ADVERTENCIA PRELIMINAR
La poesía popular catalana, mucho más original que la portuguesa, posee un considerable número de canciones novelescas y de costumbres que son enteramente indígenas o locales, y otras que tienen más analogía con las de Provenza y el Norte de Italia que con las de Castilla. Entre estas canciones hay algunas de grande hermosura y de antigüedad indisputable, como la del Compte Arnau, la de la Dama d'Aragó, la de La Gentil Porquerola, etc. Hay también muchas vulgares y prosaicas, compuestas en los siglos XVII y XVIII, pero enteramente catalanas por la lengua y por las alusiones.
La existencia de esta poesía regional no ha sido estorbo para que desde el siglo XVI hasta nuestros días, los romances castellanos hayan penetrado y dominado en todas las comarcas de lengua catalana (sin exceptuar el Rosellón y la ciudad sarda de Alguer) con el mismo imperio y señorío que en todo lo restante de la Península. Y no se entienda que esto ha pasado principalmente en el bilingüe reino valenciano: al contrario, de esta procedencia conocemos muy pocos romances. En cambio, la tradición oral del Principado de Cataluña conserva, más o menos estragados, no sólo los que a continuación ponemos como muestra, escogiendo una sola versión entre las innumerables que de ellos corren, sino otros menos importantes o menos primitivos. Y como quiera que este género de poesía no es, por su índole, ciudadana, sino campesina, y no ha sido recogida en las calles de Barcelona, sino en las comarcas más apartadas y montañosas, donde apenas se conoce el castellano más que como lengua oficial; ni podremos dudar del [p. 350] origen de estos romances, ni maravillarnos tampoco del forzoso desgaste que en ellos ha producido su continua recitación por gente de distinta lengua y prosodia. La poesía popular se trasmite en alas de la música: se canta a veces lo que no se entiende: las palabras experimentan siempre mayor degradación que los tonos, y por eso, a juicio de los inteligentes, es posible distinguir todavía en Cataluña las melodías que acompañan a estos romances importados, de las genuinamente catalanas, aunque es de creer que muchas veces habrán acompañado indiferentemente a uno u otro genero de canciones.
Generalmente hablando, todos estos romances castellanos y semi castellanos recogidos en Cataluña tienen paradigmas en la tradición popular de Asturias, de Portugal, de Andalucía o de los judíos de levante: suelen coincidir en las asonancias (aunque muchas veces están deformadas por la introducción de voces catalanas), y presentan continuamente no sólo frases, sino versos enteros casi iguales. Su aspecto no es muy antiguo: de seguro ninguno de ellos se remonta más allá de fines del siglo XVI, y aun creo que son pocos los que alcanzan esta fecha. Son, por lo común, versiones degeneradas, si se las compara con las asturianas y portuguesas, pero no en relación con las que hasta ahora se han encontrado en otras partes de España. Sorprende, además, su número, y hay que agradecer al verdadero pueblo catalán, tan español siempre, el cariño y la tenacidad con que ha conservado esta parte de nuestro tesoro poético, mostrándose en esto más castellano que los castellanos mismos.
A la sabiduría y honradez crítica de D. Manuel Milá y Fontanals se debe el hallazgo y publicación de estos romances, que nunca cayó en la tentación de refundir haciéndolos pasar por canciones catalanas, como luego han hecho otros. Ya en las Observaciones sobre la poesía popular (1853) insertó tres muy notables: el de ¡oh Valencia!, ¡oh, Valencia!, el de Flores y Blanca-flor y el de La amante resucitada [1] y dió razón de la existencia de otros muchos, añadiendo esta nota:
[p. 351] «Creemos que los romances castellanos empezarían a hacerse tradicionales en Cataluña a últimos del siglo XV y durante el siguiente, ya por medio de juglares, ya por medio de personas o familias residentes en nuestro Principado, y ya por medio de Romanceros, o más bien de pliegos sueltos como los del Marqués de Mantua y del Conde Albertos que todavía se expenden. Acaso algunos de los romances impresos entonces se recogieron ya en Cataluña como los que aquí insertamos. De los ya impresos hemos oído recitar el del Conde Albertos y el de Doña Isabel de Liar. Aun algún romance del Cid, como el de San Pedro de Cardeña, se conserva tradicionalmente en Barcelona. Pero generalmente no son de los primitivos y sueltos, y se recitan todos con un lenguaje muy corrupto.»
Los romances castellanos, según Milá, alternan indistintamente en la tradición con los provinciales, y aun muchos de los últimos están salpicados de palabras del habla nacional; pero esta mezcolanza, las más veces accidental y arbitraria, y no constante en todas las versiones de una misma composición, se debe principalmente al deseo de dar a los relatos un aire heroico y peregrino. Debe estimarse, pues, como síntoma de influencia, pero no de derivación. De estas canciones, genuinamente catalanas, no tratamos ahora: tienen un sello peculiar que impide confundirlas con los romances castellanos, por muy estropeados que se presenten. Éstos son los únicos que reclamamos.
Nada podemos decir por falta de experiencia y de competencia acerca de las melodías que acompañan a estas canciones. Piferrer [1] y Milá las admiraban con entusiasmo y escribieron sobre el asunto páginas bellísimas. El segundo, todavía en 1853 las tenía por enteramente originales e hijas del país. Pero en los preliminares que dejó escritos para la segunda edición del Romancerillo, [2] procede con más cautela y hace salvedades muy oportunas, que conviene transcribir ahora que con tanto afán se busca por todas partes música popular:
«Mayor indigenismo ofrecen, al parecer, los tonos o aires de música que la letra de las canciones. No es materia para ser [p. 352] tratada de paso y por un profano en la ciencia musical la del carácter nacional de las melodías populares. Es obvio que este carácter existe y es fácil distinguirlo en ciertos casos, como, por ejemplo, si se compara tal melodía germánica con otra andaluza o romana. Mas no es menos cierto que se notan singulares analogías entre las diversas músicas populares, y también se ha de decir en este punto que no todo lo que conviene a un pueblo deja de convenir a otro, y pueden ser comunes a varios ciertas delicadas armonías entre el modo de sentir y la música, entre la expresión hablada y la cantada, entre la construcción gramatical y el corte de la frase melódica. De suerte, que es cosa muy hacedera que un autor catalán se apropie una melodía venida de fuera, modificando, es verdad, la vocalización y el acento. Sin embargo, no suele ser así, y letras catalanas poco menos que idénticas a otras francesas o provenzales llevan diferentes melodías.»
Tampoco sobre la originalidad de la poesía popular catalana se mostraba Milá, en sus últimos años, muy afirmativo. «Desde luego puede asegurarse (dice) que el indigenismo de nuestras canciones es menos general de lo que a primera vista se creyera. El que fija la atención en la poesía de su país, sin atender a las de los demás, halla que las ideas, los sentimientos, la versificación y el lenguaje convienen en gran manera a lo que entre los suyos ha observado, y no recuerda que hay cosas que convienen a todos los hombres, otras a muchas naciones y algunas a pueblos de igual procedencia y de costumbres y lengua semejantes. De suerte que en nuestra poesía popular hay cosas que son catalanas, pero no exclusivamente catalanas. De algunas canciones es indudable la procedencia de adentro de España o de ultrapuertos, sin que valga en contra tal o cual variante más feliz que se note en nuestras versiones. Otras, que no traen pruebas intrínsecas de aquella procedencia, se hallan tan derramadas en otros pueblos, que sería temerario sostener, a no mediar una razón especial, que todos las aprendieron de nosotros. Mas quedan no pocas, especialmente entre las históricas [1] y las de costumbres, [p. 353] cuyo origen catalán es indisputable, no obstante una que otra voz castellana o francesa, usada por los cantores por efecto de hábitos contraídos al recitar las de origen forastero.»
De la segunda edición del libro de Milá (1882) hemos entresacado las principales canciones bilingües que no dejan duda en cuanto a su procedencia castellana, omitiendo otras que sinceramente creemos del mismo origen pero que por estar más catalanizadas pueden prestarse a controversia. Reproduzco sólo la versión que Milá escogió como tipo, por estar más completa o por ser de más valor estético. Las restantes pueden verse en las notas Romancerillo.
[p. 355] ROMANCES CASTELLANOS TRADICIONALES
EN CATALUÑA
1
Santa Catalina
(Núm. 24 de Milá)
Aquí dalt en estos
montes—y en tierras muy regaladas,
n' hi nasqué una
criatura—que Catalina se llama.
Su padre es un rey
moro,—su madre una renegada.
La varen doná a criá—a una dida cristiana.
La dida,
[1]
la bona dida,—la doctrina ni ensenyava.
El dia que-ho va
sabé— su padre la atormentaba,
Que en deixés la lley de Cristo—qu' en prengués la
luterana.
Ella dice que
no puede—que a un Dios estaba
donada.
Son pare manda
los criados,—para más atormentarla,
que guarnesquian una rueda—de cuchillos y navajas.
Cuando la rueda
está al punto—la santa está aparejada;
ya baja un ángel
del cielo—con la corona y la palma.
«Sube, sube,
Catarina,—que Dios del cielo te manda
que te n' has de doná comte—de la teva vida santa.
Tres cadiras
hay
al cielo,—Catalina, por sentarte,
y
altres tres al purgatorio—por tus
germans y germanes
y altres dos
en el infierno—por tu padre y por tu madre.
La una ya n' es de
fuego—
per tant que t' atormentaren,
y l' altre ya n'
es de punxas—per lo tant que te punxaren.
[p. 356] A las doce de la noche—Catalina ya
finaba,
ya l' en baixam a buscá—amb una custodia d' angels.
Aquella
cansó cantarás—todos los viernes del año,
Treurás un alma de pena—la tuya si está en pecado.
