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Obras completas de Menéndez... > ANTOLOGÍA DE LOS POETAS... > V : PARTE PRIMERA : LA... > D. PEDRO MANUEL DE URREA

Datos del fragmento

Texto

Coplas estando triste porque iva a una aldea

           Nunca medreis vos, Aldea
       Y tan bien quien os fundó.
       ¿Por qué tengo de estar yo
       Donde nadie estar desea?
       Que cualquiera que me vea,
       Dirá estoy mas retraido
       Que ninguno nunca ha sido
       De mi linaje de Urrea.

           Ir de collado en collado
       Siempre en monte como zorro,
       Juzgadlo vos, aldeorro,
       Si estaré yo descansado.
       Según me aveis enojado
       En ver esta cuesta arriba,
       Si fuérades cosa viva
       Ya os uviera degollado.

           Pues andar siempre en la huerta
       Tras zorzales con el arco,
       Bien veis que tan poco abarco,
       Qu'es cosa poco despierta:
       Pues tal vida desconcierta
       El deleite más altivo,
       ¿Cómo puedo estar yo vivo
       Estando en la cosa muerta?

           ¡Y que por tiempo de un año
       Me tengais vos aquí preso!
        [p. 316] ¿Quién dirá que tengo seso
       Haziendo yerro tamaño,
       Donde, ni seda, ni paño
       No vestiré, sino cuero,
       Pues que no soy cavallero
       Con la vida de hermitaño?

            ¡Caçar liebres ni conejos
       Cuando vá mucho a la larga!
       ¡Es la vida muy amarga
       Ir tras grajas ni vencejos?
       Los que entienden mis consejos
       Irán por alto volando,
       Sin holgar d'estar hablando,
       En la plaça, con los viejos.

           Es vida contenplativa,
       Como fraile en monasterio;
       Muy lexos de aquel misterio
       De la otra vida activa;
       Es un tragar la saliva
       Como haze el enojado,
       Cuando en hablar no es osado
       Y entre sí solo s'esquiva.

           Es estar toda persona
       Perpétuamente dó doman,
       Como cuando preso toman
       Al de carta de corona
       Que no sale aunque se encona;
       Mas yo, sin hazer por qué,
       No sé porqué aquí estaré
       Donde nada se razona.

           Aldea, en estos letijos
       Hazeis mis velas surgir;
       Mándanmelo consentir
       La madre, muger y hijos.
       Vuestras masmorras y fijos
       Me tienen aquí presente,
       Mas no viera yo otramente
       Aziagos escondrijos.

            Juzgad cuán clara passion
       Es esta que se me dá,
       Que esté yo donde no está
       Otro de mi condición.
        [p. 317] Yo con muy gran intencion
       Me muero aquí sepultado,
       Como en guerra el mal armado
       Con valiente coraçon.

           Y ni sé donde me vaya;
       No puedo ir dó mas veo,
       Porque me lieve el deseo
       Lo que la obligación traya:
       Aunque aquí el alma desmaya,
       Son tales aquí mis prendas,
       Que adrede y muy a sabiendas
       Me hazen tener a la raya.

           Pensarán más de quinientos
       Por qué estoy yo retraido:
       ¿Será baxo mi sentido?
       ¿Pequeños mis pensamientos?
       Van errados estos cuentos;
       Mal canpo y buena simiente,
       Mucho aprovecha en la gente
       Los naturales cimientos.

           Pero ya, pues mi ventura
       Me tiene ya en tal comedio,
       Que ni medio ni remedio
       No hallo para soltura;
       Pues esta vida me dura
       Dó nunca me irá muy bien,
       No quebralla con desden,
       Mas sufrilla con cordura.

           Esta presión cortés mia
        De vida de tortolilla,
       Que yo sé que haze manzilla
       A quien quiere mi alegría,
       Pues mi libre fantasía
       Podrá ir cuando quisiere,
       Sufra este tiempo que fuere
       Con las muestras de falsía.

           Porque andar mucho entre gente
       Aunque al cuerpo es beneficio,
       Para el alma está gran vicio
       De contino muy presente;
        [p. 318] Y el que quiere ser prudente
       En esto ponga desvio,
       Porque es caer en el rio
       Pensando andar por la puente.

