Obra suya
En que descubre los defectos de las condiciones de las
mujeres, por
mandato de dos damas; y endereça
a ellas estas primeras:
Porfiais,
damas, que diga,
Al revés de cuanto
dixe,
Induziendo que
persiga
Aquella seta
enemiga
La cual por vos
contradixe;
Pero no tanto vos
teme,
Consintiendo
vuestro ruego
Mi lengua, porque
sse atreve
A tocar, quemar, ni
queme
Muchas buenas con
su fuego
.
A vuestra
bondad servilla
Me ploguiera en
otra ufana,
Mas por evitar
renzilla
Quiero lançar mi
barquilla
En esta mar
occeana:
Mas vos y yo ante
notemos
Que fueron sus
fuerças flacas
En tan profundos
estremos,
A do con velas y
remos
Se hundan doze mil
barcas.
Pero
por satisfazer
Vuestra causa
principal,
Que es querer,
saber y ver
Cuanto mi flaco
saber
Sabe bien dezir del
mal;
[p. 141] De vuestro mando vencido,
De vuestra gracia
rogado,
Plázeme con tal
partido
Que en público ni
escondido
No se impute a mí
el pecado.
Pues
agora oid, oid,
Vos tan grandes
rogadoras,
Oirés bien y sentid
Mis dichos puestos
en lid
Contra vos las mal
hechoras;
Y de mi grande
esencion
Conosciendo cuánto
erré,
Pediré ante perdon
De aquel vano
sermon
Con el cual vos
alabé.
Perdonad,
Pedro Torrellas,
Mis renglones
torcederos
En la defensa de
aquellas,
Que yo bien hallo
ser dellas
Vuestros dichos
verdaderos:
No sé donde los
hallastes,
Vos más prudente
que Lelio;
Pienso que vos los
triastes,
Pues cuanto dellas
hablastes
Es verdad como
Evangelio.
Solo
fustes sin afan
Profeta de nuestros
días;
De las que nascen,
Balan;
De las nascidas,
Sant Juan;
De las por nascer,
Elías;
No fué esto gracia
de vos
Ordenar tan altos
versos,
Mas por permission
de Dios,
Por do supiéssemos
nos
Sus defectos tan
perversos.
En
assaz poco despacio
Ví las sus letras
segundo,
Y con las obras de
Oracio,
Ví tu Corvacho,
Vocacio,
Que fué lumbrera
del mundo,
Segun gran
prerrogativa,
La cual da espuelas
y rienda;
No sé quien diga ni
escriva,
[p. 142] Por luengos años que biva,
Sus vicios, ni los
comprenda.
En
un centro tan malvado,
Do tantos males se
encubren,
¿Quién terná seso
bastado?
Que si un cuento
aveis contado,
Infinitos se
descubren.
Todas cian en la
suma
Cuanto más valiente
bogan,
Y al más tender la
pluma,
No tocan más de la
espuma
Do se entrapan y se
ahogan,
Poder
del padre Corvacho,
Saber del hijo
Torrellas,
Dad a mi lengua
despacho
Porque diga sin
empacho
Aquel mal que
siento dellas.
Préstame, Señor del
mundo,
Lengua de verdad
entera
Y del espíritu
fecundo,
Y el santo, santo
segundo,
Me preste gracia y
manera.
Ellas
son junqueras vanas
Y falsillos son de
albogue,
Hechas de hojas
livianas,
Llenas de culpas
humanas,
Criadas entre el
azogue:
Un sér que sin sér
está
Y bien de un aire
que atiza,
Gozo que en humo se
va,
Un don que cuando
se da
Se nos tira más
aprissa.
Aquel
que mejor tropieça,
Cuando más más es
amado,
Cumple estar que no
se meça,
Que volviendo la
cabeza
Es traspuesto y
olvidado:
Luego dan con un
auctor
En las causas del
excesso,
Y contra la ley de
amor
Alegan que dos
mejor
Abogan en un
processo.
[p. 143] Ellas aman y aborresçen
En un ora presto y
matan;
Ellas hieren y
guarescen,
Cuando se niegan se
ofrescen,
Donde prenden se
rescatan:
Do se revelan se
dan,
Cuando se dan las
perdemos,
Cuando vienen ya se
van;
A quien más huyen
se están,
Nunca están sin dos
estremos.
Ellas
de salto se enojan
Cuando están más
sin enojos,
Y en lo que se
desenojan,
Cien cosas se les
antojan,
Siempre tienen mil
antojos:
Ya se muestran
rostrituertas,
Ya muy dulces
halagadas,
Ya, dubdosas, son
inciertas,
Bravas, altivas,
rehiertas,
Y bravas, mansas,
domadas.
Ellas
muestran que desvian
Lo que por arte
acarrean;
Desviando lo
desguian,
Contrastando nos
embian
El fin que más se
dessean:
Si las cometen y
aquexan,
Házense nunca
vencidas,
Pláñense, lloran y
quexan;
Cuando sienten que
las dexan,
Déxanse caer
tendidas.
