Tractado del Santísimo Sacramento de la Hostia consagrada,
metrificado
por servicio de la duquesa del Infantado, Doña María
Pimentel.
He visto por la
razon,
Que todo lo mide y
pesa,
Que ninguna
discrecion
Es mayor; ni
devoción,
Que la vuestra,
gran duquesa.
Del
Infantadgo en ditado,
De virtudes en
esencia,
Porque el mas
ilustre estado
Os tenga por un
dechado
De excelencia.
Así
que, razon me guia
A servir con
diestro aliento
Desta nueva obra
mia
A vuestra gran
señoria,
Por la gran fe que
le siento.
Porque
guste la dulzura
De Dios en pan de
conhorte,
Encubierto en su
blancura
Con toda la
hermosura
De su corte.
Como
flama de pavilo
Ante el sol de
rayos claros,
Como el arroyo en
el Nilo,
Gran duquesa, es
todo estilo
Que mas presume
loaros;
Y
por esta conclusion,
En tal caso, yo
sentencio
Que la larga
relacion
Se captive en la
prisión
Del silenclo.
E
con esto dejo aparte
El gran mar de las
virtudes,
En vos dotadas por
arte
Del sumo Dios, que
reparte
Gracias, dones y
saludes.
Y
comienzo a poner mano
En esta obra
suprema
Del manjar que hizo
sano
A todo el linaje
humano,
Que es el tema.
COMIENZA LA OBRA
Es el centro en que
yo fundo
Mis metros, sin
presunción,
Solo aquel que es
luz del mundo,
De cuyo saber
profundo
Les espero
perficion.
Y
sé que, por inefable
Que él en este pan
consista,
[p. 329] Me dará favor que hable
Lo que es mas
aceptable
En su vista.
En favor de la fe
El callar con el
creer
En cosa tan
admirable,
Es, segun mi
parecer,
La vena del merecer
La corona
perdurable.
Mas
no presta impedimento,
Si desta regla me
salgo,
Ni fe sufre
detrimento,
De tan alto
sacramento
Decir algo.
Mas
por esto no se sigue
Que la fe, que es
clara estrella,
A nuestra razon se
ligue,
Por mas hablas que
mendigue
La lengua para con
ella.
Por
lo cual sigue mi pluma
Lo que San Ambrosio
dijo:
Que ningún sabio
presuma
En caso que es fe
la suma,
Ser prolijo.
DESCUBRE LA OBRA
Memoria, Señor,
heciste
De tu divina
franqueza,
Al tiempo que
estableciste
El Pan santo, en
que nos diste
Retraida tu
grandeza.
Cabo
fué de gran potencia
E fin de amor
excesivo
Rica prenda de
clemencia
Para sufrir el
ausencia
De Dios vivo.
Pan
de esfuerzo, vida entera
Contra vicios
capitales,
Por ti huye y
desespera
La guarnición y
bandera
De las huestes
infernales.
Que
es guerra tan empeciente
Por tu secreta
baraja,
Como celada de
gente,
Que arremete cuando
siente
Su ventaja.
Es
la Hostia fuerte roca
Que la Iglesia
defiende;
Es un bien que nos
provoca
A dejar la pompa
loca
Que mas se nos
reprehende.
Es
de bienes rica tienda
Para vivos y
defuntos,
Do hallamos sin
contienda
Quien por lloros
nos los venda
Todos juntos.
Es
de nuestra fe muralla
E quien nuestra
gloria fia;
Es vigor que vence
y halla
En toda fuerte
batalla,
Vitoria con osadía.
Es
mar de serenidad,
Que causa por
cuatro vientos
Paz e luz, fe,
caridad,
E de ríos de piedad
Cien mil cuentos.
En
ti, Pan, se representa
La pasión del Rey
fiel,
Que nos manda que
se sienta
Por librarnos de la
cuenta
De su juicio cruel.
Adórote,
memorial
De plagas, que amor
consiente,
No pintadas en
frontal,
Mas en vivo
original
Del paciente.
Esta
Hostia, en parte lisa,
Y en parte de cruz
impresa,
Es misterio e gran
devisa,
Cuya lumbre nos
avisa
A tener firmeza
expresa.
Que
la sagrada Pasion
No tocó en Dios
eternal,
Mas que hizo su
impresion
En sola su
complision
Corporal.
Esta
Hostia prenda es
En que Dios nos da
seguro
Que aquí nos será
pavés,
[p. 330] Y que nos dará despues
Por ella el cielo
de juro.
Y por esta
certidumbre
Ya tenemos, si
velamos,
Acá gozo, gracia y
lumbre
Y despues el reino
y cumbre
Que esperamos.
Así
que, por ser iguales
La deuda con el
empeño,
Supliquemos los
mortales
Que por muchos
temporales
Nos la deje acá su
dueño.
¡Oh,
Señor, no se nos quite,
Que es frutal mejor
que palmas,
Do tu Hijo se
derrite
En el medio del
convite
De las almas!
Consejo del autor
Vistamos, como
comemos,
Vestiduras de
amor casto,
Pues que ya
comprehendemos
Quién somos y qué
valemos
Mantenidos de tal
pasto.
E
por esto Dios no quiera
Que el que trata el
sacrificio,
En lugar de vivir,
muera,
Si lo come con
dentera
De algun vicio.
COMPARACION Y APLICACION
Que fué mas hacer
del pan
Cuerpo vivo en
carne santa,
Que criarse sin
afan
Cielo y tierra como
están,
En firmeza tal e
tanta.
Bien
así por el poder
Con que fué el
mundo criado,
Se mudó el pan, de
su ser,
En carne, sin
parecer
Ser mudado.
El fin del establecimiento de la hostia
Tal manjar se
estableció
Por remedio
verdadero
Del daño que nos
nació
De la poma que
comió
Adán, el padre
primero,
Mas
por este Pan sagrado
Mayor bien recibe
el sigro;
¡Oh venturoso
pecado!
Que mas fruto nos
has dado
Que peligro.
En ti, mar de pïedades,
Hostia sacra, se
doctrina
Que algunas
enfermedades
Por contrarias
calidades
Reciben la
melecina.
Como
aquí, Pan deseado,
Que no siento quien
te coma
Que no sea
restaurado
De los males del
bocado
De la poma.
De la figura deste sacramento
Sus figuras
fenecieron
En adorables
verdades
Segun que las
escribieron
Los que en ellas
prometieron
Riquezas e
libertades.
Tal
fué el Cordero criado
En flores para la
Pascua,
Que es ya pan carne
tornado
Con amor más
inflamado
Que de ascua.
Panes
de proposicion,
En horno de oro
cogidos,
Figura fueron que
son
Vivo pan de
salvacion
Para todos los
nascidos.
El
cual horno tan dorado
Ser la Virgen se
figura,
En la cual fué
fabricado
Este pan, que es
adorado
Con fe pura.
No pongamos en olvido
Este horno
reluciente,
En que fué este Pan
cocido
Con un fuego
desmedido
De caridad
trascendiente.
[p. 331] Porque no fué terrenal,
Tú, que lees,
porque mires
Más el seno
virginal
Distinto como
frontal
De zafires.
PROSIGUE
No pudo hacer tal
masa
Mano de fea manera,
Mas el rey que pone
tasa
A la mar, que nunca
pasa
La raya de su
ribera;
Cuyo
poder desigual,
En este vientre
sagrado
Te compuso, Pan
rëal,
Como cera en el
panal,
Bien labrado.
Horno
fué de un oro fino
Este de los doce
panes,
Que en la ley más
daba tino
A este Pan todo
divino,
Remedio de los
afanes.
Y
fué significacion,
¡Oh, Reina! que el
oro puro
Es, en tu
comparacion,
Como cieno de
abusion
Muy escuro.
¡Oh grande reparadora
De los bienes de
Dios trino!
Toda gente te es
deudora
Pues que el Pan que
nos mejora
De tus entrañas nos
vino.
Tu
pureza original,
Fué, Señora, la
harina,
Y tu fe sacramental
Le dió forma
corporal
La mas dina.
De la figura de la manna
Fué tu carne un
ornamento
Sobre solo Dios
difuso,
Y tú eres, segun
siento,
El arca del
Testamento
Do la manna se
repuso.
Así que, lo que
solia
Ser figura en la
ley triste,
Nos es ya de cada
dia
La carne que tú,
María,
Concebiste.
Esta
manna deleitosa,
Muy más blanca que
morena,
Mudóse por mejor
cosa
En la Hostia
glorïosa
Que con Dios nos
encadena;
Cuyos
inmensos dulzores
Hacen vivo del mas
muerto,
Y en mil grados son
mejores
Que los místicos
sabores
Del desierto.
Desta manna tan dispersa
En yermos de
terebintos
Gustaba la gente
adversa,
Según su gana
diversa,
Muchos sabores
distintos.
Mas
la Hostia, que sucede
Por Pan de divinos
gustos,
A todo saber
excede,
Por el cielo que
concede
A los justos.
HABLA
ALGO DE LA CENA
Rey de majestad
serena,
Vuele fama en las
alturas
De la gloria de tu
Cena,
Por la cual no se
condena
Gran suma de
criaturas.
Allí,
cierto, renovaste
Tus milagros sin
tercero,
Pues que así te
abreviaste,
Que te diste y te
quedaste
Todo entero.
En
tal Cena fenesció
La hambre de tus
amores,
En la cual por Pan
se dió
La carne que
concibió
La Virgen, flor de
las flores.
¡Oh
desmedido hervor
De impaciente
enamorado!
Y ¿quién trajo al
pecador
[p. 332] A ser de tanto dulzor
Substentado?
Contemplación que tenían los
apóstoles
en la Cena
¿Qué podia, Rey,
pensar
Aquella compaña
buena,
Cuando te vido
hablar
Que te les querias
dar
En Hostia de vida
llena?
De
tanta fe les dotaste,
Que no siento quien
no deba
Creer que los
levantaste
Sobre el cielo que
criaste,
Con tal nueva.
Con
la Hostia se les dió
La fe que les
convenia,
De lo cual se
recresció
Tal temor, que creo
yo
Que en sus caras
parecia.
No
por eso que turbados
Quedasen, ni
Dios lo mande,
Mas divinos y
alterados
De verse templos
tornados
Del Rey grande.
E
de ver que se les manda
Lo que nunca visto
fué,
Cada uno vuela y
anda,
Contemplando la
vianda
Por lo alto de la
fe.
No
se curan de razones
Que el secreto
hagan raso,
Mas lavan sus
corazones
Con llantos y
devociones
En tal caso.
Unos perdian sentidos,
Otros mudaban
colores,
Otros dellos dan
gemidos
Con sospiros
recrescidos
De reverendos
temores.
Y
todos la mesa riegan
Con lloro de
tristes hinos,
Y al santo Maestro
ruegan
Que del Pan a que
se llegan
Sean dinos.
Sus
corazones estaban
En dos extremos
partidos:
Es el uno, que
pensaban
En aquel Pan que
adoraban,
Robador de sus
sentidos.
Es
el otro en lamentar
Que Cristo se les
partia,
Para nunca mas
tornar
Al trato familïar
Que solia.
¡Oh,
que dos extremidades
Para rematar
cuidados!
¡Oh, qué dos
propïedades
Para destruir
maldades,
Para consumir
pecados!
Así
que, contemplacion
Tenian, y muy
llorosa,
En el pan de
salvacion,
Y tambien en su
pasion
Fructüosa.
