La
mucha tristeza mía
Que causó vuestro
desseo,
Ni de noche ni de
día,
Cuando estoy donde
no os veo,
No olvida mi
compañía.
Yo los dias no los
bivo;
Velo las noches
cativo,
Y si alguna noche
duermo,
Suéñome muerto en
un yermo
En la forma que
aqui escrivo.
Yo
soñaba que me iva
Desesperado de amor
Por una montaña
esquiva
Donde si no un
ruiseñor,
No halle otra cosa
biva:
Y del dolor que
levava,
Soñaba que me
finava,
Y el amor que lo
sabia,
Y que a buscarme
venía
Y al ruiseñor
preguntava:
«Dime,
lindo ruiseñor,
¿Viste por aquí
perdido
Un muy leal amador
Que de mí viene
herido?»
—«¿Como?
¿Sois vos el amor?»
—«Si, yo soy
a quien seguis,
Y por quien dulçes
bevis
Todos los que bien
amais».
—«Ya sé por
quién preguntais,
Por Garci-Sanchez
dezis.
Muy
poco ha que passó
Solo por esta
ribera,
Y como le vi y me
vió,
Yo quise saber
quien era
Y él luego me lo
contó
Diciendo: «Yo soy
aquel
A quien más fué
amor cruel,
Cruel que causó el
dolor,
Que á mi no me mató
amor
Sino la tristeza de
él.»
Yo
le dixe: «¿Si podré
A tu mal dar algun
medio?»
Dixome: «No, y el
por qué
Es porque aborri el
remedio
Cuando de él
desesperé».
Y estas palabra
diziendo
Y las lágrimas
corriendo,
Se fue con dolores
graves:
Yo con otras muchas
aves
Fuemos empós de él
siguiendo.
Hasta
que muerto cayó
Allí entre unas
açequias,
Y aquellas aves y
yo
Le cantamos las
obsequias
[p. 180] Porque de amores murió:
Y aun no medio
fallescido,
La tristeza y el
olvido
Le enterraron de
crueles,
Y en estos
verdes laureles
Fue su cuerpo
convertido.
De
allí nos quedó costumbre
Las aves enamoradas
De cantar sobre su
cumbre
Las tardes, las
alvoradas,
Cantares de
dulcedumbre:
«Pues yo os otorgo
indulgencia
De las penas que el
ausencia
Os dará amor y
tristura
A quien más su
sepultura
Servirá con
reverencia,.
Fin
Vime
alegre, vime ufano
De estar con tan
dulce gente;
Vime con bien
soberano
Enterrado
honradamente,
Y muerto de vuestra
mano:
Alli estando en tal
concierto
Creyendo que era
muy cierto
Que veía lo que
escrivo,
Recordé y halleme
bivo,
De la cual causa
soy muerto,
a los galanes fingiendo que los vido presos en la casa de amor
a los bivos,
y a los pasados con las canciones que hizieron: llámase
infierno de amor
Caminando
en las honduras
De mis tristes
pensamientos,
Tanto anduve en mis
tristuras,
Que me hallé en los
tormentos
De las tinieblas
escuras:
Vime entre los
amadores,
En el
Infierno de amores
De quien escribe
Guevara;
Vime donde me
quedara
Si alguno con mis
dolores
En ser penado
igualara.
Vilo
todo torreado
Destraña lavor de
nuevo,
En el cual despues
de entrado,
Vi estar solo un
mancebo
En una silla
asentado:
Hízele la cortesía
Que a su estado
requería,
Que bien vi que era
ell amor,
Al cual le dixe:
«Señor,
Yo vengo en busca
mía
Que me perdi de
amador».
Respondiome:
«Pues que vienes
A ver mi casa real,
Quiero mostrarte
los bienes,
Pues que has visto
mi mal
Y los sientes y lo
tienes».
Levantose y luego
entramos
A otra casa do
hallamos
Penando los
amadores
Entre los grandes
señores,
En las manos sendos
ramos,
Todos cubiertos de
flores.
Díxome: «Si en una renta
Vieres andar mis
cativos,
No te ponga
sobrevienta;
Que de muertos y de
bivos,
De todos hago una
cuenta:
Todos los tengo
encantados,
Los bivos y los
finados,
Con las penas que
tuvieron,
De la misma hedad
que fueron,
Cuando más
enamorados
En este mundo se
vieron.
