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Obras completas de Menéndez... > ANTOLOGÍA DE LOS POETAS... > IX : PARTE SEGUNDA : LOS... > SUPLEMENTO A LA «PRIMAVERA... > ROMANCES CASTELLANOS TRADICIONALES ENTRE LOS JUDÍOS DE LEVANTE

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Texto

ADVERTENCIA PRELIMINAR

Peregrino cuanto importante hallazgo para completar el romancero peninsular es el de los cantos que tradicionalmente se conservan entre los numerosos hebreos de origen español que hablan y escriben nuestra lengua en Turquía, en Marruecos, en Argelia, en Túnez, en la Bulgaria Rumelia, etc. No se ha hecho cabal estadística de este contingente nada despreciable de nuestro dominio filológico, pero sabemos que en Salónica asciende el número de estos judíos españoles a sesenta mil (es decir, a la mitad de la población), divididos en treinta sinagogas, tantas como mezquitas; que en Constantinopla hay cincuenta mil, y quince mil en Andrinópolis. Estos hispano-judíos tienen una literatura bastante copiosa, profana y sagrada; tienen, no sólo libros de devoción e historias, sino cuentos y novelas; conservan romances viejos, en formas a veces más arcaicas que las que han podido recogerse de la tradición oral de la Península, y han publicado hasta la hora presente más de treinta periódicos en lengua castellana, pero con caracteres hebreos, a excepción de uno solo, El Luzero de la Paciencia, que apareció en Rumania desde 1885 a 1889 en caracteres latinos.

El castellano actual de las sinagogas de Levante es sumamente impuro y lleno de solecismos, como no podía menos de suceder dados los heterogéneos e irreductibles elementos con quien ha estado en contacto (turco, árabe, persa, griego moderno, lenguas eslavas, etc.), amén de los italianismos y galicismos que andan [p. 390] revueltos en la lengua franca del Mediterráneo: a todo lo cual hay que añadir la completa incomunicación literaria en que esta población ha vivido y vive respecto de España. Las diferencias, sin embargo, entre el castellano de Oriente y el de España, en lo que toca a la pronunciación, acaso no sean tan profundas como pudiera creerse en vista de la transcripción fonética que usan. Como difieren tanto los dos alfabetos, ha sido necesario añadir al hebreo, para transcribir el nuestro, cinco caracteres nuevos; y por el contrario, cinco letras hebreas han quedado sin uso, por no tener correspondencia en los sonidos castellanos.

La tradición popular conservada por los judíos tiene excepcional valor, puesto que, exceptuando muy pocos romances modernos tomados del Antiguo Testamento o de ritos y ceremonias de su ley, que fácilmente se distinguen de los demás, los restantes, es decir, los novelescos y profanos, puede creerse, si se atiende sólo al núcleo poético, que se remontan a la grande emigración de 1492, siendo prueba de antigüedad para cualquier tema su existencia actual entre los judíos. Pero esto ha de entenderse con ciertas salvedades. Los romances actuales están corrompidísimos, abundan en voces exóticas, en contradicciones e incongruencias, y suelen ser centones, a veces sin sentido común, de fragmentos muy diversos. Es evidente que el pueblo que los canta ha perdido la clave de estos romances, aunque los repita por el prestigio de la música, y los venere como reliquia de sus mayores. Aparece, pues, la poesía judaico- hispana en un estado informe, degradado y bárbaro, pero que por lo mismo nos guarda grandes sor presas.

Ha de tenerse en cuenta, además, que durante los siglos XVI y XVII fué continua, aunque parezca de poco momento, la emigración de judíos peninsulares (principalmente portugueses) que huyendo de los rigores de la Inquisición buscaron asilo en Holanda, Alemania, Francia e Inglaterra, y algunos también en las comunidades de Levante. Estos nuevos desterrados, entre los cuales no faltaban cultivadores de la poesía artística, pudieron renovar también el fondo de la poesía tradicional, importando nuevos romances o componiéndolos ellos mismos. Pero tal influjo debió de alcanzar en muy pequeña escala a las sinagogas de Turquía, muy remotas y aisladas, perdidas entre bárbaros, y pobladas a la [p. 391] sazón de gente pobre, inculta y abatida, que en nada semejaba a los opulentos y refinados mercaderes hebreos de Venecia y Amsterdam.

Por otra parte, la simple lectura de estos romances basta para probar que son de los más viejos, aunque sean también de los más alterados. He reunido en esta coleccioncita todos los que me parecen de carácter primitivo, y doy también algún otro más moderno, como muestra de la poesía, ya religiosa, ya profana, que actualmente cultivan los hebreos oriundos de España.

Hay entre estos romances algunos inéditos, y no son por cierto los menos curiosos. Me los envió desde Constantinopla en 1885 mi difunto amigo el malogrado e ingeniosísimo escritor D. Carlos Coello y Pacheco, que los había recibido de Salónica. Pertenecen a este grupo los diez primeros romances de nuestra colección: Tarquinos y Lucreza, Gian Lorenzo y el rey de Portugal, El Conde Alimán con la hija de la reina, El Conde Amadí, El hijo del rey en Ferismena, Andarleto, La esposa de Don Gaiferos, El Conde Velo y el Gran Duque, Parisi y las tres hermanas, Miraibella.

Por lo que mis noticias alcanzan, creo poder asegurar que fué Carlos Coello el primer colector de romances judíos, y en general, sus textos me parecen mejores que los que luego ha publicado Mr. Danon, aunque la colección de éste sea mucho más copiosa.

Para hacer fácil la lectura de estos diez romances hemos modificado la ortografía especial de la copia que los contiene. Ésta usa casi siempre ch en lugar de nuestra qu, que rara vez aparece; escribe siempre cía, cio, ci, ce, por nuestro cha, cho, chi, che; emplea ni por nuestra ñ y li por nuestra ll (alguna vez por y: lio, lia, tulio); escribe scia, scio y rara vez sho donde hemos puesto xa xo; en las terminaciones verbales arcaicas -ades, -edes pone -ash, -esh, que hemos transcrito por -ais, -eis. La h, que no escribe más que en hombre, y la b, v, y, las escribimos según la ortografía académica.

En el Boletín de la Real Academia de la Historia (tomo XVI.—Junio de 1890) publicó nuestro docto compañero y amigo D. Antonio Sánchez Moguel, el romance Yo me estando en la mi pesca, acompañado de un interesante comentario filológico. Da la noticia de que Mr. Ha Lévy, sabio israelita, profesor de la École des [p. 392] Hautes Études de Paris, que le facilitó copia de dicho romance y de otro de carácter lírico, había reunido en un volumen algunos cantos populares de sus hermanos israelitas.

No parece que esta colección se haya publicado hasta ahora, pero otra muy importante ha visto la luz pública en la Revue des études juives, de París, (1896). Consta de 45 romances (así los llama el colector, aunque no todos lo son en rigor estricto), acompañados de traducción francesa, introducción y notas, debido todo a la erudición y diligencia de Mr. Abraham Danon, residente en Andrinópolis.

La mayor parte de estos romances proceden de la tradición oral recogida así en aquella ciudad como en Salónica, en Constantinopla, en Bulgaria y en otras partes, donde todavía se cantan estos romances conservados como reliquias de generación en generación. Otros fragmentos se han trasmitido por el camino más inesperado, es decir, por el de la literatura litúrgica. Mr. Danon hace constar que estos romances de origen profano han ejercido notable influjo en los poetas hebreos de decadencia, hasta el punto de excitar los recelos de los rabinos más ortodoxos. Así Menahem Lonsano reprueba las poesías religiosas que comienzan con palabras imitadas del castellano; por ejemplo, un canto compuesto sobre el aire de estos versos


       «Muérome, mi alma—ay, muérome»,

«cuyo autor ignoraba que este procedimiento es abominable, porque despierta en el que canta estos versos recuerdos lujuriosos».

A pesar de este anatema, el célebre poeta neo-hebraico Israel Nagara, que florecía a principios del siglo XVII, no tuvo escrúpulo en adaptar a sus himnos religiosos los aires de canciones griegas, turcas, árabes y españolas, y hasta de imitar sus palabras mediante el procedimiento de la aliteración. Como al frente de estas composiciones suele indicarse la melodía de ellas, conocemos así los principios de varios romances cuyo texto no se conserva.

«Para completar la lista de los restos del Romancero español (dice Mr. Danon) me he servido igualmente de las colecciones de letanías rimadas que existen entre nosotros bajo el título de [p. 393] Juncos, inéditos todavía, y que sirven de tiempo inmemorial para que los asistentes de nuestros ministros oficiantes se ejerciten todos los sábados por la mañana, en la sinagoga portuguesa, la más importante de Andrinópolis, en cantar versos, a título de ejercicio musical, conforme a las modulaciones árabes llamadas makamat (sesiones). Para este uso se emplean principalmente los poemas de Nagara, con adición de otros cantos posteriores.»

De uno de estos manuscritos, copiado ya en 1641, y el más antiguo de los que hasta ahora se conocen, ha entresacado el señor Danon muchos principios de romances, y con ocasión de ellos exclama:

«Cuando se ve a nuestros poetas hebreos de la última época volver a estas fuentes vivas de la antigua melodía, no puede sorprendernos el irresistible atractivo que el falso Mesías Sabbatai Cevi ejercía sobre sus fieles, cantando con alusiones místicas el romance de Melisenda, la hija del Emperador.»

Advierte, finalmente, el discreto colector, que muchos de estos poemas se hallan truncados; que a veces hay solución de continuidad en las partes que restan; que otras veces las estrofas están confundidas y revueltas de un modo inextricable, y que con frecuencia las ancianas que son las que principalmente conservan y repiten estos cantos, por olvido de alguna palabra o de algún verso sustituyen otro de su propia composición. Hay también reminiscencias y transposiciones de frases de un romance a otro.

«Aparte de estas modificaciones, nuestros romances han recibido del medio ambiente muchas palabras turcas, árabes, persas, griegas y hebreas. Contienen también muchos idiotismos propios de nuestra jerigonza (el ladino Iudesmo o lengua sefardí), que a pesar de su forma castellana, no se encuentran en los diccionarios, o se encuentran con una acepción diferente. Este cambio de formas y palabras anticuadas por otras equivalentes estaba en la naturaleza de las cosas. Conforme se alejaban del tiempo del éxodo español, nuestros abuelos, no pudiendo apreciar ya todos los matices, todas las delicadezas de la lengua castellana, encontraron natural emplear otras palabras que ellos comprendían. Además, han introducido en algunos romances ideas religiosas, que parecen en ellos enteramente inoportunas. Por otro lado, es fácil [p. 394] encontrar en estos romances expresiones y giros arcaicos, y que han persistido igualmente en las versiones clásicas de la Biblia que todavía se usan en nuestras escuelas.»

En la transcripción de estos romances, el Sr. Danon ha adoptado los caracteres latinos, respetando en todo lo posible la pronunciación local, sin olvidar la clásica. A su texto va ajustado el mío, salvo alguna ligerísima corrección.

   [p. 395] ROMANCES CASTELLANOS TRADICIONALES ENTRE LOS
                                  JUDÍOS DE LEVANTE

                                                   1

                                   Tarquinos y Lucreza

        Aquel rey de los romanos,—que Tarquinos se llamaba,
       se enamoró de Lucreza,—la noblesa de romana,
       que para durmir con ella—grande ambisión trababa:
       se hiso hombre de camino,—por su puerta le pasara;
       Lucreza que lo vido—como rey le dió posada,
       le metió gaína [1] en sena,—cama de oro que se echara.
       Al fin de la media noche—Tarquinos se despertara,
       se fuera para la cama— ande está la noblesa echada,
       le metió puñal en pecho—por ver si despertara.
       Despertose desfavorida—con favor [2] desganada.
       —Tus amores, Lucreza,—me hasen penar al alma;
       si tú a mi me otorgas,—serás reina de Granada;
       si tú a mi no me otorgas,—te mataré con esta espada,
       te mataré a tí, Lucreza,—y al viejo de tu casa.
       —Más vale morir con honra,—que non vevir desfamada.—
       Desvainó la su espada,—en su vientre la afincara. [3]