Muestran
que temen y dubdan,
Y en tal caso que
ignoran,
Hazen que se
desayudan,
Y ellas mismas nos
ayudan
Do su bien todo
desfloran;
Y después de esta
deshierra
Hilo a hilo por su
haz
Vereis lágrimas en
tierra,
Y dende a un ora la
guerra
Es tornada en dulce
paz.
Ellas
nos dan la contienda,
Ellas nos piden las
treguas,
[p. 144] ¡Guay de quien las reprehenda!
Que dél van a
suelta rienda
A parar seis
cientas leguas;
Con quien sus
vicios recabe,
Con quien sufra sus
engaños,
Con quien sus
maldades calle,
Con quien sus
vicios alabe
Bevirán trescientos
años.
Do
hallan floxa osadía
Ellas son fuertes
arneses;
Con la ravia que
las guía,
Donde hallan
cortesía
Ellas son las
descorteses:
Donde sienten
atamiento
Ellas son
desligadura,
Y con gran
destemplamiento
Vienen en
corrompimiento
De castidad y
mesura.
Muéstranse
que nos desaman
Cuando sus gozos
nos roban,
Y fingiendo que nos
dañan,
Hazen que se
desapañan
Y entonces se nos
adoban:
Perdidas,
desacordadas,
Sin sentidos que
las rijan,
Quedan más
aparejadas
Para andar dos mil
jornadas
Sin que se cansen
ni aflijan.
Siempre
están apercibidas
Uno en saco y otro
en papo;
De malicia,
proveidas,
Quando de uno son
partidas
Otro tienen del
harapo;
Marchitan la flor
de lis,
Y buscan con qué se
ingrife;
Si bien sus males
sentís,
Todas son
Semiramís;
La mejor, mejor,
Pasife.
Salvo
que pena y temor
Algun poco las
ocupa,
De ellas la más sin
error
Conosce sin más
hervor
[p. 145] La viérades otra Lupa;
Pues que dentro en
el secreto
Del malvado coraçon
El desseo es tan
perfecto,
Que en un ora al
tal defecto
Dan mil vezes
conclusion.
Nunca
cessa ni descansa
La maldita sed
cativo;
El remedio que la
amansa
Cuando más la mata
y cansa,
Déxala dos tanto
biva:
Haze las sueltas
aussentas,
Que ellas van de
tranco en tranco,
Ansiosas, ciegas,
hambrientas,
No sabiendo ser
contentas
Con lo prieto ni lo
blanco.
Bien
que todos las complazen,
Sin que amor preste
sus flechas
Por ellas, y que se
emplazan,
Cuando más os
satisfazen
Quedan menos
satisfechas:
Causa de tal
desvarío
De natura les
depende,
Que les dá tal
forma el brío
De aquel natural
muy frío
Que en tal fuego
nos enciende.
No
porque se perjudica
Natura ni su
sabieza,
Que bien las dota y
aplica
Virtud, la cual
fortifica
Las faltas de la
flaqueza;
Pero siguen
voluntad,
Huyen razon y
virtud,
Satisfazen la
maldad
De la negra
enfermedad
Que gasta buena
salud.
Naturalmente
medrosas,
Por accidente
atrevidas,
Contra natura
piadosas,
De natura
embidiosas,
Por accidente
regidas
Naturalmente
avarientas
[p. 146] Y francas por accidencia;
Por accidente
oruentas,
Naturalmente
molentas,
[1]
Y firmes por
continencia.
Naturalmente
dolientes,
De su propiedad
ingratas;
Accidentalmente
prudentes,
Honestas,
encontinentes,
[2]
Por accidente
beatas:
Arteficialmente
hermosas,
Por accidente
fieles,
Naturalmente
embidiosas,
Temosas y
porfiosas,
Naturalmente
rebeles.
Son
desseosas, ufanas,
Amigas de mal
hazer;
Vanagloriosas,
vanas,
Presumiendo de
galanas
Por mejor mal
cometer:
Con falsos
desembaraços
Y maneras
inperfetas,
De ellas descubren
pedaços,
Ya los ombros, ya
los braços,
Ya los pechos, ya
las tetas.
A
fin de hallar consejo
Que les dé más
aparato,
Más belleza y
aparejo,
Aquell negro dell
espejo
Dánle mil vueltas
al rato:
Ya se ponen y
desponen,
Ya se añaden más
arreos,
Descomponensse y
componen;
En esta guerra las
ponen
Los pecadores
desseos.
Trastornan
sus atavíos
Cada hora en muchas
guisas
Con afeites tan
baldíos,
Empero sus
desvaríos
Siempre las tienen
devisas:
Pruevan el reir a
miedo,
[3]
[p. 147] Pruévanlo suelta la boca;
El semblante triste
o ledo,
Toman con la lengua
quedo
Las puntillas de la
toca.
