Extractos de El Laberinto
MACIAS
Tanto anduvimos el cerco mirando
Que nos fallamos con nuestro Macias,
E vimos que estava llorando los dias
Con que de su vida tomó fin amando;
Llegueme mas cerca turbado yo, cuando
Ví ser un tal hombre de nuestra nacion,
Y ví que decia tal triste cancion,
En elegíaco verso cantando:
«Amores me diéron corona de amores
Porque mi nombre por mas bocas ande,
Entónces no era mi mal ménos grande,
Cuando me daban placer sus dolores;
Vencen el seso sus dulces errores,
Mas no duran siempre, segun luego aplacen,
Pues me ficiéron del mal que vos facen,
Sabed al amor desamar, amadores.
Fuid un peligro tan apassionado,
Sabed ser alegres, dexád de ser tristes,
Sabed deservir a quien tanto servistes,
A otro que amores dad vuestro cuidado;
Los cuales si diesen por un igual grado
Sus pocos placeres, segun su dolor,
Non se quexaria ningun amador,
Ni desesperara ningun desamado.
E bien como cuando algun malfechor
Al tiempo que facen de otro justicia,
[p. 233] Temor de la pena le pone cobdicia
De allí adelante vevir ya mejor;
Mas desque passado por él el temor
Vuelve a sus vicios como de primero,
Así me volviéron a do desespero
Deseos, que quieren que muera amador.»
DON ENRIQUE DE VILLENA
«Aquel que tú vees estar contemplando
El movimiento de tantas estrellas,
La obra la fuerza, la órden, de aquellas,
Que mide los cursos de como e de cuando,
E ovo noticia filosofando
Del movedor, e de los comovidos,
De lumbre e rayos, e son de tronidos,
E supo las causas del mundo velando;
Aquel claro padre, aquel dulce fuente,
Aquel que en el Cástalo monte resuena
Es Don Enrrique, señor de Villena,
Honrra de España, e del siglo presente»;
Ó ínclito sabio, autor muy ciente,
Otra, e aun otra vegada yo lloro,
Porque Castilla perdió tal tesoro
Non conocido delante la gente.
Perdió los tus libros sin ser conocidos,
E como en exequias te fuéron ya luego
Unos metidos al avido fuego,
Otros sin órden no bien repartidos:
Cierto en Atenas los libros fingidos,
Que de Pitágoras se reprobáron,
Con cirimonia mayor se quemáron
Cuando al Senado le fuéron leidos.
BATALLA DE LA HIGUERA
Con dos cuarentenas, e mas de millares
Le vimos [1] de gentes armadas a punto
Sin otro mas pueblo inerme allí junto
Entrar por la vega, talando olivares,
Tomando castillos, ganando lugares,
Faciendo por miedo de tanta mesnada
[p. 234] Con toda su tierra temblar a Granada,
Temblar las arenas, fondon de los mares.
Mucha morisma ví descabezada
Que mas que reclusa detras de su muro,
Nin que gozasa de tiempo seguro
Quiso la muerte por saña de espada;
E mucha otra mas por piezas tajada
Quiere su muerte tomarla, mas tardé;
Huyendo, non fuye la muerte el cobarde
Que mas a los viles es siempre llegada.
Como en Secilia resuena Tifeo
Ó las ferrerías de los Milaneses,
Ó como gridaban los sus entremeses
Las Sacerdotisas del templo Lyeo,
Tal ví la vuelta de aqueste torneo,
En tantas de voces prorrompe la gente,
Que non entendia sinon solamente
El nombre del hijo del buen Zebedeo.
E vimos la sombra de aquella higuera
Donde a desoras se vido criado
De muertos en piezas un nuevo collado,
Tan grande, que sobra razon su manera;
E como de arena de Libia se espera
Súpito viento levanta gran cumbre,
Así del otero de tal muchedumbre
Se espanta quien ántes ninguno no viera.
¡O virtuosa magnífica guerra,
En tí las querellas volverse devrian,
En tí do los nuestros muriendo vivian
Por gloria en los cielos, e fama en la tierra;
En tí do la lanza cruel nunca yerra,
Ni teme la sangre verter de parientes,
Revoca concordes a tí nuestras gentes
De tantas quistiones y tanta desferra!
