Obra docta y devota sobre la salutación angélica
(atribuida a Hernando de Talavera)
[1]
Invocación
a la Virgen
¡Oh suma de
nuestros bienes
Y de todos nuestros
males
Fin y quito!
¡Oh Virgen, que,
virgen, tienes
Apretado ya en
pañales
A tu Hijo, Dios
chiquito!
¡Oh nuestra torre
más alta,
Donde la
gracia y verdad
Nunca mangua!
Pues sabeis cuánto
me falta,
Vos, Señora, me la
dad,
Con que os alabe mi
lengua,
Ave
¡Oh desculpa
original,
Donde la gracia se
estrena!
Dios te salve;
Pues te hizo toda
tal,
Tan del todo toda
buena,
Que ningun mal no
te malve.
Dios te salve; de
dolor
Nunca cubra el
rostro tuyo
Triste velo;
El divino
resplandor
A ti hizo centro
suyo
Para mirar dende el
cielo.
María
¡Oh mar amarga,
salada,
Cuya sal saló la
carne
Corrompida,
Cuya mirra aheleada
No sufre que se
descarne
La carne
convalescida!
¡Oh mar, nunca
peligrosa
Sino a quien no se
te acerca,
De cobarde!
¡Oh medicina
famosa,
La salud del que te
merca
No puede ser que se
tarde!
[p. 369]
Gratia
Que tus gracias y
donaires
Sanan la rabia muy
fiera
Del pecado,
Con aquellos
frescos aires
Que corren por tu
ribera
Y reposan en tu
vado.
Lustre de las
gracias todas
Es el sonido
jocundo
De tu voz,
Que contrajo tales
bodas,
Que te dan
lugar segundo
En el palacio de
Dios.
Plena
Donde pariste sin
pena,
Sin dolor y sin
presura,
Mal ni daño;
Porque fuiste,
Virgen, llena,
Recibiéndolo natura
Por injuria y por
engaño;
Llena de la
inmensidad
De aquel Dios
inmensurable,
Dios de Dios;
Llena de sonoridad
Del Verbo eterno
inefable,
De quien fué san
Juan la voz.
Dominus
Aquel Señor que
David
Ser su Señor
confesó,
No de sí;
Por el cual venció
la lid,
Por el cual solo
reinó,
Por él solo, y no
por sí;
Señor que hace
escoria
Los consejos de las
gentes
Cuando exceden;
Aquel gran Rey de
la gloria,
Contra quien los
más potentes
Menos pudieron
y pueden.
Tecum
Porque solo amor le
doma,
Con esta dulce
porfía
Llama á tí:
Vén ya, vén, la mi
paloma;
Vén ya, vén, amiga
mía;
Vén ya, vén,
hermana, a mí;
Vén ya, vén, fuente
sellada;
Vén ya, vén, huerta
ceñida;
Vén ya, vén;
Vén ya, vén, Virgen
preñada;
Vén ya, ven, Virgen
parida,
Reina de
Hierusalem.
Benedicta
Siempre bendita del
Padre,
Siempre del divino
Amor
Muy querida;
Del Hijo para su
Madre
Por la mayor y
mejor
Ab
aeterno prevenida;
Todas las
generaciones
Siempre
bienaventurada
Te dirán;
Que de los divinos
dones
Ni sube ni sobra
nada
Sobre a los que a
ti se dan.
Tu
Tú la fuerza y la
virtud,
Tú la virtud y la
gracia
De la ley;
Tú la vida y la
salud,
Tú la sala do se
espacia
La gran majestad
del Rey;
Tú le tienes, tú le
das
A quien quieres y
te place,
Sin cohecho.
Pues ¿qué quieres,
Virgen, más,
Que quien servicio
te hace,
A Dios piensa que
le ha hecho?
In mulieribus
¡Oh gloria de las
mujeres!
Ya por tí el
Cerbero triste
No les ladre;
Porque tú la Virgen
eres,
[p. 370] Virgen después que pariste
Hombre y Dios, tu
Hijo y Padre.
¡Oh mujer toda
perfeta!
¿Cómo abarcará mi
voz
Tu renombre?
Que es verdad,
aunque secreta,
Que heciste al
hombre Dios,
Y a Dios
heciste hombre.
Et benedictus
Glorificado y
bendito,
Alabado y ensalzado
Siempre sea
Nuestro gran Ser
infinito,
De tus manos
abarcado,
Vestido de tu
librea.
