Presentación de la Fundación Ignacio Larramendi

Luis Hernando de Larramendi
Presidente de la Fundación Ignacio Larramendi

 

Fragmento del retrato de Nicolás Antonio pintado por Domingo MartínezLa Fundación Ignacio Larramendi tiene entre sus objetivos dar la máxima visibilidad al patrimonio español e iberoamericano. Por este motivo esta nueva Biblioteca Virtual de Novatores se centra en la aportación, tan poco reconocida a nivel mundial o incluso entre nosotros mismos, del pensamiento filosófico y científico español de los siglos XVII y XVIII.

Don Ignacio Larramendi era plenamente consciente de la falta de reconocimiento del pensamiento hispánico y apoyó desde el primer momento los proyectos de digitalización de la Biblioteca de Menéndez Pelayo en Santander, dónde estaba reunida una parte muy considerable de los textos sobre los que se podía estudiar de forma rigurosa esa aportación hispánica. Para ello creó las Bibliotecas Virtuales de esta Fundación que hoy lleva su nombre y que cuentan con una amplia consideración internacional; lo que decimos se refleja claramente en las estadísticas de acceso a los micrositios web (las Bibliotecas Virtuales temática y de Autor) que impulsa la Fundación Ignacio Larramendi con la asistencia tecnológica de su empresa filial DIGIBÍS y con el apoyo indispensable de la Fundación MAPFRE, creada también por don Ignacio.

Anteriormente hemos prestado nuestra atención a diferentes escuelas de pensamiento español como la Escuela de Salamanca (en 2011 y luego con nueva tecnología 3.0 en 2018), la Escuela de Traductores de Toledo (2013), la Ciencia y la Técnica en la Empresa Americana (2014) y los Viajes Científicos Ilustrados (2017), así como la Biblioteca Virtual dedicada a la obra de Francisco Sánchez, el Escéptico (2012), que es caso de estudio de Europeana, la biblioteca digital que agrupa los esfuerzos de digitalización del patrimonio europeo.

Si en los siglos XVI y XVII florecieron la Escuela de Salamanca y los estudios científicos derivados de la empresa americana, que dieron al mundo el saber riguroso que siguió a la exploración y el estudio de América, también en el siglo XVIII se dio otro florecimiento de la ciencia y la técnica a nivel europeo. Era indispensable estudiar y, sobre todo, dar la máxima visibilidad y accesibilidad a los españoles de ambos mundos que trasladaron a nuestro suelo los fantásticos avances científicos que se pueden personalizar en la obra de Descartes o Newton y que han sido conocidos con el membrete de los novatores.

En efecto, los novatores cumplieron esa misión de reducir el atraso en el que las ciencias y el pensamiento hispánico habían caído después del colosal esfuerzo del siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII, en un entorno político muy poco favorable a las novedades foráneas. Por eso, nuestra biblioteca virtual dedicada a los novatores lleva el subtítulo de «Innovación científica en el siglo XVII y XVIII», puesto que abarcaron las últimas décadas del reinado de Carlos II y los reinados de Felipe V, Luis I y Fernando VI.

Me gustaría hacer una mención personal de mi padre quien, en los últimos años de su vida, anudó, esa es la palabra, una entrañable amistad con uno de los más importantes historiadores de la ciencia española, el profesor José María López Piñero –autor de un gran número de textos dedicados al estudio riguroso de la ciencia española, que contó en numerosas ocasiones con la ayuda inestimable de la profesora María Luz Terrada–; entre sus textos se puede destacar La introducción de la ciencia moderna en España (1969), obra que ha sido de gran utilidad para el desarrollo de esta Biblioteca Virtual puesto que es una de las escasas contribuciones que continúan de alguna manera, 82 años después, la recopilación que supuso La ciencia española (1887), de Menéndez Pelayo. Sirvan estas palabras para rememorar esa fructífera relación entre José María López Piñero e Ignacio Hernando de Larramendi.

Madrid, 4 de octubre de 2019