De la transformación que hace la
&
nbsp;
Hostia en los devotos
Al tiempo que
comulgaron,
Deste siglo ya
remotos,
En el Pan se
transformaron,
De son que se
enajenaron
De sí mesmos, de
devotos.
E
así se les certifica,
Por lo que razon no
alcanza,
Ser gran Dios en
hostia chica
El que en ellos
edifica
Tal mudanza.
El peligro del que comulga en pecado
A fuego de grande
espanto
Se condena desde
aquí
Quien comulga, Rey
muy Santo,
E no gusta de ti
tanto,
Que ya no sepa de
sí.
No
te teme de contino
El que el mundo así
no olvida,
Que se halle tan
divino,
Que del todo pierda
el tino
Desta vida.
[p. 333] Siempre dieron tal caida,
Que nunca sanar
pudieron,
Los que con virtud
fingida
E sin alma
recogida,
Vivo Pan, te
recibieron.
Lo
cual se puede notar
En Judas por cosa
fea,
Que despues de
comulgar,
Se fué luego a
contratar
Con Judea.
Santifica
su frecuencia
Al siervo que lo
recibe,
Si temor y
reverencia
Y pureza de
conciencia
De tal uso se
concibe.
Mas
si no toma sabor
Sino en solo el
accidente,
Infierno, que no
favor,
Le sucede al
pecador
Que lo siente.
COMPARACION
La purga en
disposicion
Del estómago
indigesto
Hace tanta
alteracion,
Que pierde la
complision,
E a las veces mata
presto.
Comulgar
no mata menos,
Sin hervor de
serafin;
Por eso teman los
buenos,
Si se quieren ver
ajenos
De tal fin.
¿Qué
alma sofrir pudiera
La penosa soledad
Que este mundo
padeciera
Si de tal Pan
careciera,
Que es vida, luz e
verdad?
Daño
fuera no sufrible
Carecer de tal
descanso,
Porque es Pan tan
apacible
Que a Dios hace de
terrible,
Sernos manso.
En favor de San Juan Evangelista
Allí vieras a San
Juan
Hecho mar de
pensamientos
Tan altos, que se
le dan
Cuantos secretos
están
Sobre cielos y
elementos;
El cual estaba
caido
Sobre aquel pecho
que adoro,
De dolor de haber
sabido
Haber ya Judas
vendido
Su tesoro.
Según la carne
dormia,
Segun el seso
velaba,
Bebiendo sabiduria
De aquel sol de
eterno dia,
Que en él ya
reververaba;
Ya
sentia los efectos
De la Hostia
recebida,
Como suma de
perfectos
Sobre todos los
electos
Desta vida.
Dinos, águila, que vuelas
Mejor que los
querubines,
Por qué fines te
consuelas
En las eternas
escuelas
De los altos
serafines.
Creo
yo que es tu intención
Ser allí nube que
bebas
Luz eterna, a
condición
Que venido a tu
nacion
Nos la llevas,
Por
cierto que así lo heciste
Cuando de vuelo
bajaste,
Que cuantas luces
bebiste,
De tal son las
escribiste,
Que el mundo todo
alumbraste.
Y
perdió su ceguedad,
Hecho grande ya de
chico,
Por creer la
Trinidad
Relatada en
brevedad
Por tu pico.
E
por esto los nascidos
Deudores te son sin
mengua,
Pues les haces ser
sabidos
Secretos tan
escondidos
Por tu pluma y por
tu lengua.
E
cuarto menos pudieron
Ser salvos sin los
oir,
Tanto mas todos
debieron
[p. 334] Servirte, pues los oyeron,
O morir.
Bendita la Hostia sea
Deste primo Dios,
tu hermano,
Que comida te volea
Hasta el cielo, y
te florea
De más flores que
el verano.
Porque
ya de ti se infunda
Vaso virgen de
pureza,
Luz al siglo tan
fecunda
Que por ella se
confunda
Su rudeza.
Alaba el sentido del oir, sobre los
otros cuatro
sentidos, en la Hostia
¡Oh benditos los oidos
Que de tal fe se
guarnecen,
No engañados ni
vencidos,
Como los cuatro
sentidos
Que en la Hostia
desfallecen!
Así
que, al oir está
En lo cierto por la
fe,
Que por él entra y
se va
Al corazon que le
da,
En que esté.
La
vista con el color
De la Hostia se
contenta,
La nariz con el
olor,
El gusto con el
sabor,
La mano con lo que
tienta.
Mas
desto nada se extiende
A fines de mayor
peso,
Mas por el oir se
prende
Que es el Pan Dios
que traciende
Nuestro seso.
Por
otra cosa tenemos,
O no por carne
sentimos,
Lo que gustamos y
olemos,
Lo que tomamos y
vemos,
Mas por Cristo lo
que oimos.
Porque
aquellos accidentes
No son su cuerpo
divino,
Mas cortinas
excelentes
Que lo encubren de
las gentes
De contino.
Aviso de la intención que se ha de
tener en
adorar la Hostia
Pues mírese de
manera
Esta Hostia,
nuestro centro,
Que nuestra fe se
refiera,
No a la cantidad de
fuera,
Mas a la gloria de
dentro.
Adorándolo
invisible,
Que es el cuerpo,
alma y sangre
Del verbo, que es
impasible,
Por hartura
convenible,
De mi hambre.
De la razon por qué el Señor no se
puede ver en la Hostia
Yo no siento quién
osara
Comulgar, si ver
pudiera,
Rey, la gloria de
tu cara,
A la cual no se
compara
El sol cuando
reverbera.
E
aun digo que el que mas dino
Que en los cielos
se hallara,
Tuviera tal
desatino,
Que en te ver tan
cristalino
Desmayara.
Así
que, por tu bondad,
En esta Hostia
tratable
Encúbrese tu deidad
E tu santa
humanidad,
Por ser mas
participable.
¡Oh
qué amor tan impaciente,
Oh que Padre de
compañas,
Oh que Dios tan
excelente
Que da por pan a la
gente
Sus entrañas!
Porque
la fe permanezca
En su ser de mayor
grado,
No te place que
parezca
La gloria ni
resplandezca
De tu ser
glorificado.
Mas
encúbrese con velo
De accidentes de
limpieza,
Sin que pierda solo
un pelo,
Del cual siempre
está en el cielo
Tu grandeza.
[p. 335] Tu bondad aquí se muestra,
Hijo del Rey
de la vida,
Pues que das
desde su diestra,
Para ser vianda
nuestra
Tu santa carne
escondida
E
dasla sin facultad
De ser vista su
lindeza,
Porque con mas
libertad
Se trate de su
deidad
E pureza.
Con
los ángeles te has
Como sol visto de
lejos,
E a nosotros te nos
das
Dios y hombre, como
estás,
Con tus dulzores
anejos;
No
para ser convertido
En nuestra pobre
sustancia,
Mas para ser
engerido
En tí, Dios,
nuestro sentido
Sin distancia.
Efectos deste manjar
Cuando tal Hostia
reside
En pecho
purificado,
No se tasa ni se
mide
La gracia que en él
preside
De fruto no
limitado;
Porque
tanto bien influye
Su digno
recebimiento,
Que no hay mal que
no destruye,
Como la paja que
huye
Del gran viento.
En
tal Pan se participa
La gracia en.
su propia fuente;
Por él se nos
notifica
Que de toda culpa
inica
Se nos da perdon
patente.
Es
esfuerzo de la via
Que la muerte nos
ordena,
Cuando solos nos
envia
A la tierra e
compañia
Tan ajena.
De cómo el amor y el gran poder de
Cristo fueron causa deste bien
Los gigantes se
juntaron,
Que no saben ser
vencidos,
Y tanto te
importunaron,
Dios mio, que nos
causaron
Estos dones
desmedidos.
Amor
el uno se llama,
El otro Poder se
nombra;
Estos dieron, segun
fama,
La Hostia que nos
inflama
Con su sombra.
De
notar es, sin excusa,
Mi Dios, el poder
terrible
E la caridad difusa
Que en esta Hostia
se usa,
Segun que te fué
posible.
Pues
que quieres definir
Que en el Pan que
nos concedes
Se vengan a
consumir
Tu dar e nuestro
pedir
De mercedes.
Es
amor de fragua ardiente
Este pan que nos
procura
Es ciudad
permaneciente,
Cuyo uso no
consiente
Division en
criatura.
¡Oh
muy rëal propiedad,
Oh suma de rëaleza,
Que ata a la
cristiandad
En una conformidad
De firmeza!
Reconocimiento deste maravilloso
beneficio
Gran socorro fué
por cierto
Habernos tú
redimido
Con los sudores del
huerto,
Y con ser en la
cruz muerto
Vencedor, nunca
vencido.
Mas
por más declaración
Deste amor
superlativo,
Conservas la
redencion.
[p. 336] Con esta consagración.
Del Pan vivo.
Muéstrase lo que
valemos
Por lo que al Rey
le costamos,
Mas no menos lo
creemos
Por la Hostia que
comemos,
Que es tu cuerpo
que adoramos.
Mas
¡ay dolor lamentable!
Que todo se nos
olvida,
Cuando algún vicio
culpable
A su gozo no
durable
Nos convida.
El
Pan de que nos mantienes,
Que a los ángeles
negaste,
Es señal, Rey, que
nos tienes
En más que todos
los bienes
Que en cielo y
tierra criaste.
Y
allende deste favor
Que toda boca
divulga,
Convertirse es el
mayor,
En, ti mesmo tu
amador,
Si comulga.
E
despues de transformado
En ti por este
convite,
¿Qué enemigo hay
tan armado,
Qué pasion o qué
nublado
Que de ti, mi Dios,
lo quite?
Porque
la virtud que planta
En las almas su
comida,
Es sin duda tal y
tanta,
Que las libra y las
levanta
De caida.
Conosce tibieza humana
Peligro de
corazones,
La caridad soberana
Del que te repara y
sana
Con este don de los
dones.
Que
de tal forma se da,
Que el dador y el
don es uno,
Y está en el cielo
y acá
Con el amor que
nos ha,
Importuno.
¿Quién
hay que no se derrita
Al calor de su
presencia,
Pues por su gracia
infinita
Nunca de las almas
quita
Mil diluvios de
conciencia?
Participando
riquezas
De gozo nunca
diviso,
Y haciendo de
tristezas
Y de nuestras
asperezas
Paraíso.
¡Oh
Majestad asistente
En nuestros limpios
altares!
¿Qué bondad te hizo
fuente
Tan comun al mas
sediente,
En que beba y le
repares?
No
son aguas de elemento,
Mas gracia que
siempre dura
Vida y paz de
eterno asiento,
Que se encierra en
elemento
De blancura.
COMPARACION
Este Pan
refrigerante
Es un piélago
infinito,
Tan profundo, tan
bastante,
Que en él nada el
elefante
Y vadea el
corderito.
Así
los mas alumbrados
Gozan dél cuasi del
todo,
Y los menos
inflamados
Son tambien muy
consolados
En su modo.
Del concurso de los ángeles cuando
se consagra el Corpus Christi
Sean los cristianos
ciertos
Que al punto del
sacrificio
Están los cielos
abiertos,
E dan a vivos y
muertos
Libertad por
beneficio.
Los
ángeles son presentes,
E adorando a
Cristo, notan
Cómo aquellas
claras fuentes
De sus llagas
relucientes
No se agotan.
Allí
todas cinco manan
Mil remedios no
finales,
Y del Padre eterno
ganan
[p. 337] El perdon de los que sanan
De sus culpas
criminales.