[1]
2
Margarita
(Núm. 29 de Milá)
Tres hijas tenía el
Rey—todas tres como oro y plata,
el rey se enamora
de una,—Margarita se llamaba.
—«Margarita
tú has de ser—lo que tu padre rey manda.»—
—«No lo
quiera Dios del cielo—ni la Virgen soberana,
que sea mujer del
Rey,—madrastra de mis hermanas.»
—«Prontos,
prontos mis criados,—encerrarla en una
cambra,
que no vea
sol ni luna,—ni
claror per habitarla.»
—«Margarita, Margarita,—
treu el cap a la ventana,
que verás tus
hermanitos—qu' am
pilota d' or jugavan:
—«Hermanitos de mi vida,—hermanitos de mi alma,
os pido por
caridad—que me déis un vaso
d' yagua.»
—«No la
beberás, traidora,—traidora, falsa y malvada,
porque no has
querido ser—lo que tu padre rey manda.»
—«Margarita,
Margarita,—
treu el cap a la ventana,
que verás tus
hermanitas,—que en tambores d'
or brodavan.»
—«Hermanitas, hermanitas,—hermanitas de mi alma,
os pido por
caridad—que me déis un vaso
d' aygua.»
—«No
beberás, traidora,—traidora, falsa y malvada,
porque no has
querido ser—lo que tu padre rey manda.»
—«Margarita,
Margarita,—
treu el cap a la ventana,
que verás tu padre
rey—qu' en mesa de oro
dinava.»
—«¡Ay
padre rey de mi vida!—¡ay padre rey de mi alma!
Os pido por
caridad,—que me déis un vaso
d' aygua.»
—«Pronto, pronto, mis criados,—que la traigan a
matarla.»
Mientras él está
comiendo—l'
ánima al cel s' en pujava.
Agadeta
(Versión de Alguer ciudad de lengua catalana en la isla de Cerdeña)
Tres hijas tenía el
mal Rey—todas tres como una plata,
la más que estimaba
el Rey—Agadeta se llamaba.
—«¡Agadeta de
mi vida!—¡Agadeta de mi alma!
¿Quieres ser mi
mujer—y mi linda enamorada?»
—«No agrada a
Dios del cielo—ni a la Virgen soberana,
el ser mujer de mi
padre,—madrastra de mis hermanas.»
«—Qué me
dices, Agadeta?—mira que te doy la muerte,
mira que te doy la
muerte»,—y en esto tomó la espada.
—«Más
priesto quiero la muerte— y no vivir deshonrada.»
Llama, llama el
camariero—«encerrádmela en una cama (sic).
No le
donieu de comer,—sino de la carne salada.
No le
donieu a beber,—sino del aygua malvada.
Pasa un día y pasan
dos,—se ponía en la ventana:
—«Álzame, o
Rey mi padre—álzame un
picher de agua;
todo tiempo de mi
vida,—seré vuestra enamorada.»
Y después de haber
bebido,—cayó en tierra desmayada.
—«No siento
yo de Agadeta,—siento no ser confesada.»
—Responde un
ángel del cielo—................................
—«Confiésate
tú mal Rey,—que ella está ya confesada,
porque ella de
cuando es nada,—está en el cielo sentada,
y tú cuando
naciste—estás en
lo infierno asentado.»
[1]
4
El Marinero
(Núm. 34 de Milá)
De Barcelona
partimos—en una noble fragata,
que
per nombre se decía,—Santa Catarina Marta.
Al ser en medio del
mar—marineros se espantaban,
reclamaba un San
Francisco—y un San Antonio de Pádua.
[p. 358] El
dimoni li responde—de l' altra parte
de l' aygua:
—«¿Qué
me darás, marinero,—que yo te
trauré de l' aygua?»,
—«Yo te
donaré un navío—cargado de oro y de plata.»
—«Yo no
quiero tu navío,—ni tu oro, ni tu plata,
sino
quan' te morirás—que me entregues
la teu' ánima.»
—«L' ánima la
entrego a Dios—y el cuerpo a la mar salada.
Y un Padre Santo hi
ha a Roma—que perdona los pecados,
que me los
perdonará a mí,—yo
qu' en tengo de tan grandes.
Deshonrí yo una doncella—en medio de mi palacio...
Ella
va parí tres hijas—todas tres como una plata,
todas tres las he
ahogado—sin darles el agua santa.»
En baixa un ángel del cel—ab la corona y la palma:
Vina
ensá, bon marinero,—
que 'l Rey del cel te demana,
que t' en vol fé
doná comtes— de la tu vida pasada.»
[1]
5
La Viuda
(Num. 20 bis de Milá)
Al cuarto de don
Francisco—
galans plós y dols hi havia,
y al cuarto
de doña Ana,—
galans balladas ni havia.
Sa sogra n'
entrava al quarto—molt fellona y molt trista:
—«¿Qué
tiene la mía madre,—
de que
n' estaba tan
trista?»
«Tinch un uncle
capellá,—s' ha muerto
a la morería.»
—«No plore, la mía madre,—d'
uncles altres n' hi havia.»
L' enterrá sense
campanas,—perque no 'n haje sentida.
—«¿M' en
diría, la mía madre,—donde estaba don Francisco?»
—«Don
Francisco está
a la corte,—que el rey mandado l' había.»
—«
M' en diría, la mía madre,—cuánto tiempo allá
estaría?»
—«Unos
hi están un año,—otros un
any y deu días».
—«¿No'm diría, mia madre,—
quant tiempo estaré a
eixi missa?»
—«Unas
hi están un mes,—otras están quince días,
otras están tres
semanas,—otras un
any y un día.
Vos, como doña Ana
hermosa,—cumpliréis l'
any y deu días.»
—«Non diría, la mía madre,—
de quin coló van vestidas?»
—«Unas hi
van de
domás—altras de tapicería,
otras
hi varen de perlas,—otras de luto vestidas;
vos, como doña Ana
hermosa,—de luto
hi iréis vestida.»
[p. 359]
Al exirne de la puerta,—toda la gente decía:
—«Ahora ix la
linda hermosa,—ahora ix la linda viuda.»
—«¿No 'm diría, linda madre—qu' es lo que la
gente dice?»
—«No lo dice
por tí, Ana,—sólo por mí lo decía.»
Al
entrantne de la Iglesia—toma del agua bendita:
—«Agua
bendita, te tomo,—por un año y por un día.»
Ella
vegué una
tomba— que de luto está vestida,
ella se pone a
leer—
trova qu' es
lo seu marido.
Quant doña Ana ha visto esto—
cau en
terra esmortuida;
no la pueden
retornarla,—vino blanco y malvasía,
si no son tres parauletas—que sa sogra li decía:
—«Alceuvos, fló de las flós,—alceuvos, floretas
mías,
capellá qu' es al altá— ya pasaba
ara la misa.»
—«
Al exintne de la Iglesia,—toma del agua bendita.
—«Agua
bendita, te tomo,—por un año y por un día.»
Don Francisco murió
al mars,— doña Ana al
maig moría.
[1]
6
La cruel Infanta
(Núm. 237 de Milá)
Aquí está la hija del
rey—
qu' ella la fresca
prenid
y viene muy
descontenta—
de las novas que corríán.
Dona la culpa
a su padre—porque no era casadita.
Su padre
se ho escuchó—de la
cambra ahont vivía:
—«¿De qué
lloras la infanta,—de qué lloras y suspiras?»
—«Vosté li diré, mi padre,—
qu' a un altre no lo diría:
de las niñas de mi
tiempo—todas casadas ya
sigan,
y yo como a
hija vuestra—casadita aún no
siga.
Ya podría ser
casada—con el conde de Sevilla,
sino por Don Juan
de Lorca—que su fe me prometía.
Padre,
fassi 'n un diná—y convidel' hi un día,
mentre n' estará dinando,—párleli de parte mía.
Dient aquestas palabras—el
comte per casa arriva.
—«¿No'
vías promés, el comte,—casarte con la
meva hija?»
—«Yo bien li
havía
promés,—peró no li
mantenía.»
—«Mata
ta mujer, el
compte, antes que no venga el día.»
[p. 360]
Posa la sella al cavall,—casa seva se volvía,
condesa lo veu
vení—a recibirlo salía.
—«A parta't
de mí, condesa,—apartat por vida mía.»
Posa los hijos a
taula,—todos tant com ne tenía.
De tant que
lloraba el comte,—toda la mesa corría.
—«¿De qué
lloras tu, bon comte,—de qué lloras y suspiras?»
—«Ya yo
t' ho diré, condesa—
quant serem a la cambrilla.
El
comte dice que
té,—hont la
comtessa dormía:
la traidora de l'
infanta—d' amores l'
en requería.
—«Yo te tengo
de matar—antes que no vinga el día.»
—«Tórname a
casa mis padres,—que muy bien
m' aplegarían.»
—«No
puede ser, no, condesa,—que descubierto sería.»
—«
Pórtam' en amb un convento,—que
faré molt santa vida.»
—«No puede
ser, no, condesa,—que dos mujeres tendría.»
—«
Portam' en amb un bosquito—qu' els perros me
comerían.»
—«No puede
ser, no, condesa,—que esto también se sabría.
¿Qué
t' estimas mes, condesa,—la tu
mort o la mía?»
—«La mía
m' estimo, comte—per los
amors que
'ns tenían;
pasam un mocadó
al coll— que
'm mata de garrotillo.»
De
tant que llora 'l
bo comte,—mes estrenye no podía.
—«Estrenya, estrenya, 'l bon comte—que no 'm fassi
tan patirne.»
Estant en aquest
instant—un criat del rey
arriva:
«Detente,
detente, el
comte,— detente por vida mía,
que l' infanta ya
está muerta—y el rey también se moría.»
«Yo no perdono al
rey—ni menos la
seva filla,
y al
comte si que 'l perdono—per que mal no hi
mereixía.»