Non convenia por obra tan luenga
Facer esta guerra, mas ser ella fecha,
Aunque quien viene a la via derecha
Non viene tarde por tarde que venga;
Pues non se dilate ya mas nin detenga,
Hayan envidia de nuestra victoria
Lor reinos vecinos, y no tomen gloria
De nuestra discordia mayor que convenga.
[p. 235] MUERTE DEL CONDE DE NIEBLA
«Aquel que en la barca parece assentado
Vestido de engaño de las bravas ondas
En aguas crueles, ya mas que non fondas,
Con una gran gente en la mar anegado,
Es el valiente non bien fortunado
Muy virtuoso perinclito Conde
De Niebla, que todos sabeis bien adonde
Dió fin al dia del curso fadado.
E los que lo cercan por al derredor,
Puesto que fuesen magníficos hombres,
Los títulos todos de todos sus nombres,
El nombre los cubre de aquel su señor;
Ca todos los hechos que son de valor
Para mostrarse por si cada uno,
Cuando se juntan e van de consuno,
Pierden su nombre delante el mayor.
Arlanza, Pisuerga, e aun Carrion
Gozan de nombres de rios, empero
Despues que juntados llamámoslos Duero:
Facemos de muchos una relación:
Oye por ende, pues, la perdicion
De solo el buen Conde sobre Gibraltar,
Su muerte llorada, de digno llorar
Provoque tus ojos a lamentacion.
En la su triste fadada partida
Muchas señales que los marineros
Han por auspicios y malos agüeros
Fueron mostradas negar su venida;
Las cuales veyendo con voz dolorida
El cauto maestro de toda su flota
Al Conde amonesta del mal que denota,
Porque la via fuese resistida.
Ca he visto, dice, señor, nuevos yerros
La noche pasada facer los planetas,
Con crines tendidas arder los cometas,
Dar nueva lumbre las armas e fierros,
Ladrar sin ferida los canes e perros,
Triste presagio facer de peleas
Las aves nocturnas e las funeréas
Por los collados, alturas e cerros.
Vi que las gúminas gruesas quebraban
Quando las áncoras quis levantar,
[p. 236] Ví las entenas por medio quebrar,
Aunque los carbasos non desplegavan,
Los másteles fuertes en calma temblavan,
Los flacos triquetes con la su mezana
Ví levantarse, de non buena gana,
Quando los vientos se nos convidavan.
En la partida del resto Troyano
De aquella Cartago del Birseo muro,
El voto prudente del buen Palinuro
Toda la flota loó de mas sano,
Tanto, que quiso el rey muy humano
Cuando lo vido pasado Aqueronte
Con Leucaspis acerca de Oronte
En el Averno tocarle la mano.
Ya, pues, si deve en este gran lago
Guiarse la flota por dicho del sage,
Vos dexaredes aqueste viage
Fasta ver dia no tan aciago;
Las deidades llevar por falago
Debedes, veyendo señal de tal plaga,
Non dedes causa Gibraltar que faga
En sangre de reyes dos veces estrago.»
El Conde, que nunca de las abusiones
Creyera, nin ménos de tales señales,
Dixo: «non pruebo por muy naturales,
Maestro, ninguna de aquestas razones,
Las que me dices, nin bien perfeciones
Nin veras pronosticas son de verdad,
Nin los indicios de la tempestad
Non vemos, fuera de tus opiniones.
Aun si yo viera la mestrua Luna
Con cuernos obtusos mostrarse fuscada,
Muy rubicunda, e muy colorada,
Creyera que vientos nos dieran fortuna;
Si Phebo, dexada la Delia cuna,
Igneo viéramos, o turbulento,
Temiera yo pluvia con fuerza de viento;
En otra manera no sé que repuna,
Nin veo tampoco que vientos delgados
Muevan los ramos de nuestra montaña,
Nin fieren las ondas con su nueva saña
La playa con golpes mas demasiados,
Nin veo delfines de fuera mostrados,
Nin los marinos volar a lo seco,
Ni los caistros facer nuevo trueco,
Dexar sus lagunas por ir á los prados.
[p. 237] Nin baten las alas ya los Alciones,
Nin tientan, jugando, de se rociar,
Los cuales amansan la furia del mar
Con sus cantares e lánguidos sones,
E dan a sus hijos contrarias sazones,
Nido en ivierno con grande pruina,
Do puestos acerca la costa marina
En un semilunio les dan perfecciones.