Y de tales
influencias
Se espantan los
nueve coros,
Para cuyas
excelencias
Muchos son en las
conciencias
Medio moros.
De lo que hacen los ángeles en el altar
Si los vieras tú,
verias
En presencia del
Pan santo,
Venir por secretas
vias
Las más altas
hierarquias
A temblar allí de
espanto.
E
venidas con fervor,
Adoran al sumo
Cristo,
No mirando su
color,
Mas al piélago de
amor
En que es visto.
Contemplan
la brevedad
Que por
nosotros mortales
Tiene la su
Majestad
So pequeña
cuantidad
De formas
accidentales.
No
han envidia estimulosa
De nuestros grandes
alivios
Mas temen que tan
gran cosa
No nos sea
peligrosa
Por ser tibios.
No
hay estilo de escritura
Ni lengua que decir
pueda,
¡Oh Hostia de
hermosura!
Cuán cercada es tu
figura
De los ángeles en
rueda;
Que
vienen a tus olores
Todos hechos una
enjambre,
Como abejas a las
flores,
Para fabricar
licores
Con la hambre.
COMPARACION
Bien tal como
cuando nieva,
Que están los aires
muy llenos
De copos que el
viento lleva,
Con que blanquea o
renueva
Tierra y montes
poco menos;
Así
ángeles sin cuento
Abajan con diestro
vuelo
A gustar del
Sacramento
Mayor gozo en
crescimiento
Que en el cielo.
DECLARACION DE LO
QUE HA DICHO
Porque la
recreación
Que en la gloria
han con su cara,
No es de tal
admiracion,
Ni de la
consolacion
Que les da, visto
en el ara.
Así
que, como le ven
En misterio más
secreto,
Determinan lo que
leen,
Que es el gozo que
poseen
Más perfecto.
De lo que los ángeles entienden en
la Santa Hostia
Allí veen cómo
puede
Ser la Hostia
partes hecha,
Y que, partida,
sucede
Que Cristo entero
se quede
En la grande y mas
estrecha.
Y que es
uno solo, exento
De ser otro en cada
una,
Y tan uno solo
cuento,
Que si cresce en
sacramento,
No repuna.
DA CONCLUSION A LA
OBRA, Y
HABLA
LA SEÑORA DUQUESA
Ya razón me
determina
Ser, duquesa, mal
avieso,
No dar cabo muy
ahina
A la lengua
peregrina
Que dilata este
proceso.
E aun si
ángeles tratasen
Deste Pan, e no
callasen,
Serian como la
nieve,
Derretida cuando
llueve,
Por mas alto que
hablasen.
[p. 338] Esté pues mi lengua a raya
Con sus metros de
miseria,
Pues que el seso,
su atalaya,
Ya se ciega y se
desmaya
Del fulgor desta
materia;
E
vuestra gran señoría,
Pimentel doña
María,
Gran duquesa, así
lo mande,
No menos buena que
grande
En extremo
demasía;
Y
tal, que en el coronel
De vuestro muy
claro estado,
Se puede poner en
él
El renombre
Pimentel,
De ricas piedras
bordado;
En
señal que sois lucero
De vuestro linaje
entero,
Por tener
excelsitud,
Clemencia, temor,
virtud,
No mudables de
ligero.
A
vuestra grandeza pido,
Porque Dios no se
le esconda,
Que nunca padezca
olvido
Del gran bien que
está escondido
En esta hostia
redonda;
Y
reciba con fe estable
Este servicio
notable
De su siervo más
indino,
Fray Ambrosio
Montesino,
Ante Dios el mas
culpable.
Coplas a reverencia de San Juan Baptista, y del misterio de
la santa Visitacion
que la Reina del Cielo hizo a Santa Isabel, las cuales
compuso por mandado
del Rey D. Fernando, nuestro señor.
PROEMIO DEL AUTOR
De
tus virtudes, Baptista,
No hago largo
proemio,
Porque dellas un
arista
No penetra nuestra
vista
Ni las cala nuestro
ingenio;
Mas
para ditar la cumbre
De tus obras
transcendientes,
Déme tino aquella
lumbre
De que diste
certidumbre
A las gentes.
Obra
fué que prometí,
Discantar de tu
grandeza,
Cuando, de muerto,
me vi
Sano ya Señor, por
ti,
Sin temor e sin
flaqueza.
Pues
cumpliendo ya mi voto
Do comienzo a tus
loores,
Como tu siervo
devoto,
En estos metros que
noto
De tus flores.
COMIENZA LA MATERIA
DEL PROPÓSITO
Ofreciendo
Zacarías
Encienso, segun
costumbre,
Vino a él por altas
vías
De las claras
jerarquías
Un ángel de
mansedumbre,
Con
alas de mil colores,
De tan linda
hermosura
Y de tales
resplandores,
Que a todos daba
temores
Su figura.
Sus
plumas eran distintas,
Azules, moradas,
verdes,
Tocadas de verdes
pintas,
Como rosicler de
cintas,
Porque dél mejor te
acuerdes;
Otras
eran plateadas,
Con matiz de
resplandor;
Otras como
pavonadas,
[p. 339] E no bien determinadas
En color.
La
beldad de su melena,
Si con discreción
se aprecia,
Era madeja tan
buena,
Como dorada en la
vena
Del oro fino de
Grecia.
Fué
su voz tan pavorida,
Que turbaba los
oidos;
Tan delgada y
recogida,
Cual no oyeron en
su vida
Los nascidos.
¡Oh,
qué gala fué de galas
Ver al ángel
sostenido
En el aire de sus
alas,
No por invenciones
malas,
Illusoras del
sentido!
El
cual venia de donde
No viene cosa con
mengua,
Con tal gesto, que
responde
Al secreto que se
esconde
En su lengua,
Del temor del Santo Zacarías
E
luego cayó el perlado,
De miedo en el
pavimento,
Y de muy
desatinado,
Le vieras allí
trabado
Del arca del
Testamento.
Allí
vieras su tiara
De la cabeza caída
Y tan de mortal su
cara,
Que ninguno lo
juzgara
Ser con vida.
Conforta el ángel al pontífice y dale
esperanza
que concebirá su mujer
El
Angel con voz callada
Dispuso de le
decir:
«Jerarca, no temas
nada;
Que te traigo la
embajada
Que nunca pensaste
oir.
Ya
por cierto tu oracion
En los cielos es
oida,
Por la cual sin
dilacion
Dios ordena en
conclusion
Su venida.
E
tienes mas de saber,
Porque pierdas
turbacion,
Que tiénete de
nascer
Un tal hijo, que ha
de ser
Medio de la
redencion.
El
cual será tan cercano
Al redentor
piadoso,
Como el brazo es de
la mano
Y las flores del
verano
Deleitoso.
E
si es dificultad
Ser mañera tu
mujer,
Y de tal
antigüedad,
Que parir es
novedad
Imposible al
parecer,
Arrímate
a la grandeza
Del gran Dios que
en esto entiende,
Que dispone y da
firmeza
A lo que naturaleza
No se extiende.
No
te cures de encoger
Ni te turbes mas
conmigo,
Que, aunque fuese
tu mujer
Mas vieja que puede
ser,
Será cierto lo que
digo;
Que
no es hombre Dios que mienta
A ningun mozo ni
viejo,
Ni mortal, que se
arrepienta
De lo que una vez
asienta
Su consejo.
El
cual le dará verduras
De principios
maternales,
E a ti, vaso de
escripturas,
Las castas
desenvolturas
Que son
matrimoniales;
Y
será esta concepcion
Tan casta, tan
virtuosa,
Que vencerá
devocion
A la carne de
pasion
Vergonzosa.
En tus claros pensamientos
Te digo que luego
atines
Cuál será en
merescimientos
[p. 340] El niño destos cimientos
En sus admirables
fines.
El
que mas le paresciere,
Tarde ó nunca será
tal;
Por eso ninguno
espere
Para cuanto Dios
viviere
Ver su igual.
Dice las dignidades futuras de
San Juan
Este
será adelantado
Del partido
militante
De todo cristiano
estado,
Que será presto
fundado
Del rey cristiano
triunfante;
Y
será por el creido
Ser Dios hombre en
carne breve,
Y asimesmo recebido
Como Verbo
prometido
Como debe.
Su
nombre será San Juan,
Sus moradas los
desiertos,
Su vida sudor y
afan;
Langostas serán su
pan,
Su cama terreros
muertos;
Su
dulzor será abstinencia,
Gran silencio su
lenguaje,
Sus deleites la
paciencia,
Su torre la
penitencia,
De homenaje;
Su
beber agua salobre,
Su dormir siempre
velar,
Su oratorio un seco
roble,
Su retablo el cielo
noble,
Su canto siempre
llorar;
Su
calzado las espinas,
Aguas, vientos sus
arreos,
Sus blanduras
disciplinas,
E las cortes
cristalinas
Sus deseos;
Su
alma será un libro,
Sus estudios la
conciencia,
Los seglares su
peligro,
Su gran bien salir
del sigro,
Su sol la divina
Esencia;
Tristes
valles sus jardines,
Solas aves su
compaña,
Su deporte
serafines,
Y empezar desde
maitines
La mañana.
Prosigue
La
fe será su firmeza,
El estrado sus
rodillas,
Su hábito
fortaleza,
Su enemiga la
tibieza,
Su vida mil
maravillas;
Su
siervo la carne propia,
La de Dios su
libertad,
Su vergel sol de
Etiópia,
Su tesoro de mas
copia
Humildad;
Su
cinta virginidad,
Sus perfumes
oraciones,
Su fuego la
caridad,
Su gran ley la
Trinidad,
Su apetito eternos
dones.
Será
mate de pecados,
Virtudes lo
mandarán;
Seránle sones
preciados
Los sonidos
destemplados
Del Jordan;
Y
serán sus defensiones
El cielo, que se le
humilla,
Con que traiga las
naciones
A gozar de los
perdones
Del cordero sin
mancilla.
Jordan
le será elemento,
Sus temores el
abismo,
Solo Dios su
pensamiento,
Sus baños el
sacramento
Del baptismo.
Será
su recreacion
Hacer a los vicios
guerra,
Y será su
perfeccion
De tan grande
admiracion
Que mueva cielos y
tierra.
Los
cielos a querer ver
Que es ángel en
carne dina,
La tierra para
creer,
Aceptar y obedecer
Su doctrina.
[p. 341] Su principal intencion
Será que en Cristo
se crea,
Y dar luz de
salvacion
A la muy dura
nacion
De la ciega de
Judea.
Y
será la gran ciudad
Del cielo, porque
te goces,
Poblada de
cristiandad
Por la fuerza y
calidad
De sus voces.
El
será contra tiranos
Roquero y fuerte
castillo,
Y de crueles
profanos
Y de lisonjeros
vanos
Será cortador
cuchillo.
Será
de los adulterios
Afrentador muy
celoso;
Será arca de
misterios,
Y de eternos
refrigerios
Deseoso.
La
ley vieja en él fenece
La de gracia en él
apunta;
De donde claro
parece
Que en este niño
amanece
Libertad y gracia
junta;
Y
de aquí se toma tino,
Por estas claras
señales,
Que en el reino de
Dios trino
De gozos será más
dino
Triunfales.
De ser los cielos abiertos
Serán suyas
las albricias,
Y los vivos y
los muertos
Por sus voces serán
ciertos
Del Redentor, que
cobdicias.
No
te debes afligir,
Porque yo muy claro
veo
Que quiere en carne
venir
Nuestro Señor a
complir
Tu deseo.»
