Fundación Ignacio Larramendi

Conversación en el Ateneo de Madrid sobre «El corazón brincando volteretas» de Margarita H. Larramendi

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De izquierda a derecha: Joaquín Pérez Azaústre, Margarita H. Larramendi, Javier Zamora Bonilla, y José Manuel Mora Fandos.

El pasado 14 de mayo, en la Cátedra Mayor del Ateneo de Madrid, tuvo lugar un encuentro en torno a la obra El corazón brincando volteretas. Antología conversada de nuestra patrona, Margarita Hernando de Larramendi, presidido por Joaquín Pérez Azaústre, escritor, poeta, y presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid.

cartel_acto_okEn el acto intervinieron también Javier Zamora Bonilla, profesor de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Complutense de Madrid y estudioso de la obra y biografía de Ortega y José Manuel Mora Fandos, poeta y profesor de Literatura y Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid, así como la guitarrista Herminia Navarro, miembro de L’encoraugement, dúo de guitarras especializado en la música clásico-romántica del siglo XIX.

En su apertura, Joaquín Pérez Azaústre aludió a la originalidad y singularidad del libro presentado, que propone en su primera parte una “antología conversada”, que podría considerarse como un género en sí mismo y que es una conversación en la que se van desgranando la vida y la poesía de la autora. Describió la obra como brillante, con una belleza delicada y amable en la que se asiste al mundo interior y a la creación poética con la vida latiendo al lado; en línea con la frase de José Luis Rey: la poesía es hija de la vida. Señaló que la consideraba una obra muy estimulante para un escritor y finalizó leyendo el poema Tu nombre en una lápida carece de sentido, que presenta una expresión del duelo por la pérdida de un ser querido a partir de elementos corpóreos tan concretos como el esternocleidomastoideo.

Javier Zamora Bonilla señaló su amistad con la autora, desde su primer encuentro en la Fundación Ortega, y las diferentes cosas que les unen, como la necesidad de conocerse a uno mismo (para después cambiarse), y el amor a la poesía como una forma de vida y un intento de comprender el mundo que sirva de guía y orientación en él. De la autora destacó la mirada irónica y la vivencia y reflexión de la realidad más cercana; las epifanías cotidianas. Subrayó la impresionante cultura que hay en el libro, que une clasicismo y modernidad, calificó “de templanza aristotélica”, la serenidad de su expresión poética y la importancia dada en los poemas a la eufonía. Asimismo, alabó la metáfora visual y muy plástica de la felicidad que se aprecia en el título del libro y remarcó que, tras una aparente sencillez, la escritura de Margarita produce un efecto duradero en el lector y arroja una nueva luz sobre lo humano que intenta trasformar y ampliar nuestra visión del mundo, rescatando la alegría de vivir.

José Manuel Mora Fandos, por su parte, quiso destacar que El corazón brincando volteretas es un libro que crea una conexión con el lector y nos enseña a mirar de una manera nueva, a descubrir lo que estábamos viendo sin saberlo, algo que Margarita hace también con la fotografía. Describió la naturalidad con la que están escritos los poemas y su estructura, con finales luminosos que revelan a menudo un misterio y la presencia de un humor elegante y de una delicada ironía. Insistió mucho en el clasicismo bien asentado de la autora, “escolarizada en la escuela de los clásicos” y palpable en la luz, la claridad, la dicción, una economía expresiva que se ciñe a lo esencial y una llamada a la atención y el detenimiento. Un diálogo con los clásicos desde el presente, en el que aparece la vida, la vida cotidiana, la vida de todos, con la lucidez que abre la ventana a lo trascendente, a la visión de una realidad “lavada”, sin banalidad ni posmodernidad, que invita a la contemplación, pero también al ingenio y la agudeza como acto de entendimiento que descubre conexiones en lo aparentemente diverso.

  • Momento de la presentación del libro, Joaquín Pérez Azaústre y Margarita H. Larramendi.

Margarita Hernando de Larramendi comenzó su intervención agradeciendo al Ateneo de Madrid la oportunidad de presentar su libro en tan emblemática institución, a la que su familia siempre ha estado muy ligada, y recordó cómo, en esa misma sala, otros miembros de su familia habían dictado conferencias. Se remontó a la que ofreció su abuelo, Luis Hernando de Larramendi Ruiz, en noviembre de 1928, y mencionó después las de su padre, Ignacio Hernando de Larramendi y de su hermano Ramón y, con emoción apenas contenida, la intervención de su hermano Luis en noviembre de 2021, dos meses antes de su fallecimiento, con ocasión del centenario de su padre.

A continuación, la autora llamó al escenario a Herminia Navarro, explicó detalladamente por qué motivo la había invitado a tocar Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega y pidió a todos los presentes una atención extrema para disfrutar de su ejecución. Tras este interludio musical, ampliamente apreciado por el numeroso público, tomó de nuevo la palabra y se centró en el libro en su vertiente física, describiendo sus diferentes partes, incluida la parte gráfica. Recordó que El corazón brincando volteretas recoge la esencia de sus tres poemarios: Las palabras perdidas (y otros poemas), L’esultanza della serenità. Soggiorno pisano y Las siete en Canarias, siendo el nexo de unión entre ellos el amor a la vida, a pesar de todo. Continuó destacando la importancia dada en su vida y en su obra a la atención, siguiendo la crucial enseñanza de su madre de “no ir por el mundo como una maleta”, sin enterarse de nada y en la necesidad de ponerse en el lugar del otro para imaginar y entender sus sentimientos y motivaciones, como se hace en los poemas dedicados a personajes de la tradición histórica, artística o literaria, como Moisés, Discóbolo, Penélope, etc.  A lo largo de su intervención se hizo patente el profundo amor y admiración a su familia como pilar fundamental de su vida y de su obra.  Deleitó a los asistentes con la lectura de varios de sus poemas favoritos, muchos de los cuales, confesó, lee como si no fueran suyos. Por último, hizo una reflexión sobre el valor terapéutico de la escritura y finalizó con la lectura del poema La habitación de al lado, escrito tras el fallecimiento de su madre.

Especialmente destacable fue el silencio absoluto y la extrema atención manifestada durante todo el acto por los numerosos asistentes.

Se puede ver el acto completo desde nuestro canal de YouTube

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