Nin la corneja no anda señera
Por el arena seca paseando,
Con su cabeza su cuerpo bañando
Por ocupar la pluvia que espera;
Nin vuela la garza por alta manera,
Nin sale la fulica de la marina
Contra los prados, nin va nin declina,
Como en los tiempos adversos ficiera.
Desplega las velas, pues ya ¿qué tardamos?
Y los de los barcos levanten los remos,
A vueltas del tiempo mejor que perdemos,
Non los agueros, los fechos sigamos:
Pues una empresa tan santa levamos:
Que mas non podria ser otra ninguna,
Presuma de vos e de mí la fortuna,
Non que nos fuerza, mas que la forzamos.»
Tales palabras el conde decia,
Que obedecieron el su mandamiento,
E diéron las velas infladas al viento,
No padeciendo tardanza la via,
Segun la fortuna lo ya disponia,
Llegáron acerca de la fuerte villa,
El Conde con toda la rica cuadrilla
Que por el agua su flota seguia.
Con la bandera del Conde tendida
Ya por la tierra su fijo viniera
Con mucha mas gente que el padre le diera
Bien a cavallo, e a punto guarnida,
Porque a la hora que fuese la grida,
Súpitamente e en el mismo deslate
Por ciertos lugares oviese combate
La villa que estava desapercebida.
El Conde e los suyos tomaron la tierra
Que era entre el agua y el borde del muro,
Lugar con menguante seco, e seguro,
Mas la creciente del todo lo cierra;
Quien llega mas tarde presume que yerra,
La pavesada ya junta sus alas,
[p. 238] Levantan los trozos, crecen las escalas,
Crecen las artes mañosas de guerra.
Los moros sintiendo crecer los engaños,
Veyendose todos cercados por artes,
E combatidos por tantas de partes
Allí socorrieron do vian mas daños,
E con necesarios dolores extraños
Resiste sus sañas las fuerzas agenas,
Botan los cantos desde las almenas
E lanzan los otros que no son tamaños.
Bien como médico mucho famoso
Que tiene el estilo por mano seguido,
En cuerpo de golpes diversos ferido,
Luego socorre a lo mas peligroso;
Así aquel pueblo maldito sañoso
Sintiendo mas daños de parte del Conde,
A grandes cuadrillas juntados, responde
Allí do el peligro mas era dañoso.
Alli disparavan bombardas e truenos,
E los trabucos tiraban ya luego
Piedras e dardos, e hachas de fuego,
Con que facian los nuestros ser menos;
Algunos de moros tenidos por buenos
Lanzan temblando las sus azagayas,
Pasan las lindes, palenques e rayas,
Doblando sus fuerzas con miedos agenos.
Miéntra morian e miéntra matavan,
De parte del agua ya crecen las ondas,
E cubren las mares soberbias, e fondas,
Los campos que ante los muros estavan,
Tanto, que los que de allí peleavan,
A los navios si se retraian,
Las aguas crecidas les ya defendian
Llegar a las fustas que dentro dexaban.
Con peligrosa e vana fatiga
Pudo una barca tomar a su Conde,
Lo cual le levára seguro, si donde
Estaba, non le fuera bondad enemiga;
Padece tardanza, si quieres que diga
Cuando quedavan, e irlo veian,
De mucho que ir con él non podian,
Presume que voz dolorosa se siga.
Entrando tras él por el agua decian:
«Magnífico conde, ya cómo nos dexas?
Nuestras finales e últimas quejas
En tu presencia favor nos serian,
[p. 239] Las aguas las vidas nos ya desafian:
Si tú no nos puedes prestar el vivir,
Danos linage mejor de morir,
Darémos las manos a mas que debian.
E volverémos a ser sometidos
A aquellos Adarves, magüer non debamos,
Porque los tuyos muriendo, podamos
Ser dichos muertos e nunca vencidos;
Solo podremos ser redargüidos
De temeraria inmensa osadía,
Mas tal infamia mejor nos seria,
Que non en las aguas morir sepelidos.»
Ficiéron las voces al Conde a deshora
Volver la su barca contra las saetas,
E contra las armas de los mahometas,
Ca fué de temor piedad vencedora,
Habia fortuna dispuesto la hora,
E como los suyos comienzan a entrar,
La barca con todos se ovo de anegar,
De peso tamaño non sostenedora.