Acaba el ángel las dignidades de
San Juan, e dice el autor cuál
quedó
el Pontífice
Del
semblante y claridad
De aquel gesto
arcangelino,
Turbacion de
humanidad
Y temor de soledad
Al gran Sacerdote
vino.
E
caido el incensario,
por tierra la
tiara,
Cayó dentro en el
sagrario,
Medio muerto y
solitario,
Sobre el ara.
E
del caso quedó mudo,
Mas cobró su
fortaleza
Al oir el son agudo
Con que el santo
ángel pudo
A sus votos dar
firmeza.
E
fuése con su vejez
A su casa
religiosa,
Y luego el sumo
Juez
Dió órden a la
preñez
Miraglosa.
Aquí
hizo parescer
De sus fuerzas
infinitas
En hacer pechos
crezer,
Arder y reverdecer
Las entrañas ya
marchitas
De
la madre del Profeta.
Mañera, seca,
rugosa,
No por signo ni
planeta,
Mas por potencia
perfeta,
Espantosa.
De cómo Cristo y su Madre fueron a
visitar a Santa Isabel e santificar a
San Juan, y de la causa desto
En
el punto que se vido
El gran Dios ya
hombre hecho,
Tan presto le
vieras ido
A San Juan ya
concebido
Por su camino
derecho.
E
sirvióse en esta via,
Como de nave
ligera,
De ti, su madre
María,
Que lo llevas, mas
él guia
La carrera.
El
Señor va con intento
De se mostrar a San
Juan,
Por le dar
conocimiento
[p. 342] De su santo advenimiento,
Cual los ángeles lo
han.
E
no por letras vocales
Le fué dado ser
discreto,
Mas por luces no
mortales
Vió los gozos
eternales
Del secreto.
Tambien
fué por declarar
Por miraglo de
evidencia
Qu'el muy estrecho
lugar
De aquel vientre
singular
No menguaba su
potencia.
Y
por esto juntos van
Hijo y Madre, Sol y
Luna,
A relumbrar a San
Juan,
Al cual ante seso
dan
Que la cuna.
La deífera Señora
Camina con
pensamiento
De ser baja
servidora
De la parienta, que
mora
En la montaña de
asiento;
Porque
el ángel le dijera
Ser de hijo ya
preñada;
Que por ser vieja e
mañera,
Hasta allí nunca se
viera
Consolada.
Tambien
fué por le ayudar,
Segun de
cierto presumo,
A dar gracias y
alabar
Por aquel don de
notar
Al Rey de los reyes
sumo.
Y
por esto el movedor,
Que es el Verbo no
mudable,
Le guiaba con
hervor,
En su vientre hecho
flor
Deleitable.
De la disposicion que llevaba nuestra
Señora por aquel santo camino
Con
pasos acelerados
Iba la Virgen
preciosa
Por los valles y
collados,
Más hermosa en cien
mil grados
Que la Luna, Sol ni
rosa.
La
luz eterna más clara.
La esforzaba por de
dentro,
¡Oh bendito el que
hallara,
Si en tal hora
caminara,
Tal encuentro!
¡Oh
quién fuera pastorcico,
Que te viera y
preguntara:
«¿Dónde vas, tesoro
rico,
Dímelo, yo te
suplico,
Con tan glorïosa
cara?
—¿E
por quién había de ser,
Respondieras, tal
afan,
Sino por
engrandecer
La preñez con el
nacer
De San Juan?»
La Virgen
E
si aire acelerado
Es el paso con que
aguijo,
Hácelo el amor
sobrado,
De mayor tenor y
grado,
Que a San Juan
tiene mi Hijo.
E
agora lo favoresce;
Que por él solo
camina;
Y es tanto lo que
se meresce,
Que seré yo, si se
ofresce,
Su madrina.
El autor
Fe,
caridad y hermosura
E humildad compañas
son
De ti, traslado e
figura
De la gloria que
mas dura
Para nuestra
salvacion.
En
ti llevas resplandor
Por quitar costa de
cera,
Tesorero y
contador,
Y el pan, que es
por su sabor
Vida entera.
No
llevaba guarniciones
De compañas de
doncella,
Mas millares de
millones
De angélicas
legiones,
Que iban en guarda
della.
El
tardar le era contrario,
Tibieza la
descontenta,
[p. 343] Hasta que de su sagrario
Reciba gozo
plenario
Su parienta.
En
par de Hierusalen
Se apresura y no se
muestra,
Porque no le estaba
bien
Que allí la mirase
alguien,
Para la doctrina
nuestra.
Mas
a mí bien me estuviera
¡Oh mi Reina! tal
encuentro,
Porque viendo a ti
creyera
Que, pues Dios tal
te hiciera,
Que iba dentro.
Del sudor de la señora
Su
rostro deificado
Alteraciones
comienza,
Del andar
apresurado.
Y de haber en él
obrado
Mil colores la
vergüenza.
Y
entre color y color,
Como aljófar,
parecia
Un rocío de sudor,
Que al sol lleva en
el valor
Demasía.
COMPARACION
Como
los azucarales
De verdes valles
viciosos
Tienen sus
cañaverales
De los ardores
solares,
Los nudos todos
melosos;
Bien
así la rama tierna
De Jesé, que es
profecía,
Sudaba, hecha
linterna
De la luz, que es
vida eterna
Por la vía.
¡Oh,
si la vieras cuál iba,
Tú, mi alma, esta
princesa
Por aquel recuesto
arriba,
En la cual la vida
viva
Tenia hecha
represa!
Vieras en ella colores
Diversos en
fermosura,
Y del mucho andar,
sudores,
Mas que bálsamo ni
flores
De frescura.
¡Oh,
bendito quien pudiera
Ser de tal sudor
ungido,
Que luego le
sucediera
Tal salud, que no
muriera
Condenado ni
perdido!
Cuya
lindeza de olores
Pudo quitar
pestilencia.
¡Oh qué adorables
humores,
Que dieron destos
licores
Influencia!
Nota la causa material de la virtud
deste virginal sudor
Porque
fué su manadero
De la crisma
virginal
El bálsamo
verdadero,
Sanador que fué
primero
Del pecado
original.
El
Hijo de Dios fué este,
Hecho en ella
temporal,
Causador que el
sudor preste
Defension contra
hueste
Infernal.
Así
que, bien se acompaña
Esta nuestra
intercesora,
En el merecer
tamaña,
Que si Dios se nos
ensaña,
Del perdon es
fiadora.
En
ella va muy suave
El tesoro deste
siglo,
Y el rey Cristo,
que es la llave,
Que va dentro como
en nave
Sin perigro.
Iban
tres entendimientos
Dentro en su cuerpo
doncel,
Todos distintos y
exentos,
Sin haber discordia
en él.
[1]
[p. 344] Fué del verbo el principal,
De su alma fué el
segundo,
Otro el seso
oriental
De la Reina
imperial
Deste mundo.
Habla el autor con Nuestra Señora
Válanme
los pensamientos
Deste tu viaje
bueno,
Con estos
alumbramientos
Que van en los
velamentos
De tus entrañas y
seno.
Yo
creo por fe derecha,
E aun tengo que
Dios lo quiso,
Que en aquella via
estrecha
Ibas toda cuasi
hecha
Paraíso.
Prosigue
¡Oh
santidad sin revés,
Que con solo Dios
te mides,
Nunca, antes ni
despues,
Se vieron guiados
pies
Por tales tres
adalides!
E
pues podiste alumbrar
Desde allí mundos
perdidos,
Pídote, Reina sin
par,
Que no dejes
peligrar
Mis sentidos.
¡Oh
Madre, que tanto vales
Cuanto Dios pudo
poder,
Con tres adalides
tales,
A puertos
celestiales
Salirás, sin te
perder.
¿Quién
vido nunca ciudad
Tan regida ni
alumbrada
Como va de
claridad
¡ Oh vena de
piedad!
Tu jornada?
Ligereza y devocion
Un punto no te
dejaron:
Mansedumbre e
discrecion
E suma
contemplacion
Para siempre te
quedaron.
Tú
llevas por manto fino
Resplandor por
nuevo modo,
E por tu favor
contino
El abrigo de Dios
trino
Tu bien todo.
Hacíale
Dios un viento
Que entre los
cedros rugía,
Que le puso
pensamiento
No ser aire de
elemento,
Segun su dulce
armonía.
E como el viento le daba
De parte de las
espaldas,
Como águila volaba;
Que tardanza no
causaba
Tener faldas.
E
no dudo aquí de tanto,
Que el aire que la
movia
Fuese el Espíritu
Santo,
Que mueve cosa de
espanto
Lo que por su mano
guia;
Porque
el vaso que Dios baña,
De su buen licor
motivo,
De tibieza no se
daña,
Pero luego lo
acompaña
Fuego vivo.
Volvámonos
al dechado
De la Virgen
gloriosa,
Que en camino tan
forzado
Iba su rostro
atapado,
Encogida y
vergonzosa,
E
no por via patente,
Mas por vereda
escondida,
Porque siempre fué
impaciente
De ser de ninguna
gente
Conoscida.
..............................................
De cómo saludó la Señora a Santa
Isabel, e de los misterios que allí
sucedieron entre Cristo y San Juan
e la Virgen e Santa Isabel
Deste
fué real cimiento
La Virgen que
alumbra y sana;
Que de su
concibimiento
Dió noticia y
sentimiento
La su noble prima
anciana.
[p. 345] E su voz saludadora
Dió luego sin otros
puntos,
Gozo e luz
alumbradora
A hijo e madre a
deshora
Tan conjuntos.
La prima, cuando sintió
La voz que la
saludaba,
Ser Dios se le
reveló
El hijo que
concibió
La Virgen que le
hablaba;
Y
dijo con claro tino:
«¡Oh Madre de Dios
sagrada!
Y ¿de dónde a mí me
vino
Ser de ti deste
camino
Visitada?
Dígote,
Señora mia,
Que por tu
salutacion
Mi hijo tiene
alegria,
Alta fe con
profecia,
Que es cosa de
admiracion.
Sobre
todas las mujeres
Eres y serás
bendita,
Con el fruto que
parieres,
Que es Dios, cuya
madre eres
Infinita.
El
calor que de tu beso
Dió a mi hijo por
tu boca,
En la fe le tiene
preso,
Y su gozo y nuevo
seso
A tu vista lo
provoca;
El
cual todo se levanta
A loar tu alto
nombre,
Como quien de ver
se espanta
En ti hecho, Madre
santa,
A Dios hombre.
Prosigue más Santa Isabel
Por
la fe, Virgen, que diste
Al ángel en su
embajada,
Luego al punto
mereciste
Ser del Rey que
concebiste
Madre
bienaventurada.
No
se dilató tu seno
Mas que cuanto se
le debe,
Mas tu fe le hizo
lleno
Del Dios Cristo
Nazareno,
Que te mueve.
Admiracion del auctor
¡Oh
inaudita novedad,
Que el vientre no
se dilata,
Y la inmensa
Majestad
No padece brevedad
Ni se encoge ni
maltrata.
Mas
quedando por compás,
Cada extremo en su
partido,
El seno no creció
mas,
Ni el gran. Dios
revino atrás,
De encogido.
Así
que santificado
Fué San Juan del
Salvador,
Alumbrado y
confirmado
En el don que le
fué dado
De nunca ser
pecador;
Ya
tenía el buen infante
En el vientre clara
escuela
De la fe, que en
adelante,
Como estrella
radiante,
Fué tutela.