[1]
7
El Preso
(Núm. 239 de Milá)
Mes de mayo, mes de
mayo,—n' es tiempo de
grans calores,
cuando la cebada
grana—los trigos
n' están en flores,
Los condes y
caballeros—van a ver a sus amores,
y yo
, pobret de mí—m' en
estich en duras prisiones,
sin saber
quant es de día—ni
tampoch quant es de noche,
sino por dos
pajaritos—que
volan sobre la torre;
lo uno
n' hi marca
lo día,—l' otro
n'hi marca la noche.
[p. 361] Los cabellos de mi cabeza—
m' en redondean
els talones,
los pelos de
mia barba—m'
en redondean
els genollos,
las uñas de
mias manos—parecen
uns tajadores.
[1]
8
La Muerte
(Núm. 240 de Milá)
Aquesta nit he somiat—somiava y no dormía,
somiava l' amor
meu—qu' als meus brassos la tenía.
Veig entrar una senyora—molt blanca y descolorida.
—«¿Pr' hont n' ets entrat, l' amor meu,—pr' on n'
ets entrat. amor mía?»
Las puertas están
cerradas—ventanas y
xelosias.
—«No
soy l'
amor, caballero:—la Muerte que Dios t' envía.»
—«Ay muerte
tan rigurosa—dame un día más de vida,
per confessá y combregá—y per veure mi querida,
que si no l'
anava a veure— mi alma se condenaría.»
—«No puede
ser, caballero,—no más que una hora de vida.»
En un momento 's
calsava— en un momento 's vestía,
y ya se va por la
calle—donde habita su querida.
Ya la llamaba a la
puerta:—«Baja a abrir, querida mía;
la Muerte me está
buscando,—puede que no me hallaría.»
—«No puede
ser, caballero,—gran pena fuera la mía;
mi padre va por
palacio,—no duerme la madre mía;
yo te enviaré un
cordón—que sea de seda fina.»
—«Si la seda
fuera delgada—el cordón se rompería.»
—«Mentre están en estas
paraulas— la Muerte
també hi arriva.»
—«Vamos, vamos, caballero,—que la hora ya está
cumplida.—
S' agafan mano
per mano—y se van
per un camino.
Pasan
per una montaña—que hi
había una hermita,
hi había un hermitá—que
feya una santa vida.
—«Hermitá, bon hermitá— que haces de la santa
vida,
los hombres que d'
amores mueren—si tendrán su alma perdida?»
—«No ho sé per cert, caballero,—que
Deu del cel ho sabría:
[p. 362] el mal que usted tiene
ahora—también lo tuve algún día,
cortejando una gran
dama,—dama noble de Sevilla.
Ella se ha hecho
monja,—yo hermitaño de esta hermita.
[1]
9
El Conde Preso
(Núm. 241 de Milá)
Al palau del Rey—hi falta un caballo.
El Rey dice al
comte— si l' había hurtado;
Comte no lo ha hecho,—ni menos pensado.
Ya l'
en puso preso—y encarcelado,
que no vea el
sol,—ni la luna clara,
si no un
carpintero—cómo carpintaba.
—«Carpintero
noble,—¿per qui
son las forcas?»
—«Per
vos son,
el comte—per vostra persona.»
—«Feu que sean altas,—altas y
espayosas,
no coman los
perros—de mis carnes
dolsas.
T' en daré un
diamante—
costa cien doblones;
el Rey me lo ha
dado—día de mis bodas.
¿Qué dirán los
hijos?—me han visto en prisiones.
¿Qué dirán los
grandes?—me han visto en grillones.»
El Rey y la
Reina—de sus miradores,
y los
caballeros—de sus altas torres,
cridan al verdugo,—que
despinje al
comte.
—«Afluixa,
verdugo,—
afluixa la soga.»
Respon el verdugo—que ya no n'
es hora,
qu' el
comte ya es muerto,—que Dios lo perdone.»
[2]
Las dos hermanas
(Núm. 242 de Milá.)
Moro, si vas a la
España,—
portarás una cautiva;
no sea blanca ni
fea,—ni gente de villanía,
no sea mujer del
Rey,—sino del
Princep de Castilla.
Ved venir
el comte Floris—que viene de romería,
viene de
pregar a Dios,—que le diese un hijo o hija.
—«Comte
Floris, comte Floris,—tu mujer será cautiva.»
—«No será
cautiva, no,—aunque me cueste la vida.»
Mataron al
comte Floris,—queda su mujer cautiva.
—«Aquí
traigo, Reina mora,—una cristiana muy linda,
que no es blanca ni
fea,—ni gente de villanía,
ni es la mujer del
Rey,—es del
princep de Castilla.»
—«Doscientas
esclavas tengo,—tú serás la más querida,
¿Quina tomará las llaves—para hacer la mi cocina?»
—«Yo las
tomaré, Señora,—pues tan gran dicha es la mía.
La Reina estaba
preñada,—la cautiva estaba en cinta,
volgué Dios y la fortuna,—las dos parieron un día.
La Reina parió en
el trono,—la esclava en tierra paría;
un hijo parió la
esclava,—la Reina una hija paría;
les llevadores
[1] son
falses—les criaturas cambien,
donen el hijo
a la Reina—y a l' esclava dan la hija.»
Un día
quant la volcave
[2] —estas palabras decía:
—«No llores,
hija, no llores,—hija mía y no parida,
que si fuese a la
mi tierra,—muy bien te
batejaría.
Yo te pondría
por nombre,—María, flor de Castilla,
que yo tenía una
hermana—que este nombre se decía;
que yo tenía una
hermana,—de moros era cautiva;
que
'ls moros la cautivaron—una mañanita fría,
cogiendo rosas y
flores—en un jardín que tenía.»
La Reina
se ho escoltave— del quarto q' ella dormía,
ya l' enviaba a
buscá—per un negro que
tenía:
—«¿Qué
dices, la linda esclava?—¿qué dices, linda cautiva?»
—«Lo que
decia la Reina,—yo también te lo diría.
No llores, hija, no
llores,—hija mía y no parida.»
[p. 364]
—«Si aixó fos veritat— las dos
germanas seriem»
—«Aixó
es
veritat, señora,—como el día en que nacía.»
—«Ya s'
abrassaven las dos—con un gran llanto qu'
hi havie.»
Lo rey moro
lo
sentie— del quarto—qu'ell
escrivie,
ya l' enviaba
a buscá—per un negro
que tenie.
—«¿Qué
lloras, la
meva prenda?—¿qué lloras, regalo mío?»
—«¿Si
't donen pena los moros,—los moros de la marina?»
—«No
'm donen pena
los moros,—los moros de la marina.»
«¿Si
t' done pena la esclava,—que yo la castigaría?»
—«No m'
done pena la esclava—qu' es una
germana mía.»
—«Gracias li
dono, Señora,—con lo mejor de Turquía.»
Ya
'n respondía la Reina,—estas palabras decía:
—«No quiero
que la mi sangre—vaya a estos perros malditos.»
Un día mientras
paseaban—con su hijo y con su hija,
echan convenio las
dos—y a su tierra se volvían.
[1]
11
La mala suegra
(Núm. 243 de Milá)
Don' Arbona se
paseja— por una sala muy grande,
los
pensamens qu'
ella feya— no eran buenos ni malos:
ella n' estaba dient—dient aquestas paraulas:
—«Si pogués
aná a parí— a casa
la meva mare,
allí sería
servida—de
criats y de criadas.»
Sa sogra s' está
al balcó— que
de tot se ho escoltava:
—«Ves-hi
ves-hi, Don 'Arbona,—
a parí a casa
ta mare,
que allí
serás bien servida
—de criats y de criadas;
Quant Don Alonso
vindrá —promte
li diré que hi
vaji.»
Quant Don
Alonso arrivá—Don 'Arbona demanava:
—«Don 'Arbona
es
a parí— a casa
la seva mare;
si sabias, el meu fill—
com nos ha despreciado!
A mí me ha tratado
de
hifa (sic)—y a ti hijo de un mal fraire.»
Promte mana los
criats—que gurnissen lo caballo,
no el
que 'nés corriendo,—sino el que
'nés volando.
[p. 365] A cada
cantó de sella—hi ha fet posá un punyalo.
De
tant que 'l
cavall corría—las
pedras van fogueando.
Quant es
arrivat allí—ya n' encontra una criada,
li dona la enhorabuena—del hijo que Dios le ha dado,
No
n' estich per norabuenas—del hijo que Dios me ha dado,
no
n' estich per norabuenas,—Don 'Arbona que devalli.»
—«¿Com devallará l'Arbona—si tot ella va de
sangre?»
Sa mare ya l' en vestía—y
sas germanas la calsaban,
per
dissimulá la cosa—li
posan vestit de grana.
Y l' engafa per un bras— y se l' en
munta a caballo.
Diez y seis leguas
caminan—
sense dirse cap paraula;
cabadas las
diez y seis leguas—Don 'Arbona s'
hi esmayava
—«¿Qué
me darás, Don Alonso—
per fer (ne) passá el desmayo?»
—Dona las tetas al hijo,—que te tengo de
matarte.
—«¿Qué t' hi
fet yo, Don Alonso,—qu' a mí m' hajis de matarme?»
—«Hijo mío
del meu cor, —¿n' obrarías un
miracle ?»
—«Que se
detengui mi padre,—no
mati la meva mare.»
«Por la
llenga de su madre—tres mujeres ya ha matado.»
—«¡Válgame
Dios de los cielos—y la Virgen soberana,
que un hijo de tan
pocas horas—me diga a mí estas palabras!
¿Me dirías, el meu fill,—quin cástich mereix ton ávia?»
—«El cástich
qu' ella mereix— un Dios del cielo lo sabe.»
