Como la impresión de este tomo se ha dilatado por varias causas más de lo que yo pensaba, he tenido tiempo para añadir algunas especies y rectificar otras en las notas adjuntas.
(1) Pág.48.
Meditando sobre el texto de San Eugenio de Toledo, que allí se cita, me parece que no es exacta la interpretación que de él suele hacerse, y que no alude a ningún género de poesía latente . Dice el Santo:
Quum Coniux, natus
vel servus peccat alumnus,
Cantica vulgus
habet, nos tamen ista latent.
(SS. Patrum Toletanorum opera, I,
66.)
El sentido de este proverbio rimado es que la persona a quien más pueden interesar las faltas de su mujer, de su hijo, de su alumno o criado, es el último que se entera de ellas, aunque el vulgo las publique en sus cantares. Es puntualmente el mismo [p. 390] pensamiento de San Jerónimo (epist. ad Sabinianum.) «Solemus mala domus nostrae scire novissimi, ac liberorum ac conjugum vitia, vicinis canentibus, ignorare. Y el mismo que en una célebre comedia española se expresa de esta suerte:
Todo Madrid lo sabía,
Todo Madrid menos
él.
(2) PÁG. 49, NOTA 2.
Refugios estampé con error en el texto del Ejemplar Poético de Juan de la Cueva, que va por nota, y refugios es la lección propuesta, aunque interrogativamente, por Milá; pero Sedano, que publicó por primera vez el Ejemplar en el tomo 8.º de su Parnaso, tuvo razón en escribir regujios, y así está en los Códices. El regujio de Juan de la Cueva debe de ser el ixuxú o relincho de los cantores asturianos y montañeses.
(3) PÁG. 52.
La leyenda de la elección de Wamba es muy anterior a Almella. Se encuentra ya en la Segunda Crónica General de 1344 (Vid. R. Menéndez Pidal, Crónicas generales de España. pág. 25).
(4) PÁG. 72.
El caso del Anseis de Cartago (imitación francesa de una leyenda castellana) no es tan aislado como creí al principio. Debe añadirse el Hernaut de Belaunde, en que hay reminiscencias de los cantares de Fernán González (Vid., pág. 231, nota), y muy probablemente el Maynete, del cual hablaré en el tomo segundo de este TRATADO.
(5) PÁG. 89.
Mi sospecha respecto al origen popular del curioso cantarcillo inserto en El villano en su rincón, de Lope de Vega, ha tenido inesperada confirmación. Uno muy semejante existe, aunque no en forma de monorrimo, en la tradición popular de la provincia de Salamanca, y sirve, como en Asturias El galán de esta villa, para acompañar una danza:
[p. 391] Las avellanitas, moro—yo te las
varearé,
Si quieres que te
las
caiga —ayúdamelas a coger.
Cáscaras no son
bellotas—peregil no es azafrán,
Cada avellanita un
cuarto—cada cuarto medio real.
Cuando estabais
sola,—Mariquita en el jardín,
Cuando estabais
sola—aguardándome a mí,
Aguardándome a
mí.
(Comunicada a D. R. Menéndez Pidal por D. Miguel de Unamuno.)
(6) PÁG. 111, NOTA 2.
Ha de añadirse que en el siglo V los poetas de la Galia Romana, región tan vecina y afín a la nuestra, hacían frecuente uso del trocaico. Perfectos y briosos octosílabos son, por ejemplo, estos del obispo de Clermont, Sidonio Apolinar, contemporáneo del rey visigodo Teodorico:
Age,
convocata pubes,
Locus, hora, mensa,
causa,
Jubet ut volumen
istud,
Quod et aure et ore
discis,
Studiis in astra
tollas!
Petrus est tibi
legendus,
In utrâque
disciplina
Satis institutus
auctor!
Celebremus, ergo,
fratres,
Pia festa
litterarum.
.............................................
Juvat ire per
corollas
Alabastra
ventilantes,
Juvat et vago
rotata
Dare fracta membra
ludo,
Simulare vel
trementes
Pede, veste, voce
Bachas!
Como se ve, están acentuados en tercera y séptima sílaba lo mismo que el octosílabo lirico provenzal o italiano.
(7) PÁG. 131, NOTA 1.