Por
eso tened espanto,
Cielos, tierras y
la mar,
Pues que el Verbo
sacrosanto
Dotó de seso por
manto
A San Juan de tal
edad;
Al
cual dió, por su potencia,
Desde aquel vientre
adorable
Tan esclarecida
sciencia,
Que conoció su
presencia
Inefable.
De
seis meses conoció
La suma luz
eternal,
Y de ello le
sucedió
Que en el punto
feneció
Su ignorancia
natural.
Y
adoró al Rey prometido,
Por el cual todos
se rigen,
Por el solo allí
venido
En el vientre
retraido
De la Virgen.
[p. 346] ¿Que mudanza, qué costumbre
Es esta de
entendimiento,
Ver San Juan la
eterna lumbre,
Por fe de gran
certidumbre,
Antes de su
nacimiento?
Padres
no los conocia,
Ni de sus ojos
usaba,
E ya noticia tenia
De la gran
sabiduria
Que adoraba.
¿Quién
vido nunca creer
Antes de poder oir?
¡Oh qué miraglo de
ver,
Si pudiésemos tener
Lengua para lo
decir!
Por
arte de maravilla
Le fué infusa la
verdad
Al niño que aquí se
humilla
A la Virgen sin
mancilla
De humildad.
Tuvo
tan sobremanera
Esta fe el niño
novelo,
Que en su madre
reverbera
Por dedentro y por
defuera
En gloria del Rey
del cielo.
Y
esta fe, que no organiza
El Hijo por la
garganta,
Su Madre la
evangeliza
Y a veces la
profetiza
Y discanta.
Comparacion
Como
teclas bien tocadas
Del músico tañedor
Causan voces
concertadas,
Suaves, bien
entonadas,
En órganos de
dulzor;
Bien
así San Juan movia
A su madre a no
cesar
De cantar la
melodia,
Que en el vientre
él no podia
Confesar.
Del
infante se traslada
Lo que la madre
pronuncia,
Del cual ella fué
alumbrada
En favor de la
preñada,
Que de Dios madre
denuncia.
Y
no fué inspirada menos
En ver que su hijo
tiene
Los vasos del alma
llenos
De dones y gozos
buenos,
Sin que suene.
Las
dos madres se holgaban
En ser templos
excelentes,
En que dos niños
moraban,
Que de alegres,
celebraban
La redención de las
gentes.
Mas
el que el sol inflama
Hizo al otro su
lucero,
Y de su venida y
fama,
Y del cielo, a que
nos llama,
Pregonero.
¡Oh
madres de salvacion,
Mas notables que la
vida!
¿Qué lenguaje, qué
nacion
De vuestra
consolación
Puede dar cierta
medida?
Decir
lo que allí gustastes
No puede lengua ni
historia,
Porque allí os
adelantastes
A los gozos que
hallastes
En la gloria.
¿Qué
diré de los infantes
En el vientre
encortinados,
Alegres y
gozodantes,
A sus madres
ocultantes
Lo propio de sus
estados?
Los
gozos que el mundo espera
Para salir del
peligro,
Uno a otro en su
manera
Los difunde y
reverbera,
Como libro.
Cada
cual dellos pelea
Por ser más humilde
visto,
Mas el campo, se me
crea,
Que del todo
enseñorea,
El rey de los
reyes, Cristo;
Porque
a él solo conviene
De virtudes ser
primado,
Y dél solo nace y
viene
[p. 347] Cuanta vida y gracia tiene
Lo poblado.
Y
en esto que así batallan,
De ninguno son
oidos,
¡Oh, qué sienten!
¡Oh, qué callan!
¡ Oh, qué tan
fuertes se hallan,
Qué santos sin ser
nacidos!
Y
del gozo y amistad
Destos dos grandes
amigos
Sus madres de
autoridad,
Como templos de
verdad,
Son testigos.
Pone la diferencia destos niños y de
los otros, en lo que por ellos sucede
a las madres
Otros
hijos dan pasiones
A sus madres en el
vientre;
Estos dieron mar de
dones
Y luz de
revelaciones
Aquel día y para
siempre;
Do
se dió por compañia
Que la Madre por
Dios vivo
A la de San Juan
servia,
Y le fué de noche y
dia
Defensivo.
Dinos,
antigua mujer,
Dinos, dinos, madre
nueva,
¿A qué te llegó el
placer,
Cuando pariste, de
ver
La salud del mal de
Eva?
Que
si el parto te alteraba
Con temores del
letijo,
La Reina del cielo
estaba
A tu diestra, que
esperaba
Ver tu hijo.
Esperábalo envolver
Por sus manos en
pañales,
Para hacernos saber
Que el niño
esperaba ser
Lucero de los
mortales.
Y fué buena
consecuencia
Que la Madre
honrase tanto
Al que el Hijo por
clemencia
Con su divina
presencia
Hizo santo.
Prosigue
Infante
de los infantes;
Sin pecado e sin
espina,
Por tus hechos
relumbrantes,
No vistos despues
ni antes,
La fe nuestra
determina;
Que
apenas es comparable
A ti, niño el mas
perfecto,
Por ser tú firme y
estable,
Y en la fe nunca
mudable
Infante,
de fe mas pura
Que diamantes de
rocas,
De ti dice la
Escriptura
Que en el vientre
de angostura
A tener fe nos
provocas;
Pues
que primero adoraste
A Dios que el mundo
te viese,
Y primero lo
gustaste
Que la leche que
mamaste
Se te diese.
¿Quién
vido nunca miraglo
Mayor que este, ni
su igual,
Que a Dios el niño
que hablo
Adorase en el
retablo
De aquel vientre
virginal?
Y dotado en tal edad
De gracia, que no
de ojos,
Adoró con humildad
La su infinita
Deidad
De hinojos.
Privilegios de la santificación de
San
Juan
En
la Ley fué prometido
Y del Angel
anunciado,
Por miraglos
concebido,
Y en el vientre
esclarecido
Y en la gracia
baptizado.
Cristo
fué su baptizante
Y la Virgen su
madrina,
[p. 348] Fué la fruta fe constante,
E el compadre
circunstante
La luz trina.
Su
crisma de reverencia
Le fué el Espíritu
Santo,
El capillo la
inocencia,
Y la sal fué la
sapiencia,
La candela luz de
espanto.
Fuego
del divino ardor
Fué el agua deste
baptismo,
Porque fué tal el
favor,
Nueva triste de
pavor
Al abismo.
Este
solo fué la prima
De los chicos
y mayores,
Y ante Dios de tal
estima,
Que quien más a él
se arrima
Es más libre de
temores.
Ved
si es bueno defensivo
Para nunca
peligrar,
Que dél se quiso
Dios vivo
En grado
superlativo
Auctorizar.
Item, en favor de San Juan en el
baptismo del Señor
Cuando
dió la Trinidad
De Cristo fe
soberana,
Testigo de
auctoridad
Fué San Juan, segun
verdad,
En la ribera
Jordana;
Adó
vido que se abrió
El cielo, segun se
toma,
Y la voz que el
Padre dió,
Cuando en Cristo
descendió
La paloma.
Llegando
Cristo a San Juan
Para que lo
baptizase,
Pasmóse el río
Jordan,
Como los montes que
están
Sobre peñas sin
mudarse.
Y
como el reformador
Del mundo se
desnudaba,
Cubriólo tal
resplandor,
Que al sol mas
alumbrador
Denigraba.
Y
con loable porfia
Se repunaban los
dos;
Mas San Juan no se
vencia
Para tener osadia
De baptizar a su
Dios.
Mas
al fin, si fué vencido,
Corona de vencedor
Le quedó deste
partido,
Por haber obedecido
Al mayor.
Palabras de San Juan a Cristo
Mas
díjole muy turbado,
Con reverencia
profunda:
«¡Oh, Señor! ¿quién
será osado,
Sin que caiga de su
estado,
Baptizar tu carne
munda?
Dios
mio, véte de aquí,
Que tiemblo y estó
erizado,
Porque yo he de ser
de tí,
Y tú, Rey, nunca de
mí
Baptizado.
Porque
eres el que baptizas
En espíritu de
ardor,
Y el que das e
solemnizas
La gloria que
evangelizas
A los que tienes
amor.
Y
eres el que perdonas
A los que el
baptismo lava,
Y tú los
desaprisionas,
Y les das claras
coronas
Tras el agua.
Así
que tú, mi Señor,
No recibas mi
baptismo;
Que en pedirlo das
temor
Al cielo, que es
tu labor,
Y conturbas el
abismo.
Porque
este licor no quita
El mal sino a quien
lo tiene;
Mas a ti, mi luz
bendita,
Que eres pureza
infinita,
No conviene.
[p. 349] Yo baptizo a pecadores
En agua sola, y les
digo
Que no bastan mis
licuores
Para lavar sus
errores,
Sin tu gracia y
buen abrigo.
Y
están todos deseando
Tus virtudes
defensivas,
No mas ni
menos que cuando
Está la tierra
esperando
Aguas vivas.
Tu
resplandor te defiende
De mis manos y
albedrio,
E la fe que aquí se
ofende,
Que pecado en ti no
entiende
Que deba lavar el
rio.
Y
aun los tribus y levitas
Dirán que son
engañados;
Que por formas
exquisitas
Les dije que solo
quitas
Los pecados.
Pues
suplícote, Señor,
Que no mandes que
yo haga,
Que só tu siervo
menor,
Lo que, de puro
temor
No quiere hacer el
agua.
Mas
mira que las corrientes
Del Jordan se
escandalizan,
Y tornándose a sus
fuentes,
Ser tú lumbre de
las gentes
Profetizan.
¡Oh,
Señor! si te baptizo,
¿Qué dirán de mi
doctrina?
Que a todos
evangelizo,
Que cielo y tierra
se hizo
Por tu persona
divina.
Pues
con pueblo tan mudable
No me pongas en
requesta,
Por el agua
deleznable,
[1]
A tí presta.
Si
en las aguas entras, ellas
No hay en ti cosa
que laven,
Porque es la tierra
que huellas
Mas limpia que las
estrellas,
Como los cielos lo
saben.
Cuanto
más, que yo vencer
No me puedo en
campo raso,
Y aun, segun mi
parecer,
No te debo
obedescer
En tal caso.»
El
auctor
La
suma Sabiduria,
Revestida en carne
humana,
Bien notaba y bien
oia
Lo que San Juan le
decia,
Vestido de ruda
lana.
Mas nuestro Rey generoso,
Elegante y muy
paciente,
Respondióle con
reposo,
De semblante
glorioso,
Lo siguiente:
Replica Cristo a San Juan
«Baptízame
sin conquista,
Que mi baptismo es
salud;
Que así conviene,
Baptista,
Porque el agua se
revista
Con mi carne de
salud;
Porque
yo si en aguas entro,
Daréles vigor
eterno,
Y tal, que el que
entrare dentro
Se libre del bajo
centro
Del infierno.
Yo
dellas no tomaré
Sino frío de
frescura;
Mas yo las
consagraré
Con mi carne, y les
daré
Infinita hermosura.
Cuyas
ondas baptismales
Harán, de gentes
perdidas,
Personas
celestiales,
Y de naciones
brutales,
Claras vidas.
E
así las aguas serán
Salud de los que
lavaren,
Y vida eterna
darán;
La cual todos
perderán
Cuantos no se
baptizaren.
[p. 350] So cuyo claro elemento
Daré espíritu
divino,
Porque sane en un
momento
El que de tal
sacramento
Fuere dino.