Ya
se trançan los cabellos,
Ya los sueltan, ya
los tajan,
Mil manjares hazen
dellos,
Van y vienen
siempre a ellos
Sus manos que los
barajan:
Crescen y menguan
las cejas,
Súbenlas, díscenlas
breve;
Tórnanse frescas
las viejas,
Las amarillas,
bermejas;
Las negras, como la
nieve.
Destos
modos tan discretos
No sé dó hallan
tesoro;
Veo los cabellos
prietos,
Cuando me cato,
perfetos,
Como ruvias hebras
de oro:
Ya se muestran tan
garridas
De que están de
tantas caldas;
Mas vedlas
desproveidas;
Las que vistes
encendidas
Ver las eis como
las gualdas.
Ya
se tocan y destocan,
Ya se publican y
esconden,
Ya se dan, ya se
revocan,
Ya se mandan, ya se
trocan,
Ya se adoban, ya
cohonden:
Ya se asoman, ya se
tiran,
Ya se cubren y
descubren
Ya lloran, rien,
sospiran,
Ya no miran, ya nos
miran,
Ya se muestran, ya
se encubren.
Unas
parescen mansillas,
Como que no saben
mal;
Ellas mismas son
gavillas,
Son a la sazon
estillas,
Son la yesca y
pedernal:
Ante aquel que
temen ellas
Son calladas, muy
benignas,
Pero partido de
vellas,
[p. 148] Ante quien más calla dellas
Parlan más que
golondrinas
Do
no tienen reprensura,
Toda honestá
destronça;
La que veis con más
cordura,
La que está con más
mesura,
Da saltos como una
onça:
No refrenando su
yerro
Contrahazen el
german,
Cuál es Marica del
Cerro,
Cuál se llama Pié
de Hierro
Y cuál Rodrigo
Acan.
Desseo
que las inflama,
Ya que cansadas
están,
En tal licion las
derrama:
Cuál amó más a su
dama,
De Lançarote o
Tristan:
Si amó con mayor
desseo
A Lançarote
Ginebra,
O a Tristan la
reina Yseo:
Vando de tal
desvaneo
Entre ellas nasce y
requiebra.
Pero
algun acto bendito
No les mandeis
platicar;
En falsas artes
darito
O en caso más
maldito,
A osadas dadles
lugar:
Aprender cómo se
enluzan,
Cómo engañen y se
engañan,
Dónde avrán cómo
reluzan,
Y en las causas que
lo enduzan
Se glorifican y
bañan.
Por
lieve enojo que sea
En tal yerro las
dispona,
Que verán ser quien
otea
La más benigna,
Medea,
La más piadosa,
Prona:
Donde toca más
senzilla
Aquesta ravia
siniestra,
Sin forçarla ni
sufrilla,
Cada cual es una
silla
De Cleopatra e
Ipermestra.
[p. 149] Si seguran, no seguran,
Cuando hablan,
siempre mienten,
Cuando secretan,
mesturan,
Cuando se afirman,
no duran,
Cuando contrastan,
consienten:
Pediran porque les
pidan;
Cuando hazen bien,
destruyen,
Cuando se acuerdan,
olvidan,
Cuando despiden,
combidan,
Cuando dilatan,
concluyen.
Batallas
de males dellas
Sobrevienen al
cansancio;
Espantado huyo
dellas,
Socorred, por Dios,
Torrellas,
Y tú, valiente
Vocacio;
Que el poder es tan
puxante
De aquestos vicios
mundanos,
Y mi seso no
bastante,
Que passar más
adelante
Se remite a
vuestras manos.
En
el cielo, dos estrellas,
En las selvas un
adife;
Cuanto mal dexistes
dellas
Estos mis versos
entre ellas
Es en la mar un
esquife:
En el aire, un
gorrion,
En la tierra, un
animal,
En los abismos,
Simon,
En el Nilo, Faraon,
Ocupan por un
igual.
Como
en fuego el oro fino
No lo daña, más
apura,
Y entre las ramas
de espino
Flores de color de
vino
No pierden su
hermosura;
Assí mis dichos
adversos
A las buenas no
desprivan,
Y entre huegos tan
perversos,
Los carbones de mis
versos
Ni las queman ni
lastiman.
Mas
digo, si Dios me vala,
Que sus flamas
bravas gastan,
[p. 150] Toda muger que resvala,
De aquella mala tan
mala
Que un varon ni dos
mil bastan:
Las tales
desenfrenadas
Arden y sufren
tormento;
Pero las buenas,
guardadas,
Honestas, castas,
tempradas,
Fuera van deaqueste
cuento.
Fin
Enduzir,
forçar, celar,
En la ley ay unas
penas
Que quien conseja
matar,
Quien da lugar de
robar,
Muere y paga las
setenas:
La verdad, hija es
de Dios;
Ya, pues, alço el
entredicho;
Damas entramas a
dos,
Ved lo escrito que
es ya dicho,
Todo lo digo por
vos.
[Del Cancionero de Foulché-Delbosc.]