En
entrando vi assentado
[En] una silla a
Maçías,
De las heridas
llagado
Que dieron fin a
sus días
[p. 181] Y de flores coronado:
En son de triste
amador
Diziendo con gran
dolor,
Una cadena al
pescuezo,
De su canción, el
empieço:
Loado seas amor
Por cuantas penas
padeço.
Vi tambien
a Juan Rodríguez
Del Padron dezir
penado:
Amor, ¿porque me persigues?
¿
No basta ser desterrado?
¿Aun ell alcance
me sigues?
Este estava
un poco atrás,
Pero no mucho
compás
De Maçias
padesciendo,
Su misma
canción diziendo:
Bive leda si podrás,
Y no penes atendiendo.
Vide
luego a una ventana
De una rexa estar
parado
Al marques de
Santillana,
Preso y muy bien
recabdado,
Porque estava de su
gana:
Y diziendo: Mi
penar
Aunque no fue a mi pesar,
Ni
son de oro mis cadenas,
Siempre las terné por buenas,
Mas no puedo comportar
El grand dolor de
mis penas.
Vide el
amor que ponia
Una guirlanda de
flores
A Monsalue que
sentia
De sus penas las
mayores
Y vascando assi
dezía:
La merced que amor me haze
Sin vos no me satisfaze,
Ni el dolor que me atormenta,
Mas mis penas acrescienta,
Pues serviros os desplaze
Y loaros
descontenta.
A Gueuara
vi quexarse
Tal que me puso
manzilla,
Y en bivas llamas
quemarse,
Como quien hizo
capilla
Para en ella
sepultarse:
Y el secreto mal de
amores,
De penas y
disfavores
No pudiendo más
sofrir,
Comiença luego a
dezir:
Livianos son los dolores
Que el seso puede encobrir.
Vi
estar a Don Rodrigo
De Mendoça en
soledad,
Diziendo solo
consigo:
¡O dama de gran beldad!
¿Porque estas así conmigo?
Mas dezia con
tristura:
Dichosa fué mi ventura
Por darme vos el tormento,
Pues a mi
conoscimiento
No vence sola
hermosura,
Más otras gracias
sin cuento.
Y
vi luego á Juan de Mena
De la hedad que
amor sintió,
Con aquella misma
pena
Como cuando lo
encantó
Ell amor en su
cadena:
Y de tal llaga
herido
Que le privava el
sentido,
Y así estava
trasportado
Diciendo como
olvidado:
¡Ay dolor del dolorido
Que non olvida cuidado!
Vi
que estava en un hastial
Don Diego López de
Haro
En una silla
infernal,
Puesto en el lugar
más claro
Porque era mayor su
mal.
Vi la silla luego
arder
Y él sentado a su
plazer
Publicando sus
tormentos,
Y diziendo en estos
cuentos:
Caro me cuesta tener
Tan altos mis pensamientos.
D.
Jorge Manrrique andava
Con gran congoxa y
tormento:
De pensar no se
hartava,
Pensando en el
pensamiento
[p. 182] Que pensar más le agradava,
Diziendo entre sí
consigo:
Siempre seré mi enemigo
Pues en darme me perdí,
Mas si yo mismo me
dí,
No sé porque me
fatigo,
Pues con razon me
vencí.
A Sant
Pedro presso ví,
Que dezia muy sin
pena
Manzilla no ayais de mí,
Que aquesta gruessa cadena
Yo mismo me la texí.
Y tornava con
dolor:
¡O cruel, ingrato amor,
Lleno de ravia mortal!
¡O biva muerte y gran mal,
Tenémoste por señor,
Y tu galardon es tal!
Vide a Juan
de Hinestrosa
Llorando con gran
passion,
De una flecha
ponçoñosa
Herido en el
coraçon
De mortal llaga
raviosa:
Nunca tan perdido
ví
Ninguno después de
mí,
Diziendo: Pues
bivo yo
Con mal que
nadie bivió,
No sé para que
nascí,
Pues que en tal
estremo estó.
