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Obras completas de Menéndez... > ANTOLOGÍA DE LOS POETAS... > VIII : PARTE SEGUNDA :... > ADVERTENCIA

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Texto

La presente colección (con título algo diverso, puesto que el de Primavera y Flor, aparece como primero) fué publicada en Berlín por Asher y Cª, en 1856. Hasta el presente no ha sido superada por otra ninguna, y el unánime consenso de los doctos la reconoce como el único texto crítico y auténtico de nuestros romances verdaderamente viejos y populares. Aunque el mérito de haberlos distinguido de sus imitaciones, refundiciones y parodias de la segunda mitad del siglo XVI pertenezca en primer término al editor de la Silva de Romances Viejos, Jacobo Grimm, nadie puede negar que Wolf y Hofmann, trabajando en mejores tiempos y con más copia de subsidios bibliográficos, y pudiendo aprovecharse, como en efecto se aprovecharon, de los tesoros recogidos en el segundo Romancero de Durán, habían de dar a su trabajo un grado de perfección muy superior.

El presente libro puede considerarse como reproducción textual y esmeradísima de todos los romances viejos y tradicionales que se leen en el Cancionero de Romances de Amberes, sin año, en el de la misma ciudad de 1550, y en las partes primera y segunda de la Silva de Zaragoza, también de 1550. Duran no llegó a ver ninguna de estas primitivas ediciones, porque en su tiempo ninguna de ellas existía en España. Su texto, por tanto (que es casi el único que en España corre), resulta notoriamente inferior al de la Primavera, así por estar tomado de libros más modernos, como por no apuntar las variantes que, por el contrario, notan con minuciosa y loable prolijidad Wolf y Hofmann, separándose [p. VIII] del antiguo y censurable método de construir arbitrariamente un texto escogiendo lo que parece mejor entre las diversas lecciones.

Siendo la Primavera de Wolf libro clásico y fundamental para todo el que emprenda hacer estudio científico y serio de los romances castellanos, era necesario y urgente reimprimirla, mucho más si se tiene en cuenta la escasez de sus ejemplares en las bibliotecas de nuestros hombres de letras. Pero al reimprimirla, era preciso adicionarla, respetando por otra parte la integridad de su texto, y conservando el primitivo prólogo y las notas que Wolf escribió en castellano, con leves incorrecciones muy disculpables en la pluma de un extranjero. Por una parte, el caudal de los romances viejos se ha acrecentado algo desde 1856, merced a diferentes hallazgos de pliegos sueltos y de libros rarísimos, como la tercera parte de la Silva de Zaragoza. Al mismo tiempo la tradición popular, explorada en distintas comarcas con desigual acierto y fortuna, ha aportado un contingente no despreciable de romances que no figuran en las colecciones impresas, pero cuyo remoto origen y carácter popular parecen indudables. Tales son algunos de los recogidos en Asturias, y tales los que se conservan en la memoria de los judíos de Salónica. El estudio de la poesía tradicional de otros pueblos de la Península (Portugal y Cataluña), y el más general de la canción popular en distintas razas y pueblos de Europa, ha traído gran número de elementos de comparación, merced a los cuales empieza a ser posible distinguir lo que nuestra admirable poesía narrativa tiene de peculiar, de histórico y genuinamente castellano, y lo que debe a un fondo étnico, común a la mayor parte de los pueblos del Mediodía de Europa, o bien a influencias y corrientes literarias de diverso origen.

El estudio de los temas históricos o novelescos de los romances, y las mil cuestiones de historia social, de métrica, de lenguaje, de saber popular, que cada uno de ellos sugiere, han dado ocasión, sobre todo en Alemania, al desarrollo de una considerable literatura, de la cual puede considerarse como resumen hasta 1876, a la vez que como complemento, el admirable libro de D. Manuel Milá y Fontanals, De la Poesía Heroico-Popular Castellana, obra que por su carácter rígida y severamente científico es tan estimada de los extraños como ignorada o no entendida de los propios, aunque sea el mayor esfuerzo con que la ciencia española [p. IX] ha contribuído hasta ahora al esclarecimiento de las tinieblas de la Edad Media. Todas estas circunstancias exigen, pues, adicionar la Primavera de Wolf con un ramillete de los romances posteriormente descubiertos, y con un nuevo prólogo en que se expongan y planteen todas las cuestiones que él no toca en el suyo, para que de este modo el libro corresponda a las actuales exigencias de la erudición literaria, en que tan fácil es quedarse rezagado o desorientado.

Para dar lugar a estas indispensables adiciones, sin que la presente edición abultase más que la alemana, a pesar de contener una tercera parte más de texto, hemos recurrido al arbitrio de escribir los romances como versos de diez y seis sílabas, siguiendo el ejemplo y la teoría de Grimm y de Milá, que no es la de Durán ni la de Wolf; pero que nos parece más conforme a los orígenes épicos del metro. La venerable sombra de Wolf (el hombre más sabio en cosas de España, y el más benemérito de nuestra literatura entre cuantos extranjeros han escrito sobre ella) nos perdonará, sin duda, no sólo el disentir de su opinión en este punto capital, sino el haber aplicado a su edición de los romances un sistema contrario al que él defendió y practicó siempre.

M. MENÉNDEZ Y PELAYO.
       

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