Fin, dirigido al Rey
Príncipe,
Rey soberano,
Sin mayor a nuestra
vista,
Cabo del poder
humano,
Más clemente, más
cristiano,
Siervo de San Juan
Baptista;
Del
cual manda vuestra alteza
Que por metro
artificioso
Escriba lo que se
reza
De su gracia e
aspereza,
Y decir más dél no
oso.
Comparacion
Porque
como en claro dia
Pierde vista la
lechuza,
Tal, muy alto Rey,
seria
Y es la sabiduria,
Que en San Juan
mejor se aguza;
Y
pues fué tan señalado,
De más laudes me
despido,
Porque es el libro
cerrado
Que San Juan ser
muy sellado
En su
Apocalipsi vido.
Romance en honra y gloria de San Francisco
Andábase
San Francisco
Por los montes
apartado,
Sobre las nubes
traspuesto,
En Dios vivo
trasformado;
Sus ojos llovian
aguas,
De lloroso y
fatigado,
De temor si le
quedaba
Por plañir algun
pecado;
Mas no eran menos
grandes
Las del segundo
nublado,
De miedo que no le
fuese
El Jüez del mundo
airado,
Y de verse tan
ausente
De Cristo su
enamorado.
La
tibieza era su muerte,
Su vida fundar su
estado
En tan alta
perficion,
Que no tiene mayor
grado;
De flamas de
caridad
De contino fué
abrasado,
Y de pobres y
leprosos
Derretido y
sojuzgado.
Usaba
de duras peñas
Por blanda cama y
estrado;
Ayunar sin comer
nada
Era su mejor
bocado;
Sospiros sonables,
tristes,
Su canto más
acordado;
[p. 351] De espinas y duras guijas
No le defendió
calzado;
Sayal áspero vestia
Junto al cuerpo
remendado.
Su oratorio fué el sereno,
El hielo más
destemplado,
Y sumirse por la
nieve
Desnudo y
apasionado;
Érale oro potable
Su llorar
demasiado,
Por castigar los
placeres
Del vano tiempo
pasado.
Silencio
fué su lenguaje,
Y los yermos su
poblado;
Estregaba en los
zarzales
Su cuerpo muy
delicado
Por tener dentro en
la carne
Espíritu libertado.
Estas
cosas te trajeron,
Padre
bienaventurado,
A que los coros del
Cielo
Siempre andaban a
tu lado,
Hecho sol tu
entendimiento,
De devoto y
alumbrado.
Tu
cuerpo fué relicario,
En fragua de amor
labrado
De mano del Rey del
Cielo,
Que cruz viva te ha
tornado,
Y de su vida muy
alta
Sobrenatural
traslado;
En ti relumbran sus
llagas,
En pies, manos y
costado,
No con menos
hermosura
Que luce el Cielo
estrellado.
La
lanzada que ya muerto
No sintió
crucificado,
Tú, su alférez, la
sentiste,
De su mano
traspasado;
Deste misterio
quedaste
Sucesor deificado,
De su vida y de su
muerte,
Sobre cuantos ha
criado;
¿Quién dirá la
hermosura
Que ha tu alma
cobrado,
Si tu cuerpo, que
es envés,
De tal gloria fué
dotado?
[p. 352] Coplas en gloria de Nuestra Señora, Reina del Cielo
Reina
del Cielo,
Del Mundo señora,
Sey mi valedora;
Del Sol revestida,
De estrellas
cercada,
De Luna crescida,
Chapines calzada,
En la eterna vida
Estás laureada,
Noble emperadora.
Si
el mar Oceáno
Fuese la tinta,
Y el Sol escribano
Que el verano
pinta,
No puede ni mano
De pluma distinta
Loarte, Señora.
El
que te puede
Loar de contino,
Del Padre procede
Y en tu vientre
vino,
Porque te quede
Por nombre más
digno,
De paz inventora.
E
la Trinidad,
Tu parienta grande,
Mandó a su ciudad
Que por ti se
mande,
Y tras tu beldad
Que el Cielo se
ande
Todo tiempo y hora.
Tú
tienes la llave
De su gran
potencia,
¡Oh vena suave
De toda clemencia!
Y en ti solo cabe
Por suma excelencia
No ser pecadora.
Afloja
la cuerda
Del arco occidente,
Porque no se pierda
Del mal pestilente
La gente que espera
Salud excelente
Por ti cada hora.
La
divina esencia
Por ti da mil
vidas,
Y muda sentencia
De almas perdidas,
Y en los abismos
De nuevas oidas
Su pena mejora.
Por
siervos los tienes
Los ángeles, dama,
Y todos los bienes
Ser tuyos es fama,
Y con ellos vienes
A ver quién te
llama,
Volando a deshora.
Si
duermo o si velo
Tú eres mi muro,
Pues Mar, Tierra y
Cielo
Son tuyos de juro;
La vida no es pelo
Si no hay tu
seguro,
Rëal defensora.
A
ti en sus tristuras
El mundo se arrima,
De las criaturas
Remedio y la prima,
Y quédase a escuras
Quien mas no te
estima,
Diestra guiadora.
¡Oh
sola esperanza
De cuanto se
espera,
Amor sin mudanza,
Que nunca se
altera!
Por ti ya se
alcanza
La luz verdadera,
Muy alumbradora.
No
siento querella
Que Dios de mí
tenga,
Que por ti,
doncella,
Perdon no me
venga,
[p. 353] Ni Cielo ni Tierra
Que no se mantenga
Del bien que en ti
mora.
No
hay pena que mida
El dolor tan
triste,
Que tú, mi gran
vida,
En ti recebiste,
Cuando en la cruz
Defunto lo viste
El Rey que se
adora.
Allí
te abrazaste
Con aquel madero,
Al cual adoraste
Tú sola primero,
Y sola guardaste
Su fe por entero
Sin ser torcedora.
Allí
te vestias
Con el Sol de luto,
Y nunca tenias
Tu gran lloro
enjuto;
Mas algo sofrias
Por ver el gran
fruto
Que la cruz
trasflora.
Por
este misterio
Te ruego, Princesa,
Que des refrigerio
A mi alma presa
En tu alto imperio,
Do tu fe mas pesa
Que cuanto allá
mora.
Si
se nos indina
El rey de la
lumbre,
Tu gesto lo inclina
A gran mansedumbre,
Y de su luz trina
Nos da certidumbre,
Por ti fiadora.
Tú
eres crismera
De bálsamo tal,
Que dentro y
defuera
Destruyes el mal,
Y eres la cera
Do más que cristal
Dios luce y se
adora.
Fin
¡Oh
fuente de fuentes,
Sellada! Tú manas
Diluvios
crescientes
De fe con que sanas
Las almas
dolientes,
Y al fin tú las
ganas
Por su guiadora.
In nativitate Christi
—Si
dormis, esposo,
De mí mas amado?
—No; que de
tu gloria
Estó desvelado.
JOSEF
¿Quién
puede dormir,
Oh reina del Cielo,
Viendo ya venir
Angeles en vuelo
¡Ay! a te servir,
Tendidos por suelo?
Porque sola eres
Del Cielo traslado.
¿Si dormis esposo?
Yo
no dormiria
En este momento,
Porque, esposa mia,
Tengo sentimiento
Que viene ya el dia
Del gran nacimiento
Del rey que
sostiene
Tu vientre sagrado.
Tú
tienes, Señora,
Tan linda la
cara,
[p. 354] Que el Sol por agora
No se te compara,
E a Dios enamora
Tu gloria tan
clara,
Que tus
resplandores
Me tienen. turbado.
Tu
gran refulgencia
No hay Sol que la
mida,
Ni de tu presencia
Quien se te
despida,
Porque tu
excelencia,
Señora, convida
A que Cielo y
Tierra
Te sirvan de grado.
¿Qué habedes
sentido
En noche tan fria?
Señora, sonido
De dulce armonia
Y el aire vestido
De tan claro dia,
Que de los abismos
Se han alumbrado.
MARIA
A
mi parescer,
Esposo leal,
Ya quiere nascer
El rey eternal;
Así debe ser,
Pues que este
portal
Claro paraiso
Se nos ha tornado.
JOSEF
Y
vos, la mi esposa,
¿En qué conoscés
Que nasce la rosa
De vos, que Dios
es?
MARIA
Esposo,
no es cosa
Que saber podés,
Si de solo Dios
No os fuese
mostrado.
AUCTOR
Hablaban
en esto,
Y nasció el
infante,
Más claro, más
presto
Que sol radiante;
Bien muestra su
gesto
Ser solo bastante
Para ser el mundo
Por él remediado.
MARIA
El
gozo e lindeza
Tan grande que
siento,
Y la ligereza
Con mi nuevo
aliento,
Me dicen que es
cerca
Ya su nascimiento,
De todos los siglos
Muy mas deseado.
AUCTOR
Así que nascido,
Estaba, de espanto,
En tierra caido
El esposo santo;
Y más cuando vido
Alzar dulce canto
A las hierarquías
En son concertado.
MARIA
Jesú
¡qué desmayos,
Esposo fiel!
Catad que esos
rayos
Del Niño doncel
No son sino ensayos
De la gloria dél,
De la cual serés
Despues informado.
AUCTOR
Nascido
el infante
Que el Cielo
rescata,
[p. 355] Más que diamante
Ni sol ni que
plata,
Con fe muy
constante
Su madre lo trata,
Puesto en un
pesebre
Medio derrocado.
Con
tal fe lo acata,
En el heno estante,
Que se le relata
El ser el gigante
Que a la muerte
mata,
E aun será
adelante
Abridor del Cielo,
Que cerró el
pecado.
Sirvan
los mortales
Al infante, y
sigan,
Pues dos animales
Le adoran y
abrigan,
Por cuyos pañales
Ya se nos mitigan
Los grandes furores
De su padre airado.
¡Oh
que alumbramientos,
Señora, te rigen!
¡Oh que
pensamientos
De ser madre e
virgen!
Y si frios vientos,
Mi reina, te
afligen,
Con estos alientos
Te habrás
consolado.
Así
quien desdeña
Nuestras
presunciones,
Al frio sin pena
Ni consolaciones,
E así nos enseña
Con tales lecciones
Que el que menos
tiene
Es mejor librado.
Su
voz la primera
Fué lamentacion,
Porque se le espera
Por mi salvacion
La cruz lastimera
De cruda pasion,
Segun que de
tiempos
Fué profetizado.
La
madre lo acalla
Con leche del
Cielo,
Con la cual se
halla
El niño novelo
Para la batalla
Que le da recelo,
Alegre y contento
Y muy esforzado.
La
tu deidad,
Mi hijo, te vala;
Que mi pobredad
No tiene otra sala
Para tu beldad,
Ni buena ni mala,
Sino diversorio
Abierto y
helado.
Coplas del Nascimiento, que hizo por mandado de la
marquesa de Moya
¿Quién os ha
mal enojado
Mi buen amor?
¿Quién os ha mal enojado?
¿Quién te ha, niño,
tornado
Eterno Dios?
¿Quién te ha, niño,
tornado?
Por
tu sola caridad
Recebiste
humanidad,
Y toda tu dëidad
Se encerró
En sagrario muy
sellado.
E
el noble niño tierno,
Engerido en verbo
eterno,
En la yema del
invierno
Nos nasció,
De la Virgen
engendrado.
Sin
mudar Dios dëidad
Ni la Virgen su
beldad,
[p. 356] La cara de majestad
Que tomó
Hizo firme nuestro
estado.
¡Oh reina de mil
primores,
Corona de
emperadores,
De diciembre tantas
flores,
¿Quién las dió,
Sino tú, Virgen
sagrada?