           No digo siempre dexar
       Por la aldea la ciudad,
       Porque con la soledad
       Tan bien se puede pecar;
       Mas las dos cosas juntar,
       Vida plaziente y penosa,
       Que estar siempre en una cosa
       Vicio se puede llamar.

                          Fin

           Aldea, ved mi deseo
       Que del vuestro se destierra,
       Pues que vos sois buena tierra
       Para tapias, segun veo.
       Mas, segun lo que yo creo,
       Tanto tiempo aquí se muere,
       Que cuando de aquí saliere
       En vos haré jubileo.

                                   [p. 319] Carta de D. Pedro Manuel de Urrea

                A la muy noble y virtuosa señora D.ª  María de Sesé, su mujer

SEÑORA:

Ufano y muy contento pensamiento es el mio, pues que veo que del mayor lazo y peligro que Dios acá puso soy librado, porque, como todos los sabios dizen, nuestro vivir es tan fatigoso, que desde la cuna hasta la huesa andamos enbueltos en travajos, el mayor de todos los cuales es aquel que viene a causa del casamiento, descubriendose adelante cosas para que las voluntades estén dañadas, y esto es un lago donde muchos caen, unos por amores, otros, porque teniendo ojo al interesse, olvidan lo que más conviene; y por otras muchas maneras vemos en muchos estados, unas públicas y otras secretas, angustias que anichilan todos los bienes; y como yo de todo esto me halle libre, ¿con qué lengua podré dar a Dios todas las gracias devidas, ni a vos, Señora, agradecer todo lo que es razon? Porque, cierto, el que en tal compañía acierta, no dexa a la fortuna cosa en que ella pueda usar de enojo; este es el que ante teniendo temor a la fortuna, viene a ser temido della; el que deste bien se halla ageno, no ay bien que le venga ni fatiga que se vaya, y pues, con vos, Señora, me ha dado Dios tanto contentamiento, no sé con qué pueda pagallo sinó con tener el amor tan crecido y firme, que ni pueda mudarse, pues ay para ello tantas razones, que vuestras muchas virtudes serían acusadoras contra mí, cuanto más que, sobre tener honestidad tan crecida vuestra gentil persona, es tanto hermosa, que yo no me podría mejorar: en donde vereis mis pasos seguir, Señora, a los vuestros, y no hazer lo que hazen otros, que dexan lo mucho y bueno, por lo poco y malo; que estando casados con muy gentiles damas buscan otras de baxa manera y feas. Que es como el cuchillo que cansado de cortar gallinas, se afila en una piedra. De lo cual, Señora, vos podeis ser cierta, que ni hasta aquí, ni de aquí adelante, no ha venido, ni verná cosa que a vos sea enojo; y a mi juizio, ni las largas [p. 320] absencias, si vinieren, no tendrán fuerça para vencer mi ánimo contento. Sobre el cual contentamiento he hecho una obrezilla en donde publico la publicada dicha que con vos he tenido. A sido mi voluntad dezir esto, porque la onestidad de contino deve ser loada, porque así como menguan los vicios con las reprensiones, crecen las virtudes con las alabanças, y porque de vuestro buen principio y medio no me espera sino semejante fin: vuestra virtud y mi contentamiento he querido poner en esta obra, la cual vá debaxo desta carta para que vos, Señora, la leáis, que yo, viendo cuán poco caso se hace del trobar, ya no curo mucho dello, porque se tiene por yerro el tal exercicio, que parece estar hombre sin cuidados cuando en esto entiende mucho.

                                                            Fin

                A D.ª María, su mujer

            Los que conocen el mal
       Son los que estiman el bien;
       Los otros hazen desden
       No teniéndolo por tal.
       Muchos bienes dió Natura;
       Mas el de mayor valía
       Que ella dá,
       Es aquel que siempre dura,
       De la buena compañía
       Donde está.

            Es un ñudo el casamiento
       Que no puede deshazerse;
       Por donde por no perderse
       Cada cual anda con tiento.
       Que vemos ser una cosa
       Donde muchos se destierran
       Si no despiertan;
       Que, en cosa muy peligrosa,
       Muchos mas son los que yerran
       Que los que aciertan.

