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Obras completas de Menéndez... > ANTOLOGÍA DE LOS POETAS... > VIII : PARTE SEGUNDA :... > ADVERTENCIA DE LOS SEÑORES WOLF Y HOFMANN

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Texto

Si hubiera quien, al leer la portada del presente libro, exclamase con desdeñosa sorpresa: «¿Cómo, un nuevo Romancero, después de tantos recientemente publicados, y de algunos tan excelentes como los del Sr. Durán?—¡Esa es en efecto obra excusada!—¡Eso es en verdad scribere Iliadem post Homerum!» le suplicaríamos que la leyera otra vez, que la leyera con más atención. Verá que dice: Primavera y Flor de Romances; título, es verdad, ni nuevo ni original, pues está tomado de aquella colección antigua y conocida que Pedro Arias Pérez publicó por los años de 1621 ó 1622; mas verá también que le hemos añadido: o colección de los más viejos y más populares romances castellanos, dándole por esa explicación un sentido muy diferente de aquel que le atribuyó el bueno de Arias Pérez, anteponiéndolo a su colección De los mejores romances que han salido ahora nuevamente en esta Corte; y , según creemos, hemos declarado suficientemente la idea que presidió a la presente empresa, quizá con eso justificando al menos nuestra intención, ya que la ejecución esté lejos de haberla realizada bajo todos aspectos. Ahora estará claro también por qué hemos escogido este título de Primavera y Flor de Romances, queriendo presentar en nuestra colección a los aficionados un ramillete de flores, recogido, no entre las más lozanas del jardín de la poesía artística, sino entre las más genuinas y sencillas de los prados y montes de la popular, nacidas espontáneamente y crecidas sin cultura ni arte, sí, pero hijas de la fuerza creadora del sol de verano: en fin, flores de primavera de un suelo tan poético como el de España.

[p. 4] Hemos, pues, procurado—aprovechándonos de los progresos y resultados de la ciencia y del crecido número de materiales y recursos recientemente hallados y publicados ejecutar por medio de la presente colección exactamente lo mismo que ejecutó en su tiempo el ilustre sabio Jacobo Grimm, el primero y el único de todos los editores modernos de romances hasta hoy día, por medio de su Silva de romances viejos: y nos congratularíamos si se considerase la presente colección como una segunda edición, no empeorada, de la suya.

En fin, en nuestra Primavera y Flor hemos querido, no sólo ofrecer a los aficionados de la poesía popular los romances de este género sin mezcla de heterogéneos, sino presentar también a los eruditos por primera vez los textos auténticos de ellos con todas las variantes notables. Decimos por primera vez, y por fabuloso y jactancioso que parezca, no tememos ser tachados de presuntuosos o vanagloriosos, o de querer exagerar nuestros méritos y rebajar los de nuestros antecesores, pues hemos sido los primeros bastante afortunados para tener a nuestra disposición las fuentes más puras, las ediciones más antiguas del Cancionero de romances (sin fecha) y de la Silva de varios romances (edición del año 1550, en dos tomos), cuyos ejemplares son de tanta rareza, que de la primera se conocen tan sólo los dos que tienen la biblioteca del Arsenal en París y la de Wolfenbüttel, y de la segunda no más que los dos que paran en el Museo Británico y en la biblioteca de Munich: ni aun en España se hallan ejemplares de estas ediciones.

Ello es que nosotros debemos a las bibliotecas de Munich y de Wolfenbüttel el insigne favor de habernos franqueado sus ejemplares de ellas, de haberlos podido disfrutar, comparar y copiar; así es que el mérito principal de la presente obra es más bien fruto de la riqueza y liberalidad de esas dos bibliotecas, bajos todos aspectos ornamento de Alemania.

Del resultado de esta comparación—del todo diferente del que se ha tenido hasta ahora por decisivo para determinar el valor y las relaciones recíprocas de aquellas ediciones más antiguas del Cancionero de Romances y de la Silva— y de sus consecuencias para la redacción de nuestros textos, trataremos detenida mente en la tercera sección de nuestra Introducción.

Al mismo tiempo hemos podido aprovecharnos del rico tesoro [p. 5] que posee la biblioteca imperial de Viena en antiguas colecciones de romances, y hay entre ellos ejemplares únicos, de donde hemos entresacado así las variantes más notables de los textos contenidos en aquellas dos fuentes principales, como algunos romances que son exclusivamente de estas colecciones.