                                               [p. 396] 2

                   Gian Lorenzo y el rey de Portugal

        ¡Gian Lorenzo, Gian Lorenzo,—quen te hiso tanto mal!
       —Por tener mujer hermosa—el rey me quere matar.
       Yo estando en la mi puerta—con la mi mujer real
       taniendo la mi vigüela,—mis hijos al son bailar,
       alsí mis ojos en lexos,—quanto más los pude alsar,
       en los campos de Arzuma—grande gente vide baxar;
       el corason me lo diera—que era el rey de Portugal,
       que viene por los mis hijos—y la mi mujer real.
       Echí mi manto en mis hombros—y lo fuera a encontrar:
       —Esteis en buen ora, buen rey.—Gian Lorenzo, en mal vengades.
       —Me oigáis, el Dío del sielo,—que es padre de piedad.—
       Yo le hablaba con buenas,—él me respondía mal.
       —Si vos plase, oh buen rey,—de me vinir a vijitar?
       —¿Y para toda esta gente—qué les daréis a ermorsar?
       —Para toda esta gente—vacas y carneros hay;
       para mí y vos, buen rey,—pichonicos con agrás,
       en mientras que ordenan mesas—vamos a la güerta a espasiar.—
       En la güerta de Gian Lorenzo—hay cresido un buen rosal,
       arrancó de ahí una rosa—y una rosa del rosal,
       a la mujer de Gian Lorenzo—a ella la fuera dar:
       —Tomárais esta rosa,—esta rosa de el rosal,
       y de aquí en quince días—seréis reina de Portugal.
       —No matéis a Gian Lorenzo,—ni lo quijerais matar;
       desterraldo de sus tierras,—que de ellas non coma pan,
       que es padre de los mis hijos,—marido de mi mosedad.—
       Yoraba Gian Lorenzo—lágrimas de voluntad.
       —Non yoréis, Gian Lorenzo,—ni quijerais yorar;
       en forma de carbonero—me verneis a vijitar,
       mataré yo al buen rey—y vos asento en su lugar. [1] [p. 397]

                                                   3

                          El hijo del rey en Ferismena

        Muerto va el hijo del rey,—muerto va por Ferismena.
       Un día estando en la mesa—sintió apregonar guerras;
       ya tomó mula y caballo,—se iba para la guerra,
       a la tornada que torna—se echó por ande la esfuegra, [1]
       la esfuegra desque lo supo,—a resibirlo saliera.—
       —Qué hasiais, la mía esfuegra?—El mi yerno, bien vinierais;
       que asin la mi hija,—la mi hija Miraibella,
       priñada está de ocho meses,—solo está en tierras ajenas.
       —Muncho me arrogó y me dixo—si puedía venir ella;
       si ella non puedía,—que me diera a Ferismena.
       —De dar vo la do, el mi yerno,—como hija mía y vuestra;
       con esta espada lo corten,—si traisión le hisiera.—
       Ya la viste, ya la endona,—adelante se la lleva;
       por en medio del camino—amores l' acometiera.
       —Vos uerco [2] sois, mi cuñado;—oh que uerco paresierais.—
       Se echó del caballo abaxo,—le cortó la media elvuenga, [3]
       quanto mas corre el caballo—mas muncho corría ella;
       tanto fué su corritina—que cayó en tierras ajenas.
       Por allí pasó un pajico,—conosido suyo era,
       que de señas le hablaba,—que de señas le hisiera,
       que le diera papel y tinta,—una carta le escribiera
       para mandar al rey su padre—que la quitara de aquellas tierras. [4]

                                                   4

                                           Andarleto

        El rey, que muncho madruga,—por ande la reina se ha andado,
       topó a la reina en cabello,—en cabello destrensado;
       el rey por burlar con ella—tres dadicas [5] le ha dado.
        [p. 398] —Estate, estate, Andarleto,—el lindo namorado,
       dos hijos tuyos tengo,—y dos del rey, que son cuatro;
       dos tuyos comen en mesa—y los del rey apartado,
       los tuyos suben en mula—y los del rey en caballo.—
       Voltóse a mano derecha,—topó el rey a su lado.
       —perdón, perdón, el buen rey,—que esfueño me ha soñado.
       —Ya vos perdono, la reina,—con un iardan colorado. [1]

                                                   5

                         (VARIANTE DE A. DANON)

       El rey que mucho madruga,—donde la reina se iba.
       La reina estaba en cabellos,—en cabellos destrenzados.
       Tomó espejo en la mano,—mirándose su buen lindado,
       dando loores al de en alto—que tan linda la ha creado.
       El rey, por burlar con ella,—con verga de oro le daba.
       —¿Qué me dais, qué me dais,—mi primer enamorado?
       Dos hijos vuestros tengo—y dos del rey que son cuatro.
       Los vuestros van a carroza,—los del rey van a caballo.
       Los vuestros van a la huerta—los del rey van a la guerra.
       Los vuestros comen pescado,—los del rey sorben el caldo.
       Estas palabras diciendo,—ella que lo atinaría:
       —Perdón, perdón, mi señor rey,—sueño me ha soñado.
       —Amanecerá la mañana—os lo soltaré un buen soltado,
       ..........................................—con un yerdan colorado. [2]

                                          6

             El Conde Alimán con la hija de la reina

        En el vergel de la reina—cresía un buen rosal,
       en la ramica mas alta—un rusción [3] sentí cantar.
       La reina estaba labrando,—la hija durmiendo está.
        [p. 399] —Alevanteis, la mi hija,—de vuestro dulse folgar,
       sentiredes como canta—la serenica de la mar.
       —Non es la serena, mi madre,—si non es el Conde Alimán,
       que el Conde es niño e muchacho,—con mi quijo burlar.
       —Si esto es verdad, mi hija,—yo lo mandaré a matar.
       —Non lo mateis, la mi madre,—ni mandeis a matar;
       que el Conde es niño e muchacho,—el mundo quera gosar;
       si lo matas, la mi madre,—a mí a él embarabar.— [1]
       La reina, que de el mal tenga,—presto los mandó a matar.

                                                7

                         (VERSIÓN DE A. DANON)

       Un hijo tiene el buen conde,—un hijo tiene y no más.
       Se lo dió al señor rey—por deprender y por embezar.
       El rey lo quería mucho—y la reina más y más.
       El rey le dió un caballo,—la reina le dió un calzar.
       El rey le dió un vestido,—la reina le dió media ciudad.
       Los consejeros se zelaron—y lo metieron en mal:
       que lo vieron con la reina,—en hablar y platicar.
       —Que lo vaigan que lo maten,—que lo lleven a matar.
       —Ni me maten, ni me toquen,—ni me dejo yo matar,
       sino iré donde mi madre—dos palabras, tres hablar.
       (—Buenos días la mi madre.—Vengais en buena, mi rejal. [2]
       Aséntate a mi lado,—cántame una cantica
       de las que cantaba tu padre—en la noche de la Pascua). [3]
       Tomó tacsim [4] en su boca—y empezó a cantar.
       Por allí pasó el señor rey—y se quedó oyendo.
        [p. 400] Preguntó el rey a los suyos:—Si ángel es de los cielos
       o sirena de la mar?—Saltaron la buena gente:
       —Ni ángel es de los cielos—ni sirena de la mar,
       sino aquel mancebico—que lo mandasteis a matar.
       —Ni lo maten, ni lo toquen,—ni lo dejo yo matar.
       Tomólo de la mano,—y junto se fué al serrallo. [1]

                                                8

                                   El Conde Amadí

        Aquel Conde y aquel Conde,—que en la mar sea su fin,
       armó naves y galeras—echolas en el sanguí;
       el sanguí como era strecho,—non las puedía regir.
       —Atrás, atrás, los franceses,—non le deis virguensa al Sir;
       si el gran Conde lo sabe,—a Fransia non vos dexa ir,
       non vos da para comer—ni con las damas dormir.—
       En la tornada que tornan—mataron sincuenta mil,
       aparte de chiquiticos—que non hay cuenta ni fin.
       Grandes bodas hay en Fransia,—en la sala de París,
       que casa el hijo del rey—con la hija de Amadí.
       Bailan damas y doncellas,—caballeros mas de mil,
       el que regía la taifa—era una dama gentil;
       mirando la está el buen Conde,—aquel Conde de Amadí.
       —Qué miráis aquí, buen Conde,—Conde, qué miras aquí?
       O mirabais a la taifa—o me mirabais a mí?
       —Yo non miro a la taifa,—ni menos te miro a tí;
       miro a este cuerpo que es—tan galano y tan gentil.
       —Hora era, el caballero,—de me ir yo con tí,
       que el mi marido está en guerra,—tarda inda de venir;
       una esfuegra vieja tengo,—mala está para morir,
        [p. 401] los hijicos chiquiticos—no se lo saben desir.—
       Embrujóla [1] en un mansil d' oro,—de afuera le quedó el chapín;
       a la salida de la puerta—encontró con Amadí:
       —Qué lleváis aquí, buen Conde,—Conde, que llevais aquí?
       —Llevo un pajo de los míos,—que malo está para murir.
       —Este pajico, el Conde,—me esfuele a servir a mí,
       el día para la mesa,—la noche para dormir;
       non la conose en el garbe,—ni menos en el vestir,
       la conose en el chapín de oro,—que ainda ayer se lo merquí.—
       Esto que sentió el buen Conde,—dexó todo e se echó a fuir. [2]

                                               9

                          La esposa de Don Gaifero

        Cativa estaba, cativa,—la esposa de don Gaifero,
       pensando está que le escriba—uno de sus mensajeros.
       Aparóse una ventana,—vido venir un caballero,
       todo cubierto de arma,—en atarse de hombre guerrero.
       —¡Caballero, así logrades—y así tengades ventura en armas!
       si para Francia ibas—y a Gaiferos conoscades,
       disilde que a la su esposa—se la queren desposar,
       con un tambunico el moro,—que mora al gal [3] de la mar,
       muchas son las sus hasiendas—y la su soberbia grande;
       más quería ya ser muerta—y non con moro bateare.
       —Si vos plase, la Miliselda,—de arriba vos echáreis,
       yo vos arresibiré en mis brazos—como amiga caronale.—
       Ansi se echó la Miliselda—como quen se echa en la mare,
       ansí la resibió Gaifero—como amiga caronale.
       De la giúma [4] sale el moro,—de la giúma al medio día,
       con trescientos caballeros—que lleva su compañía;
       non los llevaba por miedo,—ni por temor que tenía,
       sinon porque digan la gente:—¡oh, qué gran caballería!
       La toca que el moro lleva—es una rica romanía,
       en la punta de la toca—lleva una piedra safira;
       el caballo que el moro lleva—sien doblas y más valía,
       lo que arrastra por esfuelo—sien pobes ricos hasía. [5]

                                         [p. 402] 10

                 El conde Velo y el Gran Duque

        Alabóse el conde Velo,—en sus cortes s' alabo,
       que non hay ni mosa ni casada—que s' enconara d' amor.
       Allí se topó el Gran Duque,—el hijo del emperador:
       —Si tú venses a la enfanta,—sien siodades te do;
       si non la venserás,—vos quitaba el corazón.
       —Malaño a tus siodades,—volo quito yo a vos.—
       Ya se parte el conde Velo,—ya se parte, ya s' andó,
       camino de quinse días—en siete los allegó;
       por enmedio del camino—una de sus esclavas topó,
       a poder de muchos dineros—señas de su vergel le dió:
       —Tres salas tiene Parisi,—una y otra más mejor,
       la una durme Parisi,—la otra el emperador,
       la otra durme la enfanta,—durme con el gran Siñor.—
       Arrodeó por el castillo entero,—por ande entrar no topó;
       echó sus ojos en alto—una de sus esclavas topó,
       a poder de muchos dineros—señas de su cuerpo le dió:
       —Debaxo del pecho estiedro [1] —tiene un lunar d' amor,
       en la su cabesera tiene—que le canta un rusción. [2]

                                          11

                        Parisi y las tres hermanas

        Durmiendo está Parisi—de esfueño que le venía,
       el maso de las sus flechas—por cabasera él tenía,
       el caballo tenía atado—al pie de una graviina,
       las armas tiene colgadas~en una mata enflorida;
       tres damas lo están velando—todas tres en una porfidia;
       una le peina el cabello,—otra la sudor l' alimpia,
       la más chiquitica de ellas—el esfueño le traía.
       —¿Fin a aquí los mis pecados—a seguir me vienen?
       ¿o son ángeles del sielo,—o la mi madre es?
       —Ni son ángeles del sielo,—ni la vuestra madre es,
       sinon son las tres hermanas—que en vuestra busquedad vinieron.
        [p. 403] De allí saltara la grande—con gran favor que tenía:
       —Tómame a mí, Parisi,—de dádivas que os daría;
       vos daré una bolsa de oro,—que otra en el mundo non había:
       siempre que metriais la mano—vasía non la tornaríais.—
       De allí saltó la segunda—de grasia que ella tenía:
       —Tómame a mi, Parisi,—de dádivas que vos daría;
       vos daré espada de oro—que otra en el mundo non había,
       que siempre que saliis en guerra—la guerra la venseríais.—
       De allí saltó la chiquitica—de grasia que ella tenía:
       —Tómame a mí, Parisi,—de dádivas que vos daría;
       vos daré una mansana de oro—que otra en el mundo non había,
       con amores fué sembrada,—con amores fué cogida,
       con amores será dada—de vuestra mano a la mía.
       —Esta es la que yo amaba,—esta es la que yo quería. [1]

                                          12

                                   Miraibella

        Estaba la Miraibella—asentada en su portal,
       con dolores de parir—que se quería matar.
       —¡Quen estuviera pariendo—en el vergel de mi padre,
       tenerla por visina—a la condesa mi madre!
       Cuando me asento a parir—que demande piadades.
       De allí la oyó la esfuegra—de altas torres ande estaba:
       —Andavos, la mi nuera,—a parir ande vuestra madre:
       si vuestro marido viene,—yo le daré de senare,
       le daré sebada a la mula,—carne cruda al gavilane,
       le daré vuesos al perro—que non vos vaya detrase.—
       Ya se parte Miraibella,—ya se parte, ya se andare,
       en cada paso que daba—una dolor le trababa,
       entrando por la puerta—un hijo a partorare.
       Estas palabras diçiendo,—el buen rey que arribare:
       —¡A todos veo en medio,—a la mía esposa non veo!
       —La vuestra esposa, mi hijo,—se fué a parir ande la madre;
       a mí me llamó puta,—a tí hijo de mal padre.
       —Con esta espada lo corten—si non la iré a matare.—
       Por el medio del camino—habergís le arribare:
       —Buen siman [2] vos sea el hijo,—se cree con padre y madre.
        [p. 404] —Mal siman le sea el hijo,—que arrovente con la madre,
       a mi madre llamó puta,—a mí hijo de mal padre.
       —Si tal dixo la mi hija,—de esta cama non se alevante.