En la Revista de Aragón (marzo-junio de 1902) ha publicado íntegramente nuestro arabista D. Francisco Codera su importante estudio sobre El Supuesto Conde D. Julián. Sus conclusiones son: 1.º, que el nombrado comúnmente Conde D. Julián se [p. 392] llamaba Urbán u Olbán, o algo parecido; 2.º, Urbán u Olbán era un personaje bereber de la tribu de los Gomeras; 3.º, el nombre de Julián le fué dado hacia fines del siglo XI, siendo el primer autor en que le encontrarnos el Monje de Silos. Rechaza la enmienda de exarci por exorti que Dozy hizo en el texto del Pacense, y duda mucho de la dominación bizantina en Ceuta al tiempo de la conquista de España. Aben Jaldún dice positivamente que «Olyan era emir de los Gomera y señor o gobernador de Tánger». El moderno historiador marroquí Ahmed Anasirí Asaluí, transcribiendo antiguos textos, dice que era de la tribu de los Gomera «Olyan el cristiano, señor o rey de Ceuta y Tánger al tiempo de la entrada de Ocba ben Nafi, en el Mogreb extremo».
A primera vista parece oponerse a esto y confirmar el origen español de D. Julián, o a lo menos su condición de súbdito de los godos, el autor del Bayano Almogrib, con referencia a Isa, hijo de Mohamed, el cual, en cierto libro sobre la causa de la entrada de Táriq en Alandalus, decía que «Táriq, ualí de Tánger, nombrado por Muza, estando un día sentado a la orilla del mar, vió unos barcos que llegaban, y cuando anclaron, salieron de ellos hombres que venían en demanda de auxilio: el mayor de ellos, que se llamaba Olyan, interrogado por Táriq acerca del motivo que allí le llevaba, dijo: «Murió mi padre y se levantó con nuestro reino un patricio llamado Rodrigo, el cual me ha humillado, y habiendo llegado a mis oídos vuestro poder, vengo a ti para invitarte a entrar en Alandalus, en la que yo os serviré de guía.» Accediendo a ello Táriq, reunió hasta 12.000 bereberes, y Olyan los llevó en barcos, grupo tras grupo. Y dicen otros que la causa de esto (de la entrada de Táriq) fué que Tánger, Ceuta y Algeciras, y aquella región, estaban en poder del rey de Alandalus, casi del mismo modo que toda la costa y lo próximo a ella pertenecía a los rums (bizantinos) que la poblaban, pues los bereberes no querían habitar en las ciudades y alquerías, prefiriendo los montes y llanuras para pacer sus camellos y ganados, y los cristianos estaban en paz con ellos.
Abdeluahid de Marruecos, cuya Historia de los Almohades ha sido traducida al francés por E. Fagnan (Argel, 1893), dice que «Táryc se embarcó para Alandalus, aprovechando la ocasión que se le ofrecía, porque aquel de entre los rums (cristianos) que [p. 393] dominaba la costa de Algeciras y sus comarcas, había escrito a su rey pidiéndole en matrimonio a su hija: esto irritó al rey, que le reprendió y amenazó por su atrevimiento, y cuando llegó esto al rurní, reunió grandes ejércitos y se dirigió contra el país del rey».
Procurando concertar datos tan contradictorios, opina el señor Codera que Olbán era un bereber bizantinizado, que quizá hubiera obtenido de la corte imperial el título de patricio y la investidura de su mando, a lo cual parece que alude el Pacense llamándole nobilissimi viri Africanae regionis, pero que no era en Ceuta un mero tribuno militar o gobernador de la plaza, sino un jefe de tribu que procedía con absoluta independencia.
«¿En la historia de Urbán u Olbán (prosigue el Sr. Codera) hay algo que haya podido dar pie a que la fantasía popular tejiese la fábula de la Cava? Creo que sí. Todos los autores árabes, aun los que hacen a Olbán puramente bereber, al hablar de sus relaciones con Muza, indican el resentimiento que aquél tenía del rey de España. Aún encontramos otro indicio en la biografía de un descendiente de Olbán (Ayub, hijo de Soleimán), escrita por Aben Iyad (códice de la Academia de la Historia), en que abiertamente se hace referencia a la deslealtad de Rodrigo con la hija de Olbán... Contra esta intervención de la supuesta ofensa, puede alegarse el absoluto silencio del Pacense al hablar de Urbanus; pero es sólo un argumento negativo, que no deja de tener su explicación, ya que sólo le menciona de un modo incidental. Dado que admitamos que Olbán u Orbán es un personaje puramente bereber, ocurre la pregunta de cómo podía estar en relaciones con D. Rodrigo, hasta el punto de enviar su hija a la corte de éste.» La duda queda en pie, y el Sr. Codera se excusa modestamente de resolverla, pero hace constar la unanimidad de casi todas las versiones árabes en este punto.