            Yo, viéndome ya librado
       De peligro tan profundo,
       No doy las gracias al mundo
       Sino a Dios que me ha guardado.
       Desmayan nuestros saberes
       Si Dios no guarda de arriba;
       Cierto veo,
       Que en los hechos de mugeres
       Es la cordura cativa
       Del deseo.

             Aunque fortuna me siga
       Con males tras mi persona,
       Mi voluntad lo perdona,
       Pues en esto me fué amiga.
       Hizo ser mi nacimiento
       Segundo y desposeido
       De la hazienda,
       Mas despues, al casamiento,
       En mi pequeño partido
       Hizo enmienda.

            No digo de las riquezas,
       Pues muchos pobres las tienen,
       Mas de otros bienes que vienen
       Que son mayores bellezas.
       El que fuere gran Señor
       Gana fama en los Estados
       Con estrangeros;
       Mas mirando, ay bien mayor:
       Los grandes no son loados
       Por dineros.

             [p. 321] Lo que agradezco a ventura
       Es que me dió por muger
       La hermosura y el valer,
       La riqueza y la cordura.
       El que con esto se halla
       Puede dezir se libró
       De la guerra
       De este mundo, qu'es batalla,
       Y Dios que más bien le dió
       Que ay en la tierra.

            Dando yo gracias al Cielo
       Y a la santa trinidad
       Con alegre voluntad
       Por ser fuera de recelo;
       Porque ya cosa liviana
       No traerá inconvenientes
       De cuidados,
       Estuve con grande gana
       Lo supieran mis parientes
       Los finados.

            Con esta gana contenta
       Sin temeroso sentido
       Estuve tan adormido
       Que no vi cosa que sienta.
       Sin saber cuánto ha pasado
       De tiempo, me desperté
       Muy ligero,
       Que fué sueño muy holgado,
       Y junto conmigo hallé
       Un cavallero.

            Díxome, ¿no me conoces,
       Don Pedro Manuel de Urrea?
       A quien gran bien te desea
        Oyele y no te alboroces.
       Soy aquel que te engendró,
       Que mi sangre en tí se encierra
       Segun ví;
       Soy aquel que se partió;
       Cuando veniste a la tierra
       Me partí.

            Oyendo yo estos antojos
       Con esfuerzo no liviano,
       Llegué y beséle la mano
       Con lágrimas en los ojos.
       Diziendo con osadía,
       Sabiendo ningun recelo
       Me vendrá:
       ¿Dexa vuestra Señoría
       La gloria del bien del cielo
       Y viene acá?

            Dixo: sí, para contarte
       Lo que te ha dicho tu madre;
       Que si viviera tu padre
       Te uviera dado más parte.
       Cuando despedí la vida
       Por la que no ha fin jamás,
       Me pesó,
       Que en aquella despedida
       A Trasmoz solo y no más
       Te quedó.

            Viendo lo que uvo hablado,
       De rodillas a él llegué
       Y las manos le besé
       Con el coraçon quebrado ;
       Díxele: Señor, Señor,
       En mi desdicha partiste
        Tú dichoso:
       Fuiste a ver al Salvador;
       Yo, triste, quedé en lo triste
       Sin reposo.

            Un dolor me veo tener
       Entrando tú en blancos paños;
       Por no pasar de cuatro años
       No te pude conocer.
       Mas despues por tu memoria
       Te conocí por la onra
       De tu fama:
       Acá fama y allá gloria;
       No tuviste acá desonra
       Ni allá llama.

            Mas cuando sin tí me ví
       Que tan triste yo quedé,
       ¿Por qué yo no te alcancé
       O tú no alcanzaste a mí?
       Que en quitar lo que baldona,
       Escusado es ya que ande
       Mi porfía,
        [p. 322] Que en perder yo tu persona,
       ¡O qué pérdida tan grande
       Fué la mía!

            La onrra que nos ganaste
       Con ella sóla vivimos;
       Que ninguna más tuvimos;
       ¡Tanta fué la que dexaste!
       Cuando partiste de aquí,
       Que fueste al gozo conplido
       Sin letijo,
       Te diré qué fué de mí,
       Porque sepas lo que ha sido
        De tu hijo.

