido concejal, diputado suplente para las Cortes de 1820 y 1821 y diputado para las de 1822 y 1823, y participó activamente en ellas como miembro del grupo exaltado. Ante los acontecimientos de 1823, se refugió con otros liberales en Gibraltar, desde donde embarcó para Londres en 1824.
En el n.º 124 de Regent Street, en la capital británica, estableció Salvá en 1825 su “Librería española y clásica”. Tanto en ella como, más tarde, en París, Salvá consagró el resto de su vida a una múltiple actividad como librero, bibliófilo, editor y autor, en la que resultan inseparables su instinto comercial (muy pendiente, en particular, del mercado hispanoamericano) y su pasión (tan común en los desterrados) por la lengua y la literatura patrias.
El establecimiento londinense de Salvá adquirió gran prestigio entre los bibliófilos ingleses y fue centro de reunión de los españoles exiliados: Joaquín Lorenzo Villanueva (gran amigo de Salvá), Canga Argüelles, Mendíbil, Alcalá Galiano, etc. En 1826 su dueño publicó A Catalogue of Spanish and Portuguese Books, con una segunda parte en 1829 redactada principalmente por quien fue en lo sucesivo su principal colaborador: su hijo Pedro. Durante esos años, Salvá dio asimismo clases de Griego en el Ateneo Español de Londres, colaboró en un periódico de Andrés Bello, El Repertorio Americano, trabajó en su futura Gramática, etc.
En abril de 1830, dejó a su hijo al frente de la librería de Londres y marchó a París para tantear la posibilidad de establecerse allí. A fines de junio de ese mismo año, ya funcionaba, en asociación con el librero Bossange, la “Librería hispano-americana” de Salvá, en la calle Richelieu, n.º 60, y en noviembre de 1831, liquidado el establecimiento londinense, ya estaba toda la familia reunida en la capital francesa, donde Salvá trabajó intensamente, alejado, por lo general, de las intrigas políticas promovidas por los refugiados españoles. La Gramática de la lengua castellana según ahora se habla, sin duda la mejor gramática descriptivo-normativa realizada por un español en todo el siglo xix, vio la luz por vez primera en 1831 (aunque en la portada reza 1830) y tuvo ocho ediciones más, constantemente revisadas, en vida del autor.
Tras la desaparición de Fernando VII, Salvá regresó a España, pero sin intención de abandonar el floreciente negocio de París. A partir de este momento y hasta la fecha de su muerte, su vida transcurrió entre la ciudad del Sena, la del Turia (donde compró la librería a su cuñado Mallén) y, en menor medida, Madrid, pues Salvá se había dejado tentar nuevamente por la política (de la que se desencantó muy pronto) y fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes de 1836. Fueron años de intensa actividad editora, con pingües beneficios que permitieron a Salvá seguir reuniendo una extraordinaria biblioteca personal. Todo ello en perfecta sintonía con su hijo Pedro, con el que se turnó en la atención a las dos sedes del negocio y con el que mantuvo, cuando estaban separados, intenso contacto epistolar.
Terminada la Gramática, y sin abandonar su constante mejora, Salvá se centró entonces en la lexicografía. Ya en Londres había colaborado con Mateo Seoane en la revisión del diccionario español-inglés de Newman y Baretti, y en París y Valencia vieron la luz varias ediciones del Nuevo Valbuena, o Diccionario latino-español formado sobre el de D. Manuel Valbuena con muchos aumentos, correcciones y mejoras. Salvá trabajó intensamente, asimismo, en un diccionario bilingüe español-francés que sólo póstumamente llegó a publicarse. Pero lo más relevante de su actividad en este ámbito fue su dedicación a la lexicografía monolingüe, desde presupuestos inductivos y filológicos muy similares a los que inspiraron su Gramática. En 1838 y 1841 Salvá editó en París el Diccionario de la Academia (edición de 1837) con acertadas y meticulosas, aunque todavía discretas, correcciones propias. Y en 1846 vio la luz en la misma ciudad el Nuevo diccionario de la lengua castellana, que comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada, del publicado por la Academia Española, y unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas americanas, que al año siguiente ya se reeditó con nuevas correcciones, fruto de la extraordinaria escrupulosidad y el permanente afán perfeccionista del autor. La extensa “Introducción” de esta obra es un texto de gran interés para la historia de la lexicografía española, y aun para la de la lengua misma.
Vicente Salvá falleció en París en 1849. Años más tarde, en 1872, vio la luz el Catálogo de la Biblioteca de Salvá elaborado por su hijo Pedro, y desde entonces repertorio de consulta imprescindible para bibliógrafos y bibliófilos.