Quant arriba a casa
seva—troba sa mare 'squrtarada.
[1]
12
La boda interrumpida
(Núm. 244 de Milá)
Las guerras son
publicadas—las de
Fransa y Portugal,
el
fill del conde Don Burgos—l' han
cridat per General.
La
trista de la condesa—no
feya sino
llorá.
—¿De
qué lloras tú, condesa—no solías
pas llorá?»
—«¿No
tinch que llorar, el Conde,—si
veig que
t' entens d' aná?»
—«Si al cap
de set
anys no torno,—Condesa,
torna t' a casá.»
—«No lo
manda Dios del cielo—ni la Santa Trinidad,
que mientras el
Conde
visca,— Condesa 's
torni a casá.»
[p. 366] Los siete años son pasados,—los
ocho corriendo van.
Un día estando a la
mesa—su padre la va
llamá.
—«¿Perque no' t casas, Condesa?—¿com tardas
tant a casá?»
—«Com me
casaré, l' mi padre,—si
lo Conde viu está?
Doneume la bendición,—que yo l'
aniré a buscá.»
Caminando
ciento leguas—romerita 's
va cansá,
Retira (s)
tras d' una torre—en un palacio que hi
ha.
Quant es
detrás de la torre—pagecitos veu
passá:
—«¿Aquesta caballería—per qué la quieren
ensellá?»
—«Pel
fill del Conde Don Burgos—qu' esta
nit se quiere
esposá.»
—«¿Aquet
senyó que m'
nomena—hont el podría
encontrá?»
—«Veji
dalt d' aquella sala,—romerita, 'l
trovará.»
Li demana una
limosna—
per amor y caritat:
—«Que
vengo de la Italia—no
hi dut res pera gastá.»
—«Si tu
vens de la Italia,—quina
nova hay allá?
Mujer del Conde Don
Bueso,—¿si
n' es morta o que
fá?»
—Questa
dama que
'm nomenas—¿quin' enseya 't donará?»
—El
faldellí que portava— el día de
l'esposá.
Más de cien
doblas valían—las guarniciones que
hi ha,
y
altras tantas
ne valdría—si
ara l' podría ensenyá.»
Se quita 'l
guant de la mano—son
anell d'or li mostrá,
se quita
lo guardapié—
son faldellí li ensenyá.
¡Ay qué
lloros, ay qué lloros,—por aquel palacio hi
ha!
Que las
primeras mujeres—
may se poden olvidá,
s' engafan
mano per mano—y a sa casa
van aná.
[1]
13
La niña guerrera
(Núm. 245 de Milá)
—Maldita seas,
comtesa,— y la
teva generació,
de siete
hijas qu'
has parido— no has
parit ningún
varó;
ara cap a mas
vellesas— hay
d'aná a serví 'l senyó.
Ya
respon la mes pequeña:—«Padre, la
hi aniré yo.
Pare, deixem les tiretes,—les tiretes y
el layó,
com me llamo
Doña Amalia—Don Marcos me diré yo.»
Siete años
aná 'n campaña—
ningú no la conoció,
sino el hijo de la
reina—
dels ojos se enamoró:
[p. 367]
—«Mare regna, mare regna,— de amores me muero
yo,
que los ojos de Don
Marcos—son de dama, y hombre no.»
—«Hijo mío,
convidarlo—un día a diná
am vos,
las dames com son
discretes—totes fan lo vergonyós.»
Don Marcos
com era cuerdo—
ell todo se lo pensó;
lo milló bocí del
plat— Don Marcos
se l' emportó.
—«Mare
regna, mare regna,— de amores me muero yo,
que los ojos de Don
Marcos—son de dama y hombre no.»
—«Hijo mio,
convidarlo—un día
a nadá am vos,
que si Don
Marcos es
dóna—be-ho coneixerieu vos.»
Don Marcos
com era cuerdo—
ell todo se lo pensó;
calsotets y camisola—
aixó no se lo llevó.
—«Mare regna, mare regna,— de amores me muero
yo,
que los ojos de Don
Marcos—son de dama y hombre no.»
—«Hijo mío,
convidarlo—un día
a dormí am vos,
que si Don
Marcos es dona,—be ho coneixerieu vos.»
Don Marcos
com era cuerdo—
ell todo se lo pensó,
calsotets y camisola—
aixó no se lo llevó.
—«Mare regna, mare regna,— de amores me muero
yo,
que los ojos de Don
Marcos—son de dama y hombre no.»
—«Hijo mío,
convidarlo—un día
al jardí am vos,
les dames com son
discretes—totes corren a la fló.»
De cap fló d'
aquel jardi—ell no s' en enamoró,
Al
capdevall del jardí—hi havía un gran
llimó:
—«¡Ay
qué lindos los limones,—que lindos limones son.»
—«Más lo son
estas palabras—que salen del corazón.»
[1]
14
El Quintado
(Núm. 246 de Milá)
A la vora de la mar,—a la vora de l'arena,
ya n'
hi ha dos mil soldados—compañía noble y bella;
los un mil son
voluntarios,—l'
altre mil forzados eran.
Si n' hi
havía un trist forzado—que llora
la sua pena.
El capitán
ho ha entendido,—capitán que los gobierna.
¿Qué lloras tú,
trist forzado,—qué lloras que te da pena?
¿Que te dan pena
los grillos—o las pesantes cadenas,
o te tratan mal los
cómits —o te azotan que no debas,
[p. 368] o te quitan la ración—o no te la
dan entera?»
—No me dan
pena los grillos—ni las forzadas cadenas,
no me tratan mal
los
cómits— ni me azotan que no deben,
ni me quitan la
ración,—que ya me la dan entera.
Pues que
vosté me lo manda—yo li contaré mi pena.
El día que me
quintaron—eran mis bodas y fiestas.
Vaig deixá la mía esposa—casada, viuda y doncella,
Yo ya la dejé
casada,—porque
m' esposé con ella,
yo doncella la
dejé,—porque no hi
dormit amb ella,
Yo viudeta la
dejé,—porque me atrevo por ella.»
—«¿Em diría, mi quintado,—si era bonita o fea?»
—«Más linda
qu' el sol
quant sale—brillante
com las estrellas,
ya
la' n traigo retratada—
a la copa del sombrero.»
Quant el capitán l'
ha visto—promte se enamora de ella.
—«Vaji, vaji, mi quintado,—
vaji, vaji, con su dueña,
que li dará de mi
parte—cien mil abrazos y un beso.»
Al punt de la media noche—ya li
trucan a la puerta.
—«Torneu demá la mañana—que la
porta obrí no puedo.
De la noche
els gats son pardos—
per engayá las mujeres.
—Baixa, baixa a obrí, señora—que soy tu marido y
dueño.
—Ay, no es mi
dueño, nó,—que
n' es pres a la galera.
—Baixa,
baixa la senoyra—obri la porta y no tema,
sols per la teva hermosura—
m' han
donado la
llecencia.
15
La inocente acusada
(Núm. 248 de Milá)
La Diana está en el
jardín,—en el jardín de su padre,
cogiendo rosas y
flores—y violetas
boscanas.
En medio de
aquel jardín—había una fuente grande,
había cuatro
cañones,—todos cuatro van rajando.
Del uno raja oro
fino,—del otro la fina plata,
del otro raja el
cristal,—del otro el agua más clara;
alrededor d' aquel
bulto—había un serpiente grande.
—«¡Válgame
Dios de los cielos—y la Virgen soberana,
estos son pecados
míos—o la vida se me acaba!»
—«No
t' espantis, nó, Diana—que soy un rey encantado
que para servirte a
ti—seis años que estoy penando.
Si quieres venir
conmigo,—serás rica y estimada,
serás reina de
Castilla—y princesa de Granada.»
—«No quiero
venir contigo,—buen marido Dios me ha dado.»
[p. 369] —«Mira que te mataré—con esta
cruel espada.»
—«Más vale
morir con honra—que no vivir deshonrada.»
La traidora de la
Reina—del balcón se lo escuchaba,
escucha qué dice el
Rey,—nó que responde Diana.
Un día que el Rey
fué fuera,—fué fuera de su palacio,
ya manda hacer un
pregón—por Castilla y por Granada:
todos los condes y
duques—han de comer en su casa,
también el conde de
Floris,—marido de la Diana.
Cuando fueron a la
mesa—buen provecho les ha dado:
—«Con
licencia, caballeros,—voy decir cuatro palabras.
Todos los que son
aquí—tienen la mujer honrada,
menos el conde de
Lara,—marido de la Diana,
Que n'
es la maja del Rey—y le sirve de enamorada,
de día para la
mesa,—de noche para la cama.»
Todos dicen a la
una: «Diana
no te tal fama.»
Cuando el conde
escuchó esto—muy pronto bajo la escala,
ya 'n desensilla la
mula,—ya n'ensillaba el caballo.
Cuando Dianá
el veu vení—a recibirlo
anava
con los
brazos extendidos—y la
rialla en la cara:
—«Fuigm'
en de aquí, tú traidora,—fuigm'
en de aquí tu malvada.
que en el palacio
del Rey—hoy por ti me han afrontado:
que eres la maja
del Rey—y le sirves de enamorada,
de día para la
mesa,—de noche para la cama.»
—«Quien te ha
dicho esto, el conde,—la verdad no te ha contado.»
—«Mira que te
mataré—con esta cruel espada.»
—«Mas vale
morir con honra—que no vivir deshonrada.»
De tres hijas que
ella tiene—ya llamaba la más grande:
—«Quant tu padre me habrá muerto—y la cabeza
quitado,
me peinarás el
cabello—y m'
en rentarás la cara,
y irás a hacer un
presente—a la Reina muy honrada.
Quant arribarás allí—que n'
arribis ben parlada,
que
no t' tinguessin de dí:—«Mal hija qui t' ha
criada?»