El cielo y toda su
corte
Gracias y gloria le
dén
Sin medida
A este divino
norte,
En el cual solo se
ven
Las horas de
nuestra vida.
Ventris
¡Oh tierra nunca
maldita,
Vientre
bienaventurado
De María!
Por quien tanto mal
se quita,
Por quien tanto
bien se ha dado
A quien tanto mal
tenía.
Vos sois vientre
consagrado,
La tierra de
promisión.
De Israel,
La que mana de su
grado
Por divina
bendición
Blanca leche y
dulce miel.
Tui
¡Oh Virgen! tuya es
la caja
Donde Dios dobló
los velos
De su rima:
El licor de tu
almarraja
Llenos tiene ya los
cielos,
Y aun rebosa por
encima.
Secretos del
vientre tuyo,
Al serafin que más
sabe
Más se encubren;
Que dél hizo nido
suyo,
Del corto manto que
cabe,
A quien mil mundos
no cubren.
Jesus
Toda carne y
corazón
El sacro sacre Jesu
Desdenó;
Mas tu limpia
Concepción
Al primero Huco Hu
Por las pihuelas le
asió.
Con gran gana se
abatió,
Y se asentó sin
pereza
En tu humildad;
Porque le
engolosinó
El cebo de tu
pureza
Con olor de
suavidad.
Sancta
Santa nunca
mancillada;
Porque dende
aquella luz
De eterno día
Fuiste pieza
señalada
Para ser rico
capuz,
De que Dios se
vestiría;
El cual se vistió
de tí
(Todas las naturas
hartas
De socorros),
Con aquel tu
carmesí,
Al cual las divinas
martas
Se juntaron por
aforros.
Maria
¡Oh mar por do
navegó,
Hecho Dios
mercadería,
Y el amor,
Mercader que le
trocó,
Dejándote, cual
solía,
Por un hombre sin
favor!
¡Oh mar por donde
navegan
Los que quieren ir
al cielo!
Van sin guerra.
¡Oh mar do todos se
anegan
[p. 371] Los que toman por consuelo
Desembarcar en la
tierra!
Mater
¡Oh árbol, delante quien
La fruta más sana y
buena
Causa tos!
No demandes ya más
bien,
Pues todos a boca
llena
Te llaman Madre de
Dios;
Y aun cantan lo que
mereces
Las estrellas que
llamamos
Matutinas;
Nuestras tierras
enloqueces
Con las flores de
tus ramos,
Que llevan fratas
divinas.
Dei
El que en todo Dios
se espacia,
Y es la inmensidad
del Padre
Su escondrijo,
Te pide, Virgen de
gracia,
Que te plega ser su
Madre,
Que él desea ser tu
Hijo.
¡Oh princesa
soberara!
¿No basta que tal
riqueza
Se te entregue,
Sino que con tanta
gana
Aquella divina
Alteza
Te lo mande y te lo
ruegue?
Ora
Ruégale, pues te
rogó,
Y es tu Hijo, y
tanto privas
Ya con él;
Nuestras almas,
que formó,
Queden sanas,
queden vivas;
Después de juzgadas
dél,
No prosiga la
sentencia
Por el rigor de
justicia,
Mas pregone
Misericordia y
clemencia
Antes que nuestra
malicia
Su braveza más
encone.
Pro nobis
Por nosotros, que
ya estamos
Ahogados en
dulzores
De pecados;
Por nosotros
imploramos
No nos dejen tus
favores
Al mejor tiempo
olvidados;
Por nosotros, que
no vemos,
Porque con graves
delitos
Nos cegamos,
Que las sillas
heredemos
De los ángeles
malditos,
De que no se
contentaron.
Peccatoribus
Esclavos de mil
pecados
Nos dejó hechos
Adan
En sus lomos;
Mas ya, por ti
libertados,
Del Rey a su mesa y
pan
Mantenidos, Virgen,
somos;
Esclavos de
nuestras obras,
En que ya nos
reveemos,
Siempre malas,
Si tú, Virgen, no
nos cobras
Gracia para que
volemos
So la sombra de tus
alas.
Amen
Di, Virgen, amen,
amen;
Y pues tanto nos
amaste,
No nos dejes;
Pues que nuestro
sumo bien
Contigo nos le
acercaste,
Nunca ya te nos
alejes.
¡Oh tregua de
nuestra paz!
Manda luego
apaciguar
Mis temores;
Vaya yo donde tú
estás,
Do mejor pueda
cantar,
Amen, amen, tus
loores.