                                          13

       Asentada está la reina,—asentada en su portal.
       Dolores de parir tiene—que no los pode soportar.
       —Quién tuviera por vecina—a la reina de mi madre;
       cuando me toma el parto,—que me tenga piedad.—
       Saltó la suegra y la dijo—como palabras de madre:
       —Andaos, mi nuera mía,—al serrallo de vuestro padre;
       cuando os toma el parto,—que os tenga piedad.
       Si es por mi hijo,—.........................................
       Yo le doy gallinas enteras—y pichones a almorzar.—
       Estas palabras diciendo,—el hijo que llegaba:
       —A todos veo en casa—¿la mi esposa dónde está?
       —La tu esposa, mi hijo,—se fué al serrallo del padre,
       cuando le tomó el parto—que le tenga piedad.
       A mí dijo zona y puta—a ti hijo de mal padre.—
       Esto que oió el hijo—a su esposa fué a matarla.
       La suegra le dijo:—Un hijo os ha nacido
       como la leche y la sangre—un señal sea este hijo.—
       —Que revente con la madre.—Saltó la creatura y dijo:
       —Si mi madre dijo tal cosa,—de la cama que no se levante.—
       Esto que oió el padre,—a su madre fué a matarla. [1]

                                              14

       Estábase la reina Isabela—con su bastidor labrando,
       agujeta de oro en mano—y un pendón de amor labrando.
       Por allí pasó Parisi,—su primer enamorado:
       —Esteis en buena ora, la reina.—Parisi, en bien venierais.
       —Si vos placía, la reina,—de venir vos a visitarnos.
       —Placer me place, Parisi,—placer y voluntad,
       por ese cuerpo, Parisi—.................................
       ¿Qué oficio tenéis, Parisi?—¿Qué oficio habéis tomado?
       —Mercader soy, mi señora,—mercader y escribano.
       Tres naves tengo en el puerto,—cargadas de oro brocado.
        [p. 405] Las velas son de seda—las cuerdas de ebrijín [1] morado,
       ............................—el dumen [2] un cristal blanco.
       En la nave que yo tengo—hay un rico manzano,
       que echa manzanas de oro—invierno y verano.
       —Si vos placía, Parisi,—de veniros a visitar.
       —Vengais en buen ora, la reina,—vos y vuestro reinado.—
       Ya se toca, ya se afeita,—ya lo va a visitar.
       Cuando entró la reina,—él levantó gancho, abrió velas.
       —¿Dónde está el manzano, Parisi,—que echa manzanas de oro
       invierno y verano?—Yo soy el rico manzano
       que echa manzanas de amores—invierno y verano. [3]

                                  15

       Un mancebo había,—muy angelicado,
       de una dama hermosa—se habia enamorado.
       —Por la calle paso—y me despedazo,
       de veros labrando—en el cedazo.
       De batir la puerta,—ya no me quedó brazos.
       Abréis, mi galana,—haremos un trato.
       —Mancebo, mancebo,—alto y delicado
       que por una moza—vais embeleçado,
       tomad mi consejo,—andados a Belgrado.
       Allí toparéis—lo que vos queréis,
       que de mí, en tanto—provecho no tenéis.
       —Majo, majo, dama,—agua en el mortero,
       no hay quien se apiade—de este forastero.
       Esto es muy amargo—más que la oliva.
       Y decidme un sí— que ya me cansí
       (de ver vuestro garbo—yo me hice así). [4]
       —Mancebo, mancebo,—dejad esta merequía, [5]
       porque os trais—en días de etiquía. [6]
       Tomad mi consejo,—andados a Francia.
       —Dodona, dodona, [7] —mi cara de luna,
       vos que estáis en quince,—¿yo que mal os hice?
        [p. 406] —A Hebrón me vo—y aquí os dejo,
       con vida y salud—yo ya me alejo
       y decidme, ¿qué haré?—Cómo lo rellevaré
       yo en este mundo?—....................
       Si os encampatéis, [1] —ya podéis decirlo;
       más mal es el mío,—que de encubrirlo.
       De los cielos vino,—cale recibirlo.
       —Yo ya te quería—más que mi hermano;
       no tienes remedio—en este verano.
       Buscados remedio,—ni tarde ni temprano.
       —Ay! vos sois una rosa—que nunca se amurcha. [2]

                                          16

       Andando por estas mares,—navegando con la fortuna,
       caí en tierras ajenas—donde no me conocían,
       donde no cantaba gallo—ni menos canta gallina,
       donde crece naranja—y el limón y la cidra,
       donde hay sacsis [3] de ruda—guardián de creatura.
       ¡Ay! Julián falso y traidor,—causante de los mis males,
       te entrastes en mis jardines—y me engañastes.
       ¡Ay! acogistes la flor de mí,—la acogistes a grano a grano.
       ¡Ay! con tu hablar delicato,—y me engañastes.
       ¡Ay! seendo hija de quien soy,—me casaron con Juliano,
       hijo de un hortelano—de la mi huerta.
       ¡Ay! Julián, vamos de aquí,—de este mundo sin provecho.
       Lluvia caiga de los cielos—y mos moje.

                                      17

       El rey de Francia—tres hijas tenía,
       la una labraba,—la otra cosía,
       la más chiquitica—bastidor hacía.
       Labrando, labrando,—sueño la vencía:
       —No me harvéis [4] madre,—ni me harvariais,
       sueño me soñí—de bien y de alegría.
       Me aparí al pozo,—vide un pilar de oro,
       Con tres pajaritos—picando al oro.
       Me aparí al armario,—vide un manzanario,
        [p. 407] con un bulbulico [1] —picando al manzanario.
       Detrás de la puerta,—vide la luna entera;
       alrededor de ella,—sus doce estrellas.
       —El pilar de oro—es el rey to novio.
       Y los tres pajaritos—son tus entenadicos.
       Y el manzanario,—el rey tu cuñado.
       Y el bulbulico,—hijo de tu cuñado.
       Y la luna entera,—la reina tu suegra.
       Y las doce estrellas,—sean tus doncellas.
       Estas palabras diciendo,—coches a la puerta,
       ya me la llevan—a tierras ajenas.
       A los nueve meses,—parir quería.
       —Levantéis, conde,—levantéis, monde,
       que la luz del día—parir quería.
       Llamadla a mi madre—que me apiade.
       Tomó jarros de rosas en su mano—y bogos [2] de fajadura.
       En medio del camino—mizva [3] vería llevar.
       —¿Qué es esto mi conde?—Vuestra hija verdadera
       se tornó a casa—triste y amarga. [4]

                                          18

       Estrellas no hay en los cielos—el lunar no ha esclarecido,
       cuando los ricos mancebos—salen a caballería.
       Yo estando en mi barco,—pescando mi provería,
       vide pasar tres caballeros—haciendo gran polvaría.
       Un baque dieron en la agua,—entera se estremecía.
       Echí ganchos y gancheras—por ver lo que sería,
       vide un duque educado—que al hijo del rey parecía.
       Un païvand [5] lleva en el brazo,—cien ciudades y más valía.
       Un anillo lleva en el dedo,—mil ciudades más valía.
       Camisa llevaba de Holanda,—cabezón de perlería.
       En mi buena de ventura,—salió el rey de Constantina.
       Recogí la mi pesca,—al lugar la tornaría.
       Yo mi camino en mano,—al serrallo del rey me iría.
       Vide puertas cerradas,—ventana que no se abría.
       Batía la puerta,—demandí quien había.
        [p. 408] Bajad, mi señor rey,—os contaré lo que vide:
       Yo estando en mi pesca,—pescando mi provería,
       vide pasar tres caballeros—haciendo gran polvaría.
       Un bulto llevaba en su hombro—que de negro parecía.
       Un baque dieron en la agua,—y la mar estremecía.
       Las estrellas de los cielos—y el lunar se obscurecía.
       .................................................—De ver tala manzía,
       echí la mi pesca—por ver lo que había, etc. [1]

                                          19

       Yo estando en mi pesca,—pescando mi pobrería,
       vide pasar tres cabayeros—aziendo gran polvería.
       Un bulto yevavan en un hombro—que de negro paresia:
       un báqui dieron en la mar,—que la mar estremisía.
       Eché las mis pescas—por ver lo que abía.
       Vide un duque educado—que al ijo del rei paresía;
       Un aniyo yevaba en un dedo—que mil ciudades y más valía.
       Camisa yeva de holanda,—cabesón de perlería.
       Arrecoxí la mi pesca,—al lugar la tornaría.
       Tomí camino en mano,—al sarai [2] del rei me iría.
       Vide puertas cerradas,—ventana que no se abría.
       Batí la puerta,—demandé quien abía.
       Abaxa, mi señor,—vos contaré lo que vía.
       Yo estando en mi pesca,—pescando mi probería,
       vide pasar tres cabayeros—aziendo gran polvería;
       un bulto yevavan en un hombro—que de negro paresía.
       Un báqui dieron en la mar,—que la mar estremisía,
       las estreyas de los cielos,—y el lunar se escondía,
       .....................................—de ver tal amansía.
       Eché las mis pescas—por ver lo que abía. [3]

                                          20

       Nochebuena, nochebuena,—noches son de enamorar.
       Cuando las doncellas dormen,—el lunar se va encerrar.
       Allí estaban diez doncellas,—todas las diez a un metal.
        [p. 409] Saltó la vieja de ellas—(vieja era de alta edad):
       —Dormais, dormais, doncellas;—si dormides, recordad,
       mañana os hacéis viejas—y perdéis la mocedad.)
       Se iba la Melisselde,—para la caja [1] se iba.
       Se emborujó en un manto de oro—por faltura de brillar.
       Allá, en medio del camino,—alguaciles fué a encontrar:
       —¿Qué buscáis, Melisselde?—¿Qué buscáis por este lugar?
       —Vo ir donde una hacina, [2] —mala está de no sanar.
       Dadme este cuchillo,—el cuchillo de cortar,
       que quero echar estos perros—que no me vaigan detrás.
       Alguaciles, con bondades,—se lo dieron el cuchillo por el cortar.
       Milisselde, con malicia,—se lo encajó por el cortar. [3]

                                                   21

       —¿Donde os vais, caballero?—¿Dónde os vais y me dejáis?
       Tres hijicos chicos tengo,—lloran y demandan pan,
       —Os dejo campos y viñas,—y por más media ciudad.
       —No me basta, caballero,—no me basta para pan.»
       Echó la su mano al pecho,—cien doblones le daba:
       —«Si a los siete no vengo,—al ocheno os casais.»
       Esto que oió su madre,—maldición le fué echar.
       Pasó tiempo y vino tiempo,—escariño la venció.
       Aparóse a la ventana,—a la ventana de la mar.
       Vído naves galeones,—navegando por la mar:
       —Si vierais al mi hijo,—al mi hijo el coronal?
       —Ya lo vide al vuestro hijo,—al vuestro hijo el coronal.
       La piedra por cabecera,—por cubierta el arenal.
       Por demás tres cuchilladas,—................................
       por la una entra el sol,—por la otra el lunar,
        [p. 410] por la más chiquitica de ellas—entra y sale un gavilán.
       Esto que oió su madre,—a la mar se fué echar.
       —No os echeis, la mi madre:—que soy vuestro hijo carnal.
       Una vez que sois mi hijo,—¿qué señal dabais por mí?
       —Bajo la teta izquierda,—teneis un benq [1] lunar.
       (Tomaron mano con mano,—junto se echaron a volar.) [2]

                                          22

       Una fuente hay en Sofía—corriente de agua fría.
       Quien bebia de aquel agua,—al año preñado venía.
       Por su negra ventura,—la infanta bebería.
       Parida está la infanta,—parida está de una hija.
       Por encubrirlo del rey,—hízose de la hacina. [3]
       Envió llamar al conde,—al conde que ella quería.
       El conde que haiga oido,—no retardó su venida.
       Camino de quince días—en cinco le tomaría.
       —Esteis en buen hora infanta.—Bien venido el conde.
       Tomeis esta hija,—en puntas de vuestras faldas.
       A la entrada de la puerta,—con el rey se encontraría.
       El rey demandó al conde:—(—¿qué lleváis en punta de las faldas?
       —Almendricas verdes llevo,—gustizo de una preñada.
       —Dadme a mi unas cuantas,—para mi hija la infanta.
       Estas palabras diciendo,—la creatura lloraba.
       El rey demandó a los suyos,—qué consejo le daban:
       Unos dicen que los mate—otros dicen que los case,
       (al rey mucho le place).— [4]