En pujant de
l' escalera—ya
troba 'l Rey que
dinava.
—«Buen
provecho tenga el Rey.»—«Dios te salve, la hija infanta.»
—«Aquí vengo
a
té un present— a la Reina
molt honrada.»
—«Destápalo,
buena hija,—destápalo, buena infanta.»
—«Destápelo
usted buen Rey,—que'l
meu cor no m' hi abasta.»
—«Por
los dientes me parece—la cabeza de Diana.» [mandado?»
—«¿Quién ha
hecho aquesta muerte?—¿quién la ha hecho y la ha
—«Mi padre la
ha hecho, el Rey,—y la Reina la ha mandado.»
—La Reina
será quemada—y tu padre soterrado,
y tú serás, la
Adriana,—lo que había de ser tu madre.
[1]
La amante resucitada
(Núm. 249 de Milá)
La ciudad de
Barcelona—es muy noble y muy antigua.
Allí había un
caballero,—el cual Don Juan se decía,
cerca habitaba una
dama,—se llama Doña María,
y los dos se
quieren mucho—corazón y alma unidos.
Un día estando en
su puerta—casarse se prometían,
mas el padre de la
dama—otros intentos tenía,
que la quería
casar,—que casarla la quería,
casarla a un
mercader,—un mercader de Sevilla,
que era rico y
poderoso—o que esta fama tenía.
Don Juan entonces
se fué,—a Perpiñán se volvía
para ver si
olvidará—los amores que tenía.
No los podía
olvidar,—olvidarlos no podía.
Ya se vuelve a
Barcelona—donde está Doña María;
halla la puerta
cerrada,—ventanas y celosía,
una criada a la
puerta—que de luto va vestida.
—«¿De dó has
sacado esa ropa—tan triste y adolorida?»
—«Doña María,
Don Juan,—por usted perdió la vida.»
Cuando él oyó estas
palabras—desmayado ya caía.
Pasando estaban
tres frailes—de la religión francisca;
les pide de
confesar,—de confesión le servían;
después de haber
confesado—de la iglesia se volvían.
En la iglesia no
hay ninguno,—ninguno en la iglesia había,
sino un pobre
sacristán—que por la iglesia transita.
—«Dígasme,
buen sacristán,—dígasme por la tu vida:
¿En dónde estaba
encerrada—aquella Doña María?»
—«Debajo de
aquella tumba—ella pienso que estaría.»
—«Ayúdamela a
sacar—que yo te lo pagaría.»
Los dos alzaron la
tumba—con gran triunfo y ufanía.
Cuando fué la tumba
alzada—dentro Don Juan se metía:
—«¿Dónde
estás, bien de mi alma?—¿Dónde estás, bien de mi vida?»
Quiere darse
puñaladas—para hacerle compañía,
[p. 371] mas la Virgen del Remedio—su mano
le detenía:
—«Yo no
quiero que se pierda—devoto que yo tenía.»
Cada día que el sol
sale—me reza el Ave-María,
de día reza el
Rosario,—de noche el Ave-María.»
Mira a la dama Don
Juan—y encuentra la dama viva.
Se cogen mano por
mano—y a su casa se volvían;
encuentran el
mercader,—el mercader de Sevilla,
que era rico y
poderoso—o que esta fama tenía.
—«¿Dime tú,
Don Juan de mi alma,—dime tú, por la tu vida,
de dó has sacado
esta dama—tan triste y adolorida?
Si no que la mía es
muerta—diría que era la mía.»
—«Tuya era,
mercader,—tuya era, ahora es mía.»
Se cogen mano por
mano—y se van a la justicia.
—«Que dé la
mano a Don Juan—que muy bien lo merecía.»
[1]
17
Los dos hermanos
(Núm. 250 de Milá.)—(Variante del Rosellón)
El día de San Joan—es festa per tot lo día,
fan festa los
cristians—y 'ls moros de morería.
En cautivan una
dama—la mes linda de Castilla,
fan un present a
la reyna—la reyna mora d'Ungría.
—«Reyna
mora, reyna mora,—veli aquí linda cautiva.»
—«Tórnala,
tórnala, 'l moro— del campo
d' hont l' has traida,
que si 'l rey moro
la
veya— d' ella se enamoraría,
ella sería la
reina,—yo sería la cautiva.»
—«Deuli ofici, señora,—
deuli ofici per viure,
Fássil' aná a
rentá 'ls paños,—
a vora de la marina,
Fássil' aná a sol y a viento—
sos colors blancos perdría.»
Un día
rentando 'ls paños,—mirando 'l
sol d' hont eixía,
veu venir un
caballero,—caballo blanco traía;
am l' ayre del caballero—cristiano li
apareixía.
—«Deu lo
guart, la linda dama,—caballero bien venido.»
—«Vol veni, la linda dama,—
vol veni ab ma companyía?»
—«No
per cert, lo caballero—que fiada no
hi sería.»
—«Tan fiada,
linda dama,—
com si
fos hermana mía.»
—«Dels pañuelos de la reina—dime lo que yo
'n faría?»
[p. 372] —«Els que son de seda y
plata—tirarlos a la marina;
els que son de seda
y oro—tirarlos dalt de la silla.»
—«Vol aná a
gropa, la dama,—a la gropa o a la silla?»
—«A la gropa,
caballero,—por más honra vuestra y mía.»
Siete leguas
caminaron,—palabra no se decían,
y a cap d' aqueixas
set lleguas—la dama ya se reía.
—«¿Qué te
ríes, linda dama,—qué te ríes dama mía?
¿Te ríes de mi
caballo—o la silla mal guarnida?
—«No 'm río
de tu caballo—ni la silla mal guarnida,
que 'm río del
caballero—que la espuela n' ha perdida.»
—«Atrás,
atrás, linda dama,—a ver si la
trovarían.
Si la espuela
era de
bronzo,— d'oro fino la tindríam.»
Diciendo estas
palabras,—descubrían Camp-d' olivas:
—«
Camp-d' olivas, camp-d' olivas,—d' allí hont so nada y
filla!»
—«Me
dirías, noble dama,—de
quina casa sou filla?»
—«Mi padre se
llama Don Juan,—mi madre Doña María.»
—«
Si aixó es veritat— los dos hermanos
seríam.»
[1]
18
Don Olardo
(Núm. 251 de Milá)
Por las calles de
Madrid—de cuando
lo Rey vivía,
si n' hi ha una linda dama—se llama Doña María.
Un
cavallé la festeja,—Don Olardo se decía,
L' enviá que l' en vafi a veure— aquesta noche venida,
que no
hi vají pas tot sol—que hi vaji ben percibido.
A las once de la
noche—Don Olardo se vestía,
saliendo de
lo seu cuarto—una visión li ha
eixida:
—«Que
no hi
vajis, el
promés,— mira que te matarían,
ocho mancebos
ti aguardan—y los tres
t' escometrían,
altres te irán
al detrás—usarán de cobardía.»
Al entrando del
portal—tiran
pedras asesinas:
—«No tiréis
pedras, bellacos—qu' es usá de cobardía,
tinch l'
espasa entre mis manos—
per quant mi defensaría.»
A las
dotse de la noche—
dotse cents morts hi havía,
la dama se
esta al balcón—
molt trista y molt afligida:
—«No vuy sapigué res pus— en aquesta
trista vida,
me vuy
posá en un
convent— usaré de santa vida.»
[2]
Doña Isabel
(Núm. 253 de Milá)
Doña Isabel se
pasea—en su palacio real,
mirando sus campos
verdes—romeritos ve pasar.
No 'n van a pie los
romeros,—en buenos caballos van;
los rosarios que
ellos traen—con cabezas de metal,
las calabazas del
vino—llenas de pólvora van.
Isabel ya los ha
visto—las puertas manda cerrar.
Manda a la
centinela—que no los dejen entrar;
la centinela no es
pronta,—ya los ha dejado entrar.
—«Deu la guart, Doña Isabel.»—«Caballero, bien
Vengáis.»
—«No dirá,
Doña Isabela,—si 'n coneixería cap?»
—«Yo conozco
a Don Rodrigo—que viene para mi mal;
es hermano de la
Reina,—primer hermano carnal.»
—«Venim de part de la Reina—que la habemos de
matar.»
—«¿Qué
l' hi hecho yo a la Reina—que a mi me haya de matar?»
—«Perque vusté tiene hijos—y la Reina
no-n té cap.»
—«Si yo
del Rey tengo hijos—sabe Dios
perque me 'ls da,
si la Reina no té
hijos—sabe Dios
si 'ls hi dará.
Escuche usté,
Don
Rodrigo,— li voy a decir verdad.
Cuando era chica y
pequeña—muchacha de poca edad,
el rey pide mis
amores,—yo no
los hi quise dar,
se los
demana a mi madre,—mi madre se puso a llorá,
se los
demana a mi padre
—resposta no li 'n torná.
Me meten en
un convento—para más disimular.»
—«Déjese,
Doña Isabel,—déjese de tanto hablar,
que
lo dia se
'ns escursa— y
'l sol a la posta va.»
Aquí tiene el
confesore— si se quiere
confesá,
aquí tiene el
notari—si 'l testament vol firmá,
aquí tiene
lo verdugo—que la tiene de matá.»
—«¡Mis hijos
de mis entrañas—sin madre habéis de quedá!»
Aunque quedéis sin
madre—padre no os faltará.»
Set canas a sota terra—ya la varen enterrá.
Estan en estas
razones—el Rey ya va
arribá,
al bajo de la
escalera—Don Rodrigo
va trová:
—«Dónde
viene Don Rodrigo,—qu' está tan
acalorat?»
[p. 374] Ya pregunta a los criados:—«Doña
Isabel dónde está?»