            Al tiempo que tu subida
       Començaba yo a subir:
       Començaba mi vivir
       Cuando se acabó tu vida.
       Yéndome reconociendo,
       Ví me quedaban mil daños
       Sin libertad,
       Y así andando, viviendo,
       Hasta diez y nueve años
       De mi edad.

            Despues fortuna el dolor
       Volvió plaziente alegría,
       Dándome tal compañía
       Cual tú tuviste, Señor.
       Mas por más bien que me ha dado
       Fortuna con tal corona
       Gozos buenos,
       De contino yo he hallado
       La falta de tu persona
       Mucho ménos.

            Respondióme, y dixo así:
       Cuando la deuda pagué,
       A cuidado me allegué
       Por despedirme de tí.
       Allá dó estava en la gloria
       Rogando a Dios, que a ninguno
       Diesse huegos,
       Me fué plazer la victoria,
       Que te dió Dios trino y uno
       Por mis ruegos.

            Dixe: ¡si vieses qué ha hecho
       Mi casa tanto luzida!
        Díxome: ya sé que es vida
       De vida onrra y provecho.
       Acá en este baxo ser
       Todo ombre deve buscar
       Más que quiere;
       No naçe con el naçer,
       Porque al tiempo del casar
       Naçe o muere.

            Bolví diziendo: Señor,
       Mira, pues, como nací,
       Que despues que así me ví
       Jamás me he visto dolor.
       Que todo se me concierta,
       Pues no convienen enmiendas
       En tal mujer,
       Que cuando en tal no se acierta
       Vemos las grandes haziendas
       Deshazer.

            La hazienda queda robada,
       Cansada y muerta la vida;
       La onrra queda perdida
       Y la holgança ajenada.
       Todas onrras se destierran
       En llegando aquel difamo
       Al discreto:
       Que tantos males se allegan,
       Cuando vemos el que es amo
       Ser sugeto.

            Que si dizen que es corona
       La mujer de su varon,
       Tanbien puede ser pregon
       Que todos daños pregona.
       Cuando ellas no son tales
        ¡Cuán gran trabajo que viene
       Siempre allí!
       No sé que mayores males
       Que aquellos que el hombre tiene
       Cabe sí.

            Unas hazen los estados
       Con pequeña ayuda dellos,
       Y otras en llegando a ellos
        [p. 323] Los tienen muy derribados.
       Unas de contino harian
       Los bienes siempre creçer
       Sin enojos,
       Las otras destruirian
       Todo cuanto pueden ver
       Con los ojos.

            La buena es bien que se vió
       Que arriba, en la mayor gloria,
       Tuvo Dios grande memoria
       De aquel a quien gela dió.
       La otra, a los desdichados
       El todo bien y gobierno
       Les olvida;
       Quiso Dios, por sus pecados
       Que tuviessen el infierno
       En esta vida.

            ¡Pues cuántos bienes mereçe
       La que con bien es conforme,
       Donde ningun caso inorme
       Jamás della se parece!
       La que trabaja en echar
       A todo su bien y abrigo
       En destierro,
       Dios sólo le puede dar
       Aquel devido castigo
        De su yerro.

            Donde claro se concluye,
       Que pequeña y grande renta
       Con las unas se acreçienta,
       Con las otras se destruye;
       Y bien uviendo mirado,
       Sin que la culpa haya sido
       Nada nuestra,
       Lo pequeño aumentado
       Y lo muy grande abatido
       
Se nos muestra.

            Al que tal bien Dios ha dado
       Tiene un bien que está sin par;
       En su casa sin pesar,
       Y de fuera sin cuidado.
       ¿Cómo podrá a Dios servir
       Tanto cuanto es razon
       Por lo que viene,
       Ni a su mujer dezir
       La sobrada obligación
       Que le tiene?

            Yo diziendo estas razones,
       Díxome la compañía,
       Que muy gran razon tenía
       De a Dios hazer oraciones:
       Y queriendo yá dexarme,
       Como otra vez me dexó
       Con su muerte,
       Començó así a hablarme,
       Las palabras que me habló,
       De tal suerte:

            Don Pedro, hijo, los bienes
       De muger, que mucho biva,
        Yo te los uve de arriba
       Con otros deudos que tienes:
       Yo me voy en estos puntos,
       Yo rogaré sin letijo,
       Tú y tu madre
       Que subais, siendo defuntos,
       Donde vereis a Dios hijo
       Cabe el padre.