                                          23

       (Ya se asentaron los dos reyes,—y el moro blanco tres,
       y la blanca niña con ellos.
       Ya se asentan al juego,—al juego de ajedres.
        [p. 411] Juga el uno, juga el otro,—jugan todos los tres.) [1]
       Ya la gana el moro blanco,—de una vez hasta tres.
       —¿De qué llorais, blanca niña?—¿De que llorais blanca flor?
       Si llorais por vuestro padre,—carcelero mío es.
       Si llorais por vuestra madre—guisandera mía es.
       Si llorais por los tres hermanos—ya los maté a los tres.
       —Yo no lloro ni por mi padre ni por mi madre—ni por mis hermanos tres;
       si no que yo lloro—por mi ventura cuala es.
       —Vuestra ventura, mi dama,—al lado la teneis.
       —Una vez que sois mi ventura—dadme el cuchillico de ciprés;
       lo mandaré a mi madre—que sé guste de mi bien.
       El moro blanco se le dió derecho,—la blanca niña lo tomó a través,
       se lo encajó por el bel. [2]

                                               24

       Dicho me habian dicho—que mi amore está en Venecia,
       asentado en una mesa—con una linda Francesa.
                                  Madre, dadme la licencia.
                                  ¿Cuando vo ir a servir
                                  a mi marido gentil?
       —Hija mia si te vas—hace bien parar mentes.
       En la ciudad que irás,—no has primos ni parientes,
                                  A los ajenos hace parientes,
                                  no te hagas aborrecer,
                                  hija de buen parecer.
       —Mi madre cuando morió,—murió con su buen tino.
       A los amigos encomendó—que me den un buen doctrino.
                                  Ellos me dieron un espino,
                                  no me dejaron gozar;
                                  casadica quero estar.
       —Qién quiere ser casada,—no conviene ser morena,
       sino blanca y colorada,—redonda como la perla;
                          [p. 412] no debe ser morena,
                         no debe debe ser picuda,
                         sino harif [1] y aguda,
                         menuda como la ruda. [2]

                                          25

       (—¿De que lloras, blanca niña?—¿De que lloras, blanca flor?)
       —Lolóro que perdi las llaves,—las llaves de mi cajon.
       —De plata las perdites,—de oro te las hago yo.
       —Ni de oro ni de plata—las mis llaves quero yo.
       —¿De quien eran estas armas—que aqui las veo yo?
       —Vuestras son, el mi señor rey,—vuestras son, mi señor,
       que os las trujo mi señor padre—de las tierras de Aragon.
       —¿De quien es este caballo—que aqui lo veo yo?
       —Que os lo mandó mi hermano—de las tierras de Aragon.
       —¿De quien es este cauq [3] —que aqui lo veo yo?
       —Que os lo mandó mi padre—de las tierras de Aragon.
       —Merced a tu padre,—que mejor lo tengo yo. [4]

                                          26

       Tres hijas tenia el rey,—tres hijas cara de plata.
       La mas chiquitica de ellas—Delgadilla se llamaba.
       Un dia de los dias,—se asentaron en la mesa.
       En comiendo y bebiendo:—
       —¿Que me mira, señor padre?—¿Que me mira que me mata?
       —¿Que te miro, la mi hija?—Que te miro y que me enamoro.
       —No lo quere ni el Dio ni la gente—ni la ley santa y bendita,
       ser comlesa [5] de mi madre—y madrastra de mis hermanas.
       —Remata Delgadilla,—remata perra mala.
       Si el rey de la tierra quiere,—por espada sois pasada.
       Allá, en medio del camino,—que le fraguen [6] un castillo,
       ni puerta ni ventana—para Delgadilla.
       ¿Que comida le darían?—carne cruda bien salada,
        [p. 413] que se muera de sed de agua.—Allá fin de quince días,
       allá fin de tres semanas,—un día por la mañana,
       se asentó en la ventana,—vido pasar a sus hermanas.
       —Hermanas mías queridas,—hermanas mías amadas,
       deisme un poco de agua,—
       que de sed y no de hambre—al Dios vo dar la alma.
       —Vate de aqui Delgadilla,—vate de aqui, perra mala,
       el rey tu padre si lo sabe—por espada sois pasada.
       Allá fin de quince días,—allá fin de tres semanas,
       un día por la mañana—se asentó en la ventana,
       vido pasar a su padre:—Padre mío, muy querido,
       padre mío, muy amado,—deisme un poco de agua,
       que de sed y no de hambre—al Dios vo dar la alma.
       —Remata Delgadilla,—remata, perra mala,
       si el rey tu padre quere—por espada sois pasada.
       Allá fin de quince días,—allá fin de tres semanas,
       un día por la mañana—se asentó en la ventana,
       vido pasar a su madre:—Madre mía, mi querida,
       madre mía, mi amada,—deisme un poco de agua,
       que de sed y no de hambre—al Dios vo dar la alma.
       —Presto que le traian agua,—de las aguas destilladas,
        para Delgadilla.—Hasta que trujeran agua,
       Delgadilla dió la alma. [1]

                                  27

       Traisió la Duvergini—por el palacio del rey.
       Vestida iba de pretos,—de su cabeza a los pies.
       El rey estando en la misa,—vido pasar una mujer;
       vestida iba de pretos,—de su cabeza a los pies.
       Preguntó el rey a los suyos:—Quién es esta mujer?
       —Madre de Duvergini—que en preso lo teneis.
       Siete años anduvo, siete—que en preso lo teneis.
       —Saliremos presto de la misa—y lo iremos a ver.
       —Buenos días, Duvergini—Bienes me tenga, señor rey.
       Siete años anduvo, siete—que en preso me teneis.
       Ya me crecieron las uñas—de un palmo hasta tres.
       Ya me crecieron los cabellos—de un palmo hasta seis.
       Ya me crecieron las pestañas—que ya no puedo ni ver.
       —Presto que la quiten a Duvergini.—
        [p. 414] y que lo lleven al baño,—al baño que bañó el rey.
       Que lo vestan el vestido,—vestido que vestió el rey.
       Que lo suban a caballo,—caballo que caballó el rey. [1]

                                          28

       Arboleda, arboleda,—arboleda tan gentil;
       en la rama de más arriba—hay una bolisa [2] d'Amadi,
       peinándose sus cabellos—con un peine de marfil:
       la raiz tiene de oro,—la cimenta de marfil.
       Por allí pasó un caballero—caballero tan gentil:
       —¿Qué buscais, la mi bolisa?—¿qué buscais vos por aquí?
       —Busco yo a mi marido,—mi marido D'Amadí.
       —¿Cuánto dabais la mi bolisa,—que os le traigan aquí?
       —Daba yo los tres mis campos—que me quedaron de Amadí.
       El uno araba trigo—y el otro zengefil, [3]
       el mas chiquitico de ellos—trigo blanco para Amadí.
       —¿Mas que dabais, la mi bolisa,—que os lo traigan aquí?
       —Daba yo mis tres molinos—que quedaron de Amadí.
       El uno molia clavo—y el otro zengefil,
       el mas chiquitico de ellos—harina blanca para Amadí.
       —¿Mas que dabais, la mi bolisa—que os le traigan aquí?
       —Daba yo las tres mis hijas—que me quedaran de Amadí.
       La una para la mesa,—la otra para servir,
       la mas chiquitica de ellas—para holgar y para dormir.
       —Dados a vos, la mi bolisa,—que os la traigan aquí.
       —Mal año tal caballero—que tal me quijo decir.
       —¿Qué señal dais, la mi bolisa—que os la traigan aquí?
       —Bajo la teta izquierda—tiene un benq maví [4]
       —No maldigais la mi bolisa—yo soy vuestro marido Amadí.
       Echados vuestro trenzado,—me subiré yo por allí.
       (Tomaron mano con mano—y se fueron a holgar. [5]

                                          29

       Ya vienen los cautivos—con todas las cautivas.
       Dentro de ellas—hay una blanca niña.
        [p. 415] ¿Para que la traen—esta blanca niña,
       que el rey Dumbélo—se enamoraría?
       —Cortadle, señora,—el beber del vino,
       que perde colores,—que cobra suspiros.
       —Cuanto mas le corto—el beber del vino,
       mas se le enciende—su gesto valido.
       —Cortadle, señora,—el beber del claro,
       que perde colores,—que cobra desmayos.
       —Cuanto más le corto—el beber del claro,
       mas se le enciende—su gesto galano.
       —Mandadla, señora,—a lavar al rio,
       que perde colores—que cobra suspiros.
       —Cuanto más la mando—a lavar al rio,
       mas se le enciende—su gesto valido.»
       Ya amaneció el dia,—ya amanecería,
       cuando la blanca niña—lavaba e tendía,
       ¡oh! qué brazos blancos—en el agua fría.
       —Mi hermano Dumbelo—por aqui si pasaría.
       —¿Que hago, mi hermano—las ropas del moro franco?
       —Las que son de seda—echadlas al nado:
       Las que son de sirma [1] —encima de mi caballo.
       —Abrireis, madre,—puertas del palacio,
       que, en lugar de nuera,—hija yo os traigo.
       —Si es la mi nuera—venga a mi palacio,
       si es la mi hija—venga en mis brazos.
       —Abrireis, mi madre,—puertas del cillero,
       que, en lugar de nuera,—hija yo os traigo.
       —Si es la mi nuera—venga en mi cillero,
       si es la mi hija—venga en mis pechos. [2]

                                          30

       Levanteisos vos toronja—del vuestro lindo dormir.
       Oireis cantar hermoso—a la sirena de la mar.
       —Sirena de mar no canta—ni cantó ni cantará,
       sino que es un mancebico—que me quere alcanzar.
       Si lazrará [3] dia y noche,—no me podrá alcanzar.
       Las olas de mar son muy fuertes—no las puedo navegar.
        [p. 416] Esto que oió el mancebo,—a la mar se fué a echar.
       —No os echeis vos, mancebo,—que esto fué mi mazal. [1]
       (Echó su lindo trenzado—y arriba lo subió)
       Ella se hizo una toronja—y él se hizo un toronjal.
       (Tomaron mano con mano—y se echaron a volar.)
       (Volan, volan; ¿donde posan?—en el castillo del rey.)
       Esto que oió su padre—maldición le fué echar.
       —No maldigais, vos mi padre,—que esto fué mi mazal.
       (Tomaron mano con mano—y se fueron a volar.)
       (Volan, volan; ¿donde posan?—en el serrallo del rey.)
       (Tomaron mano con mano—y se fueron a casar.)

                                          31

       —Abridme, cara de flor,—abridme la puerta.
       Desde chica erais mía;—en demas ahora.
       Bajó cara de flor—abrirle la puerta;
       toman mano con mano,—junto se van a la huerta.
       Bajo de un rosal verde,—allí metieron la mesa.
       En comiendo y bebiendo,—junto quedaron dormiendo.
       Al fin de media noche,—se despertó quejando:
       —Dolor tengo en el lado—que me responde al costado.
       —Os traeré médico valido—que os vaiga mirando.
       Os daré dinero en bolsa—que os vaiga gastando.
       Os daré fodolas [2] frescas—que vaigais comiendo,
       —Despues que matais al hombre—mirais de sanarlo.

                                          32

       Ya quedaron preñadas,—todas las dos en un día,
                                  la reina con la cautiva.
       Ya cortaron fajadura,—todas las dos en un día,
                                  la reina con la cautiva.
       La reina corta de sirma,—la cautiva de china,
       y hicieron los dulces—todas las dos en un día,
                                  la reina con la cautiva.
       La reina hizo de azúcar,—la cautiva enjuagadura.
       Ya les toman los partos,—todas las dos en un día,
                                  la reina con la cautiva.
       La reina colcha de sirma;—la cautiva estera pudrida.
       Ya parieron—todas las dos en un día,
                                  la reina con la cautiva.
        [p. 417] La reina páre a la hija,—la cautiva páre al hijo.
       Las comadres son ligeras,—trocan a las creaturas.
       La reina en la camareta,—la cautiva en la cocina.
       Allá, en medio de la paridura—cantica la cantaba:
        —Lálo, lálo, tu mi espacio, [1] —lálo, lálo, tu mi vista;
       si tu eras la mi hija,—¿qué nombre te metería?
       Nombre de una hermana mía—que se llamaba Vida.
       Lálo, lálo, tu mi alma,—lálo, lálo, tu mi espacio;
       si tu eras la mi hija—¿qué hadas te hadaría?
       El rey por allí pasara,—las palabras oiría:
       —¿Que habla la mi cautiva?—¿que dice la mi cautiva?
       —Si quereis saber, mi rey,—mi estado enriba la estera pudrida.
       Las comadres fueron ligeras—trocaron a las creaturas.
       Tomó el rey con su mano—trocó a las creaturas.
       Tomó el rey hadas grandes,—hadaría a la cautiva;
                                  arriba la subiría;
       y a la reina—a fondo la echaría. [2]

                                  33

       Levantíme, madre,—un lunes por la mañana;
       me laví las manos,—tambien mi linda cara.
       Me asentí en la ventana,—vide pasar un mancebico.
       ................................—alto era como el pino.
       Se lo demandí a mi padre—que me lo diera por marido.
       Mi padre por no descontentarme—presto otorgó conmigo.
       Lo demandí a mis hermanos—que me lo dieran por marido.
       Mis hermanos, por no descontentarme—presto otorgaron conmigo.
       Lo demandí a mi madre—que me lo diera por marido.
       Mi madre por contentarme—presto atorgó conmigo.
       A la entrada de la puerta,—me pareció un cirio encendido.
       A la subida de la escalera,—me pareció un cirio florido.
       A la entrada de la sala,—me pareció una almenara,
       A la entrada de la cama,—me pareció un viudo entendido.
       Si se lo digo a mi padre—me dice: tu te lo quijistes.
       Si se lo digo a mis hermanos—me lo toman por mal hadado.
       Si se lo digo a mi madre,—luego se mete a llorar conmigo.
       (Ahora por mis pecados,—me lo llevo yo conmigo.)