—«Doña
Isabela
n' es muerta,—Don Rodrigo la matá.»
Muerte de Doña
Isabela—
vintinou ne va costá.
[1]
20
La adúltera castigada
(Núm. 254 de Milá)
Un día por la
mañana,—mañana de
l'Ascensió,
troba la
puerta enramada—de linda flor de limón.
—«¿Quí ha enramado la puerta,—la puerta
qui l'enramó?
¿Si la ha enramado
Don Buelo,—el hijo de un labrador?»
—«No la ha
enramado Don Buelo,—el hijo de un labrador,
la ha enramado un
caballero,—hijo del emperador.»
Per aquí
s' en pasejava— cantando esta canción:
—«Rosavera, Rosavera,—rosa de mucho coló,
quant jo te
podía
aymarte— no te sabía
aymar jo,
ahora que
t' aymaría,— tienes otro servidó.
[2]
Qui pogués dormí,
señora,—una noche
sens temó,
en una
cambra daurada,— en un llit cubert de
flós.»
—«Una y
dugas, caballero,
—una y dugas tres y
tot.
Don Jardin es a la
cassa—a' n' els monts de Leó.
Ya se
li menjés el perro
—aquell animal
falcó,
un río
corriendo
d'aygua—se li meni el caballó,
un río
corriendo
d' aygua—se li meni ab ell y tot.»
Dient aquestas
paraulas— Don Jardin
truca a la tor,
ab las mans truca
a la porta—y ab la llansa a n' el balcó.»'
—«¿Qui
es
aqueix caballero—tal hora
truca al balcó?»'
—«Don
Jardin, rosa florida,—Don Jardin,
la mía amor.»
—«Ay
trista de mí,
mes trista— esta
nit moriré yo.»
—«Báixali obrí la porta,—báixali obrí sents temó.»
Al baixant de
la escalera
— ya
tremolava de pó,
al
obrintre de la puerta
— ya trasmudaba
els colós.
—«¿Qué
tienes, la gentil dama,—qué tienes, la mía amor?
¿Si
n' ets tocada del vino—o tienes
altres amors?»
[p. 375] —«No
so tocada del vino—ni tengo
altres amors,
que
so perdudas las llaves—del más alto mirador.»
—«No t'
espantis, gentil dama.,—no t'
espantis per aixó,
si las llaves
son de plata—d'
or fí las faré fer yo.»
—«De
qui es
aquell caballo—que es al
estable majó?»
—«De
vosté, marido mío,
— que 'l
pare li envió.»
—«No sento grat a ton pare— buen caballo tengo
yo.»
—«¿De qui es aquella brida—que la
reyneta n' es d' or?»
—«De
vosté, marido mío,—que 'l pare li envió.»
—«No sento
grat a ton pare— buena brida tengo yo.»
—«¿De
qui es
aquesta espasa— que gasta tanto brilló?»
—«De
vosté, marido mío,—que 'l
pare li envio.»
—«Aquella
espasa es de Don Carlos—
aquell mulahit traydó.»
Ya s'
en puja a la escalera—
dret adalt del miradó,
—«¿Dos que
fas aquí, Don Carlos?—¿dos
que fas aquí traydó?»
—«Vinch veure la sua senyora—si
m' en vol doná l' amor.»
Don Carlos,
porta l' espasa:—que peleyarem los dos.
Don Carlos moría a
las
quatre— a las
cinch Don Jardin
mor;
va
quedá la gentil dama—
sens consuelo ni amor.
[1]
21
La mujer perversa
(Núm. 255 de Milá)
—«Ya
n' hi trucan a la
porta:— ola, ola,
qui va assí?
Sabés que fos Don Francisco—luego l' aniría obrí,
Sabés que fos mi marido—primero
calsá y vestí.»
—«Don
Francisco soy, señora,—el que l'
en solía serví.»
En
obrintre de la puerta—ya li apago
lo candil.
—«Válgame
Dios de los cielos—y
lo gloriós San Gil.»
—«No
t' espantis, Marieta,—no
t' espantis pera mí.»
S' agafan mano
per mano—los dos s'
en van a dormí.
En
sent a la media noche—
ell ne llansa un gran
suspir:
—«¿Qué
suspira, Don Francisco,—que no ho solía fe' xi?»
—«Y ahora
estaba pensando—
quants hijos tienes de mí.»
—«Todos
vuestros, Don Francisco,—tan el
gran com el
mes xich,
menos
aquell mitjanet— que es del
traydó del
marit.»
—«No
digas mal del marido—que ahora le tienes aquí.
[p. 376] Yo ahora estaba pensando—de que 't
faría un vestit,
Un
vestit de tela blanca,—y en el
coll un carmesí.»
—«Antes
que tú no me
matis— la
finestra vuy eixí,
doncellas,
viudas, casadas,
—preneu exemple de mí.»
[1]
22
La innoble venganza
(Núm. 256 de Milá)
Aquí está la
Gudriana—en
son jardí delicado,
cullintne lindas
floretas—per su lindo enamorado.
Mientras las está
cullendo— Don Guespo n' es arribado.
—«Deu la guart, la Gudriana.»—«Don Guespo,
ben arribado.»
—«Domingo
en som de bodas—aquí
vinch a convidarla.»
—«Que se
sentí aquí, Don Guespo,—en esta
pedra picada,
tomará un
bocadito—y
en beurá una vegada.
Quant Don Guespo
ho que begut— ya no
veya el
seu caballo.
«¿Qué
m' as dat la Gudriana—que no veo mi caballo?»
—«L' hi dada una medicina—que el
Doctó no la ha ordenado.»
—«Si tingués
papé y tintero—per
escriure una carta,
a' la
trista de mi madre,—que no
'm veurá torná a casa.»
A' diez horas de la
noche—Guespo malo ya n' estaba,
a' las doce de la
noche—Guespo muriendo ya n' estaba,
la punta del alba
clara—Guespo enterrado estaba,
ya
portan la Gudriana—que
l' anavan a cremarla.
[2]
23
La infanta seducida
(Núm. 258 de Milá)
La infanta estaba a la
mesa—
son pare se la miraba:
—«¿De qué
mira el Rey mi padre,—de qué tanto me miraba?»
—«Be tinch que
mirá, la infanta,—me parece que estás mala;
los vestits te son ja curts,—la camisa no t' hi
basta.»
[p. 377]
—«Aixó ho ha fet, pare rey,—lo beure de la mass'
aygua.»
—«Vinguin
metjes y barbes— los de Sevilla y Granada.5
L' uns la miran
pels polsos,—altres la miran
per l' aygua;
lo un metje diu a
l' un,—l' altre metje diu a l' altre:
—«El
mal que la hija
té—ab nou mesos es curada.»
Per no
doná un
pesá al rey—«la infanta
com una plata.»
El rey
n' es escoltado,—que tot aixó s' escoltava:
—«No me
engañarás
barbés,—tampoch metjes de Granada,
que si aixó es veritat—molt promte será curada.»
Promic mana a sos criats—a tancarla en una cambra,
en una
presó molt fosca— que no hi
viven sino
lladres;
ayguet fins a
cintura—
per ferli pudrí las carnes
y de cintura en
amunt— cadena y grillons portava.
—«Quant demani de menjá—doneuli herbas amargantas,
Y quant demani del
beure—aygua de la mar salada.»
Siete semanas
pasaron—sens' abrirli la ventana.
Ningú no l'
anava a veure—caballers y nobles damas,
y també hi han anadas— las monjas de Santa Clara.
Hi va aná una criada—del palacio de su madre:
—«Em dirías, Catalina,—
quinas novas corren ara?»
—«Las
noticias qu'
ara corren,—luego
aniré a explicarlas,
las noticias
qu' ara corren—que
vosté ha de ser
cremada,
tiene tres
horas de tiempo,—una y media
n' es passada.»
—«A mi
no 'm raca 'l morí—ni
tampoch el ser
cremada,
em raca la
criatura—sé
filla de tan bon pare.»
Si
trovás un pajarito—qu'
anés corriendo y volando
enviaría una
carta—al caballero Don Carlos.»
Mentres n' está dient aixó— un pajarito volaba:
—«Sí que
hi aniré, señora,—si que
hi aniré volando.»
Ab la sangre de sus venas—ya
ni ha escrita una carta:
—«No l' ensenys a
ningú,— sino en sus propias manos.»
Quant arriba al palacio,—al palacio de Don Carlos:
—«Veliaquí aquesta carta—que la infanta me la ha
dado.»
Al
sobrescrit de la carta—
ell el coló trasmudaba,
al
descobrirne la carta—llágrimas al cielo
llansava.
—«Entornat'
en, pajarito,—digas que no
estich de marxa,
que no hi
puch anar-hi, nó,—que
tinch la mare molt mala,
que
en té forta calentura—que
prou la
'n pensa matarla!»
Promte mana a sus criados—que li ensillen un caballo;
quant li han
ensillat un,—
diu que li ensillin un altre.
Promtament pren el
camí—dret a un convent de frares.
Quant es arrivat
allí— el
Pare Prió demana.
—«El Pare
Prió no hi es— no tardará en
arribarne.»
Quant están díent
aixó— el
Paré Prió arrivaba.
—«Yo li
vinch a demaná—si m' volría deixá uns hábits.»
—«El hábits
jo 's jicaré—y tot quant al convent hi haji.»
[p. 378]
Quant li ha deixat los uns,—diu si lo vol aeixa uns
altres,
s' en torna penre
cami—dret a n' aquell foch anava;
tot a vora d'
aquell foch—hi había treinta damas.
Quant es
arrivat allí—demana per confesarla,
las calderas van
cremant,— las trompetas van tocando.
—«Válgame
Dios de los cielos—y la Virgen soberana.
Set anys ha que la confeso—y
ara no
puch confesarla?»