Vi venir a
Cartagena,
Diziendo con pena
fuerte:
Ved qué tanto amor
condena,
Que áun no me pudo
la muerte
Libertar de su
cadena.
Y dezia con
passion:
Para mí ovo conclusion,
Mas no para mis
dolores:
Ved cuán fuera de
razon
Va la ley de los
amores,
Ser los ojos
causadores,
Y que pene el
corazon.
Vi tambien
andar penando
El Vizconde de
Altamira,
En amores
contemplando:
De rato en rato
sospira
Muy amenudo
hablando,
Diziendo con gran
tristura:
Aved un poco mesura,
No me deis ya más cuidados,
Que bien bastan los passados,
Señora de hermosura,
Guía de los desdichados.
Vi á D.
Luis arder,
Su ermano en llamas
de amores;
Que sus gracias y
saber,
Ni sus muy altos
primores
Lo pudieron
socorrer:
Del todo
desesperado,
Pero no
desamparado,
Segund su dicho se
esmera,
Diziendo desta
manera:
Si no os oviera mirado;
Pluguiera Dios que no os viera.
Vi
luego que un gran harpon
A D. Diego de
Mendoça
Le passava el
coraçon
Por la mano de una
moça
Tirado con
afection,
Y diziendo:
Pues sin verte
Bive mi vida en la muerte,
Muera yo porque no pene,
Y luego cantando
viene:
Pues no mejora mi suerte,
Cedo morir me conviene.
Don
Luis de Torres ví
En el norte estar
mirando,
Mirando y como
entre sí
Tales palabras
hablando,
Hablando y diciendo
assí:
Los ojos en el estrella,
Si el remedio de perdella
Ha de ser ver otra tal,
¡Cuan sin él está mi mal,
Pues ninguna es tal como ella!
Vi
D. Manrique de Lara
Como ombre muy
aborrido,
Su pena oscura muy
clara
De todas partes
herido,
[p. 183] Muerta la flor de su cara:
Por el suelo vi
tendida
Su real sangre
vertida,
Sin guardarle
preminencia,
Diziendo muy
sin paciencia:
Desespérese mi vida
De sanar de esta
dolencia.
Vi
mas a Don Bernaldino
De Velasco allí
encantado
Que estava assí de
camino,
Vestido de
colorado,
De seda y de paño
fino:
Vi otros en
derredor,
Con él heridos de
amor
Que ivan en su
compañía
Diziendo como aquel
día:
No juzgueis por la color,
Señora, que nos cobría.
Vi
D. Hernando de Ayala
Con toda la
gentileza
Que murió y de toda
gala,
Herido de gran
tristeza:
Vílo andar por una
sala:
Vi que ninguno no
vale,
Tanto que en amor
se iguale
Con él de los
amadores:
Vi su esfuerzo y
sus primores:
Vi que ell alma se
le sale,
Diciendo:
¡Amores, amores!
D.
Estevan de Guzman
Vi que andava muy
lloroso,
Sufriendo cuita y
afán,
Y cuanto más él
quexoso,
Tanto más penas le
dan.
Dezía
: si atormentarme
Quereis por la muerte darme,
Señora de grand valer,
Terneos que
agradescer,
Mas no quereis
acabarme,
Por más mal poder hacer.
Allí
vi al Comendador
Juan de Hinestrosa
andar
Herido de un
passador;
Era cossa de
temblar;
Mis ojos sus
manos vieron,
Sacadas con
gran dolor,
Diciendo hazia
el amor:
Las tus manos me
hizieron
Y formaron amador.
A D.
Bernaldino vi,
Manrique tañer
cantando
Como ombre
fuera de sí,
En tristezas
lamentando,
Tal que en
verlo enmudescí:
Tal lo vi cual
yo me veo
Con el mal con
que peleo,
Muy lloroso y
sospirando,
Diziendo de
cuando en cuando:
Descanso de mi
desseo,
Te meresco
desseando.
A D. Yñigo
Manrrique
Vi penar de
tantos modos,
Que es razon
que lo publique
Porque en el
castiguen todos
Y sus penas
notifique:
Vi su gesto y
su plazer
Y el cuerpo en
llamas arder
Con el coraçon
partido,
Diziendo:
Aunque soy perdido,
Mejor fué
perder mi ser,
Señora, que no
aver sido.