Era, pues, como acabamos de decir, nuestro empeño principal el dar textos auténticos, fundadas siempre en los documentos indicados (al fin de cada romance), y redactados según la regla de la critica, ciñéndonos a corregir solamente los yerros manifiestos de imprenta en nuestros originales. Con eso no hemos osado corregir los versos que no constan, suplir los que parece hacen falta al sentido o a la asonancia, y enmendar las imperfecciones de la rima o asonancia: defectos todos característicos en composiciones de origen tradicional o popular. Tan sólo en lo tocante al último punto nos hemos tomado la libertad de desviar nos de nuestros originales: cuando éstos llevaban añadidas ees finales a las rimas agudas en a u o contra la etimología (como, p. e., han- e , está- e , son- e , etc.), por hacerlas conformes con las graves en a-e u o-e (p. e., madre, etc.), que se hallaban en las mismas composiciones; pues hemos probado en otro logar (Ueber die Romanzen-Poesie der Spanier, en los Anales literarios de Viena, tomo 117, pág. 118 y 119), que este proceder fué no más que un producto de la ignorancia y arbitrariedad de los editores desde el siglo XVI, quienes reconocían no más la equivalencia de aquellas rimas graves con las agudas, característica también de la poesía popular, sustituyendo estos defectos imaginarios con peca dos reales contra la etimología y la índole de la lengua: así que nuestro proceder de suprimir en este caso aquellas ees añadidas, puede llamarse, en efecto, una restitutio in integrum. [1]

[p. 6] En todo lo demás hemos seguido religiosamente nuestros originales, hasta reimprimir sus epígrafes o encabezamientos, porque estos epígrafes no son tal vez del todo indiferentes para la procedencia de los romances o la determinación de sus asuntos.

Se entiende que hemos adoptado la ortografía, puntuación y acentuación que ahora se usan, conservando solamente la ortografía de los originales cuando señala al mismo tiempo una diferencia etimológica, y sirve para caracterizar las transiciones de la habla antigua a la actual. Al contrario, no hemos conservado las sinalefas de las ees, oes, etc., al cabo y principio de las voces, cuando son puramente eufónicas o métricas, ni usado de los apóstrofos ortográficos (como, p. e., ques o qu'es, en lugar de que es, dello o d'ello, por de ello, y'os por yo os, etc.), porque en este caso las elisiones y contracciones reproducidas por la escritura son tan poco fundadas en la etimología, como las de otras vocales (como, p. e., de la a en fuera hallar, en vez de fuera a hallar), que tantas veces ocurren, ni por eso tampoco hay un motivo esencialmente científico de conservar una ortografía diferente de la actual, y usada también por los originales muy arbitrariamente.

Hemos, en fin, ordenado los romances por series de materias y asuntos, en vez de clasificarlos por la época en que fueron com puestos y el origen que les imprimió su sello característico, porque los aquí incluidos fueron todos compuestos por los siglos XV y XVI, y en la mayor parte de ellos sería muy difícil determinar con exactitud su fecha; porque son todos del mismo origen tradicional, desde los genuinamente populares y primitivos hasta los popularizados, reformados por los juglares o refundidos por los poetas de profesión. Con todo eso, el clasificar y ordenar romances todos anteriores al siglo XVII, y todos de origen tan homogéneo que sus diferencias consisten solamente en modificaciones y formas de transición, tal vez muy difíciles también de distinguir y [p. 7] deslindar, no es de tanto interés científico como en colecciones que los contienen mezclados con los de origen esencialmente heterogéneo, y pertenecientes ya a épocas más modernas, en que el influjo de la poesía artística era ya predominante. Hémonos además ensayado en suplir la falta de aquella ordenación estrictamente científica, señalando la clase a que presumimos puedan pertenecer, atendiendo a su espíritu, carácter, construcción y lenguaje, los romances aquí contenidos en él: «Índice alfabético', añadiendo al fin la «Indicación por números de los romances, ordenados según las tres clases características en que se ha intentado dividirlos.»

Notes

[p. 5]. [1] . La opinión de los Sres. Depping y Alcalá Galiano (en su Romancero, tomo I, págs. XV, LXXV, 326 y 327), de que estas terminaciones en ees finales eran: modo de hablar antiguo o una licencia poética, cae al suelo con sólo considerar que semejantes letras no se hallan usadas ni en otros romances, igualmente antiguos, pero rimados de modo diferente, ni siquiera en los mismos romances que no tienen tales finales en ningún otro lugar de los versos; y en cuanto a ser licencia poética, fueron licencia, sí, pero licencia muy excusada de los poetas artísticos reformadores, de la cual llos populares, al contrario, no hubieron menester, como queda probado en nuestro tratado citado arriba.— Timoneda y López de Tortajada, han, p. e., en este caso seguido un camino contrario al de los editores anteriores, reconociéndolo sin duda por desacertado, han mudado las voces, el giro de la frase, y hasta el sentido, o intercalado versos enteros, para hacer agudas según las reglas del arte todas las terminaciones rimadas o asonantadas: proceder igualmente arbitrario y contra la índole de la poesía popular.