—«La
confessi, diu el Rey—que la vida se li acaba.»
Per la
llicencia donada—
ho fa dintre d' una cambra.
Passa al
sisé manament:—«¿Ab quant homes has pecado?»
—«No he pecat sino
ab un— que s'
anomena Don Carlos.»
—«¿El coneixerías tu—cas que tu 'l
vejesis ara?»
—«No
pot se, bon pare, nó—que tinch la vista entelada.
Ab els rostros y meneyos—si
mi pareix a Don Carlos.»
—«Cata aquí,
la buena infanta,—cata aquí
uns d' aquests hábits,
y om' en he posal
els uns— tu
t' en posarás els altres,
quant pasen la
sentinella— no te 'l
miris a la cara,
passarém devant ton pare— no
fassis sino un acato.»
Despres la gent tothom deya:— «¿Qué se n' es
fet de la Infanta.»
Admirábase
tothom—d' aná a parells los
frares.
[1]
24
La serrana
(Núm. 259)
A la montaña de
Oro,—allí dentro de una cueva
n' hi había una serrana—blanca y
rossa y no es morena.
Trae el cabello
crespado—y con una rica trenza,
Cuando quiere
hallar un hombre—ya se va por la ribera.
Veu vení un gallardo mozo:—«Gallardo mozo, detente.»
S' en prenen mano
per mano—y
s'en van
dalt de la cueva;
la cueva
n'era voltada— de cabezas de hombres muertos:
—«Son los
hombres que yo he muerto—allí
baix a la ribera,
lo mismo será de
ti—cuando mi voluntad fuera...
De tans besos y
abrassadas— la serrana
s' en aduerme,
yo me
vuy a poco a poco—yo me
vuy apartar de ella.
Siete leguas
caminaba—
sense girarme enderrera.
[p. 379] Ya veig vení la serrana—venía
tota correnta,
ab un perro al
costado—que
feya mes pó que ella.
—«Detente,
gallardo mozo;—gallardo mozo, detente,
que
t' en vuy doná una carta—per la
gent de la ribera,
sino l'
escrich de mi sangre—ya l'
escriuré de la teva.»
—« No
pot ser, linda serrana,—que yo ya seré
a mi tierra.
—«Ay
trista de mí,
mes trista— ahora seré descubierta.»
De tanta rabia y
malicia—la serrana se
reventa.»
[1]
20
La guardadora de un muerto
(Núm. 260 de Milá)
Siete años que lo
tinch muerto—y
tancat dins de ma cambra.
Yo li mudo la
camisa—todas las
festas del año,
yo li n' rentava su rostro—con rosas y vino blanco;
veig qu'
els ossos se
dessossan— de aquellas carnes tan blancas.
¡Que
hi faría yo mesquina—
trista de mí, desgraciada!
Si lo digo a mi
padre—dirá que es mi namorado,
si lo digo a mi
madre—
sempre viurá con cuidado,
si lo digo a mi
hermana—de amores no entiende nada,
si lo digo a mi
hermano—es hombre para matarme,
si lo digo a la
justicia—de ella seré castigada:
vale más que no lo
diga—que me lo sufra y lo calle.
Un día estando al
balcón—a mi ventana asomada
veig pasar un
cazador—que por nuestras peñas caza:
—«Cazador,
buen cazador,—escúchame una palabra:
voldría enterrar un muerto?—te será muy bien pagado.
No será pagar en
cuartos,—sino con oro y con plata.»
Bajando de la
escalera—dos mil besos li ha dado:
—«Adiós, bien
de mi vida,—adiós, bien de mi alma,
no
trigará mucho tiempo—que yo vendré a visitarte.
[p. 380] Además de estos romances castellanos, publica Milá fragmentos de otros varios. Los principales son los siguientes:
Gerineldo
(Núm. 269)
Aquí estaba
Gerineldo—junto a una ventana fría,
limpiando ropón de
seda—por andar el rey vestido.
Por aquí pasa la
infanta—de amores lo requería.
..............................................................
L' endemá a la matinada— el rey pide su vestido.
...................................................................
O es muerto
Gerineldo—u ofende mi Castillo.
.................................................................
Si yo mato a
Gerineldo—tanto tiempo me ha servido,
si yo mato a mi
hija,—mi estimada y querida.
Mejor será que los
casi,— nada
ningú no sabría.
Otra variante
Arinello,
Arinello,—Arinello Pampolino...
Por tres voces lo
llamó—y nadie le ha respondido...
Al despertar la
infanta—encuentra la espada fina...
«Esta espada es de
mi padre—que mucho la conocía...»
—«Buenos días
tenga el rey»—«Arinello, bien venido.
Eres preso o eres
muerto—o traidores te han
traído...»
«No era preso
ni era muerto—ni traidores me han
traído.
Estaba en el
camarín—a coger rosas floridas,
a coger rosas y
flores—rosavera y
satalía.»
Mentr' están
en estas
paraulas —l' infanta
també hi arriba.
—«Buenos días tenga, mi padre.»—Bien venida sea mi
hija.»
—«El don que
le pido, padre,—no sé si
me 'l concediría.»
—«¿Qué
es lo que pides, infanta,—infanta, qué es lo que pides?»
—«El don que
le pido, padre,—Arinello por marido.»
—«¿Com te lo puedo
donar—si tú ya te lo has prendido?»
Pues te lo has
tomado tú—que te lo dé no es preciso.
Mejor es casar los
dos—pues tanto ya se querían.
(Núm. 270)
Al orilla de la
mar—'s
hi pasejava una reina
con dos hijas al
costat— con
Blancafló y Filomena.
Ya ha pasado Don
Tarquín,—
dientli de esta manera:
«Dan Tarquín,
perque no 't casas?—cómo vas de esta manera?
—Prou me casaría yo—si 'm diese la Filomena.»
—Cásate con
Blancafló,—Filomena es muy pequeña.
Es deshonra por los
reyes—de casar la más pequeña.
Passa avant el matrimonio—y se la lleva a su tierra.
Al cabo de nueve
meses—Don Tarquín se fué a la guerra.
No se va a la
guerra, nó,—que se va a
enganyá su suegra...
El resto del romance refiere los crímenes de D. Tarquino, la lengua cortada de Filomena, y el horrible banquete que su hermana sirve al criminal haciéndole comer a su hijo recién nacido. En otras versiones, todavía más degeneradas, se dice palomera en lugar de Filomena y D. Arlaquin en vez de D. Tarquín. Otras empiezan:
En la ciudad de
Granada...
por las calles de
Madrid...
Copia también Milá (núm. 271) los primeros versos de un romance catalán que parece tener análogo argumento:
A la vora de la
mar—n' hi ha tres doncellas;
ha vingut un
cavallé—ha vingut de llunyas terras,
s' enamora de la
gran—después de la minjanceta...
Falta lo demás.
El Cautivo
(Núm. 267)
Mi padre era de
Burgos—y mi madre de Antequera.
...............................................................................
Se embarca a los catorce años. Es cautivado y vendido a un renegado que es natural de mi tierra:
[p. 382] De día
m' fá picá esparto—y a la nit
sucre y canyella.
M' en posa un
mos a la boca—
perque no gusti d' ella.
La nuera (!) le afloja la cadena cuando está fuera el moro:
M' en dona del pan blanco—y del vi que 'ls moros beuhen.
Los dos quitan al moro la arquimesa y sacan cien escudos para el rescate. Dice al moro que los ha recibido de su padre:
Maldito sea tu padre—y tu madre si la tienes.
Hay otras dos variantes, de que Milá sólo cita breves frases.
Es romance seguramente antiguo, puesto que ya le citó Luis de Camoens con el primer verso ligeramente alterado:
Mi padre era de Ronda—y mi madre de Antequera...
Existe en la tradición oral de la provincia de Santander (página 219 de este tomo. [Ed. Nac. Vol. IX pág. 324]).
La madre perversa
(Núm. 67 de Milá)
A Barcelona hi ha una dama—va vestida d' oro y seda...
Su hija avisa al padre que
A casa viene Don Pedro—capitán de la bandera.
La madre corta a la niña la lengua, la cuece y se la sirve al padre. Al tiempo de dar él la bendición oye una voz que le dice:
No menjes d' aquesta carn— qu' es de las entranyas tevas
La madre invoca a diez mil demonios. Éstos llaman a la puerta, baja ella, la cogen y la despedazan.
Milá dice haber recogido varias versiones contradictorias, en algunas de las cuales hay dos versos de la canción de Blancaflor y Filomena.
Es el mismo romance andaluz de La Infanticida, representado en nuestra colección por dos versiones: 26 y 27.
(Núm. 268)
Bien se pensaba la
reina—que buena hija tenía.
De buena no la
té buena,—de buena no la tenía.
............................................................
La infanta es acusada por una dama, criada de su servicio.
La reina la llama:
—«Dáme licencia,
mi madre,—por aná a mi
cambrería.
A las criadas
que
brodan— oro o plata
'ls faltaría.»
—«Si 'l oro o
plata
'ls faltase—la culpa sería mía.»
Ella
munta a la ventana—ver Don Galván si venía.
En treu el guante de la mano—ella lí envía un signo,
Don Galvano hombre
discreto—de pronto
ho ha entendido.
—«
Ara pararás, Galvano,—el paño de tu capilla.
Vestiremlo d' oro y seda—
passaremlo a morería,
de morería a
Flandes—de Flandes a Lombardía;
de Lombardía
mes lluny—allí
hont amas se crían.»
.................................................................
Don Galván encuentra al rey, y le dice que trae unas manzanillas:
—«Si m' en
queres
donar una—d'aquestas lindas manzanas.
—No
per cert, el señor rey—que me las tienen contadas.»
Diciendo estas
palabras—las manzanillas lloraban.