                                         [p. 418] 34

       Enfrente veo venir—como un grano de granada.
       Le preguntí al mocico:—¿casada era o muchacha?
       —Casada, por mis pecados;—siete maridos ha tomado,
       a todos los siete los ha matado.—Y vos si sois el mi marido,
       mi encendeis una candela.—Hasta que encendió la candela,
       le regió la linda cena—de alacranes y culebras.
       —Y vos si sois el mi marido,—comeis de esta linda cena.
       Hasta que comió la linda cena—le regió la linda cama
       ......................... —de cuchillos y espadas.
       —Vos si sois el mi marido,—os echais en esta linda cama.
       Un boton desabotonaba,—ciento y uno abotonaba.
       Hasta fin de media noche—sueño lo vencía.
       .........................................—en la pierna se le echaba.
       Desenvainó la su espada—la cabeza le cortaba. [1]

                                          35

       Asentada está la reina,—asentada en su kiojé, [2]
       labrando un destemel, [3] — la labor del menekjé [4]
       Allá, fin de media noche,—la puerta se le batía.
       ¿Quien es que bate la puerta?—Yo soy, la mi bolisa,
       .........................................—abridme, la mi bolisa.
       —No te abro, mi mezquino,—si no viene mi señor.
       —Tu señor lo mataron Moros,—el haber te truji yo.
       Si no te crées, la mi bolisa,—el chapéo lo llevo yo.
       Tomó el candil eu su mano,—presto bajó y abrió,
       A la entrada de la puerta—el candil se le amató.
       ¿Que es esto mi mezquino,—que vuestra usanza no es así?
       —Tengo los ojos marchitos—que no los puedo abrir.
       Ya le da a lavar piés y manos—con agua de jabom
       Ya le da la tobaja [5] —de sirma y clavedon.
       —¿Que comida le daremos?—Una toronja y un salmon.
       La toronja le vino dulce—el salmon le amargó.
       En comiendo y bebiendo,—(en la pierna se le echó.
        [p. 419] Desenvainó la su espada,—y la cabeza le cortó).
       Por la ventana la mas alta—por alli lo arrojó.
       —Tu muerto en el callejón. [1]

                                       36

       En la ciudad de Marsilia,—una linda dama
       se tocaba y se afeitaba—(y en la ventana se asentaba.
       Por alli pasaba un mancebico);—vestido iba de malla.
                                  De besarlo me dió gana:
       —Ven aqui tu, pastor lindo,—gozarás de los mis bienes.
       Comerás y beberás—y hacerás tu lo que queres.
       —Yo no oio a mujeres,
                                     —le dijo Selví—
                                  que yo con mi galána
                                          me quiero ir.
       —Si tu vias mis cabellos—tan rubios y tan bellos.
                                  —Va, ahórcate con ellos,
                                   —le dijo Selví—
                                   que yo con mi galana
                                       me quiero ir.
       —Si tu vias las mis manos—con mis dedos alheñados.
       Cuando paso por la plaza,—todos se quedan mirando.
                                  —En el fuego sean quemados
                                    —le dijo Selví—
                                  que yo con mi galana
                                       me quiero ir.
       —¿Pastor malo en mi que vites—que a mi no me quijites?
       Los ángeles de los cielos—ya te vieron lo que hizites.
                                   —Ni con esto me vencites
                                      —le dijo Selví—
                                  que yo con mi galana
                                         me quiero ir.
       —Allá vaigas, pastor lindo,—allá vaigas y no tornes;
       tus hijicas huerfanicas—tu mujer venga en mi mesa.
                                  —Maldicion de puta vieja
                                  no me alcanza a mi
                                    —le dijo Selví—
                                  que yo con mi galana
                                        me quero ir. [2]

                                           [p. 420] 37

       Mal año tripa de madre—que tanta hija parió sin un hijo varón
       Saltó la más chica de ellas:—
       —No maldigáis señor padre—que yo parezco varón.
       Hacedme un jubón de seda—.....................
       —Tienes los pechos grandes—no los puedes encubrir.
       —Hacedme un jubón de seda—que yo los puedo encubrir.
       —Tienes cabellicos rubios,—no pareces a varón.
       —Hacedme un cauq [1] ancho—que parezca a varón.
       Arma mulas y caballos—y a la guerra ya se va.
       A la ida de la guerra—a todos daba selam. [2]
       En la primera batalla,—tres cabezas ya apuntó.
       En la segunda batalla,—el cauq se le caió.
       El buen rey que lo vido,—caió y se desmayó.
       Ni con vino ni vinagre,—el buen no se retornó.
       Mujdegis [3] que han venido—que la hija ya tornó.
       .........................................—y la guerra ya venció.
       La recibió el su padre:—que ya pareces a varón.
       .......................................—Y el romance se acabó. [4]

                                          38

       —Una ramica de ruda—dí, mi hija, ¿quién te la dió?
       —Me la dió un mancebico—que de mí se enamoró.
       —Hija mía, mi querida,—no te eches a perdición.
       Más vale un marido más,—que una nueva amor,
       —El mal marido, mi madre,—el pellizco y la maldición;
       el nuevo amor, mi madre,—la manzana y el limón.
       Me demanda una demanda—que me hace morir.
       Me demanda baño en casa,—ventanas par él yalí. [5]
        [p. 421] Los muslukes [1] sean de oro,—las pilas de fagfurí. [2]
       ¿Qué demanda me demanda—que me hace tresalir? [3]

                                          39

       Siete años anduví—por una linda dama;
       no me la dejan ver—ni por puertas ni ventanas.
       Híceme un Romero—de la Roma santa.
       Fuí a la su puerta,—demanda le demandaba
       (la madre cosía—la hija labraba):
       —Levantéis, bolisa,—del vuestro labrado;
       le deis la limosna—a este Romero.
       —Madre, la mi madre,—¿qué es este mal Romero?
       Yo le dó la limosna,—él me apreta el dedo.
       —No pecáis, la mi bolisa,—que él allá es un ciego.
       —A tientas, a tientas,—os apretí el dedo,
       Mostradme, bolisa,—¿por dónde es el camino?
       Yo os daré a vos—anillo de oro fino.
       Mostradme, bolisa,—¿por dónde dó el paso?
       Yo os daré a vos—anillo de oro (¿en?) mano.—
       Estas palabras diciendo—al hombro se la echó.
       Pregoneros salían—por todas las vías.
       ¿Quién vido a la flor—y la florería?
       —¿Quién vido al Romero—que bulto llevaría?
       (—Si es la mi hija,—traédmela al lado.
       Si es la mi nuera,—llevadla al palacio). [4]

                                          40

       Una dama muy hermosa—que otra mejor no hay.
       Sayo lleva sobre sayo,—un jubón de clavedón.
       Camisa lleva de Holanda,—sirma y perla el cabezón.
       La su frente reluciente,—sus cabellos brilles [5] son.
        [p. 422] La su ceja muy nacarada,—los sus ojos almendras son.
       La su nariz pendolica,—las sus caras yutes [1] son.
       La su boca muy redonda,—sus dientes perlas son.
       La su garganta delgada,—sus pechos nares [2] son.
       El su bel, muy delgado,—y su boy, selví boy. [3]
       A la entrada de la misa,—la misa [4] se relumbró.
       El tañedor que la vido—de rodillas se asentó.
       —Tañed, tañed, desdichado,—que por vos me vine yo.
       Y por el quien vine yo—no está en la misa, no.
       Siete años hay que espero—como mujer de honor.
       (Si al ocheno no viene—al noveno me caso yo.)
       Me toma el rey de Francia—o el duque de Stambul.
       Si el duque no me quiere,—me toma el tañedor;
       que me taña el día y la noche,—que me cante el albor.
       (Tomaron mano con mano—y juntos se fueron los dos.)

                                                   41

       Quien se casa con amores,—simpre vive con dolores.
       Ella una mujer pomposa;—él, un hombre gastador.
       —Gastí mi hacienda y la suya—y la que su padre le dió.
       Ahora, por mis pecados,—vine a ser un cardador.
       Yo cardo mi oquita; [5] — mi mujer, hiladla vos.
       Hiladla muy bien delgada,—que así quijo el patrón.
       Tengo los ojos marchitos,—de meldar [6] la ley de Dios.
       —Más y más yo los tenía—de labrar en el bastidor.
       Traedme seda de Brusa,—clavedón de Stambul.
       Os labraré el sol y la luna,—y las estrellas cuantas son.
       Que se lo mandéis donde mi padre—que sepa de mi dolor.
       Si preguntan mis hermanos,—les decís que no lo hice yo.
       Si pregunta la mi madre,—le decís que lo abrí yo,
       .................................—que llore ella y lloro yo.

                                           [p. 423] 42

       Ir me quero, la mi madre,—ir me quero, y me iré,
       Y las yerbas de los campos—por pan me las comeré.
       Las lágrimas de los ojos,—por agua me las beberé.
       (Y en medio del camino,—una kulé [1] fraguaré.)
       Por adentro kauli-katil [2] —por afuera serrallo del rey.
       Todo quien pasa y torna,—arriba los llamaré.
       Ellos que canten sus males,—más y más yo les cantaré.
       Si los suyos salen los muchos,—a paciencia yo los tomaré.
       Si los míos salen más muchos,—a la mar me echaré.

                                          43

       Horicas de tardo— el Chélébi [3] venía,
       toma el pico y la chapa—a cavar se iría.
       Ella ya sabía—detrás se le iría,
       vía que so entraba—donde la nueva amiga.
       Entró más adentro,—por ver lo que había,
       vido mesas puestas—con ricas comidas,
       Pesquir [4] de Holanda,—salero de plata,
       sal de la Valaquia.—El vaso le daba,
       ......................—saludar se saludaba.
       —De hija que os nasca—con la nueva amiga.
       Entrí más adentro—por ver lo que había,
       vide camaretas—con ricas cortinas.
       El, en camisica,—ella, en jaquetica,
       lo oí que le dice:—Mi alma y mi vida.
       (Tornóse a su casa—triste y amarga.)
       Cerra a su puerta—con siete aldabas;
       toma la cuna delante—al que más quería:
       —Dormite, mi alma,—dormite, mi vida,
       que tu padre estaba—donde la blanca niña.
       (Allá a media noche—la puerta le batía):
       —Abridme, mi alma, abridme, mi vida,
       que vengo cansado—de cavar las viñas.
       —No venis cansado—de cavar las viñas,
       sino que veniais—de la nueva amiga.
        [p. 424] No es más hermosa—ni más colorida;
       carica encalada,—cejica teñida.
       —Si es por cadenas,—os haré manillas.
       —No quero cadenas—ni quero manillas,
       donde estuvisteis de prima,—estados hasta el día.

                                          44

       Mi padre era de Francia,—mi madre de Aragón;
       se casaron junto—para que nasca yo.
       Él, come el pescadico,—las espinicas yo;
       él, come la franzelica, [1] —los mendrugos yo.
       Él, bebe el vino puro—y la agüita yo;
       él, se echa en cama alta,—en la esterica yo.
       Allá fin de media noche,—agua le demandaba;
       agua no había en casa;—a la fuente la enviaba;
       la fuente era longe.—Sueño la vencía;
       por allí pasó un mancebo—tres palabras le echó.