Cata,
alma, que te inclines
Al dulzor destos
maitines,
Que en ellos de
serafines
Mereció
Este parto ser
cerrado.
¡Oh
parida sin partera!
Quien te viera no
muriera,
Cuando sol que
reverbera
Paresció
Tu gesto deificado.
No
hay lengua que decir pueda
Cuál la madre
Virgen queda,
Ni por cuál linda
vereda
Lo parió
Tan hermoso y
delicado.
Esta
madre sin fatiga
Entre sus pechos lo
abriga,
Y a la cruz se nos
obliga,
Pues lloró
De frio tan
destemplado.
Desta
parida sin cama,
Más limpia que flor
en rama,
Voló presto al
Cielo fama,
Y envió
Nueve coros a su
estrado.
Cuya
corte en legiones
¡Oh reina! con
dulces sones
Acatando tus
facciones,
Recibió
Paraiso aventajado.
E
adoraron luego al niño,
Claro, blanco mas
que armiño,
Mirando con cuanto
aliño
Lo envolvió
La doncella de buen
grado.
Mas
destos embajadores
Vánsele y vienen
colores
A la Virgen, flor
de flores,
Cuando vió
Serafines a su
lado.
Y
vos, ilustre Marquesa,
Contemplad esta
princesa,
Y al niño cómo la
besa,
Y se vió
De sus pechos muy
trabado.
La
madre, que conoscia
Su eternal
sabiduria,
Adorando lo
envolvia,
Y temió
Con semblante
mesurado.
Aunque
era, Virgen preciosa,
Al rey tu leche
sabrosa,
De mirarte tan
hermosa,
La dejó,
De tu beldad
espantado.
Mas
yo, Reina, tambien siento
Que su claro
acatamiento
Del muy grande
alumbramiento
Levantó
Tus sentidos de su
estado.
¡Oh
que extremos se juntaban
Cuando tus ojos
miraban
Los de Dios como
lloraban
Y calló,
Con la tela
consolado!
¿Cuál razon sufre tal lloro,
Paraíso y gran
tesoro?
¡Que heno vistas
por oro,
Siendo Dios
Inmenso, no
limitado!
¿Qué
fuerza te puse en esto,
Infante de claro
gesto,
Que en pesebre
estés tu puesto,
Porque yo
Me sirva de tu
reinado?
Ya
por cierto desta vez,
¡Oh cordero, gran
jüez!
Tu padre por tu
niñez
Proveyó
De socorro mi
pecado.
¡Oh
bendito sea el suelo
De mas dignidad que
el Cielo!
Porque en ti
pobreza y hielo
[p. 357] Padesció
Nuestro rey tan
deseado.
Rey de tronos, rey
de sillas,
Grandes son tus
maravillas;
Mas mayor es que te
humillas
Al rigor
Del pesebre
derrocado.
Los
regalos y la cuna
Del que hizo Sol y
Luna
Fué pesebre, que
fortuna
Le faltó,
Como fué
profetizado.
La
soberbia se me quiebre,
Y mi corazon
celebre
La humildad deste
pesebre,
Que tomó
Dios eterno por
estrado.
¡Oh
príncipe nazareno!
¿Qué sientes de tal
sereno,
Y desta ropa de
heno
Que te dió
Nuestro criminal
pecado?
Esta
muy pobre librea,
De que tu madre te
arrea,
No hay
cristiano que no crea
Que vistió
Nuestras almas de
brocado.
¡Quien
pudiera ser tu escudo,
Precioso infante
desnudo,
En aquel frio tan
crudo
Que extremó
Tu cuerpo tan
delicado!
Saliendo
de las entrañas
Virginales muy
extrañas,
De dos bestias
por compañas
Se preció
Este rey más
acabado,
De
los cuales racionales,
Al modo de
animales,
Con gestos
reverenciales
Se adoró
El santo Verbo
encarnado.
Con su huelgo
escalentaban
El diversorio do
estaban,
E del pasto que les
daban
Se abrigó
El portal
desentoldado.
Sin saber
filosofia,
Latin ni sabiduria,
Abrigaban a porfia
Al que crió
Cuanto vemos hoy
criado.
Hazme,
hazme de tal grey,
Dios eterno, sumo
rey,
Pues de sayo
aqueste buey
Te valió,
De verte
necesitado.
¡Oh
dolor de grande aprieto,
Niño claro e Dios
secreto!
¡Que sea el asno
discreto,
E no yo,
En servirte de buen
grado!
Fin
Pongas, niño, en
tus pañales
Mis deseos
temporales,
Y saldrán
celestiales,
Pues cayó
La mi firmeza y
estado.
Fin y oracion por la señora
Duquesa
Dios, tu trono
siempre oya
A la marquesa de
Moya,
Pues tu Padre acá
por joya
Se nos dió
De remedio mas
probado.
[p. 358]
Romance del nascimiento de nuestro Salvador
Ya
son vivos nuestros tiempos
Y muertos nuestros
temores;
De otro sol se
sirve el mundo,
La luna de otros
colores;
De la noche hacen
dia
Los cielos con
resplandores;
Despierte el seso
turbado
Con tan divinas
labores;
Que nascida es ya
en Betleem
La luz de los
pecadores
Para reparar la
culpa
De nuestros
antecesores.
Este
es el Rey de los reyes
Y Señor de los
señores,
Concebido como flor
Y nacido sin
dolores;
De dentro consiste
Dios,
Sin tener
superiores,
De fuera padesce
frio
De muy ásperos
rigores;
Fueron de su
nascimiento
Angeles
albriciadores;
Do servian
serafines
De muy suaves
cantores;
Diciendo:
Gloria in excelsis,
Con tiples y con
tenores;
Mas oid las
contrabajas
De armonía no
menores;
Que el Príncipe por
quien cantan
Lloró con bajos
clamores.
Por ensayarse en el
heno
A otros plantos
mayores,
Con los cuales dió
su alma
En la cruz por mis
errores.
Vestido
de alegres luces
Un ángel de los
mejores,
Revelando este
misterio,
Esto dijo a los
pastores:
«La Virgen, llave
del cielo,
Corona de
emperadores,
Hoy es parida de un
hijo
[p. 359] Más hermoso que las flores,
Excelente más que
el cielo,
Más que todos sus
primores;
Los reyes le son
captivos,
Los ángeles
servidores;
Las estrellas todas
cuenta
Sin arte de
contadores;
El mundo soporta
entero
Sin segundos
valedores;
En todas sus partes
mora
Sin verlo los
moradores;
Con todas las cosas
cumple
Por cien mil
gobernadores;
Mas de tanta
majestad
No cures de haber
pavores,
Que todo es vena de
vida
Y cordero sin
furores.
Id
a Betleem de Judea,
Como diestros
corredores,
Y serés deste
tesoro
Los primeros
inventores
Y verésle envuelto
en paños,
No en brocados
cobertores;
Su madre lo está
adorando
Cubierta de
resplandores,
Y de verlo Dios y
hombre
Vánsele y vienen
colores.»
Los
pastores desta nueva
No fueron
despreciadores.
A Betleem van, y lo
hallan
Sin ricos
aparadores,
Sin brasero, sin
cortinas,
Sin duques por
servidores,
Sin bastón e sin
corona
De labor de
esmaltadores,
Sin estoque, sin
celada,
Sin grandes
embajadores;
Mas hállanlo
fajadito,
Encogido de
temblores;
Un pesebre era su
trono,
Dos bestias sus
valedores;
Heno se viste por
oro,
No ropa de
brosladores;
Un portal son sus
posadas,
No labrado de
pintores,
Común a los cuatro
vientos
[p. 360] Y a todos los labradores.
¡Oh Dios mio, quien
te viera
En tan bajos
desfavores!
Adoran
luego al Niño
Con reverendos
honores,
Espantados de su
Madre,
Mas sábia que los
doctores,
Que daba lecbe al
Infante
Con ojos
contempladores.
¡Oh flaca
naturaleza,
Qué buen par de
intercesores
Te puso Dios en el
mundo
Para que en el
Cielo mores!
Pues buen tiempo
es ya, mi alma,
Que lo sirvas y lo
adores;
Que tú, Virgen pia
y Madre,
Por el
Montesino implores
Fray
Ambrosio, de la orden
Muy tuya de los
Menores.
Romance heroico sobre la muerte del príncipe de Portugal
Hablando
estaba la Reina
En cosas de bien
notar
Con la infanta de
Castilla,
Princesa de
Portugal.
A grandes voces
oyeron
Un caballero
llorar,
Su ropa hecha
pedazos,
Sin dejarse de
mesar;
Diciendo: «Nuevas
os traigo
Para mil vidas
matar;
No son de reinos
extraños;
De aquí son, deste
lugar.
Desgreñad vuestros
cabellos;
Collares ricos
dejad;
Derribad vuestras
coronas,
Y de jerga os
enlutad;
Por pedrería y
brocado
Vestid disforme
sayal;
Despedíos de vida
alegre,
Con la muerte os
remediad.»
Entrambas a dos
dijeron
Con dolor muy
cordïal,
Con semblante de
mortales,
Bien con voz para
espirar:
[p. 361] Acabadnos, caballero,
De hablar y de
matar.
Decid, ¿qué nuevas
son estas
De tan triste
lamentar?
¿Los grandes reyes
d'España
Son vivos, o váles
mal,
Que tienen cerco en
Granada
Con triunfo
imperial?
¿A qué causa dais
los gritos,
Que al cielo
quieren llegar?
Hablad, ya que nos
morimos
Sin podernos
remediar.—
Sabed, dijo el
caballero,
Muy ronco de voces
dar,
Que fortuna os es
contraria
Con maldita
crueldad,
Y el peligro de su
rueda
Por vos hobo de
pasar.
Yo lloro porque se
muere
Vuestro príncipe
rëal,
Aquel solo que
pariste,
Reina de dolor sin
par,
Y el que mereció
con vos,
Real Princesa,
casar,
De los príncipes
del mundo
El mayor, el mas
igual,
Esforzado, lindo,
cuerdo,
Y el que más os
pudo amar;
Que cayó de un mal
caballo,
Corriendo en un
arenal,
Do yace casi
difunto
Sin remedio de
sanar.
Si lo querés ver
morir,
Andad, señoras,
andad;
Que ya ni vee ni
oye,
Ni menos puede
hablar;
Sospira por vos,
Princesa,
Por señas de
lastimar;
Con la candela en
la mano,
No os ha podido
olvidar;
Con él está el Rey,
su padre,
Que quiere
desesperar.
Dios os consuele,
señoras,
Si es posible
conhortar;
Que el remedio
destos males
Es a la muerte
llamar.
[p. 362] Coplas al destierro de nuestro Señor para Egipto
A la
puerta está Pelayo
y llora.
Desterrado parte el Niño,
Y llora.
Díjole su Madre así,
Y llora:
Callad, mi Señor, agora.
Oid
llantos de amargura,
Pobreza temor
tristura,
Aguas,
vientos, noche escura,
Con que va nuestra
Señora,
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
El
destierro que sofris
Es la llave
con que abris
Al mundo que
redimis,
La ciudad en que
Dios mora
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
No
puede quedar en esto;
Morirés, y no
tan presto;
Mas la cruz do
serás puesto
Me traspasa. desde
agora,
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
Callad
vos, mi luz e aviso,
Pues que vuestro
Padre quiso
Que seais del
paraíso
Flor que nunca se
desflora,
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
Esas
lágrimas corrientes
Que llorais tan
excelentes,
Son baptismo de las
gentes,
Que su partido
mejora,
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
¡Oh
gran Rey de mis entrañas,
Cómo is por las
montañas,
Huyendo a tierras
extrañas
De la mano
matadora!