Además de los romances propiamente populares, han penetrado en la tradición oral de Cataluña algunos romances vulgares castellanos, como el núm. 274 de Milá, Doña Antonia:
Alto y soberano cielo,
en tí pongo la
memoria
para contar y decir
lo que sucedió en
Lisboa...
y el 275, Melchor y Laurencia:
Murallas, fuertes
murallas
combaten el mar
soberbio...
el mejor puerto de
mar
que tiene el Rey en
sus Reinos...
[p. 384] —«Adios, Málaga, le dice,
adios, mi patria
bella;
adios, madre de mi
vida,
voy que los moros
me llevan...»
En la colección de Milá se lee también un romance religioso (núm. 15), Confesión de Nuestra Señora, casi enteramente castellano, pero siendo prosaico y seguramente moderno, le omitimos. Por estar muy incompletos y no ser tampoco enteramente populares, excluímos igualmente el 60, La Virgen aguardando a su hijo (que tiene algunos versos muy alterados de la canción que principia Por el rastro de la sangre), el 61, El niño perdido; el 62, La Virgen Gloriosa, con reminiscencias de los romances de Silvana, como puede juzgarse por el principio:
Por la escalera del
cielo—se pasea una doncella,
vestida toda de
blanco,—toda la gloria está en ella...
Pertenecen a la poesía vulgar el 65, La venta de un Crucifijo:
Allí a la plaza de Argel—hay un Cristo figurado,
y el 66, La Cautiva:
O gran Reina de los
cielos—Madre de Dios soberana...
Historia muy
lastimosa—que se ha escrito y se canta.
Considero también como de origen castellano indudable, aunque ya se canta en catalán o poco menos, el núm. 4, Duda de San José (donde aún persisten las palabras mansana y mansané; compárese el romance asturiano, núm. 60, el andaluz núm. 29, y el montañés, pág. 216 de este tomo; [Ed. Nac. vol. IX pág. 321]) La vuelta del marido (número 202, similar de los romances asturianos 27 y 28, y de otros más antiguos); el 204, La viuda (que conserva las palabras hijo y marido: romance análogo, hasta en el metro, al Don Pedro que se canta en Extremadura, núm. 13); el de Don Luis de Montalván (número 206) que empieza con el verso tradicional:
La vida de la galera—es muy larga de contar;
el 207, El poder del canto; el 213, La niña encantada, que es una variante de La Infantina; el 217, El Caballero de Málaga; el 219, [p. 385] La Peregrina; el 227, La Condesa muerta (hay una variante que delata su origen desde el principio:
¿Dónde vas el caballero?—¿Dónde va vosté per qué?);
el 247, Don Gayferos; y el 257, La Princesa, que por ser breve y muy lindo transcribiremos aquí:
Un castillo, dos
castillos— una princesa hi havía,
hi havía dotse
comptes—que tots casars' hi volían,
n' hi havía un
escuder—qu' en son servey ne servía.
—«Escuder,
bon escuder,—molta
merced ne farías
de portar aquesta
carta—
al caballero de Encina;
que si 'm venía ell
a veure—als passos li pagaría
ab vestits tots
bordats d' or—tots d' or y
de plata fina;
si d' aixó no
se contenta—altre cosa li daría.
Li daría dos
castells—que tinchvora la marina,
a cada cap de
castell—cent soldats armats hi havía.
Tenen
socorro pagat—per un any y per un día.
Si d' aixó no 's
contentés—yo mateixa me hi daría.
Es, como se ve, un eco del antiguo romance de Montesinos y Rosaflorida (núm. 179 de la Primavera).
[p. 350]. [1] . Omitimos aquí los dos primeros, porque ya Wolf los copió en la Primavera (núms. 23 y 24).
[p. 351]. [1] . Estudios de crítica (Barcelona, 1859), p. 196.
[p. 351]. [2] . Vid . Obras completas. tomo 6.º, pág. 199.
[p. 352]. [1] . Entiéndase que estas históricas son todas de asunto moderno, y no hay ninguna anterior al siglo XVII. Inclúyense en este número las de bandidos, y algunas relativas a la guerra de Sucesión, a la de la Independencia y a las contiendas civiles de nuestro siglo.
[p. 355]. [1] . Dida, ama de cría.
[p. 356]. [1] . Hay otras ocho variantes más o menos catalanizadas.
[p. 357]. [1] . Además de estas dos variantes de Delgadina, se han publicado otras ocho, más catalanizadas en el lenguaje. Trata asunto análogo, pero con más repugnante aspecto, el romance de Silvana (núm. 272 de Milá).
[p. 358]. [1] . Hay otras cuatro versiones, todas con muchas palabras castellanas. Cf. El Marinero (núm. 57 de los romances asturianos y el 30 y 31 de los andaluces).
[p. 359]. [1] . Cántase también el mismo asunto en un bello romance de seis sílabas, mucho más catalanizado. Cf. el romance asturiano de Doña Alda (números 42 y 43) y el romance extremeño núm. 13.
[p. 360]. [1] . Cita Milá otras siete variantes del Conde Alarcos (Conde Florispán, Conde de Floris...), todas con mezcla de palabras castellanas.
[p. 361]. [1] . Es variante del núm. 114 de la Primavera, El Prisionero, del cual se lee ya un fragmento en el Cancionero general de Hernando del Castillo (1511) y el texto íntegro en el Cancionero de Romances de Amberes, sin año, anterior a 1550.
[p. 362]. [1] . Milá dice haber regularizado la versificación de este romance, catalanizando algunas palabras. Cita algunos versos de otras tres versiones.
Tiene analogía este fantástico romance con las curiosísimas Coplas de la Muerte cómo llama a un poderoso caballero, composición impresa en un pliego suelto gótico sin lugar ni año. (Vid. núm. 195 del Catálogo de la Biblioteca de Salvá, y tomo 6.º de esta Antología , p. 383.) [Ed. Nac. Vol. III pág. 205].
[p. 362]. [2] . Hay otras cinco variantes. Tiene alguna remota analogía con los romances asturianos de Bernardo del Carpio (núm. 10-11-12) y con los portugueses que citamos en la nota correspondiente.
[p. 363]. [1] . Las comadres o parteras.
[p. 363]. [2] . La mecía o acunaba.
[p. 364]. [1] . Hay otras cinco lecciones, y otra variante (núm. 242 bis de Milá) mucho más catalanizada, pero que todavía conserva rastros de su origen en las palabras castellanas intercaladas.
Es el romance de Flores y Blanca-Flor o de la Reina y la Cautiva, uno de los más sabidos y decantados en toda España. La lección catalana se parece mucho a las de Asturias.
[p. 365]. [1] . Tan popular como el anterior es este romance, que no falta ni siquiera en las provincias donde hasta ahora se ha recogido menor copia de canciones populares. Es natural que en Cataluña abunde: Milá obtuvo hasta nueve versiones.
[p. 366]. [1] . Es el romance de El Conde del Sol, tan conocido en Asturias y en Andalucía. Hay otras siete variantes catalanas.
[p. 367]. [1] . Hay otras ocho variantes. Es el romance asturiano y portugués de Don Martinos (núm. 46).
[p. 369]. [1] . Milá llegó a reunir hasta diez versiones de esta canción, que, a pesar de ser tan castellana, no aparece en nuestras colecciones. Aguiló dice de ella: «L' interés tragich que desperta esta narració, la manté viva en la memoria del poble axi en Catalunya com a les Balears. Estesa segles fa en llengua castellana, no está encora del tot connaturalisada entre nosaltres; ses versions, que abundan, mostran poch o molt sa procedencia, ab les castellanades que les camperoles hi barrejan» (Romancero Popular. p. 375).
[p. 371]. [1] . Cf. el romance asturiano de Doña Ángela (núm. 55) y el portugués de Doña Águeda Mexia. Es, como se ve, una situación análoga a la de Romeo y Julieta.
[p. 372]. [1] . Compárese con los romances asturianos de Don Bueso (núms. 16 y 17).
[p. 372]. [2] . Cf. el romance andaluz D. Manuel (núm. 19).
[p. 374]. [1] . Procede, aunque con grandes alteraciones, de los romances de Doña Isabel de Liar (núms. 103, 104 y 105 de la Primavera). Siete versiones más recogió Milá en Cataluña.
[p. 374]. [2] . Versos tomados casi literalmente de la bella canción «Rosa fresca, rosa fresca», que probablemente formó parte, al principio, del romance de La esposa adúltera.
[p. 375]. [1] . Once versiones más apunta Milá de este romance, que se encuentra con igual abundancia en todos los rincones del territorio español.
[p. 376]. [1] . Romance análogo al anterior. Hay de él otras nueve versiones do procedencia catalana.
[p. 376]. [2] . Es análogo al romance asturiano núm. 32 El Convite, y a los portugueses que citamos en la correspondiente nota.
[p. 378]. [1] . Véanse los romances asturianos de Galanzuca y Galancina (8 y 9) y los portugueses que se citan en la nota correspondiente. El principio de la variante catalana recuerda el famoso romance viejo «Tiempo es el caballero—tiempo es de andar de aquí» (núm. 158 de la Primavera).
[p. 379]. [1] . Es el romance extremeño de la Serrana de la Vera (núm. 28 de nuestro primer apéndice a la Primavera, de Wolf), trasplantado a Cataluña donde Milá recogió otras cinco versiones. Dada su antigüedad, pudo servir de tipo a otras canciones de bandidos, que abundan en la poesía popular catalana, por haber sido Cataluña en el siglo XVII la tierra clásica del bandolerismo, como después lo fué Andalucía. Algunas de estas canciones penetraron a su vez en Castilla e inspiraron varias obras dramáticas, como El Catalán Serrallonga, de Rojas, Coello y Vélez de Guevara. Cervantes había hecho la sublime idealización del bandido generoso en Roque Guinart.