                                          45

       Por esta calle que vó,—me dicen que no hay salida.
       Yo la tengo que pasar,—aunque me cóste la vida.
                                  La vida me alargais.
                                  La olor me retornais.
       Paróse a la ventana—cara de lindo papel:
       —Dadme un poco de agua—que yo me muero de sed.
       —No tengo taza ni jarro—ni con qué daros a beber.
       —Dadme con vuestra boquita—que es mas dulce que la miel.
                                  La vida me alargais.
                                  La olor, etc.
       Por esta calle que vó—echan agua, crece ruda.
       Esta la pueden llamar,—la calle de las agudas,
       Ocho y ocho diez y seis,—veinte y cuatro son cuarenta; [2]
       la moza que me quera bien—déjeme la puerta abierta.
                                  La vida me alargais.
                                   La olor, etc.
       Yo a vos mucho quería—y no a otra amarilla;
       de veros día por día.—
                                   [p. 425] La vida me alargais.
                                  La olor, etc.
       ¿Hasta cuando me dais pena?—Vos sois blanca y no morena;
       me meteis en preso y cadena.
                                  La vida me alargais.
                                  La olor me retornais. [1]

                                  46

       Vos venid, mi dama,—por la mañana:
       bebereis raki [2] —con naranjada.
                         Hablaremos, burlaremos,
                         bodas haremos.
       Vos venid, mi dama,—por entre el día;
       haremos la boda—con alegría.
                         Venid, mi dama,
                         hablaremos, etc.,
                         bodas, etc.
       ¡Oh! que caminado—a paso a paso!
       El que os creó—es el de en alto.
                         Venid, etc.,
                         hablaremos, etc.,
                         bodas, etc.
       ¡Oh! ¡que relustror—de cara y de frente!
       Vos me pareceis—la luna creciente.
                         Venid, mi dama,
                         hablaremos, burlaremos,
                         bodas haremos.

                                   [p. 42] 47

       Me ven chiquitica,—pensan que soy chica.
       Las de mi edad—mandan hijos a meldar. [1]
       Me ven jugar coches,—pensan que es de doces.
                         Mi madre, ¿cuando ya?
                         No puedo soportar.
       Me ven jugar dados,—pensan que es ducados.
                         Mi madre, etc.
                         No puedo, etc.
       Hijas de quince años—hijos en los brazos.
       Yo de veinte y cuatro—sin casar y sin gozar.
                         Mi madre, ¿cuando ya?
                         No puedo soportar.

                                  48

           Hablar yo os quero laquirdi [2] secreto,
       porque yo me topo en grande apreto,
       de ver vuestra ceja y el ojo preto...
       Vos sois mi amiga mas y mas que hija,
       dadme un consejo como que me rija.
       No topí muchacha que os asemeja,
       sois muy convenible como la oveja.
       Vuestros cumplimientos no son cosa poca,
       se desmayan gentes cuando abreis boca.
       Me echais palabras que en la alma tocan.
       Quien fuera pollico y vos ser la clueca.
       Decidme mi doña, en que me determino.
       Si es que hay provecho, mostradme camino,
       porque no me pasa ni agua ni vino.
       No me deis en mano de médico ni adevino.
           Hoy o mañana espero respuesta,
       por acompañaros junto en la fiesta.
       Mi vida sin vos nada no apresta;
       si me dais a mano, yo estó alesta.
       (—Provecho no teneis ni este verano,
        [p. 427] mirados remedio tarde o temprano).
       (Ya me apiado mas que un hermano),
       no estoy en tiempo de daros a mano. [1]

                                  49

       Ya vino el niño,—ya vino el niño;
       y, de los cielos altos,—el patron del mundo,
       el, que haga este mandado,—orgurli [2] bien estrenado.
       ¡Ay! de la romería.—..................................
       Con sí trae el niño—toda la pedrería.
           En bien sea venido,—¡Ay! toda la ley santa.
       Nuestro padre es el bueno—y un midrás [3] le fragua.
       En bien sea venido,—Y un midrás le fragua
       en piedras preciosas,—y ricas esmeraldas,
       la menora do oro—y de la fina plata.
       Aceite de oliva—la oliva clara.
       En bien sea venido.—Y digaisle: el hizo a los cielos.
       Gentes bajaban,—malahim [4] subían,
       Y, en la su boca,—le echó una llavezica.
       Cuando el señor del mundo—licencia le daría,
       con bien lo querería.—...........................
       Y, en las sus plantas,—tres ramas traía,
       para guardar al niño—y a la bien parida. [5]

                                          50

       ¡Ay! ¡que mañanica clara—amanecía por aquí!
       ¡Ay! ¡que ventura la nuestra—hoy nos trujo por aquí!
       —Por mandado vine aquí—en que fui muy arrojado.
                       De hoy en tres años mejorado. —
        [p. 428] Se levantó señor parido—en una mañanica clara,
       A la puerta de la esnóga. [1] —¡Ay! alli se le alborearía,
       libro de oro en la su mano.—¡Ay! buenas berahot [2] cantaba,
       donde le nace un bien venido.—Que los muchos años le para. [3]

                                  51

           Cantar quero una farsa [4]
       que nos sea por membranza,
       contar todo lo que pasa
                por la cabeza del hombre.
           Desde que nace el chico,
       hasta años cuatro cinco,
       como se crea el pollico
                asi se crea el hombre.
           Quien lo abraza y quien lo besa;
       alegría de la mesa;
       cuando hablar ya se envesa, [5]
                de verlo se gusta el hombre.
           En los brazos de su padre
       y en los pechos de su madre,
       como la rosa que se abre
                asi asemeja el hombre.
           Dicen: ¡si verais su gracia,
       cual os sea la ganancia!
       Ni en Venecia ni en Francia
                no lo vido ningun hombre.
           Cuando tiene los diez años,
       todos sus hechos son daños,
       de destruir y romper paños
                que no abastece el hombre.
             [p. 429] Lo que quere habla y dice
       y no hay quien le avise.
       Dicen: tiendrá años quince,
                de suyo se hace hombre.
           Cuando ya va por los veinte
       se hace un leon fuerte.
       En casar su tino mete
                por entrar en cuenta de hombre.
           Ya casó como puedía,
       alcanzó lo que quería.
       Esto es toda su alegría
                que ha de alegrarse el hombre.
           Antes que pase la añada,
       la mujer le queda preñada.
       Si son dos una entrada,
                mala lo encampa el hombre.
           Y va todo de dolores,
       huiendo de los deudores.
       Se le perde las colores
                de la cara del hombre.
           Se quema como la brasa,
       empeza a vender de casa. [1]
       De aqui empeza la causa
                de atemarse [2] el hombre.
           Huie en aquel instante,
       le demanda casa aparte.
       Aqui empeza el combate
                de la mujer con el hombre.
           Cuidados por muchas bandas
       empezan con las demandas:
       halebís [3] puntas y randas
                que lo destruian al hombre.
           Cuando tiene los cincuenta,
       tiene dolores sin cuenta.
       La vejez que lo apreta
                y gobiernos del hombre.
           De sesenta ya empeza
       a trocarsele la fuerza.
       Ya tiene el pie en la fuesa.
                ¿Qué espera mas el hombre?
            [p. 430] De setenta como loco
       todos lo toman en poco.
       Se le aflaquece el meollo
                de la cabeza del hombre.
           Se le doblan los enojos,
       se le nublan los ojos.
       Empeza a buscar anteojos
                 para atinar al hombre.
           Cuando tiene los ochenta,
       en un canton se asenta.
       De nada le hacen cuenta
                ni lo contan mas por hombre.
           Los noventa de en mento,
       ni en cuenta os lo meto.
       Ya se conta como muerto,
                no se canta mas por hombre.
           Si todo esto sabemos,
       ¿en que nos lo contenemos?
       Si en riqueza diremos,
                no lo escapa [1] al hombre.
           Quien quiere escapar de penas
       haga bien con manos llenas.
       Téjuba [2] y hechas buenas
                es lo que escapan al hombre.
           Y todo esto no cabe
       en hombre que ya sabe.
       Cuanto mas viejo es, mas sabe;
                cuanto mas viejo mas hombre.
           Cuanto mas se envejece,
       mas y mas en séhel [3] crece.
       De ver sus caras, parece
                malahim [4] en forma de hombre.
           No os rabeis [5] tan presto,
       porque hablo deshonesto;
       por mi hablo todo esto,
                no lo dije por ningun hombre.

                                   [p. 431] 52

       Cuando el rey Nemrod al campo salía,
       miraba en el cielo y en la estrellería.
       Vido luz santa en la Judería,
       que había de nacer Abraham abinu. [1]
       Luego a las comadres encomendaba
       que toda mujer que preñada quedaba
       la que pariere hijo que lo matara,
       que había de nacer Abraham Abinu.
       La mujer de Terah quedo preñada.
       De día en día le preguntaban:
       —¿De que teneis la cara mudada?
       Ella ya sabía el bien que tenía.
       En fin de nueve meses parir quería.
       Iba caminando por campos y viñas.
       A su marido tal no le descubría.
       Topó una meara, [2] alli lo pariría.
       En aquella hora él hablaba:
       —Andados de mi madre, de la meara,
       yo aqui topo quien me hablara,
       porque soy creado del Dio bendito.
       En fin de veinte días lo fué a visitar.
       Lo vido de enfrente mancebo saltan (te)
       mirando al cielo y bien atentan (te)
       para conocer al Dio bendito.
       —Madre la preciada ¿que buscais aqui?
       —Un hijo preciado pari yo aqui.
       Vine a buscarlo si está por aqui,
       si es que está vivo me consolo yo.
       —Madre, la mi madre, ¿que hablas hablais?
       Un hijo preciado ¿como lo dejais?
       En fin de veinte dias ¿como lo visitais?
       Yo soy vuestro hijo, creado del Dio.
       Mirad la mi madre que el Dio es uno,
        el creó los cielos uno por uno.
       Decidle a Nemrod que perdió su tino,
       porque no quere creer en el verdadero.
       Lo alcanzó a saber el rey Nemrod ésto.
       Dijo: que lo traigan ahina y presto
       antes que desreinen [3] a todo el resto,
        [p. 432] y dejen a mi y crean en el verdadero.
       Ya me lo trujeron con grande albon. [1]
       Trabóle de la silla un buen trabon.
       —Di, raja, [2] ¿porque te tienes tu por Dios?
       ¿Porque no queres creer en el verdadero?
       —Encended un fuego bien encendido,
       Echadlo presto porque es entendido.
       Llevadlo con trabuco porque es agudo.
       Si Dios lo escapa es verdadero.
       Echándolo al horno, iva caminando,
       Con los malahim iva paseando.
       Los leños fruto iban dando.
       De allí conocemos al Dios verdadero.
       Grande zehut [3] tiene el señor Abraham abinu,
       que por él conocemos al Dios verdadero.
       Grande zehut tiene el señor parido
       que afirma la mizva [4] de Abraham abinu.
       Saludemos ahora al señor parido:
       que le sea besiman-tob [5] este nacido.
       Eliahu-Hanabi [6] nos sea aparecido,
       y daremos loores al verdadero.
       Saludemos al compadre y tambien al moel. [7]
       Que por su zehut nos venga el goël [8]
       y rihma [9] a todo Israel.
       Cierto loaremos al verdadero. [10]

                                  53

       A Yerusalaim, ciudad estimada,
       serrallos y mulkes [11] y vicios dejaba.
       Sueños de mis ojos de mí se tiraba.
                Allí daremos loores y alabaciones.
        [p. 433] A Yerusalaim la ida sin vuelta.
       Parece a la gente que es a la vuelta.
       Sabedlo que es una gran revuelta.
                Allí, etc.
       A Yerusalaim la luz de mis ojos.
       Con ello dejamos los nuestros enojos.
       Con vida y salud vean nuestros ojos.
                Allí, etc.
       A Yerusalaim lo vemos de enfrente.
       Parece a la luna cuando está creciente.
       Con ello dejamos primo y pariente.
                Allí darémos loores y alabaciones. [1]

                                          54

           (Un lúnes me levantí,—un lúnes por la mañana.)
       Tomí arco en mi mano—y ordení esta cantica,
                         también de la madrugada.
       —Así viva el nikokiri [2] —que vaiga por la plaza;
       que me merque harina blanca—para hacer el pan de casa,
                         también de la madrugada.
       El marido por la puerta,—el enamorado por la ventana:
       —Abridme, mi blanca niña,—abridme, mi blanca dama,
                         también, etc.
       Los pies tengo en la nieve,—la cabeza en la helada.
       —¡Ah! mujer, la mi mujer,—¿a quién dais tanta palabra?
                         También, etc.
       —Al mozo del panadero—(que los malos años haga).
       Harina no tengo en casa,—levadura me demanda,
                         también, etc.
       ¿Dónde te escondo, mi alma?—¿Dónde te escondo, mi vida?
       Lo escondió en una caja,—la caja era de pimienta,
                         también, etc.
       El marido que viniera,—el enamorado que estornudara:
       —¡Ah! mujer, la mi mujer,—¿quién estornuda en esta caja?
                         También, etc.
       —El gato de la vecina—que a los ratones alcanza.»
       Tomó la balta [3] en su mano—y rompió la linda caja,
                         también, etc.
        [p. 434] —¡Ah! mujer, la mi mujer,—yo no vide gato con barba,
       mostachico retorcido—y zapatetica trabada.
                         También, etc.
       Tomó la balta en su mano,—la cabeza le cortaba.
       Quien tiene mujer hermosa,—que la tenga bien guardada.
       Se la llevan de la cama—y se queda él sin nada,
                         también de la madrugada. [1]