Los míseros cuerpos ya non respiravan,
Mas so las aguas andavan ocultos,
Dando e trayendo mortales singultos
De aguas la hora que mas anhelavan;
Las vidas de todos así litigavan,
Que aguas entraban do almas salian,
La pérfida entrada las aguas querian,
La dura salida las almas negavan.
Ó piedad, fuera de medida,
Ó ínclito Conde, quisiste tan fuerte
Tomar con los tuyos en ántes la muerte
Que con tu hijo gozar de la vida;
Si fe a mis versos es atribuida,
Jamas la tu fama, jamas la tu gloria
Darán a los siglos eterna memoria,
Será muchas veces tu muerte plañida.
Después que yo vi que mi guiadora
Habia ya dado su fin a la estoria,
Yo le suplico me faga notoria
La vida de otros que allí son agora,
La cual mis plegarias oidas implora
El divino nombre con muy sumo grado,
El cual humilmente por ella invocado
Respóndeme breve como sabidora.
[p. 240] MUERTE DE LORENZO DE AVALOS
Aquel que allí vees al cerco trabado,
Que quiere subir e se falla en el aire
Mostrando su rostro robado donaire,
Por dos deshonestas feridas llagado,
Aquel es el Davalos mal fortunado
Aquel es el limpio mancebo Lorenzo,
Que fizo en un dia su fin e comienzo,
Aquel es que era de todos amado.
El mucho querido del señor infante
Que siempre le fuera señor como padre,
El mucho llorado de la triste madre,
Que muerto ver pudo tal hijo delante;
O dura fortuna, cruel tribulante!
Por tí se le pierden al mundo dos cosas,
La vida e las lágrimas tan piadosas
Que ponen dolores de espada tajante.
Bien se mostrava ser madre en el duelo
Que hizo la triste despues ya que vido
El cuerpo en las andas sangriento, tendido,
De aquel que criára con tanto recelo,
Ofende con dichos crueles el cielo,
Con nuevos dolores su flaca salud,
E tantas angustias roban su virtud
Que cae por fuerza la triste en el suelo.
E rasga con uñas crueles su cara,
Fiere sus pechos con mesura poca,
Besando a su hijo la su fria boca,
Maldice las manos de quien lo matára;
Maldice la guerra do se comenzara,
Busca con ira crueles querellas,
Niega a sí mesma reparo de aquellas,
E tal como muerta viviendo se pára.
Decia llorando con lengua rabiosa:
¡O matador de mi fijo cruel!
Matáras a mí, dexáras a él,
Que fuera enemiga no tan porfiosa;
Fuera a la madre muy mas digna cosa,
Para quien mata llevar menor cargo,
Y no te mostráras a él tan amargo,
Ni triste dexáras a mí querellosa.
Si ántes la muerte me fuera ya dada,
Cerrára mis ojos con estas sus manos
[p. 241] Mi fijo delante de los sus hermanos,
E yo no muriera mas de una vegada;
Así morren muchas, desventurada,
Que sola padezco lavar sus feridas
Con lágrimas tristes, e non gradecidas,
Magüer que lloradas por madre cuitada.
Así lamentaba la pia matrona
Al fijo querido que muerto tú viste,
Haciendo encima semblante de triste
Segun al que pare face la leona:
Pues ¿dónde podria pensar la persona
Los daños, que causa, la triste demanda,
De la discordia, del reino que anda,
Donde non gana ninguno corona?
MUERTE DE CLAVERO
E ví por lo alto venir ya volando
El ánima fresca del santo Clavero
Partida del cuerpo del buen cavallero,
Que por su justicia murió batallando;
Si fe mereciéron mis versos trobando,
Jamas en los siglos será muy perfeto
El nombre famoso de aquel buen eleto,
Que bien yo no puedo loar alabando.
Eleto de todos por noble guerrero,
Eleto maestre por muy valeroso,
Eleto de todos por muy virtuoso,
Por mucho constante, fiel verdadero;
Al cual un desastre mató postrimero
Con piedra que fizo de fonda reveses,
Porque maldigo a vos mallorqueses,
Vos que las fondas fallastes primero.
SOBRE UN MACHO QUE COMPRÓ DE UN ARCHIPRESTE
¿Cuál
diablo me topo
Con este
cabixpacido?