            Hallándome yo espantado
       De caso tan espantoso,
       Fuí buscando mi reposo
       Por hallarme reposado.
       Allí donde está el mayor,
       Donde tengo el pensamiento
       De contino,
       Llegué perdiendo el temor
       Deste sueño tan contento
       Que me vino.

                 Habla con su muger

            A vos, señora, me allego,
       Que me sois mil corazones:
       Que aunque tenga mil passiones
       Se me buelven en sosiego.
       A vos, que sois mi alegría,
       Que jamás no me dejais
       Ver querella;

        [p. 324] Vos, que hazeis mi fantasía
       Alegre, sabiendo estais
       Vos en ella.

            Algunas que vemos ser
       De tan liviano sentido,
       Que aquello que ama el marido
       Aborrece la muger;
       A vos cordura y razon
       Os anda siempre levando
       El cuerpo preso;
       Onestidad, discrecion,
       Anda siempre acompañando
       A vuestro seso.

            Y pues, Señora, os preciais
       De onestidad que teneis,
       Sed cierta que manteneis
       Mucho más que no pensais.
       
Las alabanças sobradas
       De honestidad y cordura,
       Es honrra presta:
       Biudas, donzellas, casadas,
       No hagan caso de hermosura
       Desonesta.

            Porque siempre así se vió,
       Que cualquier muger errada
       De ningunos es loada,
       Ni aun de aquel por quien erró;
       Guárdense siendo servidas,
       Que huegos presto se encienden
       En hermosas;
       Mas en tanto son tenidas,
       Cuanto más caro se venden
       Todas cosas.

            Yo puedo bien reposar
       No teniendo que temer,
       Pues que veo en mi poder
       Cosa de tanto estimar.
       No tengo miedo a dolor,
       Pues que tambien me asegure
       Mi alegría,
       Que con descanso mayor
       No hay cuidado que me dure
       Más de un dia.

                          Fin

            Así yo puedo dezir
       Tal bien en vos veo y ví,
       Que me ha dado Dios aquí
       El mayor bien de bivir.
       Y pues esto he yo alcançado,
       No me cumple querer más
       Bien de aquello,
       Por lo cual quedo obligado,
       De a Dios siempre jamás
       Servir por ello.
Romance

           En el plaziente verano,
       Dó son los días mayores,
       Acabaron mis plazeres,
       Començaron mis dolores.
       Cuando la tierra da yerva
       Y los árboles dan flores;
       Cuando aves hazen nidos
       Y cantan los ruiseñores;
       Cuando en la mar sosegada
       Entran los navegadores;
        Cuando los lirios y rosas
       Nos dan los buenos olores;

        [p. 325] Y cuando toda la gente
       Ocupados de calores,
       Van aliviando la ropa
       Y buscando los frescores;
       Dó son las mejores horas
       Las noches y los albores,
       En este tiempo que digo
       Començaron mis amores
       De una dama que yo ví
       Dama de tantos primores;
       De cuantos es conoscida
       De tantos tiene loores.
       Su gracia por hermosura
       Tiene tantos servidores
       Cuanto yo por desdichado
       Tengo penas y dolores;
       Donde se me otorga muerte
       Y se me niegan favores;
       Mas yo nunca olvidaré
       Estos amargos dulçores
       Porque en la mucha firmeza
       Se muestran los amadores.
Villancicos

                            I
           ¿Qué aprovecha, Pascualejo,
       El querer a la zagala
       Pues no merezco su gala?

           Cualquiere zagal en vella
       Le tiene luego cariño;
       No siento viejo, ni niño,
       Que no muera por querella.
       Si tú vieses sus respingos
        Con su muy graciosa gala,
       
Dirias ser gran zagala.

           Vierasla tanto chapada,
       Muy ricamente vestida,
       Con gorguera retorcida
       Y una cinta oripelada,
       Saltando con mil saltillos;
       Más que ninguna zagala
       En hermosura y en gala.