Como se ve, las conclusiones del docto arabista vienen a robustecer algunas de las conjeturas que he insinuado en el texto.
(8) PÁG. 132, NOTA 2.
A las versiones árabes del cuento de la Cava, debe añadirse, por ser la más rica en poermnores fabulosos, la de la crónica [p. 394] anónima Fatho-l-Andaluçi, que en opinión del Sr. Saavedra, hubo de ser escrita hacia fines del siglo XI, reinando ya en España los almoravides. Según este relato, Bolyán, señor de Tánger y Ceuta, envió su hija a Toledo al palacio del rey Rodrigo, a quien hacía una visita todos los años por Agosto, llevándole, entre otros presentes, aves de Cetrería. Un día que Rodrigo estaba completamente embriagado, cayó su mirada sobre la hija de Julián, y tuvo comercio carnal con ella. Vuelto en su acuerdo. se arrepintió de lo que había hecho, y procuró que la joven no diese noticia a su padre. Pero ella, no pudiendo escribir, le envió entre otros regalos un huevo podrido: mensaje simbólico que en seguida entendió Julián (Fatho-l-Andaluçi. Historia de la conquista de España, dada a luz por primera vez, traducida y anotada por D. Joaquín González. Argel, 1889).
El Fatho-l-Andaluçi contiene también la sabida parábola de los halcones, que ya se encuentra en Aben Alcutiya, y que fué repetida por casi todos los cronistas musulmanes.
(9) PÁG. 137
La mala traducción de comes spathariorum, por conde de los esparteros, está ya en los códices más antiguos y genuinos de la Crónica de Alfonso el Sabio, incluso en el Escurialense y también en el de mi biblioteca.
«Et el cuende Julián era un grant fidalgo et vinie de partes de los godos et era omne muy preciado en el palacio e bien prouado en armas, et fuera parient et priuado del Rey Vitiza, et era rico e bien eredero en el castiello de Consuegra et en la tierra de los marismas.»
(10) PÁG. 141.
El dicho del Monje de Silos, cuando supone que la hija de Julián había sido prometida a Rodrigo, parece tener remota analogía con un texto árabe muy posterior (de principios del siglo XIII), la Historia de los Almohades de Abdeluahid de Marruecos, el cual en una parte consigna que «la hija del gobernador de Algeciras, cuando estaba educándose en el palacio de Toledo, [p. 395] opuso resistencia a los deseos del Rey, mientras no contrajese con ella solemne matrimonio con el consentimiento de su padre y en presencia de los príncipes, de los magnates y de los principales patricios. Rodrigo no quiso acceder a ello, y arrastrado por su pasión, la violó. En otra parte, el mismo historiador marroquí consigna una versión enteramente contraria, y al parecer aislada hasta ahora en los textos árabes, es a saber, que el rumí que gobernaba en Algeciras, pidió al Rey la mano de su hija, y que habiéndosela negado, levantó, ofendido con la repulsa, un ejército contra el Rey (Histoire des Almohades d'Abd el Wahid Maarrakushi, traduite et annotée par E. Fagnan. Argel, 1893, págs. 7 y 8).
(11) PÁG. 145, NOTA 1.
Una leyenda muy semejante a la de la penitencia de Don Rodrigo se contó de Carlomagno, según vemos en L. Gautier (Les Epopées Françaises, III, 784). Walafrido Strabon (Vid. Historiens de France, V , 399), transcribe cierto relato que el abad Hetton, muerto diez años después de Carlomagno, había oído a uno de sus monjes llamado Wettin. Este monje, en un sueño, había visto a Carlomagno en el fondo del infierno, donde un monstruo estaba implacablemente ocupado en devorarle las partes viriles.—«¿Por qué este castigo?», preguntó Wettin recordando todas las virtudes de Carlomagno.—«Porque afeó sus buenas acciones con un vergonzoso libertinaje», le respondieron. Juan de Ypres, en su Crónica de San Bertín, reproduce esta visión, que fué célebre en la Edad Media, y refiere largamente los presagios que antecedieron a la muerte de Carlomagno (Thesaurus Anecdotarum, III, 503-504). La «Visión de Turpín» es más conocida, y no mucho más favorable a la santidad del hijo de Pipino. El Arzobispo de Reims vió el alma del gran rey arrastrada por demonios. Pero un gallego sin cabeza puso en la balanza tantas piedras y tantos maderos de iglesias levantadas en honor suyo por Carlomagno, que el bien pesó más que el mal, y el alma del Emperador entró en la gloria gracias a la protección de Santiago.