¿Cuál diablo me
robó
Tan aina mi
sentido?
Que
si yo mas cuerdo fuera
E por él no me
creyera,
Castigar bien me
debiera
Lo que dél habia
oido.
Un
archipestre malvado
Que me vido de
partida,
Con un macho m'a
engañado
Cual sea su negra
vida.
Yo
no digo que es haron
Ni que le toma
torzon,
Mas porfia por un
son
Que la espuela se
le olvida.
[p. 242] El fraile santo cortes
Bien juraba que era
sano,
El coxquea de tres
pies,
Y no hinca la una
mano.
Mas
con todas estas plagas
Sobrehueso y
ajuagas,
La boca llena de
llagas,
Es verdad que anda
lleno.
Zanquituerto
y rodilludo
Lo hiciéron sus
pecados,
Con sus dientes
aserrados
Muy bien come, y no
es agudo.
No
digo que es chica pieza,
Ni que tiene gran
cabeza,
Ni tampoco que
tropieza,
Mas cae bien a
menudo.
Despalmado,
y otros tales
Cien mil daños
encubiertos
El tiene bien, por
los cuales
Mil machos debian
ser muertos.
Mas
verán en sus costillas
Que el sabe de
muchas sillas,
Despues fechas las
rodillas
De rezar a cabos
ciertos.
Pero
yo no me curava,
Aunque lo ví tan
cenzeño,
Ca yo mucho
confiava
En las juras de su
dueño.
Mas
en la mercaduría
Tanta fué su
cortesia
Que dos noches con
un dia
Me hizo perder el
sueño.
Finalmente,
ya contento
En dineros, no en
papel,
Yo le tomé a
pagamento
Y anduve una legua
en él,
Y
mas lo que Dios se quiso,
Mas de tanto vos
aviso
Que me fallé tan
repiso
Que pense volver
sin él.
Cuando
ya pude tornallo,
Mal o bien me dí al
trasache
Rabi ndo por
enviallo,
Dixe al mozo que
despache.
«Toma,
toma este diablo,
Mételo allá en el
establo,
De aquel que ví en
un retablo
Pintado por
momarrache.»
Magüer
lo llevó el muchacho
Por ruego ni
mensageros,
No quiso tomar el
macho
Ni volverme mis
dineros.
Yo
rabio de que contemplo
Que roban el santo
templo,
Y nos dan tan mal
ejemplo
Estos bigardos
faltreros.
Por
merced luego le plugo
Al señor Arcediano
Mandar que llegasen
lugo
Dos buenos a aquel
villano.
A
decir que me tornase
Mis doblas, y no
burlase,
Antes que se
santiguase
Con el pie, y no
con la mano.
Mas
él luego se escondió
Cuando supo tales
fines,
Ca por cierto bien
pensó
Andar a caza de
ruines.
Mas
de guisa fué guardado
En un torno del
tejado,
Como cuando está el
venado
Bien cercado de
mastines.
Y
desque allí lo tuvimos
No se nos pudo
encubrir,
Cada cual, desque
nos vimos,
Comenzamos de
reñir.
Pero
cuando vido el hecho
Ya llegado en tal
estrecho,
Dijo: quiero por
derecho
Este pleito
definir.
Herradores,
majahierros,
Sotiles de grandes
preces,
Demandó él por sus
yerros,
Que nos diesen por
jueces.
Los
cuales desde su banco
(Ni mas prieto ni
mas blanco)
Dijon, salvo que
era manco,
Mas habia de
ochenta meses.
Cuando
vido de tal arte
Ser juzgado su
derecho,
Asayó por otra
parte
De moverme gran
cohecho.
[p. 243] O señor, quien tanto yerra,
Sácalo de aquesta
tierra,
O lo mata, o lo
destierra,
O lo lleva sin
sospecho.
De
las cartas citatorias,
Ni de costa
del meson
Yo no fago
dilatorias,
Que no es tal mi
condición.
Pero
tanto digo en suma
Que mal fuego le
consuma
Al que dio causa á
mi pluma
De hacer tal
oracion.
Cabo
Guardaos
todos, guardad
De personas tan
maldichas,
Y del mulo del Abad
Con sus tachas
sobredichas.
[Cancionero de Foulché-Delbosc.]