Y tambien
vi a D. Diego
De Castilla
desseando,
Muy vascoso y
sin sossiego,
Con la muerte
andar lidiando
En lo mas bivo
del fuego:
Verdaderamente
creo
Que nunca fue
tal desseo
Cual mostrava
que tenía,
Diziendo, sin
alegría:
¿Dónde estás que no
te veo?
¿Que es de ti,
esperanza mía?
Pasava mal
sin medida
Don Antonio de
Velasco,
Y ell
esperança perdida,
Dezía con muy
gran vasco:
Perdónesseme
la vida,
Cruel amor,
diziendo, pues
[p. 184] De matarme gana avés,
Y en ello mi mal se
afirma,
Mi voluntad lo
confirma,
Spiritus promptus
est,
Caro autem est
infirma
Vi
á Don Sancho su hermano,
En el mismo fuego
arderse,
De la muerte tan
cercano,
Que ni él podía
valerse,
Ni dar al otro la
mano,
Diciendo: ¡Que gran
dolor
Que tengamos por
señor
A quien causa
nuestro daño!
¿Puede ser más
claro engaño?
Nunca fué pena
mayor,
Ni tormento más
estraño.
Vi
Ariño que venía
Con su ballesta y
aljava,
Como ombre sin
alegría:
Des que le vi cual
estava,
Preguntele qué
sentía.
Dixo: Siento tal
passión,
Pena,
desesperación,
Que de verme en tal
estrecho,
Hago tiros con
despecho
Que tiran al
coraçon
Del mismo que los
ha hecho
Vi
una merced que amor
hizo allí a D.
Alvar Perez,
Diziendo: Mi
servidor,
Quiero que seas mi
alferez,
Pues eres tan
amador.
El viendo el
peligro que era,
Tomó luego la
bandera,
Y con desesperación
Tañe y canta esta
canción:
Mi vida se
desespera
Temiendo su
perdicion.
Vi
estar muerto de amores
A su hermano Don
Alonso
Sepultado entre las
flores,
Y cantándole un
responso
Calandrias y
ruiseñores:
Vi que Venus y
Cupido
Favorescen su
partido,
Tanto que aunque
desespera,
Le vi dezir: Aunque
muera
Más quiero assi ser
vencido
Que vencer de otra
manera.
Y
vi más a D. Manuel
De Leon armado en
blanco
Y ell amor la
istoria de el
De muy esforzado y
franco,
Pintado con un
pinzel:
Entre las cuales
pinturas
Vide las siete
figuras
De los moros que
mató,
Los leones que domó
Y otras dos mil
aventuras
Que de vencido
venció.
Cabo
Perdonen
los cavalleros
A quien hago sin
justicia,
Pues quedan por
estrangeros
Y agenos de mi
noticia
De poner en los
primeros:
Y si de esto se
quexaren
Los que aquí no se
hallaren
Porque assi cierro
la puerta,
La materia queda
abierta,
Póngase los que
faltaren.
[1]
Caminando por mis males,
Alongado de esperança,
Sin ninguna confiança
De quien pudiesse valerme,
Determiné de perderme,
De irme por unas montañas,
Donde ví bestias estrañas,
Fieras de quien uve miedo;
Mas esforçé con denuedo
De mi desesperacion;
Fuime a ellas de rendon
Por ver si me matarían,
Mas unas a otras dezían:
—No le dé nadie la muerte,
Que el mal que trae es mas fuerte
Que ninguno que le venga:
Dexalde muera a la luenga,
Que de amor viene herido,
Pues assí tan aborrido
Házia nosotras se viene;
Y áun porque el mal que tiene
A nosotras no se pegue,
Huyamos antes que llegue
Su fuego tan peligroso.
Yo les dixe con reposo
Cuando tal temor les ví
—¿Para que huis assí
De ombre de tan triste suerte?
Y queriendo allí la muerte,
Y tambien la sepultura,
Començé con gran tristura
Este cantar que diré:
—Hagádesme, hagádesme
Monumento de amores ¡he!
Assí como fué acabada
Mi triste lamentacion,
Dixeles esta razon:
—Atendé, no ayais temor;
Mas pues que sabeis de amor,
Dezí ¿con qué os remediais
Cuando en el lugar que amais
Vuestro amor no es recebido?