                                  55

       Vos venid, mi dama, mi cara de luna,
       yo os diré coplas ventiuna,
       os las cantaré una por una:
                Como me kidearon [2] a llevar el pato.
       El pato tenía vedijas de gordura.
       Me topí fajando a la creatura,
       en año de hambre y mucha secura.
                Como, etc.
       El pato tenía plumas de colores;
       por donde pasaba dejaba olores,
       yo me lo creí con muchos dolores.
                Como, etc.
       El pato tenía pluma amarilla,
       yo me lo creí con mucha alegría,
       yo por este pato quedí sin manilla.
                Como, etc.
       El pato tenía pico colorado,
       ya se lo comieran con vino delgado.
       ¿Quién le culpa esto? Lo culpa mi cuñado.
                Como, etc.
       Un día me fui para la Castoría.
       Vide mucha gente, me torní vacía.
       No tuví moneda, vendí la manilla.
                Como, etc.
       Un día me fuí para la plaza,
       vide un morico con un patico.
       No tuví moneda, vendí el librico.
       Por este pecado no comí un pedazico.
                ¿Cómo me kidearon a llevar el pato? [3]

                                   [p. 435] 56

           Oid coplas nuevas por el mal de Francia,
       Escritas con fuego de alma y con mucha ansia.
       Todo quien las oie, cierto se enfastia.
       Roghemos al Dio, hermanos, que el es nuestro padre,
       Se apiáde de sus hijos y no se retarde.
       Bendito su nombre grande y alabado.
       En los cielos y en la tierra uno es mentado.
       El que dá la llaga, dá su cura al lado.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
       Grande milagro es este que no se entendía:
       Un reinado bueno que había y se perdía.
       ¡Ay! que todo toca a la Judería.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
       Desde que este mundo fué acimentado,
       no se tiene oíio ni visto tal desbaratado.
       De vez que la pénso quéro ser atado.
                         Roghemos, etc.
                          Se apiade, etc.
       ¡Ah! que este mundo fué en nuestra suerte!
       Con mézonot [1] no se burla, que es cosa muy fuerte.
       Quien se embesa bueno le viene la muerte.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
       Veneciano es este que está en desparte.
       El Turco no tiene ni arte ni parte.
       El Francés con todos está en el combate.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
       Zaruret [2] muy grande estámos llevando,
       Mercaderes y corredores y el esnaf [3] llorando.
       El gaste pujado, los kiares [4] cortádos.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
            [p. 436] Hébrot [1] por afueras es cosa muy fuerte.
       Va y viene y jura que ya se mantiene,
       y el que no tiene, el Dio lo sostiene.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           Todo el que no tiene en Galata [2] hecho,
       va y viene a casa, se escupe en el pecho.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           Cuando ya le sube la sangre a la cabeza,
       Va y viene a casa, a vender empeza.
       Sale como loco, no sabe lo que pensa.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           Lágrimas me corren como es un rio.
       Cien mil gracias oigo al dia, ni de una rio.
       ¡Ay! que todo esto es un desvarío.
                         Roghemos, etc.
                          Se apiade, etc.
           Mirad que estamos en un mundo falso.
       Cuando os veis uno al otro, alargad el paso.
       Dejad los zapatos y huid descalzo.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           No nos conviene hablar de este modo,
       porque todos queremos comer a un modo,
       todos nos queremos vestir a un modo.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           Salud que nos dé el Dio por rellevarlo.
       Dános la vida segura para saportarlo.
       Dános el bien presto, el mal olvidado.
                         Roghemos, etc.
                         Se apiade, etc.
           Azucar y paño no se mete en tino.
       Kermes y ropas finas subieron al pino.
        Esta mala guerra cerra el camino.
       Roghemos al Dio, hermanos, que él es nuestro padre,
       Se apiade de nosotros y no se retarde. [3]

[p. 437] Además de estos romances, consta la existencia de otros muchos entre los hebreos españoles de las comunidades de Levante. Algunos estarán ya olvidados sin duda, pero se han conservado sus principios por la circunstancia de haber sido acomodadas sus melodías a otros himnos religiosos en hebreo, a pesar del ceño con que siempre han mirado esta aplicación los más severos rabinos. En una de la colecciones de letanías rimadas que se conocen con el nombre de juncos (del persa jonq, harpa), manuscrito que posee A. Danon y que contiene muchos versos inéditos de Israel Nagara, poeta neo-hebraico de principios del siglo XVII, se ven notados, siempre con letras hebreas, los aires y las palabras de las canciones turcas, árabes, griegas y españolas, cuyas melodías adapta, procurando a veces imitar la rima, y valiéndose otras del procedimiento de la aliteración. De este manuscrito, que se remonta a 1641, ha entresacado Danon numerosos principios de romances, algunos de los cuales (los que indicamos de letra cursiva) corresponden a textos conocidos:

       No sé qué iré, a dónde iré...
        Estábase la infanta...
       
Siempre procurais, madre, de engañarme...
       Si os juro, el mi amor, que no tengo...
       ¡Oh qué lindo amor que hay en esta villa...
       Dama, así es la razón...
       Morenica, morenica, galana y bella ..
       Espera, espera...
       Los ojos de la blanca niña—no hacen sino llorar.
        Doliente estaba Alejandro...
       
Barberico, sácasme esta muela...
       En copos de rama...
       Par de la mar mis amores...
       Morenica, qué te pone...
       Soy triste amador...
       Ya que en estas tierras—hay una doncella...
       Yo estando en la mi puerta...
       Adobar, adobar, caldero adobar...
        La vida de los galeas—yo os la quiero contar...
       Ea, digais los veladores...
       
Alma mía, luz del día...
        [p. 438] Yo amara una doncella...
       Desde que perdí el mi amor, penas...
       Hermano mío querido—de qué lloráis y de qué vais perdido
       —el tino?—Lloro yo y me afino—que me aso y me traspaso,
       y a mi dama no alcanzo—la llamo, no me responde—la busco
       y se me esconde—y ahora no sé a dónde—toparé yo a mi...
       Vente aquí, la mi dama...
       Ay, ay, cómo haré...
       A quien iré a contar...
       No puedo, mi alma,—no puedo, mi vida...
       Ay, ay! un pajarico...
        Malo estaba el pastorico...
       De la vuestra linda novia...
       ¿Quién me conoce, quién me conoce...
        Yo me levantara un lunes...
       Ea, llamábalo la doncella...
       
Yo en este mundo mucho caminaba—no sopí otro como tí....
       Viejo malo en la mi cama—a la fin no dormirá...
       A las huertas donde nacen las rosas....
       Fuera va de tino—el triste amador...

En la colección de los poemas de Nagara impresa con el título de Semiroth Israel (Venecia, 1600), se registran también los siguientes principios de canciones españolas:

       Pase abajo, Silvana...
       Ahora lo negáis, señora...
       Partisteis, amigo...
       Pártome de amor,—que no lo puedo entender...
       Gritos daba la pava por aquel monte...
       A las montañas, mi alma,—a las montañas me iré...
       Ay! decid, galana y bella...
       Linda era y hermosa...
       En sueño soñí, mis dueñas...
       Alba y bicia, graciosa...
       Un hijo tiene la condesa...
       Dulce sueño...
       Alto y ensalzado...
        Pregonadas son las guerras...
       
Ya se va el invierno—y viene el verano...
        Madre, un mancebico...
       
Ya se parten las galeas....
       Unas pocas de palabras.

[p. 439] Del dialecto y literatura de los judíos de origen español han tratado modernamente Kayserling en su Biblioteca Española-Portugueza-Judaica, Strasburgo, 1890 (vid. una leve indicación sobre los romances, pp. X-XII, y una amplia colección de refranes al fin del libro), y M. Grünbaum, Judisch-Spanische Chrestomathie (Frankfurt, J. Kauffmann, 1896).

Notas

[p. 395]. [1] . Gallina.

[p. 395]. [2] . Es frecuente en estos romances el cambio de p por f; desfavorida por despavorida, favor por pavor.

[p. 395]. [3] . Romance de asunto histórico romano, único hasta ahora en la tradición popular, pero que ha dejado vestigios en el nombre de Tarquino dado al forzador en algunos de los romances de Blanca-flor y Filomena, (núms. 17 y 18) y en el de Altamare (núm. 28.)

[p. 396]. [1] . Curiosísimo romance histórico, de asunto portugués. Se refiere, sin duda, a los amores del rey D. Fernando I de Portugal con Doña Leonor Téllez, mujer de Juan Lorenzo de Acuña, llamado el de los cuernos de oro, porque los ostentaba en la corte de Castilla, después que se refugió en ella, habiéndole robado el Rey su esposa. Versa sobre este argumento la comedia de Rojas, Coello y Vélez de Guevara. También la afrenta es veneno, y también se enlaza con tal asunto la novelita de A. Herculano Arrhas por foro de Hespanha.

Hay evidente parentesco entre este romance y los de Doña Isabel de Liar (nums. 103 y 104 de la Primavera).

 

[p. 397]. [1] . Esfuegra, suegra.

[p. 397]. [2] . Uerco (¿de Orco, tártaro o infierno, en el sentido de hombre perverso, demonio encarnado?).

[p. 397]. [3] . Eluenga, lengua.

[p. 397]. [4] . Es el romance de Blanca Flor y Filomena (21-22 de los asturianos, 17 y 18 de los andaluces), aunque muy abreviado y estropeado.

[p. 397]. [5] . Golpecitos.

[p. 398]. [1] . Iardan o yerdan es palabra persa que quiere decir collar (A. Danon). El sentido es «te ahorcaré mañana con un cordón colorado».

[p. 398]. [2] . Estas dos versiones (en la segunda de las cuales se ha perdido el nombre de Andarleto), corresponden al romance de asunto merovingio Landarico (núm. 36 de nuestro Apéndice a la Primavera de Wolf).

[p. 398]. [3] . Ruiseñor.

[p. 399]. [1] . Embarabar acaso quiera decir enterrar juntos; en francés hay bière, ataúd, y en italiano bara, andas.

[p. 399]. [2] . La palabra turca rejal, derivada del árabe, designa a los grandes dignatarios del Estado; pero los judíos la usan en el sentido de hidalgo o caballero.

[p. 399]. [3] . Variante.

       O que hijo, o que hijo!—En noche de Pascua
       me venisteis visitar.—O que madre o que madre!
       Al hijo tiene en la lanza,—le demanda la cuestión.

Otro.

       Porque con mi madre,—os cantaré un cantar.

[p. 399]. [4] . Mr. Danon interpreta esta palabra en el sentido de melodía, y la deriva de una voz árabe que significa división, repartición; pero más bien parece designar algún instrumento músico.

[p. 400]. [1] . Estos dos romances son de diverso asunto, pero tienen comunes los versos en que se habla del canto de la sirena. En el segundo romance estos versos, como ha notado el Conde de Puymaigre (a), corresponden casi exactamente a los de un romance portugués (Cantos populares do Archipelago Açoriano, págs. 249 y 252):

       O rei que ia passeando—cavallo mandou parar:
       —Qué vozes do ceo säo estas—que eu aquí ouço cantar?
       Ou säo os anjos no ceo,—ou as sereias no mar?
       —Näo säo os anjos no ceo,—nem as sereias do mar,
       E dom Pedro Pequenino—que meu pae manda matar.

(a) En una interesante carta a Mr. Moisés Schwab en la Revue des Études Juives, octubre-diciembre de 1896.

[p. 401]. [1] . Envolvióla.

[p. 401]. [2] . Aunque muy estragado este romance, conserva una lección más completa del núm. 157 de la Primavera: «Bodas hacían en Francia».

[p. 401]. [3] .  Gal (¿de cai, quai, cayos, en bajo latín caium?)

[p. 401]. [4] . ¿Aljama, mezquita?

[p. 401]. [5] . Pertenece al ciclo de los romances carolingios de Gaiferos (cf. número 173 de la Primavera).

 

[p. 402]. [1] . Estiedro, izquierdo.

[p. 402]. [2] . Está emparentado con el romance 12 de nuestro Apéndice a la Primavera: «Alabóse el Conde Vélez».

[p. 403]. [1] . Este curiosísimo romance es una transformación del tema clásico del juicio de Paris.

[p. 403]. [2] . Señal.

[p. 404]. [1] . Tanto este romance, como el anterior, son variantes del conocidísimo de «Doña Arbola» (asturianos 31 y 32, andaluz 23, etc.), y el primero conserva el nombre de Miralbella, que es Marbella en una de las variantes de Asturias.

[p. 405]. [1] Ebrijim, palabra persa que quiere decir hilo de seda (A. Danon).

[p. 405]. [2] . Dumen, palabra turca que significa el timón (A. Danon).

[p. 405]. [3] . Este romance se refiere al asunto clásico del rapto de Elena por Paris, y tiene analogía con el núm. 109 de la Primavera.

[p. 405]. [4] . Variante.

       Que de vuestros fuegos—yo ya me así.

[p. 405]. [5] . Melancolía.

