Conjuros de amor que hizo a su amiga, conjurándola
con todas las fuerzas dell
amor
La
grandeza de mis males
Que amor cresce
cada día
Peligrosos,
A los brutos
animales,
Si los viesse, les
haría
Ser piadosos:
Y tú, perversa,
malvada,
Tan cruel como
hermosa,
Siempre huyes
De te dar poco, ni
nada,
Desta mi vida
raviosa
Que
destruyes.
Ni
te puede dar pesar
Este amor, ni su
poder
Sabe dar medio
Para te hazer mirar
Que es razon ya de
querer
Mi remedio:
Y mi dolor, mi
enemigo,
Con que a muerte y
disfavores
Me condenas,
No tiene poder
contigo
Que dolor te dé
dolores
De mis penas.
Y
pues mi fe, que es mi daño,
Tan gran ultraje
recibe
Padesciendo,
Y mi servir sin
engaño
Más te offende que
te sirve
Bien sirviendo;
¡O sin piedad! ¿por
qué ciegas?
¡Ave piedad! algun
día
Puede ser
Que este amor que
agora niegas
Quebrante tu gran
porfía
Su poder.
Comiença el conjuro
Y
pues su cerrado sello
Assentó en el pecho
mio
Tan sellado,
A él solo me
querello,
Con él solo desafio
Tu desgrado:
Con él conjuro tus
sañas
Que te quiera
descobrir
Pensamientos,
Porque tus sotiles
mañas
Se conviertan en
sofrir
Mil tormentos.
Aquella
fuerça gigante
Con que amor
derriba y cansa
El animal
Que viene humilde
delante
[p. 108] La donzella que le amansa
Desigual,
Torne su fiera
esquiveza
Que contra mi
siempre ví
Ser tan fuerte,
En tan humilde
tristeza,
Que tus males ante
mí
Pidan muerte.
Aquell
amor con que viene
La triste cierva
engañada
Bramando
Donde el ballestero
tiene
Su muerte muy
concertada
En allegando,
Te ponga tal
compassion,
Que vayas ciega,
perdida,
Muy de veras
A quitarme de
passion,
Tanto, que por
darme vida
Morir quieras.
Aquell
amor que publica
Con su llanto de
amargura
Desmedido
La biuda tortolica
Cuando llora con
tristura
Su marido,
Y se busca soledad
Donde su llanto
concierte
Muy esquivo,
Te haga haver
piedad
De la dolorosa
muerte
Que recibo.
Aquell
amor tan derecho
Y querencias tan
estrañas
Sin temor,
Dell ave que rompe
el pecho
Y dá comer sus
entrañas
Por amor,
En tí misma lo
recibas
Y tan poderoso sea
Con sus llamas,
Que rompas tus
carnes bivas,
Porque yo solo te
crea
Que me amas.
Aquell
amor que tomar
Suele con bozes
trocadas
Con que offende
Al tiempo de
reclamar
A las aves no
domadas
Y las prende,
A las bozas del
reclamo
De mi mal que no te
olvida
De dulçura,
Tal tú vengas do te
llamo,
Enrredada,
combatida
De tristura.
Aquella
ravia sin ruego,
Aquel dolor dell
abismo
Tan sin vicio
Con que el Fenix
haze el fuego
En que hace de sí
mismo
Sacrificio,
Si crueza tal
consiente,
Tal dolor tú
siempre tengas
Por quererme,
Que la misma ansia
que siente
Sientas tú hasta
que vengas
A valerme.
Aquell
amor que desdeña
La donzella
requerida
Y encerrada,
Que de esquiva y
çahareña
Amor le torna
vencida
Muy penada;
Y su libertad
esenta
Quebranta con
fuerça grande
Su poder,
Te ponga tal
sobrevienta,
Que por remedio te
mande
Obedescer.
Aquell
amor no fengido
Con que la madre no
calla,
Muy cruel,
Cuando su hijo ha
perdido
Y le busca y nunca
halla
Rastro dél;
Y jamás cierra la
boca
Preguntando por las
calles
[p. 109] Do estuvieron,
Tal te vea venir
loca
Preguntando a
cuantos halles
Si me vieron.