Dixieron:—Por respondido
Te devrias tu tener,
Pues consejo quieres ver
De quien no tiene razon.—
Viendo que en su relacion
No podía aver enmienda,
Abaxé por una senda
A unos valles suaves
Donde ví cantar las aves
De amores apassionadas,
Sus cabeças inclinadas
Y sus rostros tristezicos:
Desque ví los paxaricos
En los lazos dell amor
Membréme de mí dolor
Y quise desesperar;
Mas escuché su cantar
Por ver si podría entendellas:
Viles sembrar mil querellas
Que de amor avien cogido;
Desque ví assí cundido [1]
El poder de amor en todo,
Yo tome desde allí un modo
De tener consolación,
Díxeles esta razon,
Rogandoles que cantasen,
Porque ellas no sospechasen
Que quería mas de oillas:
—Cantad todas, avezillas,
Las que hazeis triste son,
Discansara mi passion.
No porque queda cansada
De sufrir tanto tormento,
Que si mi pena es doblada,
Hazela bien empleada
El mucho merescimiento;
Porque doble el pensamiento,
Cantad, y con triste son,
Discantara mi passion.
[p. 184]. [1] . En los Cancioneros de 1527, 1540 y 1557, se añaden las siguientes estrofas:
El amor vi que tirava
Flechas al Conde de
Haro,
Con yerva que le
passava
Los pechos de claro
en claro,
Mas la yerva no
trabava,
Diciendo: Si no
muriera,
Y veis que es
porque me hiere
Con toda su fuerça
amor.
Por do es mi mal
mayor,
Si por caso yo viviere
Partiendo con tal dolor.
Iñigo
Lopez andava
Con una mortal
herida
Que el coraçon
le passava;
Recelando la
salida
El alma que en él
estava,
A grandes vozes
dezia:
Harto de tanta porfia
Sostengo vida tan fuerte,
Que es triste el anima mia
Hasta que venga la muerte.
Lope
de Sosa venia
Enclavado de
saetas,
Tal que muerte
descubria
Sus passiones
muy secretas;
Estas palabras
dezia:
Pues amor su haz me esconde,
Y a mi servir no responde,
Cierto es mi desesperar.
Y comiença de
cantar:
Más embidia he de vos, Conde,
Que manzilla ni pesar:
Luis
de Espindola estava
Con gesto sin
alegria;
De amores se
traspassava;
Ni velava, ni
dormia,
Ni dormia, ni
velava:
En su robada color
Mostrava su
disfavor
Con el esperança
muerta,
Diziendo: Razon,
despierta,
Ved qué causa el desamor
Que contra amor se concierta.
Vide a
Hernando de Llanos
Andar regando
su huerta,
No de peros,
ni mançanos,
Mas de males
que concierta
Amor a sus más
ancianos:
Y aunque como
servidor
Le tratava
amor peor,
Mostrava
contentamiento
Diziendo con
gran contento:
Son mis passiones
de amor
Tan altas de
pensamiento...
Vide a
Rodrigo Mexia
Alli entre
todos enmedio
Que en vivos
fuegos ardia,
Ni tornava su
remedio,
Ni dexava su
porfia:
Que era
muerto, siendo vivo
Y siendo
libre, cativo,
Declarando su
vivir
Y dezia en su
dezir:
El mal que de vos
recibo
Es más que para
morir.
A D. Lope
de Leon
Con todos sus
amadores,
Vi cantar en
tal sazon,
Y votavan por
amores
De no darse a
otra prision
Sino aquella
que tenian,
Por servir a
quien servian
Donde
perdieron sus vidas,
Mirandose las
heridas,
Alegres porque
cumplían
Las deudas a
amor devidas.
Vi a D.
Juan de Guzman,
Primogenito de
Niebla,
Estar perdido
en muy gran
Y muy escura
tiniebla;
Tal que apenas
vi su afan,
Diziendo:
Quien conoceros
Pudo como yo y
perderos,
Justa cosa es que
este aquí
No, señora, porque
os ví,
Porque mi vida en
no veros
Tal gloria quitó
de sí.