           Salió a la plaça una fiesta
       Vestida de mil colores,
       Que más de tantos pastores
       Descompuso en ser compuesta.
       ¡O Pascual, si me quisiesse
       Aquesta linda zagala
       Que es para bailar en sala!

                          Fin

           Zagala de tal respingo
       Nunca vieron los nacidos,
       Pues que deja amodorridos
       A Pedro, Pascual y Mingo.
       Yo triste ya no me cingo;
       Despues que ví tal zagala
       Ando siempre en ora mala.

                          [p. 326] II

            Tus beldades me cautivan,
        Que te veo muy lozana,
        Hermosa çaragoçana.

           Con gran plazer y alegría
       Tan grande gracia retoça,
       Pues en toda Çaragoça
       No ay tu par en loçanía.
       Eres linda en demasía;
       Ninguna çaragoçana
       No puede ser más loçana.

           Con tu saya la amarilla,
       Y tus chapines pintados,
       A todos das mil cuidados,
       De nadi tienes manzilla.
       La sortija y la manilla
       Te hazen ir muy loçana
       Hermosa çaragoçana.

           Vas, estirada la çanca,
       Con largo y justo calçado
       Y tu bailar mesurado
       Gran sobra de tierra atranca.
       Tan colorada y tan blanca
       Como una linda mançana,
        Hermosa çaragoçona.

             Sales tan chapa dorada
       Cuando sales los domingos,
       Haziendo dos mil respingos,
       Que turbas la garçonada.
        Hazes tú con tu bailada
       La sonada más galana,
        Hermosa çaragoçana.

           
La gente que te percata
       
Lieva pasmadas las gestas,
       
Porque de cara y de cuestas
       
Pareces hecha de plata.
       
Bailando, alças la pata
       
Como zagala loçana,
       
Hermosa çaragoçana.

             Mas eres tanto feroce
       
Que escondes tu personaje.
       
Que yo bien sé que trabaje
       
El que bien te reconoce,
       
Huyes del que te conoce,
       
Escondeste como rana,
       
Hermosa çaragoçana.

             Tu bailar como ligera
       
En el son tanto se funda,
       
Que aunque naciste segunda,
       
Mereces ser heredera.
       
Que el zagal siempre te espera;
       
Por verte andar tan liviana
       
No baila de buena gana.

                         Fin

             Bailar con tales antojos
       
Cuando en el mandil te tocas,
       
Que te miran con las bocas
       
Abiertas como los ojos.
       
Tú quitas todos enojos
       
Con tu buelta tan liviana,
        Hermosa çaragoçana.
    III

           Ayer vino un cavallero,
        Mi madre a me namorar;
        No le puedo yo olvidar.

            Soy dél servida y amada,
       El es de mí muy amado;
       Tan cortés y bien criado
       Que me tiene sojuzgada.
       Juró en la cruz de su espada
       Nunca jamás me dexar;
        No le puedo yo olvidar .

             [p. 327] Su vista ya me consuela
       Tanto cuanto lo consuelo,
       Que si él tiene desconsuelo
       Lo mismo a mí desconsuela;
       Que viene con su vihuela
       Cada noche aquí a cantar;
       No le puedo yo olvidar.

            Su manera es tan discreta
       Cuanto esté en ninguno bivo,
       Que si le tengo cativo
       Él me tiene a mí sujeta.
       No es cosa que esté secreta
       Ambos y dos nos amar;
        No le puedo yo olvidar.

            Es tal su disposición
       Que me tiene tan contenta,
       Que me pondré yo en afrenta
       Por sacalle de passion.
       De su linda condicion
       No m'e podido librar;
       No le puedo yo olvidar.

            El es tan cuerdo y sabido
       Que no esperava esperança;
       Que yo creo que él no alcanza
       Que es de mí tanto querido.
       No debo poner yo olvido
       En quien bien me quiere amar;
       No le puedo yo olvidar.

                         Fin

             Si tarda en venir a verme
       Yo le quiero hazer saber,
       Como de su gran querer
       No e podido defenderme.
       Yo quererle y él quererme
       Ha de ser sin sospirar;
       No le puedo yo olvidar.

Notes