[p. 405]. [6] . Tisis.

[p. 405]. [7] . Parece término corrompido de dueña.

 

[p. 406]. [1] . ¿Os encubrís?

[p. 406]. [2] . Marchita.

[p. 406]. [3] . Palabra turca que significa vaso de flores.

[p. 406]. [4] . El verbo hervar, en la jerigonza hispano-judaica, equivale a herir.

[p. 407]. [1] . Diminutivo persa que quiere decir ruiseñor pequeño.

[p. 407]. [2] . En d dialecto de los judíos, bogo quiere decir paquete.

[p. 407]. [3] . Voz turca, de que se sirven los judíos de Turquía para desiguar el ataúd, y aun todo el cortejo fúnebre.

[p. 407]. [4] . Tanto por el metro como por el contenido, recuerda este romancillo los que suelen cantar los niños en sus corros.

[p. 407]. [5] . Del persa pabend, cadena.

[p. 408]. [1] . Este romance se deriva seguramente de los que se compusieron a la muerte del duque de Gandía (núms. 26 y 27 de nuestro Apéndice a la Primavera).

[p. 408]. [2] . Sarai, en persa y turco palacio.

[p. 408]. [3] . Es una variante del romance anterior, publicada con observaciones lingüísticas por D. A. Sánchez Moguel en el Boletín de la Real Academia de la Historia (tomo XVI).

[p. 409]. [1] . ¿Calle?

[p. 409]. [2] . En dialecto judaico-español, enferma.

[p. 409]. [3] . Hay otra variante de este romance, de la cual Danon copia los versos que siguen:

       Noche buena, noche buena—noches son de enamorar.
       ¡Oh qué noche, la mi madre!—no la puedo soportar,
       dando vueltas por la cama—como pescado en la mar.
       Tres hermanicas eran ellas—todas las tres en un andar.
       Saltó la más chiquitica de ellas:—Yo relumbro como el cristal.
       Dormais, dormais, mis doncellas,—si dormides recordad.
       Mientras que sois muchachas—guardados la mocedad.
       Mañana en casando—no os la dejarán gozar

En su primera forma, el romance judío recuerda el de «Rico Franco». (Primavera, 119), y los asturianos «Venganza de honor» y «La hija de la Viudina» (34-38).

[p. 410]. [1] . Mr. Danon deriva esta palabra del turco y dice que significa mancha. ¿No podría ser más bien corruptela del adjetivo bel (bello)?

[p. 410]. [2] . Este romance tiene reminiscencias del 185 de la Primavera: «Por la matanza va el viejo», y todavía más de la variante portuguesa de Tras-os-Montes, que publicó Almeida-Garret (pág. 240 de este tomo [Ed. Nacional, vol. IX, pág. 341]).

[p. 410]. [3] . Se fingió enferma.

[p. 410]. [4] . Es una mala variante de los romances asturianos de «Doña Urgelia» y «Doña Enxendra» (38-41), del portugués de «Doña Ausenda», etc.

[p. 411]. [1] . Hay también esta variante citada por Danon:

       Tres palomas van volando—en el palacio del rey.
       Volan, volan y posan—el palacio del rey.
       La jugó el rey su padre—al juego de ajedrés.

[p. 411]. [2] . Bel, palabra turca que quiere decir los riñones o los lomos, según A. Danon.—Este romance parece derivarse del de «Rico Franco». (número 119 de la Primavera).

[p. 412]. [1] . Palabra talmúdica, que quiere decir ingeniosa.

[p. 412]. [2] . Es canción lírica y moderna.

[p. 412]. [3] . Palabra turca que quiere decir gorra de paño.

[p. 412]. [4] . Casi inútil parece advertir que este romance es el popularísimo de «La esposa infiel», del cual se han recogido tantas versiones tradicionales en España.

[p. 412]. [5] . Combleza, manceba.

[p. 412]. [6] . Fabriquen.

[p. 413]. [1] . Es una nueva y bastante apreciable versión de «Delgadina», que debe añadirse a las numerosas que en esta colección hemos recopilado.

[p. 414]. [1] . Es el romance de «Vergilios» núm. III de la Primavera).

[p. 414]. [2] . Dama, según la interpretación de A. Danon.

[p. 414]. [3] . Jengibre.

[p. 414]. [4] . Un lunar azul.

[p. 414]. [5] . El principio de este romance recuerda el de la «Infantina». Lo demás difiere y se asemeja más bien al de las señas del esposo.

[p. 415]. [1] . Palabra turca que quiere decir filigrana, según A. Danon; pero no parece que viene aquí muy al caso.

[p. 415]. [2] . Es una preciosa variante del romance asturiano de «Don Bueso» (núms. 16 y 17 de nuestra colección).

[p. 415]. [3] . Los judíos usan el verbo anticuado lazrar o lazdrar, en significación de procurar con ansia alguna cosa.

[p. 416]. [1] . Mi destino. Mazal es palabra hebrea.

[p. 416]. [2] . Palabra surca que quiere decir «panes.

 

[p. 417]. [1] . Es decir «tú que dilatas mi corazón de alegría».

[p. 417]. [2] . Es el tan conocido romance de «Flores y Blanca Flor», tradicional en Asturias, Montaña de Santander, Cataluña y otras partes.

[p. 418]. [1] . Este romance parece de origen judaico, y está compuesto con reminiscencias del Libro de Tobías y del Libro de Judit.

[p. 418]. [2] . Palabra persa que equivale a camarín.

[p. 418]. [3] . Un pañuelo. Destemél es palabra persa.

[p. 418]. [4] . De color de violeta: voz persa también.

[p. 418]. [5] . Toalla.

[p. 419]. [1] . El principio de este romance recuerda el de «Yo me era mora Moraima». Lo demás difiere.

[p. 419]. [2] . Es una graciosa variante del romance «De una gentil dama y un rústico pastor» (núm. 145 de la Primavera), que también existe en la tradición popular de Andalucía.

[p. 420]. [1] . Gorro.

[p. 420]. [2] . Saludo.

[p. 420]. [3] . Palabra árabe que quiere decir los emisarios que trasmiten buenas noticias.

[p. 420]. [4] . Es el romance de «Don Martinos o de la doncella que va a la guerra», popular en Asturias, Portugal y Cataluña.

[p. 420]. [5] . Palabra turca que quiere decir la playa.

[p. 421]. [1] . Grifos del baño (en turco).

[p. 421]. [2] . Porcelana (en árabe).

[p. 421]. [3] . De tresaillir, francés. En otra variante, estremecerse.

Me parece notar parentesco entre este romance y el «de la guirnalda de rosas» (núm. 144 de la Primavera).

[p. 421]. [4] . A propósito de esta canción cita Puymaigre el romance portugués «O cego» (Romanceiro general de T. Braga, pág. 149.— Cantos pop. do Archipelago açoriano, pág. 373.— Cantos populares do Brazil , I, 349).

[p. 421]. [5] . Oropel, en dialecto judaico-hispano.

[p. 422]. [1] . Rosas. Es palabra persa.

[p. 422]. [2] . Granadas. También es voz persa.

[p. 422]. [3] . Esta jerigonza, entre turca y persa, quiere decir, según Danon, que el cuerpo de la muchacha es alto y esbelto como el ciprés.

[p. 422]. [4] . Misa está aquí por iglesia.

[p. 422]. [5] . Oca, peso otomano de 400 dracmas; 312 dracmas equivalen a un kilogramo.

[p. 422]. [6] . Leer o aprender.

[p. 423]. [1] . Palabra árabe que quiere decir torre.

[p. 423]. [2] . Palabras turcas que A. Danon interpreta un repaire d'hommes de sac et de corde.

[p. 423]. [3] . El amo o el dueño: palabra turca.

[p. 423]. [4] . Servilleta, en turco.

[p. 424]. [1] . Palabra turca, que equivale a pan de flor.

[p. 424]. [2] . Danon explica estos números diciendo que hay ocho días de bodas, y ocho desde el día del parto hasta el de la circuncisión.

[p. 425]. [1] . Esta composición y casi todas las que siguen no son romances, sino canciones líricas, de varias formas, pero se incluyen aquí tanto por su analogía métrica con el romance propiamente dicho, como por dar muestras de los diversos géneros populares que actualmente cultivan los hebreos oriundos de España. Esta canción y las tres siguientes son de las que suelen entonarse en los regocijos de las bodas.

[p. 425]. [2] . Raki, palabra turca con que se designa una especie de aguardiente. El principio de esta canción recuerda una sabida letrilla de Góngora:

       Y las mañanas de invierno
       Naranjada y aguardiente,
       Y ríase la gente.

[p. 426]. [1] . En dialecto judaico-hispano, leer. Danon la deriva de la palabra meliodare, que por su forma parece latina, pero que no consta en el glosario de Ducange.

[p. 426]. [2] . Palabra, en turco.

[p. 427]. [1] . Composición interesante por su forma métrica, que tiene analogía con el romance asturiano núm. 58, y con varias poesías populares de Galicia, antiguas y modernas.

[p. 427]. [2] . En turco, buen agüero.

[p. 427]. [3] . Escuela.

[p. 427]. [4] . Ángeles, en hebreo.

[p. 427]. [5] . Este romance, enviado a Mr. Danon desde Salónica, pertenece al género de los que se cantan en la noche que precede al día de la circuncisión, noche que los judíos pasan en vela para preservar al recién nacido de las asechanzas de los espíritus de las tinieblas.

[p. 428]. [1] . Sinagoga.

[p. 428]. [2] . Bendiciones, en hebreo.

[p. 428]. [3] . Esta especie de romance puede servir de muestra de los que se cantan para festejar el nacimiento de un niño. Los versos 3 y 4 están puestos sin duda en boca del recién nacido. Con la extraña frase de Señor parido se designa al padre de la criatura. Este romance procede de Salónica como el anterior.

[p. 428]. [4] . Esta composición humorística es seguramente muy moderna, e indica la triste decadencia a que ha llegado la musa judaico-castellana en las comunidades de Turquía. Parece que de estos versos con chistes como de almanaque se componen todavía bastantes.

[p. 428]. [5] . Se aveza, se acostumbra.

[p. 429]. [1] . Es decir, los muebles de la casa.

[p. 429]. [2] . Extenuarse o consumirse.

[p. 429]. [3] . Gorros de Alepo.

[p. 430]. [1] . Es decir: no le libra, no le salva de morir.

[p. 430]. [2] . En hebreo, penitencia.

[p. 430]. [3] . En inteligencia: es voz hebrea.

[p. 430]. [4] . Ángel.

[p. 430]. [5] . Rabiéis u os enojéis.

[p. 431]. [1] . Patriarca.

[p. 431]. [2] . Del hebreo,  caverna.

[p. 431]. [3] . Destronen.

[p. 432]. [1] . Con muchos ultrajes. Del hebreo.

[p. 432]. [2] . En hebreo, impío.

[p. 432]. [3] . En hebreo, mérito.

[p. 432]. [4] . Prescripción.

[p. 432]. [5] . De buen agüero.

[p. 432]. [6] El profeta Elías.

[p. 432]. [7] . Al que circuncida.

[p. 432]. [8] . El Mesías.

[p. 432]. [9] . Redima.

[p. 432]. [10] . Poesía religiosa de carácter semilitúrgico. Es una mezcla de diversos Midraschim.

[p. 432]. [11] . En árabe, inmuebles.

[p. 433]. [1] . Se cantaba probablemente en la víspera de la partida de un peregrino para Jerusalén (A. Dannon).

[p. 433]. [2] . Voz corrompida de la griega ο&Δαγγερ;κοκὐρης : el amo de la casa.

[p. 433]. [3] . El hacha: es voz turca.

[p. 434]. [1] . Es una nueva forma del romance de «La esposa infiel». Parece moderna, y tomada de la décima novela de la quinta jornada de Boccaccio, quien a su vez la había imitado de Apuleyo (Metamorphoseon, IX).

[p. 434]. [2] . Es un verbo turco que significa forzar u obligar.

[p. 434]. [3] . No es fácil adivinar el sentido de esta macarrónica composición, que parece un juego de palabras para divertir a los niños. Infiérese de ella que los judíos españoles usan la frase llevar el pato, en significación de ser engañado o chasqueado, lo cual no difiere mucho de nuestra expresión familiar pagar el pato.

 

[p. 435]. [1] . En hebreo, subsistencia.

[p. 435]. [2] . Miseria, en árabe.

[p. 435]. [3] . Gremios o corporaciones. Es voz árabe.

[p. 435]. [4] . Beneficios. Es palabra turca.

[p. 436]. [1] . En hebreo, sociedad. Entiéndase aquí comercial.

[p. 436]. [2] . Arrabal de Constantinopla, que es el centro del comercio.

[p. 436]. [3] . Esta canción histórica, en que un judío se queja de lo mal que andaban sus negocios mercantiles fué compuesta, al parecer, en tiempo de la revolución francesa o de las guerras de Napoleón. Procura remedar la forma acróstica de algunos salmos, pero no resulta completo el alegato hebraico, sin duda por haberse perdido varias estrofas.