Vid. también G. París, Histoire Poétique de Charlemagne, 426-427.
Por razones que expondré en otra parte (al tratar del ciclo carolingio), me parece cada vez más improbable que la leyenda de las mocedades de Roldán, que en rigor no es francesa, sino franco-itálica y muy tardía, haya podido servir de modelo a la de Bernardo. La cronología se opone a ello, pero tampoco juzgo verosímil la transmisión de nuestra leyenda a Francia ni a Italia. Las mocedades de Bernardo y las de Roldán me parecen variantes diversas, e independientes, de un tema muy antiguo de novelística popular. No creo necesario recurrir a la hipótesis de un poema perdido sobre los amores de Milón y Berta, aunque Gastón París la sostuvo (Romania, II, 363).
(13) PÁG. 193.
En el texto de la Crónica Rimada relativo a los Jueces de Castilla: «¿Et por qué dixieron Nuño Rasura este nombre? Porque cogió de Castilla señas e migas de pan», juzgo muy atinada la corrección del erudito montañés D. Ángel de los Ríos (Ensayo etimológico y filológico sobre los apellidos castellanos, 1871 , página 30): «Se debió imprimir sendas eminas; esto es, una emina de cada vecino, casa o yunta. En el Libro Becerro de las Behetrias (1352), consta que muchos pueblos pagaban en grano a los Adelantados y Merinos, por la medida llamada fonsadera, toledana y emina; es decir, el celemín toledano, que hizo medida legal Don Alfonso XI y que aún hoy se usa en Liébana y otras comarcas bajo el nombre de emina, con la misma cabida, equivalente a celemín y medio, de los que doce forman la fanega castellana. En otros países equivale a cuatro de éstos, como la cuarta del Fuero de Nájera.
(14) PÁG. 249.
El erudito director de la Real Biblioteca Escurialense, Fray Benigno Fernández, de la Orden de San Agustín, ha publicado en La Ciudad de Dios (t. 57, núm. 7), noticia y extracto de un pliego suelto gótico de romances, único que existe en aquella famosa Biblioteca, y cuya descripción hace en estos términos:
[p. 397] «Síguense siete romances sa-/cados de las historias antiguas de España./El primero dize. Por los campos de xe-/rez. El segundo dize. Don García de Pa-/dilla. El tercero. Passado se hauia allende./El quarto. En las almenas de Toro. El quin-/to. En fuerte punto salieron. El sexto. A ca-/za va Don Rodrigo. El séptimo es de Val-/douvinos.»
Contiene este pliego dos romances de los Infantes de Lara: el primero, enteramente desconocido hasta ahora, es erudito y prosaico, de los que se formaron sobre la letra de las crónicas: el segundo es una excelente y más completa versión del famoso que principia: «A cazar va Don Rodrigo».
Hállase incluído en el mismo pliego el romance En las almenas de Toro (perteneciente al ciclo del Cid), pero no tiene más variante de importancia que el cambio del nombre del rey Don Sancho por el del rey Don Alonso: Romance de como el rey Don Alonso se enamoró de su hermana.
[p. 389]. [1] . Nota del Colector. —Hemos preferido dejar al final del volumen estas Adiciones y Correcciones porque disonarían juntándolas en el mismo texto que aclaran o rectifican. Fuera mejor sustituir una lectura por otra; pero ni las notas están redactadas para esto, ni queremos ocultar las vacilaciones y lapsus que pudo tener el pensamiento del Maestro. Es mucho más edificante y educativo verle rectificarse con sencillez y humildad.
En los lugares correspondientes hemos hecho llamadas a estas Adiciones con la abreviatura (V. AD. 1, 2...).
En la Adición 14 faltan los dos Romances de los Siete Infantes de Lara.
En fuerte punto
salieron—los siete infantes de Lara...
A caza va don
Rodrigo—esse que dizen de Lara...
que se intercalarán en el lugar correspondiente de nuestro volumen IX.