Aquella
celosa ira
Que amor rebuelve a
desora
De enemigo,
Con que la triste
Deanira
Hizo llevar la
alcandora
A su amigo;
Y aquellas llamas
esquivas
Con que sus fuerças
tan fuertes
Fenesció,
Se enciendan en tí
mas bivas,
Porque mueras de
mil muertes
Como yo.
Exclamacion al amor
¡O
amor y dónde miras!
Tu fuerça que no
paresce,
Dime dola:
¿Contra quién obran
tus iras?
¿Quién mejor te las
meresce
Que ésta sola?
Buelve tus sanas en
ella,
Muestre tu poder
complido
Cuánto puede
Porque con muerte
de aquella
Que tus leyes ha
rompido
Finnes queden.
A
éste con ravia pido
Que de su mano
herida
Tal te veas
Cual se vió la
Reina Dido
A la muy triste
partida
De su Enéas
;
Y con el golpe
mortal
Que dió fin a sus
amores
Te conjuro,
Que tu bevir
desleal
No jamás de sus
dolores
Veas seguro.
Aquella
ravia secreta
De celos, amor y
pena,
Mal sin miedo,
Con que se quexa
Filomena
Buscando piedad
agena
Por remedio,
A tí, muy
desconoscida,
Tan cruelmente te
dexe,
Yo partido,
Que con muy penosa
vida
Llorando, tu fe se
quexe
Del olvido.
Aquell
amor que penava
A la muy triste
Medea
Con porfía
Cuando sus hijos
matava,
Y de amor cruel
pelea
La vencía,
A tu mucha
discrecion
Ponga tales
embaraços
Y tal cisma,
Porque crea tu
passion
Ante mí hagas
pedaços
A tí misma.
Y
no olvide las querellas
De las penas que
comigo
Siempre peno,
Pues es más lo poco
de ellas
Que lo mucho que te
digo
De lo ageno;
Con todas conjuro
fuerte,
Que este amor te dé
passion
Tan sin calma,
Que al cabo ya de
tu muerte,
Pidiéndome
compassion
Dés ell alma.
Y
entonces verás aquel
Tu amador, que
vencido
Nunca quede,
Ser contra tí mas
cruel
Que el covarde
combatido
Cuando puede;
Por te hazer ya
pensar
Que es justa causa
de amor
Conoscida
Al triste quitar
pesar,
[p. 110] Y al que muere con dolor
Dalle vida.
Mas ¡guay de mí! que recelo,
Que si cual digo te vees
A la muerte,
Las rodillas por el suelo
Me verás ante tus piés
A valerte;
Porque cuando más quexoso
Y cuando más de tí huya
Yo cativo,
No quiero serte enojoso,
Pues mi vida está en la tuya
Mientras bivo.
Y pues ella ya está tal
Que de morir por tí, cierto,
No ay tardança,
No des más mal a mi mal,
Que dar muerte al que está muerto
No es vengança;
Mas esconde la crueza
Que el día en que tú nasciste
Te nasció,
Para mirar la tristeza
De éste tu cativo triste,
Que só yo.
No me juzgues tu enemigo,
Que mi fe lo contradize
Y lo deshaze,
Que si algo aquí te digo,
No só yo quien te lo dize,
Ni me plaze;
Mas de amor que va delante,
Si de tal razon se entabla
Quexa del,
Que en la boca del amante
El dolor es el que habla,
Que no él.
Fin
Amor que prende y quebranta,
Fuerça que fuerças derriba
Muy entera,
Y al mismo temor espanta,
Y a lo más libre cativa
Sin que quiera;
A tí, muy desconoscida,
Tan cruelmente cative,
Pues que sabe
Que la mi penosa vida
Que en tal dolor siempre bive
No se acabe.
[Cancionero General de Hernando del Castillo. Ed. Bibliófilos.]