Y llora;
Callad, mi Señor, agora.
Este
frio no os fatigue,
Ni Herodes, que os
persigue,
Por el gran bien
que se sigue
Desta vida
penadora.
Y llora
Callad mi Señor, agora
Por
la ira erodiana
Que sofris, Hijo,
de gana
Dais la gloria
soberana
Al que tal
destierro adora.
Y llora
Callad, mi Señor, agora.
Vos
tomais este viaje
Por guardar el
homenaje
Que hecistes al
linaje
De la gente
pecadora,
Y llora;
Callad, mi Señor,
agora.
Con
su Hijo va huyendo,
Ya cansado, ya
temiendo,
Ya temblando, ya
corriendo
Tras la fe, su
guiadora,
Y llora;
Callad, mi Señor,
agora.
Llora
el Niño del hostigo,
Del agua y del
desabrigo
Con la Madre, que
es testigo,
Nuestra luz
alumbradora,
Y llora;
Callad, mi Señor,
agora.
¡Oh
cuáles van caminando,
Temiendo y atrás
mirando
Si los iba ya
alcanzando
La gente
perseguidora!
Y llora;
Callad, mi Señor,
agora.
[p. 363] A la Virgen sin mancilla
La verde palma
se humilla,
En señal de
maravilla,
Que es del Cielo
emperadora,
Y llora;
Callad, mi Señor; agora.
Estando
el Niño en sus brazos,
Fajadillo de
retazos,
Se hicieron mil
pedazos
Los ídolos a
deshora,
Callad, mi Señor,
agora
.
Fin
¡Oh si
supieses, Egito,
Cuánto ya eres
bendito
Por el tesoro
infinito
Que hoy en tí
se atesora!
Y
llora;
Callad, mi Señor,
agora. Y
llora;
Coplas de la hora en que nuestro Redentor expiró en la Cruz
Ya cantan los
gallos,
Buen amor, y véte;
Cata que amanece.
El
Rey de la gloria
Ya se muere, y
llama,
En la cruz por
cama.
A
Dios da querellas
Tan ronco y
llorando,
Y la Virgen dellas
Casi está
expirando.
¡Oh Dios mio, y
cuándo
El que mas te ama
Tendrá cruz por
cama!
En
ñudoso tronco
De ganchos agudos,
Con un canto ronco
De tormentos
crudos,
Con brazos desnudos
A su Padre llama
En la cruz por
cama.
El
Padre no cura
De le dar
respuesta,
Mas con muerte dura
Luego le requesta.
¡Oh riqueza presta
Para quien te
llama!
¿Quién te dió tal
cama?
Cuya
voz tan triste,
Llena de
querellas,
De tinieblas viste
La luna y
estrellas,
Y el maestro dellas
Su sangre derrama
En la cruz por
cama.
Vistos
sus desmayos
Del dolor de
espinas,
Cubrió el sol sus
rayos
Con negras cortinas
Dios, ¿por qué te
inclinas
A tan baja fama,
Que es la cruz por
cama?
Del
dolor tan puro
En que agora andas,
Yo triste só el
duro,
Y las piedras
blandas.
Dios, que el Cielo
mandas,
Oye a quien te
llama
Por tu triste cama.
Rey
de las naciones,
Gloria de batallas,
Entre dos ladrones
Vencido te hallas.
Del dolor que
callas
Ha volado fama
A la mar que brama.
Cual
dama de amores,
Oh rëal persona,
De cardos por
flores
Te puso en corona.
Amor me aprisiona,
Que a vosotros ama,
Y me da tal cama.
[p. 364] ¡Oh venas corrientes
De sangre tan viva,
Que sanais tas
gentes
De la muerte
altiva!
Librad de captiva
Mi vida, que os
llama,
Puesto en cruz por
cama.
A
la hora nona
De verlo defunto
Nuestra gran Señora
Muere y vive junto,
Y en el triste
punto
Al sol fué la fama,
Y luz no derrama.
Del
costado abierto
Dolor que atormenta
Y de lo ver muerto
La Virgen lamenta.
Puesta está en
afrenta,
Porque mas lo ama,
Llorando su cama.
Alto
Rey del Cielo,
De los siglos arte,
En el templo el
velo
De dolor se parte.
Para contemplarte,
Tú, Señor, me
inflama
En tu dura cama.
La
Reina divina,
Madre del finado,
De ver tanta espina
En su
enamorado,
Cayó de su estado
So la verde rama,
Que es la cruz por
cama.
El
dolor la mata
Y el amor la aviva,
Y al Padre relata
Su pena pasiva,
Y muy pensativa,
Se le queja y llama
Al pie de la cama.
Por
el dulce fruto
Del vientre sagrado
Puso el cielo luto
De su propio grado.
¡Qué dolor doblado
En tí se derrama,
Oh preciosa dama!
Reina
de alto vuelo,
¡Oh mar de
virtudes!
Al verte en el
Cielo
Mil sentidos mudes,
Y a morir de flama
En la cruz por
cama.
Las
piedras digádes
Que solés ser
duras,
Cobraste blanduras;
Por qué a sus
tristuras
Nuestro Dios nos
llama
En la cruz por
cama.
Vosotras
las gentes
Sois las duras,
cierto,
Que no parais
mientes
Por vos Dios ser
muerto;
Su costado abierto
Nos quebranta e
llama
A sentir su cama.
Fin
Nosotras
las piedras
Os damos ejemplo,
¡Oh almas
protervas,
Duras en tal
tiempo!
Que el Rey vuestro
y templo
De tal son os ama,
Que es la cruz su
cama.
[p. 365] Coplas de los Reyes orientales
¿De
quien tomais lengua,
Reyes de Oriente?
Del rey excelente
Que en buen punto
venga.
Vimos
una estrella
Clara y
relumbrante,
Y en el medio della
Un divino infante,
En brazos estante
De dama excelente,
Con cruz en la
frente
De luz radïante.
Su
voz nos decía:
«¡Oh reyes de
Arabia,
De Virgen muy sábia
Dios nació este
dia;
Tomad, pues, la
via,
Y sin resistencia,
Para su presencia,
Que yo só la guia.
Habed
alegria
Con fe verdadera;
Que este rey me
envia
A seros bandera,
Que no hay quien
mas quiera
Salvar vuestra
gente;
Llevadle presente,
Que pobre os
espera.»
Seguimos
la via
De Hierusalem,
Mas la profecía
Nos puso en
Betleem,
Porque allí nos
den.
Fe, luz, gracia y
tino
Del Verbo divino
Que es el sumo
bien.
Y cuando llegamos
La madre envolvia
Al rey, que
adoramos,
Que en brazos
tenia.
¡Oh Virgen Maria,
Qué nuevo hospedaje
No menos en traje
Que en sabiduría!
Y
luego la estrella,
Mayor que una
rueda,
Sobre la doncella
Se vino a estar
queda;
No hay oro ni seda
Ni luna cresciente
Que, reina
prudente,
Medir te se pueda.
La
madre ha temores
Y toda se altera,
Pensó que era
Herodes
La gente
extranjera;
Fué tan lastimera
Esta turbacion,
Que su corazon
La mostró defuera.
Segun
los sonidos
De los dromedarios,
Pensó ser venidos
Allí los
contrarios;
¡Oh flor de
rosarios,
Oh mi vida entera,
Quien sanar pudiera
Tus miedos
plenarios!
A
sus pechos junta
Su gracioso
infante,
Y teme y pregunta
Al mas
circunstante:
«¿Quién os fué
causante
Aquí esta venida,
Que estoy muy
perdida
De veros delante?
La
coeli fenestra
Dijo con temblores:
«La venida vuestra
¿Por quién es,
señores?
Que vuestros
clamores
[p. 366] Me ponen tal miedo,
Que sanar no puedo
Si sois ofensores.»
¡Oh
reina, muy llena
De mil
perfecciones,
No recibais pena,
Temor ni pasiones,
Porque estos
varones
Que con vos estamos
Al niño adoramos,
Trayéndole dones.
De
mirra y encienso
Y de oro muy fino,
Porque es Dios
inmenso,
Que a salvarnos
vino,
Al cual por mas
dino
Rey de Tierra y
Cielo,
Rodillas por suelo
Honramos contino.
De
Persia partimos,
De en par de
Etiópia,
E a darle venimos
Tesoros en copia;
¡Oh Vírgen muy
propia!
¡Oh muy clara
aurora!
Tomadlos agora
Para vuestra
inópia.
Y
no se os olvide
El significado:
Que el oro se mide
Con su gran
reinado;
Encienso le es dado
Por Dios eternal;
La mirra en señal
De crucificado.
No
somos adversos
Ni herodïanos,
Mas reyes diversos
Y buenos
cristianos,
Que ya en vuestras
manos
Cierto prometemos
Que predicaremos
La fe a los
paganos.
Es
el diversorio
De pobre labor,
Mayor consistorio
Que de emperador,
Porque solo amor
De fuego crescido
Os ha retraido
A tal disfavor.
Ese
cinteruelo
De que está ceñido
El pobre mozuelo,
Del heno vestido,
Es de nos habido
Por mejor brocado
Que el Cielo
estrellado
Más esclarecido;
Porque
contemplamos,
Segun fe y verdad,
Que este que
adoramos
En tal pobredad,
Que en su deïdad
No tiene mudanza,
Mas por él se
alcanza
La felicidad.
Bien
lo representa
Su gran hermosura,
Que de luz sustenta
Al Sol su figura,
Que no hay criatura
Que una vez lo vea,
Que luego no crea
Que es gloria
segura.
¿Quién
te trajo, rey de Gloria,
Por este valle tan
triste?
—¡Ay, hombre!
Tú me trajiste.
Bien
de todos nuestros bienes,
De eterna gloria
Señor,
¿Quién te trajo
como vienes
A este valle de
dolor,
De los Cielos
hacedor?
¿Cómo ser hecho
quisiste?
Siendo Dios, ¿cómo
naciste?
—Siendo
Dios, ser Dios y hombre
Quise yo, y púdelo
ser,
Recibiendo forma y
nombre
Que no solía tener.
Por morir quise
nascer;
Que a mi muerte
causa diste
Cuando la vida
perdiste.
—Poder
de todos poderes,
Pues nos puedes
redimir
Sin que mueras,
¿por qué quieres
Por redimirnos
morir?
Pues salvarnos sin
venir
Desde tu trono
podiste,
Dí, Señor, ¿cómo
veniste?
—Perdiste
tanto en perderte
Por la culpa
cometida,
Que no muriera tu
muerte
Si no muriera mi
vida;
La causa de mi
venida,
En que el remedio
consiste,
Es morir, pues no
muriste.
—Hombre
Dios, sin hombre padre,
Luz de luz, Verbo
engendrado,
Dios que de humana
madre
Procediste
humanado,
Por ti sea
trasladado
El hombre que
redemiste,
Al Cielo de do
veniste.
Lo
que fuiste siempre siendo,
Lo que no era
tomaste,
De mujer virgen
naciendo,
Hombre Dios siempre
quedaste;
Nuestra vida
reparaste,
Nuestra muerte
destruiste,
¡Gloria a ti, que
tal hiciste!
¿Quién
te trajo, Rey, sino
La eternal
sabiduría?
La noche antes que
partió,
Esta señal nos dejó
Del amor que nos
tenia.